¿Cómo se gesta y a quién beneficia la privatización de la sanidad?
Ángeles Maestro, militante de RED ROJA.
Mucha
 gente piensa que la privatización de la sanidad es un fenómeno reciente
 producto de las políticas del PP. Este es un grave error, un mal 
diagnóstico, que impide un tratamiento adecuado de las causas, porque al
 igual en una enfermedad, si tratamos sólo los síntomas no estamos 
actuando eficazmente y el proceso se agrava.
Las
 privatizaciones de empresas y servicios públicos forman parte medular 
de la respuesta del gran capital a la gran crisis económica que vivimos 
ahora, que se inicia en la década de los setenta y que se conoce como 
políticas neoliberales. Se trata de una estrategia general dirigida a 
intentar reducir la caída de la tasa de ganancia. De ella forman parte 
la drástica reducción de la fiscalidad de las rentas del capital, la 
instauración de políticas de reducción del déficit – con la 
correspondiente disminución de presupuestos sociales - , la liquidación 
de derechos laborales y sociales y las privatizaciones.
Son
 políticas de largo alcance, implementadas por gobiernos de todo color 
político, en un marco de lucha de clases marcado por la cooptación de 
las cúpulas sindicales y el correspondiente retroceso del poder de la 
clase trabajadora.
El
 primer asalto de las privatizaciones tiene lugar sobre las empresas 
públicas. El negocio privado está asegurado, no sólo porque se venden a 
precio de saldo y prácticamente en régimen de monopolio, sino porque – 
en la medida en que producen bienes de primera necesidad (luz, 
combustibles, transportes, comunicaciones, agua, etc) la clientela está 
asegurada.
En
 el Estado español este proceso se inicia a mediados de los ochenta, por
 el PSOE, coincidiendo con la entrada en la CEE, y es continuado por los
 gobiernos del PP.
El segundo asalto son los servicios públicos, y sobre todo la sanidad, que consume un % considerable del PIB (el 7% en 2013).
Ya
 con el gobierno de UCD tuvieron lugar reuniones en el Ministerio de 
Sanidad en las que participaron aseguradoras privadas, la industria 
farmacéutica, representantes de bancos y grandes empresas, junto a 
dirigentes de los grandes medios de comunicación. El objetivo era 
planificar, y financiar, campañas de desprestigio de la sanidad pública.
 El argumentario es bien conocido: es burocrática, despilfarradora, poco
 ágil ysu personalrinde poco porque tiene sus puestos asegurados, frente a la competitividad y la eficacia de la empresa privada.
En
 el año 1991 se pretendió dar un salto cualitativo. A semejanza de Gran 
Bretaña donde se publicó un informe, “Working for Patients”,que sirvió 
como hoja de ruta para la privatización y el desmantelamiento del mejor 
servicio sanitario de Europa Occidental, el Pleno del Congreso aprobó la
 elaboración de un Informe para la“Consolidación y Modernización del 
Sistema Nacional de Salud”.
El
 PSOE, gobernando con mayoría absoluta, encargó su elaboración a 
Fernando Abril Martorell, antiguo Procurador de las Cortes de Franco y 
vicepresidente del Banco Central Hispano. El Informe era todo un 
programa de preparación de la sanidad para su privatización, incluyendo 
la introducción de copagos por el uso de servicios sanitarios y de los 
medicamentos para los pensionistas. La presentación pública del Informe 
fue abortada porque como Diputada, entonces, de IU, tuve acceso a sus 
conclusiones y pude hacerlas públicas, convenientemente explicadas, 
antes de que fueran presentadas oficialmente. Ante el enorme rechazo 
suscitado el Informe nunca fue votado en el Parlamento pero sus 
propuestas básicas fueron ejecutadas.
Se procedió a la privatización-“externalización”-
 de servicios hospitalarios tales como limpiezas, lavanderías, cocinas, 
ambulancias, etc, y se ampliaron progresivamente los conciertos con la 
sanidad privada de la cirugía de baja complejidad (la más rentable), 
radiodiagnóstico,etc.Destaco
 por su trascendencia la privatización de los servicios de limpieza 
hospitalaria, que fueron a parar en gran parte a empresas constructoras 
tales comoFerrovial, FCC o Dragadosy
 que tuvo como resultado un drástico recorte de plantillas y precariedad
 en el empleo. Estos hechos son directamente responsables del 
espectacular aumento de las infecciones hospitalarias, con el 
correspondiente incremento de la mortalidad y del gasto hospitalario1.
En
 el año 1997, gobernando el PP en minoría, se aprobó la Ley 15/97 de 
Nuevas Formas de Gestión que ampara la entrada masiva de la empresa 
privada en la gestión de todo tipo decentros sanitarios.Esta
 Ley fue votada por PP, PSOE, PNV, CiU y CC. Al día siguiente de su 
votación, CC.OO. emitió un comunicado congratulándose del gran apoyo 
parlamentario recibido “por una Ley clave para la modernización del SNS”2.
La
 empresa privada tenía abierto el camino y los diferentes gobiernos 
autonómicos (del PP, del PSOE, o del PSOE con IU y otros partidos de 
izquierda como el tripartito catalán o el pentapartito balear) lo 
ejecutaron. Era el negocio más seguro que podían soñar, máxime en 
tiempos de crisis: financiación y clientela públicas y beneficio 
privado.
Las empresas constructoras, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria,han entrado con fuerzaenla
 gestión de los hospitales de gestión privada: Sacyr, Dragados, FCC, 
Acciona, .. una parte ellas implicadas en la trama Gürtel como BEGAR, 
Ploder, Hispanica, otras “donantes” del PP como OHL, o el Grupo 
Cantoblanco de Arturo Fernández. Estas empresas aparecen formando parte 
de UTEs junto a Cajas de Ahorros “nacionalizadas”tras el correspondiente
 saqueo como la CAM o receptoras de ingentes fondos públicos como 
BANKIA, y al lado de aseguradoras privadas como Sanitas o Adeslas.
Mención especial merece la empresa CAPIO, propiedad de CVC
 Capital Partners. Este grupo, de capital riesgo y dedicado a la 
especulación, tiene una oficina central en Londres y su sede se 
encuentra en Luxemburgo. Esta empresa tiene todos los visos de llegar a 
ser en el gran monopolio de la gestión privada de la sanidad pública, 
con sus negocios principales en Madrid (Hospitales Jimenez Díaz, 
Móstoles, Valdemoro y Collado Villalba3,
 además de dos centros de especialidades) en Castilla la Mancha 
(hospitales de Villarrobledo, Tomelloso, Manzanares y Almansa) y en 
Cataluña, con importantes conciertos, y con el Hospital Universitari 
Sagrat Cor, integrado en la red de utilización pública.
La
 vinculación entre decisiones políticas e intereses empresariales es 
evidente. Ex Consejeros de Sanidad como Manuel Lamela, con intereses en 
Capio,
 o Güemes, que tuvo que dimitir como consejero de Unilabs, propiedad de 
Capio, empresa a la que él adjudicó la gestión de análisis clínicos de 
seis hospitales, lo ilustran. Otro caso es el Antonio Burgueño, actual 
Director General de Hospitales de la Comunidad de Madrid, quien fue 
director médico de Adeslas, empresa integrada en Ribera Salud y 
principal impulsor del primer hospital de gestión privada, el de Alzira,
 y cuyo hijo,
 Antonio Burgueño Jerez, trabaja como jefe de la Unidad de Desarrollo de
 Negocio y Calidad en Ribera Salud, empresa adjudicataria del Hospital 
de Torrejón.  .
Pero
 el fichaje de “conseguidores” no sólo se circunscribe a las filas del 
PP. Nicolás Redondo Terreros es Consejero de FCC, empresa que gestiona 
le Hospital de Arganda, al que hay que añadir la larga lista de ex 
Ministros y ex Ministras de Sanidad de PSOE que son Consejeros de 
grandes multinacionales, incluidas las de la industria farmacéutica4.
El
 robo de la sanidad por las empresas privadas, con la connivencia 
necesaria de los gobiernos, no es solamente un expolio de recursos 
públicos, es además un crimen.
El
 negocio en la sanidad, imposible si se presta una atención universal y 
de calidad, se consigue atentando contra la vida y la seguridad delas y lospacientes, además de incrementando el coste.
La explicación de los mecanismos para conseguirlo sobrepasan los límites de este artículo. Enumero algunos de ellos:
- 
Disminución de la cantidad de personal (en torno al 30%) y de la cualificación del mismo.
- 
Selección de pacientes, dejando los no rentables para la sanidad pública.
- 
Sobreindicación de intervenciones quirúrgicas rentables.
- 
Priorización de pacientes en función de los ingresos que su atención reporta a la empresa.
- 
Presión sobre las administraciones sanitarias, a través de la connivencia de políticos, para elevar las cuantías que les paga la sanidad pública.
La
 ejecución de los mecanismos de ahorro (altas precoces, baja utilización
 de recursos caros de diagnóstico y tratamiento), vitales para conseguir
 el negocio, requieren de la “colaboración”sobre todo del personal 
médico, que es quien indica el gasto. Paralograrloson
 determinantes los contratos temporales, la inseguridad en el trabajo y 
que una parte importante del salario esté vinculada al cumplimiento de 
objetivos de disminución del gasto.
La
 realidad descarnada es que todo este engranaje tiene una cobertura 
legal incuestionable, refrendada por sentencias de los tribunales ante 
los que se ha denunciado: la Ley 15/97 de Nuevas Formas de Gestión.
Dejo para la reflexión de quienes
 lean estas líneas la valoración de lo que para sus propias vidas supone
 la privatización de la sanidad y la consecuente decisión acerca de la 
actuación necesaria para impedir que tamaña salvajada culmine.
Es
 preciso, a mi juicio, que en este momento nos centremos, no tanto en 
manifestaciones masivas, como en la creación y extensión de colectivos 
locales, suficientemente coordinados, capaces de pasar a la ofensiva y 
bloquear la ejecución de los planes de privatización, Es decir, que el 
poder popular se manifieste y actúe con tres grandes objetivos:
Ni una privatización más
Derogación de la Ley 15/97
Devolución a manos públicas todo lo privatizado.
 
 
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