¡No a más bombas sobre Oriente Medio!. Wilhelm Langthaler. Antiimperialista.org
Traducido del inglés por Sinfo Fernández. |
Una vez más, Estados Unidos ha lanzado una de sus infames campañas de bombardeos aéreos, esta vez contra Iraq y Siria. La justificación: parar el genocidio perpetrado por el califato. Para poder cumplir este objetivo, Washington está asegurándose el apoyo más amplio posible de Israel, la UE, Egipto, Arabia Saudí, Iraq (con el apoyo tácito de Irán, Rusia e incluso de Asad), incluyendo a todas las facciones kurdas, también al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y ampliándolo a una parte importante de la izquierda europea. Un frente monstruoso, en el que se incluyen fuerza políticas que van desde la extrema derecha a la extrema izquierda, está en gestación contra el espectro del yihadismo.
1) Iraq: Poner al zorro a guardar las gallinas
Como punto de partida, es preciso recordar los resultados de la guerra
de EEUU contra Iraq: Durante dos décadas Washington mató a Iraq de
hambre con un embargo genocida que liquidó los agotados recursos de un
antiguo y orgulloso nacionalismo árabe. En cierto sentido, podemos
leerlo como la continuación de la estrategia estadounidense de “doble
contención” enfrentando a Iraq e Irán uno contra otro, para mantener el
equilibrio en el Golfo de 1980 a 1988 debilitando a ambos. Tras el fin
de la guerra, EEUU continuó manteniendo bajo control a ambos Estados.
En 2003, impulsado por la arrogancia de los neocon,
EEUU fue a por el “cambio de régimen” mediante una invasión militar
directa. El resultado hasta ahora: su archienemigo Irán se ha
fortalecido enormemente y ejerce ya una influencia decisiva sobre
Bagdad. Este fue el fin definitivo de la estrategia de la doble
contención con la que a EEUU le había ido muy bien.
Poco a
poco, el régimen de Bagdad adquirió un carácter abiertamente sectario
repartiendo los beneficios del petróleo entre las diferentes facciones
del islam político chií. Por tanto, mientras los chiíes aceptaban en
gran medida al régimen, la población sunní se siente, y realmente lo
está, marginada y excluida.
El régimen anterior, el partido
Baaz derrocado por EEUU, tenía por sí mismo todo un historial de
transformación gradual de facto hacia un sectarismo sunní en conexión
dialéctica con el surgimiento del islam político chií (la guerra contra
Irán con toda su propaganda tuvo algo que ver con eso). La resistencia,
principalmente sunní, contra la ocupación estadounidense no pudo hacer
frente a toda esa herencia sin radicalizar aún más sus posiciones
sectarias hasta finalmente hundirse en ellas. En 2006-2007, Mesopotamia
se sumió en una guerra civil sectaria que acabó con la resistencia
contra la ocupación estadounidense, creando el esquema de los actuales
conflictos por toda la región. El efecto final es el Estado Islámico
(EI) [i].
EEUU mostró el pragmatismo suficiente como
para cambiar de rumbo y aprovechar las oportunidades que le ofrecían la
derrota del movimiento de resistencia. Reintegraron y absorbieron a una
parte del alienado ámbito sunní a través de las milicias Sahwa. Pero
Maliki interrumpió esa línea y fue prescindiendo cada vez más de la
representación sunní. El creciente movimiento de protesta fue
militarmente suprimido. Y así fue como esas fuerzas fueron directamente
enviadas a los brazos del Estado Islámico.
Puede decirse que
Mosul es el bastión del antiguo ejército y del aparato del Estado en
general. Allí viven cientos de miles de antiguos oficiales,
funcionarios, profesores, etc. Además del baazismo, había también
expresiones del islam político sunní, como los Hermanos Musulmanes. Dada
la total exclusión de las elites políticas sunníes por parte del
régimen de Bagdad, dichas elites aprovecharon el momento de la
insurgencia yihadí para emprender una rebelión popular siguiendo líneas
sectarias sunníes. El liderazgo está compuesto por una coalición de
baazistas, líderes tribales y diversas facciones islámicas sunníes que
se originaron en el movimiento de la resistencia que ha aceptado como
mal menor el liderazgo yihadista-takfiri de Daesh (EI), aunque este no
les ofrece una articulación política independiente. También las masas
populares sunníes parecen preferir el califato sectario sunní al estado
sectario chií de Bagdad. Esta es la única explicación plausible de por
qué unas cuantas decenas de miles de yihadíes pudieron en muy poco
tiempo conquistar la mitad del norte de Iraq y también mantenerlo.
Iraq, visto por los ojos de Washington (y no sólo Iraq), se les ha ido
de las manos tanto por el lado sunní como por el lado chií de la línea
divisoria. El sectarismo, que en un determinado período fue impulsado y
fomentado por EEUU, contribuye ahora a desestabilizar el orden
estadounidense. El único socio fiable de EEUU que aún continúa siéndolo
es el liderazgo kurdo iraquí.
2) Los kurdos: ¿Autodeterminación a través del imperialismo?
El régimen del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) en Erbil ha
acabado convirtiéndose en el principal aliado no sólo de Washington sino
también de Turquía. La riqueza petrolífera proporciona cierta
estabilidad. Así, cuando EEUU e Israel planeaban un ataque contra Irán,
Erbil hubiera jugado un papel importante como plataforma de lanzamiento y
base adyacente. Para Turquía, el norte de Iraq se ha convertido en el
segundo socio comercial más importante por detrás de Alemania. Sirvió de
contrapeso político ante el PKK respecto a la cuestión kurda a la que
Erdogan juró combatir.
A cambio del apoyo occidental y turco,
Erbil ha aceptado hasta ahora permanecer formalmente dentro del marco de
Iraq y se ha abstenido de declarar la independencia. Porque Occidente
teme las consecuencias de tocar las fronteras coloniales, que podría
contribuir aún más a la descomposición del orden imperialista. Pero la
situación bien podría impulsar al PDK a rescindir su reservada posición.
En primer lugar, la implosión del régimen de Maliki en el
norte ayudó sustancialmente a que el PDK se expandiera. Mientras el EI
se dirigía hacia el sur, los pershmerga tomaron por vez primera la
capital del petróleo, Kirkuk, por la que los kurdos y los árabes han
estado compitiendo secularmente.
Pero cuando se llegó a una
confrontación directa con el EI, las tropas del PDK han demostrado ser
impotentemente inferiores. Perdieron rápidamente la presa de Mosul ante
los yihadíes y necesitaron del poder aéreo estadounidense para volverla a
tomar. Evacuaron sin combatir el área yasidí de Sinjar y dejaron que la
poco apreciada minoría confesional fuera masacrada por Daesh.
El PKK ha estado sufriendo el embargo que el PDK impuso sobre sus
territorios en Siria. Sus milicias abrieron un corredor para que
pudieran ser finalmente evacuados los cercados yasidíes. También
ofrecieron apoyo militar a los peshmerga que estos no pudieron rechazar
ante su delicada situación.
Por ahora, el PKK sirio afiliado al
Partido de la Unión Democrática (PYD) demostró ser la única fuerza
sobre el terreno capaz de defender su tierra contra el EI a pesar de la
inferioridad de sus armas. Son los únicos que pueden igualarse a los
yihadíes en términos de convicción y moral.
Si EEUU quiere
realmente enfrentarse al EI, necesitará al PKK al menos de forma
indirecta, lo que cuestiona toda la política de aislamiento impulsada
por Erbil, Washington y también Berlín. Pero, por otra parte, Ankara se
opondrá a cualquier movimiento en tal sentido porque tiene potencial
como para poner en peligro toda su política kurda.
Turquía es
realmente el actor regional que más se opone a la coalición anti-Estado
Islámico dirigida por EEUU. Para ellos, el EI es todavía el mal menor
comparado con su principal enemigo, Asad. Mientras tanto, Arabia Saudí y
Qatar van tomando distancias del EI, al que no pueden ya controlar.
Pero para el establishment del Partido de la Justicia y el
Desarrollo (PJD) en Turquía, las apuestas son demasiado altas en el
juego de poder en el que Erdogan se ha embarcado en la cuestión siria.
Si fuera inevitable una reconfiguración de las fronteras de Sykes-Picot,
entonces podría concebirse alguna clase de “neo-otomanismo light”. La
diferencia con la versión presentada por Erdogan antes de la Primavera
Árabe es que es menos democrática, más sectaria y sólo posible si se
traga los territorios cercanos al sur de Turquía y, por otra parte,
había confiado en convertirse en el modelo para toda la región a través
de fronteras sectarias y nacionales, un sueño-burbuja que hace mucho
tiempo que reventó.
3) Syria: Asad, la partera del califato
Asad ha conseguido plenamente cortar la cabeza de la Tahrir siria, el
movimiento social y democrático de las masas populares. Rechazó
cualquier reforma democrática y menos aún un modelo para compartir el
poder con corrientes islámicas e islamistas que durante décadas habían
constituido las principales fuerzas de oposición. Ha pagado un alto
precio a causa de su estrategia de describir y combatir a la oposición
como enemigo islamista: la extrema sectarización del país a lo largo de
líneas sectarias. Su intransigencia preparó el hervidero político en el
que el yihadismo podría prosperar y dejar de lado al resto de las
fuerzas de oposición. Dicho de otra forma: al exterminar a la oposición
social y democrática consiguió finalmente a su enemigo favorito. En
cierto modo, su régimen constituye una cara, y el califato la otra, de
la misma medalla sectaria, militarista y autoritaria. Irónicamente, esta
transformación de Tahrir en una guerra civil sectaria ha sido
coproducida junto con las monarquías del Golfo.
La historia del
baazismo termina en un fracaso catastrófico que quema toda la tierra a
su alrededor. Surgido con el objetivo de unificar al pueblo árabe contra
el orden de Sykes-Picot, los capítulos iraquí y sirio del partido Baaz
se han convertido en los peores enemigos mutuos y, por tanto, en los
perros guardianes de las fronteras coloniales que habían jurado hacer
desaparecer.
En su etapa final de degeneración, ambos se han
convertido en fuerzas completamente sectarias pero de nuevo, en la
guerra civil sectaria, cada uno al otro lado de la línea divisoria. Para
mantener el poder, el Baaz sirio va de cabeza a convertirse de facto en
la sección de un pequeño estado, en seguimiento de las concepciones
postuladas por la administración colonial francesa contra las que sus
predecesores se levantaron en armas con éxito. Por el otro lado, el Baaz
iraquí tolera y apoya el proto-Estado yihadí sunní en el norte de Iraq
contra el Estado chíi en Bagdad.
Ambos rechazan por todos los
medios comprometerse con el Islam político de la secta enemiga, a pesar
del hecho de las respectivas masas que les siguen. Podría haber muchas
variantes y posibilidades de integración o tolerancia que van desde el
autoritarismo y las formas autoritarias y elitistas a las concepciones
democráticas, populares y antiimperialistas. Para ellos, esto sería
sencillamente una traición y ante eso prefieren la guerra sectaria.
Ambos venden su postura como “antiimperialista”. Todo esto recuerda la
guerra Irán-Iraq a un nivel más generalizado y con menor control
estatal.
Mientras el régimen en Damasco no tienda una mano
hacia las secciones del islam político y prosiga en cambio con su línea
dura, el ámbito islámico sunní se compactará aún más bajo el liderazgo
de alguna fuerza extremista yihadí, teniendo en cuenta la situación del
equilibrio regional y el apoyo exterior que conlleva. Sólo ofreciendo
espacio político a las tendencias moderadas puede romperse la unidad
islámica e islamista bajo liderazgo yihadí. Lo mismo podría sostenerse
respecto a Iraq. Pero el régimen de Bagdad es mucho más dependiente de
Teherán y Washington, y está más dispuesto a seguir sus órdenes. Para
ellos, se trata sobre todo de un trato y de sus condiciones entre esos
dos actores decisivos.
4) Israel: El extremismo sionista perjudica al orden estadounidense
El bloqueo genocida contra Gaza dura casi una década. Israel rechaza
cualquier negociación que requiera disposición a favor de un compromiso.
En realidad, los neocon continúan gobernando como si su proyecto
global no hubiera sido un fracaso. Como potencia mundial debilitada,
EEUU ordenó una retirada frente a los movimientos de resistencia y el
creciente peso relativo de otros Estados. ¿Por qué Israel puede ignorar
esto?
El episodio más reciente de su impostura fue su rechazo
del gobierno de unidad palestina. En vez de concebir la participación de
Hamas en la colaboracionista Autoridad Palestina como una posibilidad
de integrarles, debilitando así a la resistencia, continúan no sólo
satanizando a Hamas sino también desacreditando a Abbas. Dada su
abrumadora superioridad militar, creen que se lo pueden permitir todo.
Por desgracia, a corto plazo, tienen razón.
Sin embargo, a
largo plazo esta línea tiene un efecto desestabilizador en el dominio
estadounidense sobre la región. Es cierto que la Primavera Árabe ha
fracasado como revuelta democrática popular dirigida también contra
Israel. Es cierto que Hamas, como liderazgo político de la resistencia
palestina, está más aislado que nunca tras la renovación de las
dictaduras en Egipto y Siria. Pero la ira de la gente va acumulándose.
Una expresión de esa ira es la revuelta yihadí.
Israel apoyó la
posición de las elites árabes al no permitir ninguna representación de
las fuerzas islámicas populares dentro del sistema político. Así fue
como contribuyeron a la insurgencia yihadí y a la guerra civil sectaria
actualmente en curso. A un nivel inmediato, para el sionismo es
ventajoso ver cómo sus posibles enemigos luchan y se matan unos a otros.
Pero en un sentido más amplio, Israel depende de la estabilidad del
orden estadounidense, orden que las guerras y sus autoritarios
principios ponen en peligro. La posición extremista de Israel debilita
la legitimidad de los regímenes árabes y el marco global de EEUU entre
los pueblos árabes e islámicos cuando se les pide que defiendan abierta o
tácitamente un sistema diseñado para servir a los intereses de Israel.
5) El Estado Islámico al frente de una revuelta popular reaccionaria
Es demasiado simple etiquetar de terrorista al Estado Islámico. Se hace
siguiendo una conocida pauta de la ideología estadounidense ya aplicada
durante la Guerra Fría y ahora en la “guerra contra el terror”.
Expresaba la posición de los gobernantes globales. ¿Es realmente posible
conquistar mediante el puro terror y algunos miles de millones de
dólares USA la mitad de Siria e Iraq? ¿Son suficientes diez mil
combatientes para hacer temblar el sistema Sykes-Picot y construir un
califato mientras el ejército estadounidense no pudo ocupar Iraq a pesar
de la superioridad de su poder militar? No, resulta obvio que hay un
movimiento de apoyo popular o cierta aceptación al menos.
Iraq
está marcado por un movimiento de resistencia contra la ocupación que
fracasó a causa de las divisiones sectarias y no consiguió abordar las
cuestiones relativas a la democracia que bullían en el pasado. Siria se
caracterizaba por un aplastado movimiento democrático. Ambas sociedades
se hundieron en un conflicto civil sectario que eclipsó cualquier
posibilidad de expresión democrática. Especialmente en el tema
comunitario sunní, que constituía el mismo conflicto, se les negó
representación. Esto ha permitido que los yihadíes e incluso las
corrientes más radicales takfiri llenen el vacío y se hagan con
el liderazgo de las comunidades sunníes. No puede negarse que dirigen
una revuelta popular contra el orden imperialista aunque sus objetivos
sean reaccionarios y sus tácticas incluyan también un fuerte elemento
autoritario y coercitivo.
Al final, el yihadismo no tiene
medios para derrotar al imperialismo y a sus elites locales porque no
puede unir a las masas populares. Al contrario, está dividiéndolas,
lanzándolas a unas contra otras. Se benefician del vacío político creado
por Bagdad y Damasco, pero, finalmente, el califato se derrumbará
provocando una catástrofe.
El EI, enfrentado al ataque aéreo de
EEUU, no podrá mantener probablemente mucho tiempo el proto-Estado. Los
yihadíes serán unas fuerzas que volverán a su guerra específica de
guerrillas perdiendo gran parte del prestigio que les ayudó a aventajar a
al-Qaida. (Su escisión se produjo también a causa del proyecto de
establecer de inmediato un estado). Por otra parte, los ataques aéreos
de EEUU fortalecerán sus credenciales antiimperialistas que hasta ahora
eran muy débiles al estar concentrados en eliminar a sus rivales
yihadíes.
6) ¿Queda algún espacio para un antiimperialismo democrático, social y supraconfesional?
Existen imperativos revolucionarios sociales antiimperialistas que no deben violarse:
a) No tomar partido en una guerra civil sectaria aunque haya intereses
legítimos de partes de las masas populares que están expresándose.
b) No debe apoyarse, como “mal menor”, el viejo orden que sirve a las
elites capitalistas. El islamismo es en gran medida una reacción ante su
desaparición. (Esto es así no sólo para el prooccidental Sisi en
Egipto, sino también para el Asad aliado de Irán y Rusia).
c)
No pedir nunca ayuda política o militar al imperialismo porque nunca es
gratis. No obstante, ninguna de las partes ni sus predecesores se han
abstenido de hacerlo.
Las fuerzas democráticas
revolucionarias han sufrido una grave derrota. Su espacio de maniobra se
ha reducido mucho dentro de la lucha por el poder de las viejas elites.
La espiral de guerra civil generalizada no para de girar aunque el
resto de las fuerzas se comprometan a pararla. Sin embargo, las partes
en el conflicto son incapaces de procurar soluciones en interés de las
masas populares. La guerra civil sectaria y la reparación podrían durar
tiempo pero no siempre.
Un paso importante es impulsar una
desescalada de los conflictos sectarios. Esto requiere que, en primer
lugar, las partes se reconozcan mutuamente, lo que paradójicamente
implica también, hasta cierto nivel, reconocer la realidad de las
cuestiones políticas sectarias.
Desde un punto de vista
revolucionario, esto implica ayudar a que se desarrollen las diferencias
existentes dentro del islam político, aislar las tendencias
reaccionarias y ofrecer la cooperación más abierta y popular posible
contra las viejas elites, con el objetivo de desarrollar realmente toda
la cooperación que sea posible o implicar a partes de su electorado en
la lucha social y democrática.
En cuanto a las fuerzas
antiimperialistas en Occidente, sigue siendo necesario centrarse en la
lucha contra la intervención imperialista, en la defensa del derecho a
la autodeterminación y en prestar un especial apoyo a las fuerzas
revolucionarias sociales.
Nota
[i] La venganza de la resistencia iraquí, el régimen sectario de Maliki propiciando una respuesta sectaria (http://antiimperialista.org/Malikis_failure
Wilhelm Langthaler es el organizador de la Marcha Global a
Jerusalén en Austria y portavoz de Coordinación Antiimperialista de
Izquierdas para Austria e Italia.
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