Huir de la Moncloa en helicóptero
En el caso de Izquierda Unida, me temo que es una
cuestión de capacidad, pues la voluntad de cambio, como el valor a los
gladiadores, se les supone. Igual que los sindicatos van a remolque de
la historia porque ya no tienen afiliados dispuestos a jugarse por ellos
el salario de unos cuantos días -aunque no hacerlo podría costarles el
trabajo para siempre-, IU no tiene detrás una ciudadanía capaz de
acorralar al gobierno reclamando democracia, como hemos visto en América
Latina, de manera que los gobernantes mentirosos tengan que salir en
helicóptero de la casa de gobierno. Por razones que ella misma debiera
analizar, su capacidad de convocatoria es escasa. ¿Demasiado
burocratizada?
La renuncia al asalto al palacio de invierno por
parte de la izquierda significó renunciar a cualquier tipo de
reclamación que no fuera parlamentaria. Igual que durante la Transición
el PCE de Santiago Carrillo golpeó a militantes comunistas que portaban
la bandera republicana (en un caso evidente de exceso de celo que
buscaba combatir el anticomunismo de la dictadura), la izquierda no
socialdemócrata ha carecido de cintura para entender todo lo que está
pasando fuera de los lugares tradicionales de su tradicional tradición
(el partido, la fábrica, el periódico de referencia, el padre de
familia, el sindicato, el obrero industrial). Los comunistas siempre han
sido gente de orden, y en el desorden actual, sólo encuentran sosiego
en su círculo más íntimo. No nos engañemos: Alberto Garzón, el diputado
más esperanzador de IU, está en el Parlamento solamente porque la
dirección estaba convencida de que no salía escaño por Málaga.
Ese haberse dejado el alma detrás del cuerpo les
impide obtener algo más que las migajas que caen de la impotencia calva
del PSOE. Y, lo que es peor, no ayudan a configurar el ariete que
debiera haber convocado a la ciudadanía para evitar que Diego Cañamero
entre en la cárcel o para meter dentro a toda la cuerda de ladrones que
piden recortes y recortes mientras ya no tienen sitio en el garaje para
otro jaguar, otra tonelada de confeti o unos sobres cada vez más
grandes. Y si alguien no se acuerda, fueron los comunistas quienes más
dieron la cara contra el franquismo, pagando precios muy altos en
tiempos muy duros.
Si IU no puede, el PSOE no quiere. Si en uno es
impotencia, en el otro es tacticismo. Asustado por el caso de los ERE,
por el juicio a Pepiño Blanco, por su connivencia en la reforma del
artículo 135 de la Constitución o por la defensa cerrada de la
monarquía, del Tratado de Lisboa o del gobierno de los Estados Unidos,
el acorralamiento del PP sólo quiere enfrentarlo en la medida en que se
traduzca en una recuperación electoral de votos. Pero con un Rubalcaba
aún peor valorado que Rajoy, ese escenario parece incierto. Así que el
mejor escenario es esperar y esperar y esperar, que en agosto todo cobra
otro ritmo. ¿Apuestan a que ese es el consejo de Felipe González?
Mientras adviene una segunda transición.
No vamos a solucionar nada que no convoque el
pueblo desde su “hasta aquí hemos llegado”. Lo que hay que ver es si de
verdad hemos llegado hasta aquí. Porque sabemos que están tocadas todas
las claves para un estallido, pero nadie puede escribir qué es lo que
hace que los regimenes finalmente caigan. Son cuestiones de consciencia
(porque los parados, los desahucios, los recortes, las desigualdades ya
las tenemos). La gota que desborda el vaso. Imaginar la alternativa. Que
el dolor se vuelva insoportable. Que la burla del poder nos quite
demasiada decencia. Hace falta que el pueblo deje de tener miedo a saber
que el gobierno es y va a seguir siéndolo un maltratador de la
ciudadanía. Se han dicho: “o ellos o nosotros”. Y están haciendo su
parte.
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