jueves, 2 de enero de 2014

Hagamos que el miedo cambie de bando



Hagamos que el miedo cambie de bando



Cargas policiales, agresiones, golpes, identificaciones aleatorias, detenciones. El miedo ha sido infundido en nuestro bando; en el bando de la clase obrera, el bando de los desposeídos y oprimidos.
Los actos de represión policial no son nuevos en el Estado español, ni mucho menos.
Nuestros padres y abuelos nos han relatado una y otra vez las carreras delante de “los grises”, el cuerpo de Policía Armada (1) creado en los primeros años del franquismo, a imagen y semejanza de los cuerpos represivos nazis de Himmler, como principal brazo ejecutor de sus órdenes represivas y violentas.
Este cuerpo de infame recuerdo protagonizó, entre otros muchos, los “sucesos de Vitoria” del 3 de marzo de 1976 (2), que se saldaron con cinco obreros muertos y cientos de heridos por bala; al amparo del ministro de Gobernación (equivalente a Interior) Manuel Fraga Iribarne, y Adolfo Suárez como sustituto del primero, que se encontraba de viaje en Alemania.
Rodolfo Martín Villa -y su frase “ganamos dos a uno” en Pamplona-; los “incontrolados” de extrema derecha que ayudaron sistemáticamente a los cuerpos de represión del Estado durante el franquismo y la Transición (3); la Brigada Político Social; José Antonio González Pacheco, alias “Billy el Niño”, torturador de la BPS bien conocido por cientos de manifestantes de la época; y una larga lista.
Muchos nombres y demasiados sucesos que hicieron ver al Pueblo que existían dos bandos. Dos bandos irreconciliables por representar intereses de clase antagónicos; intereses impuestos, de un lado, a sangre y fuego por el Estado fascista, y combatido, en posición de desventaja pero firme, por la clase oprimida. Se tenía bien claro que el Estado, copado por el franquismo, era el bando enemigo que les hacía sangrar por luchar por unos derechos que la Dictadura había cercenado..
En España se pegaba, se torturaba y se mataba.
Tras la Transición, el Pueblo se acomodó en un régimen con un ligero barniz democrático al que no le hacía falta ejercer la violencia de manera explícita, como años atrás; una democracia burguesa era un escenario más apacible que una dictadura fascista. Pero ese largo periodo de idílica calma está llegando a su fin, propiciado por el desenmascaramiento de un régimen que se sabe en peligro y que recurre a los viejos hábitos de la represión policial.
En el año 1992, el PSOE sacaba adelante la Ley de Seguridad Ciudadana, la “ley Corcuera”, encaminada a reprimir todo tipo de protesta social a partir de la legitimación plena de toda actuación policial que tuviese como fin cercenar cualquier expresión y actuación contraria a los intereses del régimen. Ahora, en 2013, el PP crea la Ley de Seguridad Privada, por la que hasta los miembros de la Seguridad Privada podrán identificar y detener en la vía pública; de otro lado también sacará adelante la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, mucho más lesiva que la anterior, y que tendrá como fin principal recortar -hasta hacerlo insignificante- el derecho de reunión y manifestación. Y es que la clase dominante se ve tan afianzada en su posición privilegiada que se permite crear leyes administrativas que supriman, de facto, los derechos fundamentales que, hasta ahora, no se habían atrevido a tocar. Han pasado a la época de la ofensiva total, y no se avergüenzan ni disimulan, porque no tienen miedo.
El Estado no es más que la violencia ejercida por la clase dominante sobre la dominada de manera organizada (4). La violencia proveniente del Estado se ha recrudecido de manera flagrante tras aquel 15 de mayo de 2011 en el que el Pueblo comenzó a despertar -con todas las matizaciones pertinentes- y se echó a la calle.
Desde entonces, día tras día, manifestación tras manifestación, asistimos impasibles a las cargas policiales, al empleo sistemático de medios represivos, con las tan famosas -por ser mortales (5)- pelotas de goma como máximo exponente. Desbandadas, carreras, golpes, agresiones. Los relatos de nuestros mayores cobran vida de nuevo.
"El miedo va a cambiar de bando". Esta bonita y recurrente frase, tan en boca últimamente de cantantes, compañeros de lucha, ciertos dirigentes de la izquierda, eslóganes revolucionarios, panfletos, no es más que el retrato de una quimera.
El miedo nunca va a cambiar de bando por sí sólo. Los represaliados durante el franquismo y la Transición no esperaron a que los cambios llegasen por sí solos mientras se lamían sus heridas; salían a la calle sin miedo, porque lo habían superado y ahora lo empleaban como un arma contra sus agresores. Propiciaron que el miedo cambiase de bando.
Mientras el Pueblo en la calle siga temblando ante el paso de un furgón policial, mientras nos sintamos amedrentados por formaciones de agentes de la Unidad de Intervención Policial, todo seguirá igual. Hasta que no asumamos que nos han metido el miedo en el cuerpo, no podremos hacerlo nuestro para usarlo contra el régimen que nos reprime. No podremos asaltar los cielos si no actuamos en consecuencia con la realidad que nos ha tocado vivir; la dura realidad manejada por una clase dominante que nos recorta derechos y nos impone castigos y agrede en caso de intentar reconquistarlos.
Sin embargo, debemos tener siempre presente que nosotros, el Pueblo, los dominados, no tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas; pero tenemos, en cambio, un mundo entero que ganar (6).
El miedo no cambia de bando; al miedo se le hace cambiar de bando.
Notas:
  1. http://www.coet.es/Apunts_Policials/Criminologos/Coet_Apuntes_Crimi_Hist_Pol_Dakar.htm
  2. http://www.rtve.es/alacarta/videos/te-acuerdas/acuerdas-sucesos-vitoria-3-marzo-1976/710638/
  3. J. Bordagaray, Que se vayan, 1978.
  4. V.I.Lenin, El Estado y la Revolución”, 1917.
  5. http://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/10/paisvasco/1334072731.html
  6. K. Marx, F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.

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