El cuarto mundo era esto: pobreza extrema a 12 km del centro de Madrid
- El asentamiento chabolista de El Gallinero, en Madrid, concentra a cerca de 300 niños rumanos gitanos cuyos “derechos se vulneran de manera sistemática”.
- El índice de pobreza humana del poblado alcanza al 93% de la población, mientras que en Madrid es del 10,7%
- La probabilidad de que los menores no alcancen los 60 años es del 98%; la media española es del 7,8%
No tienen agua corriente en
sus casas. Van con carritos cargados de bidones hasta un extremo de su
asentamiento, donde una única fuente les proporciona el agua para beber,
ducharse y cocinar. También carecen de duchas y como retrete sirve
cualquier rincón escondido, en la calle. Las viviendas suelen tener unos
15 metros cuadrados donde viven una media de seis personas. No es
Etiopía ni Nigeria, “aunque su situación se asemeja más a estos países
que a la vida de los niños madrileños”, apunta Ana Sastre, de Save the
Children. La ONG ha documentado junto a la Universidad Pontificia
Comillas el día a día de los niños en el poblado chabolista de El
Gallinero, a 12 kilómetros del centro de la capital.
Las ratas y serpientes
quedan rodeadas por un círculo rojo. También la basura. Las casas, por
uno verde. El equipo que ha elaborado el informe Los Derechos Humanos también son cosa de niños. La situación de la infancia en “El Gallinero” entregó a los niños estas pinturas para que marcaran los elementos amenazantes, que les parecían peligrosos en dibujos.
El Gallinero es un
asentamiento chabolista donde habitan alrededor de 435 personas de etnia
gitana y nacionalidad rumana, de los que 298 son niños. Acotado por
varias carreteras y la vía del AVE “llama la atención por el
aislamiento”, indica Fernando Vidal, director del Instituto de la
Familia (IUF) de la Universidad Pontificia Comillas.
Los testimonios de los niños
recogidos en los grupos de discusión y en las entrevistas individuales
dejan por escrito sus miedos. Una niña señala su oreja. “Por aquí y por
aquí”, contó mostrando sus muñecas a los responsables del informe. Son
los lugares por donde los ratones “comen por la noche” a los niños
pequeños. Otro pequeño no quiere ir por ciertas zonas, llenas de basura y
todo tipo de restos. “Nos manchamos las manos de caca cuando nos
caemos”, recoge el estudio. Cuando les preguntan qué cambiarían de El
Gallinero, un niño resume en que “lo haría… normal”. Con agua en su
casa. “Y duchas”, apunta.
El estudio recoge
diferentes experiencias, en boca de los menores, para conocer “las
percepciones subjetivas de los niños y cómo ven sus oportunidades”,
explica Carlos Pitillas, profesor del departamento de Psicología de la
Universidad Pontificia Comillas. La conclusión: “Estamos ante el peor de
los escenarios”, afirma Ana Sastre. “Casi 300 niños ven vulnerados sus
derechos de manera sistemática”, continúa la responsable de
Sensibilización de Save the Children, con índices de pobreza y exclusión
a años luz de la media española.
El estudio toma el Índice de
Pobreza Humana (IPH) propuesto por el Programa de Naciones Unidas para
el Desarrollo, que deja enormes desigualdades. La probabilidad de que
los niños que habitan el poblado no lleguen a los 60 años es del 98%.
“En España, la media es del 7,8%”, apunta Ana Sastre. El porcentaje de
analfabetos funcionales en la población en edad de trabajar es un 78%,
mientras que la media nacional “no supera el 11″. En total, el IPH
asciende en El Gallinero al 93%, muy alejado del 10,7% de Madrid.
“La intervención no está funcionando”
El informe valora la
intervención del Ayuntamiento de Madrid para acabar con el chabolismo y
mejorar la vida de estos niños. Entre los éxitos, la escolarización de
los niños, que alcanza altos índices de asistencia. Sin embargo, con
motivo del Día de los Derechos Humanos (que se celebra mañana, 10 de
diciembre), Save the Children y la Universidad Pontificia Comillas
exigen mayores esfuerzos. “Hay que hacer algo diferente porque la
intervención no está funcionando”, apunta Ana Sastre.
Las familias de El Gallinero
no acceden a muchas de las ayudas públicas a las que tendrían derecho,
como la renta mínima de inserción (RMI) o la ayuda por hijo a cargo,
simplemente por problemas administrativos. Un problema “transversal”
radica en que muchas personas no están empeadronadas y eso las excluye
de diversas ayudas. “Solo 13 de las 95 familias de las que tiene
registro el Ayuntamiento reciben la RMI”, dice Ana Sastre.
Las medidas específicas
tampoco han dado los resultados esperados. Después de 8 años, solo
cuatro familias han participado en el programa de realojo del
Ayuntamiento, según recoge el informe, y dos de ellas han regresado al
asentamiento más tarde. Los desalojos y derribos de las viviendas se
producen sin una alternativa habitacional que acepten los afectados por
lo que la mayoría vuelve a levantar sus casas en el poblado, entre
cascotes y los restos de las viviendas que van cayendo.
El miedo y rechazo a la
policía es otra constante en los dibujos de los niños. Un tercio de los
menores ha sufrido algún desalojo en el último año y medio. Save the
Children exige al Consistorio que detenga los derribos de manera
inmediata y elabore un nuevo plan de intervención social que tenga en
cuenta a la población y a los voluntarios que se han ganado la confianza
de la población de El Gallinero. “Debemos revisar cuál es el
procedimiento”
En la presentación de
informe, Carlos M. Martínez Serrano, coordinador de General de Familia,
Servicios Sociales y Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid,
que acudió como oyente al acto, defendió la política del Gobierno
municipal. “Quizá la intervención necesaria es la de esas familias que
se resisten a abandonar el poblado”, apuntó. En su opinión, “los planes
que sugiere Save The Children ya se están haciendo”. “Hay que
desenmascarar el buenismo que hay detrás de El Gallinero”, concluyó.
Los responsables del informe
consideran que todos los actores implicados comparten el mismo
objetivo: una alternativa real para las familias, que garantice los
derechos humanos de los menores. “Nadie dijo que no fuera complejo, pero
algo está fallando en nuestra forma de ofrecer una alternativa
claramente mejor cuando no lo aceptan”, concluye Fernando Vidal.
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