La transición de los setenta: algo más que 
batallitas, un artículo del diputado Sabino Cuadra                      
              
Hay
 quienes afirman que la Transición fue modélica y sus protagonistas 
políticos de altura, “de los que ya no hay”. Según esto, el rey, Suárez,
 González, Carrillo..., fueron los artífices de un proceso de ingeniería
 política que logró el tránsito de la más siniestra dictadura a la más 
envidiable democracia. Al igual que Jesús en las bodas de Canaan, 
lograron el milagro de convertir el agua de cloaca franquista en 
democrático vino de crianza.
Algunos
 pensamos, sin embargo, que el nuevo régimen mantuvo el ADN franquista. 
Un rey a quien daba lo mismo jurar fidelidad a Franco y su régimen, que a
 la democracia y los derechos humanos; una Iglesia que mantuvo sus 
privilegios educativos, fiscales y sociales; un Ejército, Policía y 
Guardia Civil, principales pilares represivos de la Dictadura que, sin 
depuración alguna, fueron vendidos como modelo de profesionalidad y 
espíritu democrático, una Banca y una clase empresarial que medró al 
amparo de la supresión de las libertades sindicales y hoy copa el 
IBEX-35 y, por último, una “España, una, grande y libre”, ahora 
reconvertida en “indivisible e indisoluble”.
 Hoy, 
como ayer, vivimos tiempos convulsos. En poco tiempo hemos conocido las 
mayores movilizaciones sociales y políticas habidas desde la Transición.
 Al igual que entonces, la crisis política e institucional no tiene 
parangón: monarquía, bipartidismo, unidad territorial,.... La situación 
política está atravesada por la esperanza, pero también por la 
incertidumbre. “Mondo dificile, vita intensa, futuro incerto”, que canta
 Tonino Carotone.
 Corría
 julio de 1974 cuando, impulsada por el PCE se creó la “Junta 
Democrática de España”, agrupando además a otros partidos (PSP, 
PTE,...), sindicatos (CCOO), colectivos sociales y personalidades. Se 
reclamaba, entre otros puntos, la amnistía, la legalización de los 
partidos políticos, las libertades democráticas, el reconocimiento de la
 personalidad política de los pueblos catalán, vasco y gallego, la 
separación de Iglesia y Estado y la celebración a plazo fijo de una 
consulta para elegir la forma de Estado.
 Un año
 después, junio de 1975, el PSOE, intentando ganar un espacio político 
del que carecía, impulsó la “Convergencia Democrática”. Se agruparon 
allí también distintos partidos (MCE, ORT, Izquierda Democrática, 
Partido Carlista,..), el Consejo Consultivo Vasco (PNV...), la UGT... Su
 programa, más radical aún que el de la Junta, exigía la “ruptura con el
 régimen”, la “apertura de un proceso constituyente”, el “derecho de 
autodeterminación”, cambios en las “estructuras socio-económicas y 
culturales”... En fin, ni te cuento. 
 A 
partir de ahí, mientras la dictadura daba los zarpazos represivos más 
violentos conocidos en los últimos años (fusilamiento de Txiki, Otaegi, 
Baena, Sánchez Bravo, García Sanz -1975-; masacre del 3 de marzo de 1976
 en Gasteiz –cinco asesinados-; semana pro-amnistía en Euskal Herria, 
mayo 1977, siete muertos más,...), el modélico proceso de la Transición 
seguía adelante. La Junta y la Convergencia se unían en marzo de 1976, 
rebajando de forma importante su programa inicial. La ruptura con el 
régimen se equiparaba ahora a lograr una “alternativa democrática” a 
éste. 
 Seis 
meses después, avanzando en esta misma dirección, se constituyó la 
“Plataforma de Organismos Democráticos”. Se reclamaba ya sin embages un 
“Gobierno de amplio consenso democrático” (Suárez era ya Presidente), un
 “programa económico concertado”, “Estatutos de Autonomía” para regiones
 y nacionalidades y “convocatoria de elecciones a una Asamblea 
Constituyente”. De ahí saldría la llamada “Comisión Negociadora de los 
nueve”” (monárquicos, democristianos, liberales, nacionalistas de 
derechas, socialdemócratas, socialistas y comunistas) para negociar con 
Suárez las elecciones de 1977.
En 
resumen, en poco más de dos años aquel proceso se había convertido en un
 embudo en el que, por su boca, habían entrado sobre todo de forma 
mayoritaria formaciones sociales y políticas de izquierdas junto con sus
 reivindicaciones, pero por su parte más estrecho había salido tan solo 
una negociación a la baja con un gobierno franquista que buscaba tan 
solo la legalización de los partidos (algunos siguieron prohibidos) y 
sindicatos y la realización de unas elecciones controladas desde el 
Gobierno de UCD.
Se 
pensó que con conseguir las elecciones todo cambiaria. No fue así. Se 
había aceptado jugar en terreno ajeno y con árbitros comprados y nada 
bueno podría salir de aquello. Se bajó el pistón de la movilización y se
 vaciaron colectivos sociales para atender con su militancia nuevas 
responsabilidades. La Constitución elaborada fue hija de siete padres y 
ninguna madre. Los militares, desde los cuartos cercanos, les mandaban 
papelitos diciendo cómo tenían que ser redactados los artículos que 
consideraban esenciales. Y los siete padres constitucionales aceptaron 
todo aquello sin regañadientar ni denunciar nada. El parto fue un 
esperpento: monarquía, iglesia, España indisoluble e indivisible, 
inmunidad para los crímenes franquistas –Ley de Amnistía previa-,...
Algunos
 la aplaudieron fervientemente –PSOE, PCE,...- Otros, más de izquierda 
–PTE, ORT,..-, defendieron el “SI y seguir avanzando” en el referéndum 
constitucional. Se tragaron éstos últimos lo que habían sido sus señas 
de identidad y murieron de la ingesta. Se vendió por todos ellos el 
profundo “contenido social” del texto constitucional: derecho al 
trabajo, a la vivienda..., que ya se ha visto lo que dio de sí. Tan solo
 la izquierda soberanista vasca, catalana, gallega y canaria y algunos 
grupos de izquierda (LCR-LKI, MCE,..) rechazaron aquel proceso e 
impulsaron el “no” o la abstención.
Hoy, 
como ayer, se habla mucho de “proceso constituyente”, pero no queda nada
 claro si se esta hablando de una ruptura con la gran farsa 
institucional y social que vivimos o de una mera reforma al régimen 
actual. Algunos, nuevamente, quieren hacer pasar el agua por vino.
No creo
 que recordar qué pasó en la Transición sea contar batallitas. “Quien no
 conoce la Historia está condenado a repetir sus errores”, se dice.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario