Hepatitis C: No son muertes, son crímenes de Estado
“Hay que respetar las leyes, siempre que las leyes sean respetables”.  (José Luis Sampedro)
“El sistema sanitario es una verdadera mafia que crea enfermedades y mata por dinero y poder”
(Ghislaine Lanctot)
(Ghislaine Lanctot)
La austeridad homicida que ejecuta este sádico Gobierno tiene 
múltiples manifestaciones. Vamos a abordar aquí una de las más 
recientes, crueles e inhumanas. De los 7.000 pacientes de Hepatitis C 
que aproximadamente necesitan el medicamento de nombre comercial 
“SOVALDI” para poder sobrevivir, los Presupuestos garantizan que 
únicamente lo recibirán unos 1.200 pacientes. El resto será abandonado a
 su suerte, probablemente morirán en un período más o menos breve de 
tiempo. De hecho, ya han muerto varias personas durante los últimos 
meses, víctimas de este abondono oficial por parte del Ministerio de 
Sanidad, lo cual ha provocado que su Plataforma de Afectados realice un 
encierro indefinido a las puertas del Hospital 12 de Octubre de Madrid. 
Al momento de escribir este artículo, la Dirección General de Farmacia 
ha confirmado que se administrará este fármaco a todos los pacientes 
críticos que lo necesiten, pero como decimos, las cifras realmente 
cubiertas van a ser irrisorias.
Y no estamos hablando de un brote virulento de una cruel enfermedad 
epidémica incontrolable, ni siquiera de una enfermedad mortal para la 
cual no exista medicamento curativo. No. La enfermedad es conocida, el 
tratamiento existe, su éxito en la curación es certero, el único 
problema es el presupuesto público para sufragarlo y expedirlo para 
todos los pacientes que lo necesiten. Pero claro, eso lo haría un 
Gobierno socialmente responsable, éticamente impecable, y humanamente 
justo. Un Gobierno al que le importaran las personas. Evidentemente, 
nuestro actual Gobierno del PP está muy alejado de dichos parámetros. 
Porque lo cierto es que muy ruín y despreciable tiene que ser un 
Gobierno para que sea capaz de sacrificar vidas humanas en pro del 
supuesto saneamiento de sus cuentas públicas. Es el más fiel exponente y
 ejemplo de cuando un Gobierno se convierte y trabaja como una empresa 
privada, en vez de estar al servicio de su sociedad.
Tanto que a este Gobierno le gusta comparar la gestión de las 
Administraciones Públicas con las de una familia, esto es como si unos 
padres renunciaran a salvar la vida de su hijo o hija que padece una 
enfermedad, porque tienen que saldar su cuenta con la comunidad de 
vecinos. Absolutamente miserable. Una conducta cruel y abyecta, 
demostrativa, una vez más, de que estamos gobernados por gente que 
desprecia absolutamente a la ciudadanía. Porque lo que un Gobierno 
responsable haría, si es que quiere priorizar el derecho a la salud, es 
enfrentarse con las grandes empresas farmacéuticas, para conseguir por 
300 euros lo que dichas empresas quieren ofrecer por 80.000 (son cifras 
imaginarias). En todo caso, no es posible que una cuestión tan básica 
como la salud y la investigación necesaria para la creación de 
medicamentos se encuentre en manos de empresas privadas, que únicamente 
pretenden asaltar las Administraciones Públicas para enriquecerse. Hoy 
día, la investigación farmacéutica se encuentra absolutamente 
privatizada, las empresas privadas son las que investigan y monopolizan 
el conocimiento creado mediante patentes comerciales, y posteriormente 
roban al erario público y a la sociedad en general, sabiendo que 
necesitan de sus medicamentos.
Llegados por tanto a esta situación, se hace más necesaria que nunca 
la nacionalización de los grandes sectores estratégicos de nuestra 
economía productiva, para que pasen al control público las grandes 
empresas que monopolizan la investigación, el conocimiento y la 
comercialización de sus productos, cuando estos productos resultan 
básicos para la sociedad a la que deben servir. Por un lado, el ámbito 
público debiera fomentar un sector de Investigación y Desarrollo (I+D+i)
 que se ponga realmente al servicio de la sociedad, porque ¿cuántos 
investigadores e investigadoras podríamos financiar todos los años con 
el dinero con el que el Estado adquiere ciertos medicamentos? Ese 
conocimiento podríamos utilizarlo para fomentar una industria 
farmacéutica pública, que ayude realmente a curar enfermedades, y no a 
enriquecer a algunas empresas a costa de nuestra salud. Los criterios 
que deben guiar esta labor son los de rentabilidad social, no los del 
lucro particular y privado. Y todo ello tiene que ver también, como 
hemos dicho, con el rechazo y la indiferencia social que nuestro 
desalmado Gobierno practica con nuestro sector de Investigación y 
Desarrollo, especialmente con el mundo de los jóvenes investigadores, 
que se ven obligados a emigrar a terceros países donde reconocerán su 
valía profesional, porque en su país, tristemente, sólo se ven abocados 
al paro o a la precariedad. Mientras todo ello no se aborde con un 
mínimo de sensibilidad social, continuarán muriendo dependientes y 
pacientes crónicos en nuestro país.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario