Hay otras formas de entender la economía
  Debería
 aprovecharse la ventana que ha abierto Podemos para defender con rigor 
aquellas propuestas que nacen desde la base y que implican un mayor 
grado de transformación.
- Hay que poner sobre la mesa aquellas cuestiones que afectan a la compatibilidad entre los ritmos de la vida laboral y la vida privada.
- Echamos de menos una mayor presencia de la sensibilidad ecológica en la discusión sobre el modelo económico.
Economistas Sin Fronteras  - Juan Luis del Pozo
Pablo Iglesias junto a Vicenç Navarro y Juan Torres. EFE
Una
 de las consecuencias de la irrupción de Podemos en el panorama político
 español tras las últimas elecciones europeas tiene que ver con el hecho
 de que, en la discusión pública, y más específicamente en el debate 
económico, se han introducido algunos análisis y propuestas que hasta el
 momento se habían promovido desde entornos fundamentalmente ligados con
 el activismo y los movimientos de base y que, a pesar de haber sido 
recogidas por algunas formaciones políticas, habían pasado totalmente 
desapercibidas en los grandes medios. Así, con poco tiempo de rodaje, en
 su primer programa para las elecciones europeas Podemos recogía algunas
 iniciativas que venían impulsándose desde el tejido social, como la 
renta básica universal o la auditoría ciudadana de la deuda.
No
 deja de ser una cuestión sobre la cual quizás deberíamos reflexionar el
 hecho de que algunos discursos encuentren tantas dificultades para 
acceder al debate público en tanto en cuanto no los haga suyos una 
figura mediática o vengan avalados por el éxito electoral. Lo cierto es 
que la entrada de algunas de estas propuestas en la arena mediática ha 
supuesto que hayan sido duramente criticadas, en muchas ocasiones sin 
demasiado rigor, en la medida en que implican cambios en el equilibrio 
de fuerzas actual o plantean dudas acerca de la posibilidad de que el 
estado pueda financiarlas.
Las
 buenas perspectivas electorales de Podemos han llevado, sin embargo, a 
la formación a matizar algunas de sus apuestas iniciales. A finales de 
noviembre la formación presentaba un  documento marco
 elaborado por los profesores Vicenç Navarro y Juan Torres López que 
podría servir como referencia para desarrollar su nuevo programa 
económico de cara al ciclo electoral que comienza el año que viene. Los 
propios autores han querido recalcar que no se trata de un programa, 
sino que las aportaciones recogidas en dicho documento pretenden 
contribuir a la discusión y están abiertas a mejoras.
Simplificando
 mucho podríamos decir que en su propuesta, los profesores Navarro y 
Torres promueven unas políticas que inciden sobre el reparto de la 
riqueza a través de la fiscalidad y pretenden recuperar la iniciativa 
del estado y el sector público en la economía, así como reforzar el 
debilitado estado del bienestar.
Sin
 dejar de reconocer el valor de estas aportaciones, y recalcando por 
encima de todo lo positivo que resulta el hecho de que la ciudadanía 
tenga la oportunidad de conocer lecturas críticas sobre el origen de la 
crisis y que existen políticas alternativas a la austeridad, hoy desde 
estas líneas nos gustaría manifestar que, al margen de cálculos 
electorales, debería aprovecharse la ventana que ha abierto Podemos para
 mantener la discusión y defender con rigor aquellas propuestas que 
nacen desde la base y que implican un mayor grado de transformación. 
Recordemos que una de las razones por las cuales quizás Podemos ha 
ilusionado tanto a la gente es porque ha surgido reconociendo y 
respetando las dinámicas y el deseo de participación política que 
catalizó el 15-M.
Pensamos,
 en este sentido, que uno de los aspectos más interesantes del debate en
 lo que a un modelo económico más justo y sostenible se refiere pasa por
 poner sobre la mesa aquellas cuestiones que afectan a la compatibilidad
 entre los ritmos de la vida laboral y la vida privada, un enfoque que 
ha sido trabajado fundamentalmente desde la economía feminista y que 
afecta a aspectos tan importantes como la organización del trabajo, el 
reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados o el reparto 
equitativo de las tareas de cuidados y de crianza entre el hombre y la 
mujer, y entre la sociedad en su conjunto.
A nuestro juicio, propuestas como la  renta básica o el  trabajo garantizado ponen
 adecuadamente de manifiesto estas cuestiones, especialmente en la 
medida en que sitúan el punto de mira más allá de un concepto de pleno 
empleo que ha quedado vacío y obsoleto para apoyarlo sobre la puesta en 
valor de actividades y capacidades que no se encuentran “salarizadas” al
 quedar fuera de los circuitos mercantiles y sin embargo generan un 
beneficio indudable para la sociedad. Posiblemente el reto esté en 
articularlas entre sí y con otras medidas como la reducción de la 
jornada laboral a 35 horas semanales y el reparto del trabajo, el 
aumento de la duración de los permisos de paternidad y maternidad, o la 
defensa de los servicios públicos y del sistema de pensiones, las cuales
 estarían asimismo relacionadas con este enfoque.
Asimismo,
 echamos de menos una mayor presencia de la sensibilidad ecológica en la
 discusión sobre el modelo económico. Esa sensibilidad debería, a 
nuestro juicio, manifestarse en el planteamiento de una problemática que
 nos parece urgente abordar, porque hablamos de que recuperar recursos 
para el estado o, mejor dicho, para la ciudadanía, pero, ¿cómo 
emplearlos?, ¿qué alternativas existen a un modelo basado en la 
construcción, las infraestructuras y el turismo que, no solo ha tenido 
unas consecuencias nefastas en términos de endeudamiento, sino también 
resulta insostenible en términos medioambientales? Por otra parte, si se
 habla de la reactivación de la demanda como motor de la recuperación 
económica, ¿qué tipo de oferta y de demanda queremos fomentar?
Finalmente,
 y en ejercicio de ese respeto a las dinámicas ciudadanas del que 
hablábamos anteriormente, consideramos que sería positivo no centrar el 
debate exclusivamente en lo macro y prestar una mayor atención a la que 
se le ha prestado hasta ahora (y un mayor apoyo) a aquéllas iniciativas 
que, en las esferas de la producción, la distribución y el consumo, 
apuestan por un modo diferente de hacer economía, situando la 
satisfacción de las necesidades de las personas en el centro en lugar de
 perseguir la maximización del beneficio.
Unas
 iniciativas que, sin renunciar a la sostenibilidad económica, tratan de
 conjugar este aspecto con el respeto a los derechos laborales, a los 
derechos de los consumidores, con la medición del impacto medioambiental
 que provoca su actividad o con la puesta en valor de aspectos como la 
democracia, la participación, la transparencia o la equidad de género. 
Propuestas minoritarias hoy por hoy pero que ya han comenzado a 
articularse en  mercados sociales y podrían constituir el germen de una nueva forma de hacer economía.
Somos
 conscientes de que los tiempos políticos y electorales no facilitan la 
puesta en práctica de este tipo de políticas alternativas, de que su 
éxito depende también en algunos casos de la posibilidad de establecer 
redes y alianzas a nivel europeo. Sabemos que es necesario contar con 
bases sociales amplias y comprometidas que sean capaces de sostenerlas, y
 que actualmente algunas de estas propuestas implican cambios culturales
 importantes. Precisamente por ese motivo, pensamos que hay que 
aprovechar la coyuntura y el grado de exposición a la opinión pública 
que se ha conseguido para explicarlas convenientemente y defenderlas con
 rigor. Está en juego nuestro futuro.
Este artículo refleja exclusivamente la opinión de su autor.
 
 
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