Gracias por confirmar. Por Iroel Sánchez
Medios
 de comunicación occidentales y la naciente prensa privada en Cuba 
presentan el reordenamiento de la comercialización de productos 
agrícolas implementado por el gobierno cubano para aumentar el acceso de
 la población a los alimentos como un paso atrás en los cambios 
económicos en la Isla destinado al fracaso.
Tendrían 
razón si se tratara solo de publicar listas de precios topes, un 
“bandazo” de un día para otro sin relación con otras medidas destinadas a
 incrementar la producción y su flujo directo a lo mercados sin pasar 
por manos de acaparadores y especuladores.
El plan de 
inversiones en la agricultura, aprobado por la Asamblea Nacional cubana 
para este año, supera los seiscientos millones de dólares y desde el 
pasado diciembre se habían venido adoptando un grupo de medidas como la 
elevación de las cifras contratadas por el estado a los productores con 
precios que les garantizan un margen de ganancia sobre el 30%, aumento 
del aseguramiento y la oportunidad en las ventas de los insumos a estos,
 y rebajas de un 20% en alimentos básicos en la dieta del cubano como el
 pollo, el arroz, y otros granos que se comercializan por el estado. Ninguna
 de las medidas estructurales para estimular la producción agropecuaria 
se ha desmontado, incluyendo la entrega de tierras en usufructo 
gratuito, aumento de las facultades a las Unidades Básicas de Producción
 Cooperativas, la autorización de ventas directas de los campesinos al 
turismo y a otros destinos una vez cumplidos sus compromisos con el 
estado, la ampliación del crédito y el estímulo a la inversión 
extranjera en el sector. Sí se hizo cumplir la ley a un grupo de 
personas que no pagaban impuestos ni estaban registrados como vendedores
 minoristas (carretilleros), dañando a otros que sí lo estaban, y se 
disolvió una cooperativa en La Habana (mercado mayorista El Trigal) que 
se había convertido en un espacio para la adopción de precios 
monopólicos en perjuicio del consumidor y era escenario de delitos de 
diverso tipo que los directivos y miembros de la cooperativa fueron 
incapaces de evitar. Tampoco se impusieron precios topados a quienes 
comercializan en los llamados mercados de oferta y demanda ni a a los 
trabajadores por cuenta propia que arriendan puntos de venta, a pesar de
 los reclamos en tal sentido de la población. 
Pero Cuba no
 solo tiene que movilizar sus reservas de eficiencia económica sino 
también de eficacia social que es lo que ha hecho con estas medidas, 
demostrando que junto a la necesidad de producir más también está la de 
distribuir y organizar mejor, impidiendo que se filtren por las 
alcantarillas del desorden, la corrupción y la desidia los recursos que 
deben beneficiar a todos porque ,como la inversión en la agricultura, 
salen del esfuerzo del país, de sus médicos, de sus científicos, de los 
trabajadores que generando exportaciones han rescatado la confianza 
financiera en la nación, y de los maestros que con su trabajo aun mal 
remunerado garantizan la estabilidad social y el nivel educativo que 
hace al país atractivo para la inversión extranjera y el turismo.
¿Qué tiene 
qué ver con la eficiencia que se deje deteriorar un alimento para 
sostener un alto precio, que se obtengan ganancias del cien por ciento 
por trasladar un producto dentro de la ciudad o que un carretillero o un
 chofer de alquiler gane tanto elevando artificialmente un precio que ya
 no sea él quien ejerza la actividad y se permite tener varios 
“empleados” que operan con su misma licencia sin pagar impuestos?
El foro realizado por Cubadebate alrededor
 del tema revela que no había que ser adivino para prever el respaldo 
popular a estas medidas rectificadoras de un “experimento” en la 
comercialización agropecuaria por cuya demora se pagó un alto costo 
político, reconocido por el Presidente Raúl Castro en su informe al VII Congreso del Partido Comunista de Cuba. 
Sin embargo, sería bueno mirar más allá. Entre las intervenciones de los foristas en Cubadebate,
 un comentario a nombre del Consejo de Administración Provincial de La 
Habana apunta al desorden que progresivamente se dejó acumular: 
“En
 los últimos días las medidas han tenido una efectividad superior y se 
han retirado mas de 100 licencias por violaciones. Lo mas significativo 
en el trabajo que se realiza esta relacionado con el ejercicio ilegal de
 este oficio en las calles. Mas del 60 % de los que hemos identificado 
con violaciones no eran carretilleros legales y ejercían esas funciones 
de manera ilegal, lo que nos ha motivado a ser mas severos.”
¿En cuántos otros asuntos relacionados con servicios básicos a la población sucede algo parecido? Como
 en la venta de alimentos, existen otras actividades que impactan 
cotidianamente en la vida del pueblo -el transporte, la higiene comunal,
 la desprotección al consumidor en el comercio minorista- en las que el 
dejar hacer al margen de la legalidad es fuente de irritación y en las 
que un poco de orden elevaría la calidad de vida del pueblo sin grandes 
inversiones.
Una información del diario Granma afirmaba
 hace un año que más la mitad de los planteamientos de los electores a 
los delegados del Poder Popular “se relacionan con ilegalidades e 
indisciplinas”, o sea, no dependen de más producción o recursos 
materiales sino de organizar mejor los procesos de modo que cumplan con 
sus objetivos y no se desvirtúen en función de brindar beneficios no 
provenientes del trabajo legal a una minoría. En la misma dirección han 
ido los debates de las comisiones en las más recientes sesiones del 
parlamento cubano.
Ningún 
recurso será suficiente ni ninguna medida será eficaz si se naturaliza 
que una minoría abuse de la mayoría imponiendo en el espacio público sus
 preferencias sonoras o gráficas, arrojando escombros en la calle, 
poniendo en riesgo la vida de muchos con la violación de normas de 
transportación de pasajeros, estafando en el peso o el precio, o 
llevando a su bolsillo ante los ojos de todos lo que no le pertenece. En
 un clima de orden y legalidad las formas de gestión y propiedad privada
 y cooperativa tendrán más oportunidad de éxito y de aportar a un modelo
 de socialismo que se ha planteado reconocerlas en beneficio de toda la 
sociedad dentro de las reglas que se concensaron con el pueblo: garantía
 del acceso universal a los derechos sociales, no concentración de la 
riqueza ni la propiedad e incorporación del mercado con primacía de la 
planificación.  
En tantos 
lugares donde se ha vuelto normal quebrantar la legalidad o maltratar al
 consumidor es necesario la exigencia de una gestión transparente de las
 entidades que brindan  servicios, una comunicación que sea capaz de 
dotar al pueblo de los instrumentos para ser un defensor activo de sus 
derechos, no una víctima inerte como es hoy en la mayoría de los casos, y
 dar a estos hechos la connotación que tienen en el enfrentamiento por 
las autoridades encargadas de imponer el orden en los espacios públicos.
 Hay que crear un clima tal que lleve a que respetar la ley sea lo 
natural y actuar contra el bien común tenga un costo moral y económico 
tan alto que lo haga impracticable.
Eficacia 
social es también intentar hacer coincidir objetivos sociales con 
medidas que al tratar igual a todos no hacen más que multiplicar la 
desigualdad o dilapidar oportunidades que pudieran beneficiar más a 
sectores en desventaja. El caso más referido y también el más complejo 
es el subsidio que llega a todos a través de la libreta de 
abastecimientos, independientemente de si lo necesitan o no. Pero 
subsidio es una cosa y un registro de consumidores que puede usarse como
 herramienta de regulación y protección social en dependencia de las 
circunstancias es otra bien distinta a la que no deberíamos renunciar 
como instrumento de justicia social en un país bloqueado, con una 
economía golpeada frecuentemente, y de modo creciente, por fenómenos 
climáticos adversos que pueden ser fuentes de escasez y por tanto de 
especulación y agiotismo.  
Tampoco 
deberíamos desaprovechar oportunidades de contribuir a la solución de 
problemas sociales desde la responsabilidad social de las empresas. Por 
ejemplo, actividades como los parqueadores estatales o los agentes de 
telecomunicaciones pudieran dirigirse intencionadamente a aliviar la 
situación de decenas de miles de jubilados y pensionados jerarquizados 
de menor a mayor ingreso, en coordinación con organizaciones de la 
comunidad y Consejos Populares.
El anuncio 
de la creación el próximo curso escolar del técnico medio en trabajo 
social ilustra la vocación del estado cubano por trabajar con 
profesionalidad y sensibilidad para que nadie quede abandonado pero hay 
que seguir estimulando la movilidad social con decisiones como la que se
 adoptó recientemente para ampliar aun más las oportunidades de ingreso a
 la educación superior e irlas perfeccionando para que su acceso guarde 
cada vez mayor relación con la composición sociodemográfica de nuestra 
sociedad y dependa cada vez menos de quién tenga más recursos para pagar
 el mejor repasador. La igualdad de 
oportunidades puede convertirse en ampliadora de la desigualdad si no 
toma en cuenta la diferencia de condiciones para aprovecharlas.
En el 
espíritu del VII Congreso todo lo que hagamos debe conducirnos hacia más
 eficiencia económica y más justicia  social, junto a más participación y
 solidaridad consciente y culta en su defensa.
La cultura anticapitalista y antiimperialista que Raúl llamó a afianzar en su Informe central al VII Congreso –
 “combatiendo con argumentos, convicción y firmeza las pretensiones de 
establecer patrones de la ideología pequeño burguesa caracterizados por 
el individualismo, el egoísmo, el afán de lucro, la banalidad y la 
exacerbación del consumismo”, afirmó- tiene que ser difundida y asumida 
por nuestras instituciones educativas y culturales y nuestros medios de 
comunicación y sólo triunfará si esta es reproducida en las relaciones 
sociales y la vida cotidiana.  
Por 
supuesto, la prensa capitalista, celosa vigilante para que no nos 
apartemos un milímetro de su interés clasista en que aquí gobiernen los 
mercaderes, o sea sus dueños, y no el gobierno que nos damos los 
cubanos, dice y dirá que vamos mal. Es sólo la confirmación de nuestro 
buen rumbo que no es una línea recta pero una vez más ha puesto en 
evidencia lo más importante: aquí se gobierna para el pueblo.
 
