Una vuelta de tuerca más y la injerencia colonialista de siempre. Por Sara Rosenberg.
El
 candidato joven de un partido joven de la viejísima derecha española se
 traslada a Venezuela para hablar de derechos humanos y hacer campaña 
política a favor de si mismo y de las derechas golpistas y violentas de 
América Latina, aliadas a las  derechas europeas cuando no financiadas y
 sostenidas por ellas.  
El joven 
candidato –Alberto Rivera- es un producto realmente notable. Bien 
comido, bien vestido, educado para las cámaras de televisión, tiene la 
retórica del vendedor de estampitas, o peor aún del vendedor de 
productos caducados que sabe que está mintiendo pero debe vender y lo 
hace con total impunidad.   Vende derechos humanos que repudia, vende 
palabras como libertad y justicia que repudia, vende mentiras que 
necesita y en su retórica resuenan los ecos más atroces del fascismo.
Cara de buen
 chico, como todos los candidatos que lo acompañan, parecen recién 
salidos de uno de esos  masters carísimos en administración de empresa y
 habituales de las páginas de papel couché y los burdos programas 
televisivos, y es  así, porque son la voz y el rostro de las grandes 
corporaciones y los bancos,  aunque el pueblo español siempre encuentra 
apodos divertidos y los llama “los chicos de la corporación 
dermo-estética”, refiriéndose a una conocida marca de empresas de 
dermatología, cirugía plástica y embellecimiento general. Tampoco es 
casual el nombre del partido al que me refiero, Ciudadanos, ni su color 
naranja.
Ellos vienen
 a decirnos, más de lo mismo, pero con un cierto orden y más moderno que
 el ya derrengado partido popular cuyas principales figuras están 
imputadas, juzgadas o a punto de serlo por robo de los fondos públicos y
 asociación claramente mafiosa. Rivera es el recambio, una mafia más 
brillante, un modelo de última generación, y como dice aquí la gente, 
con la dermo-estética ya realizada.
Y este señor
 Rivera se atreve a ir a Venezuela a dar lecciones derechos humanos  y a
 hablar de presos políticos cuando hoy en Madrid se cumplen diez días  
de huelga de hambre y acampada de los jornaleros andaluces que piden la 
liberación de Andres Bódalo, un jornalero de Jaen, injustamente 
encarcelado y condenado a tres años de prisión, después de un juicio a 
todas luces amañado. Se lo acusa de haber insultado a un concejal del 
PSOE, y se lo acusa sin pruebas.
¿Pero quién es Andrés Bodalo, un preso político, jornalero y luchador, del que el señor Rivera no hablará jamás?
Andrés nació
 en Jaén y trabajó en el campo desde los 9 años. Portavoz del Sindicato 
Andaluz de Trabajadores/as  (SAT) en Jaén desde 2006, es como bien dice 
Diego Cañamero –histórico dirigente del SAT- un luchador que ha 
participado en el Foro social mundial, en las Marchas de la dignidad, 
militante de la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT) y que en las 
elecciones municipales fue elegido concejal por Jaen en Comun y cabeza 
de lista de Podemos por Jaen en el Congreso de los diputados. Un hombre 
del pueblo que lucha por su pueblo.
Pero Rivera 
ni quiere conocerlo, el va a pedir que liberen a los financistas y 
empresarios guarimberos y violentos de Venezuela, que son culpables de 
la muerte de 43 personas y de cientos de heridos y destrozos en esas 
atroces jornadas contra el pueblo bolivariano.  El partido de Rivera 
acompaña a los socios de la guarimba en Madrid y salen en todas las 
televisiones chillando contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro. 
Tampoco 
conoce Rivera, ni quiere conocer la situación de cientos de presos 
políticos españoles, que como Alfon, un joven que también está en la 
cárcel, condenado a cuatro años por una causa totalmente amñanada, y 
simplemente por ser de izquierdas, bukanero (organización juvenil de 
izquierdas vallecana) y luchar en las calles por el pan y la dignidad de
 todos.  
Tampoco dirá
 nada sobre la ley mordaza, vigente en la democrática España, y por la 
cual te pueden encarcelar sin ningún motivo, basta con sacar una foto al
 policía que te está pegando un golpe, o denunciar un atropello, o 
pronunciarte en la calle.
No olvidemos
 que el demócrata Rivera se opuso a que los inmigrantes tuvieran derecho
 a la sanidad pública. No olvidamos ni perdonamos.
Pero hemos 
de analizar el sentido de este viaje del señorito demócrata dermo – 
estético: Viaja a apoyar el golpe y la violencia en tierras venezolanas.
 Viaja a apoyar la guerra económica contra el pueblo venezolano. Viaja 
para continuar con la campaña de terror que se lleva a cabo en España 
para demonizar a aquellos que se atrevan a decir que la revolución 
bolivariana ha sido, es y será un salto adelante para las mayorías 
populares. Y que hay pruebas para decirlo: que la educación, la salud y 
la vivienda son derechos humanos básicos.  Que la nacionalización del 
petróleo y de la industria ha de servir para fines sociales y no para 
los bolsillos de la oligarquía parasitaria y la banca. Que el socialismo
 es posible y para eso el pueblo venezolano está organizado en la más 
democrática de las democracias participativas.
La prensa 
española ni la T.V. , ningún medio, ha sacado una línea sobre los 
jornaleros del SAT, sobre su digna lucha por la justicia, pero llena las
 primeras páginas con las fotos y las absurdas declaraciones de este 
niño mimado de la banca y la mafia, haciendo declaraciones lamentables 
sobre los derechos humanos de la mafia venezolana y pretendiendo dar 
lecciones de libertad. Una vergüenza y además una arbitrariedad 
colonialista más. ¿Con que derecho se interviene en asuntos de otro 
país? ¿Podría algún político latinoamericano hacer lo mismo en tierra 
española sin que se considerase un abuso o una injerencia directa en 
asuntos internos?     
Una evidente
 asimetría que pretende expandir una campaña de terror que nos impida 
pensar que es posible otro mundo. Claro que imaginamos otro mundo, con 
otro tipo de relaciones sociales que no sean la explotación del hombre 
por el hombre, un mundo de justicia para todos y todas, y lo imaginamos y
 lo deseamos y lo luchamos porque es posible.
Dejemos al 
señorito Rivera con sus discursos vacuos, el tiene eco en su amo de la 
patronal española que hace poco declaró sin inmutarse frente a las 
cámaras de televisión que “el trabajo (ese derecho humano básico)
 como nosotros lo pensamos es del siglo XIX”. Lo dijo Rosell, un jefe de
 la patronal, lo dijo para tapar el sol con el dedo, y para decir que ya
 no tendremos ni tenemos siquiera derecho a trabajar más que como 
esclavos. Eso es la ley laboral y las leyes tan democráticas de este 
democrático país; traducido al castellano, el señor Borrel, uno de los 
amos del señorito Rivera, dijo que si queremos trabajar hemos de aceptar
 no sólo salarios basura, horarios de doce o más horas, sino todo lo que
 sea necesario aceptar, para eso hay un ejército de mano de obra 
disponible. 
Esta 
impunidad, esta barbarie en la que el sistema capitalista nos coloca, 
está siendo respondida a escala internacional. En America Latina, en 
Francia, en España, en todas partes, allí donde haya memoria y dignidad .
Por eso es 
tan necesario unirnos y comprender que el imperialismo necesita 
desarmarnos ideológicamente y hacer que olvidemos que siempre la lucha 
es, ha sido y será entre explotados y explotadores. Todo por ganar, nada
 que perder,  salvo las cadenas. 
Y si, 
España, las dos Españas están ahí:  una lucha por la dignidad humana y 
la igualdad de los trabajadores y trabajadoras, la otra viaja a expandir
 el viejo discurso colonialista del imperio con muletas.
Y hoy en Madrid resuena desde lo más hondo la palabra Justicia: ¡Libertad para Andrés, la lucha sigue!               
26 mayo2016
 
