Una monarquía moribunda
El pasado 14 de abril, Madrid
vio en sus calles una oleada de banderas republicanas, agitándose en las manos de miles de jóvenes, en una
manifestación que congregó a decenas de miles de personas. por Higinio Polo
El Viejo Topo 305 / junio 2013
se suceden los alborotos de
faldas. Durante el último año la
sucesión de escánda-los ha sido constante, desde
la cacería de Boswana, a donde Juan Carlos de
Borbón fue a matar elefantes, pasando por las
revelaciones sobre esa singular amiga Corinna y su aprovechamiento
de
los recursos del Estado, hasta
el despilfarro de vacaciones de lujo de Felipe de
Borbón y Letizia Ortiz pagadas por el
presupuesto público mien-
tras se suceden los recortes a
la población, hasta las últimas revelaciones sobre
los turbios negocios de Iñaki Urdangarín,
amparados por el mo narca, y obviamente conocidos
por la infanta Cristina de Borbón.
Es esta una monarquía
“legitimada” por la constitución de 1978, pero
nunca refrendada por la población, presentada
durante años como garantía y salvaguarda de la
libertad y la democracia, que ve caer todos los
velos, desaparecer las trincheras que la protegían, y
que no puede evitar que sea vista como un foco de
corrupción y de privilegios insultantes en el
momento más duro de la vida reciente del país. Los límites
éticos de esta monarquía se constatan cuando, casi cuarenta
años después de la muerte de Franco, las familias de las
víctimas siguen esperando la anula-ción de los consejos de guerra
y de las penas de muerte dictadas por el fascismo, siguen
sin ver enterrados con dignidad y sin reparación alguna a las
decenas de miles de personas asesinadas durante la guerra
civil y arrojadas en fosas comunes en
las cunetas de las ca rre teras. La transición estuvo dirigida
por el franquismo reconvertido,
que, en lo esencial, impuso su
programa, man tuvo el dominio del
aparato del Estado, salvaguardó los
intereses de los grandes empresarios. La reconversión política de los
sectores que se beneficiaron de la
dictadura franquista se culminó sin mayores contratiempos
facilitada por el cambio generacional y por la adopción de nuevos
disfraces políticos (elcaso catalán es paradigmático: las
cuatrocientas familias que, según el estafador del Palau de la Música, Fèlix Millet,
controlan hoy la vida económica y social catalana,
son, sustancialmente, las mismas que medraron bajo el
franquismo). Ese franquismo crepuscular que adoptó las maneras
democráticas, también creó una corte de aduladores de la
monarquía y de Juan Carlos de Borbón que se extendió por
todos los medios de comunica ción, ejerciendo durante
décadas una severa censura sobre cualquier aspecto desfavorable
al monarca, ocultando, de hecho, la vida que llevaba.
Los elogios desmedidos a la Constitución de 1978 fueron de la
mano del radical incumplimiento de los aspectos sociales que
recogía, y que, hoy, cuando el país ha
superado los seis millones de parados,
muestra su agotamiento y su inutilidad
práctica para afrontar la crisis. El
conservadurismo político ha mantenido
su hegemonía durante las tres
décadas democráticas, tanto con
gobiernos socialdemócratas como conser
vadores, porque el poder de las
grandes empresas, de la banca y de la
iglesia católica no se ha visto mermado.La monarquía se convirtió así
en la clave de bóveda del sistema capitalista español,
organizado en torno al poder financiero, con redes empresariales
corruptas que incautaban en beneficio propio buena parte
de los recursos públicos, con subvenciones, concesiones, ne
gocios más o menos turbios, Españas. La monarquía está agotada, es
incapaz de justificar su propia
existencia más allá del interés por preservar los
privilegios de una familia alrededor de la cual
se han agrupado las élites económicas del
país. La pasión por la caza mayor
viene de lejos... acompañada de
unas instituciones que, si bien facilitaron
el cambio de piel del país,
apenas permitieron que la iz quierda política tuviera una
influencia marginal, y que han perdido
hoy la confianza de la población,
que constata la inu tilidad de
organismos ineficaces y
prescindibles, como el Se nado, y que soporta un in justo y antidemocrático
sistema elec toral que, además,
se revela inútil, porque la
soberanía y la capacidad de decidir han sido se cuestradas por el
poder económico. En la práctica, la
soberanía no reside en el
pueblo. Por añadidura, el sistema
bipartidista, que limita el futuro
del país, se ha revelado cómplice de las peores prácticas del viejo
clientelismo y se ha apoderado de muchos resortes del Estado
para provecho de una casta asociada al despilfarro de la
propiedad pública. Esa es la situación, y
mientras la crisis económica destruye los cimientos de la confianza
en el futuro, España asiste al ocaso de un monarca de
excepción. La monarquía está agota da, es incapaz de justificar
su propia existencia más allá del interés por preservar los
privilegios de una familia alrededor de la cual se han agrupado las
élites económicas del país. Ante la evidencia de que los derechos
recogidos en la Consti
tu ción son incumplidos (desde el derecho
al trabajo, a la vivienda, pasan do por la apelación a una
justicia igual para todos, los privile gios de la Iglesia católica, o las
obligaciones sociales), la única respuesta de la monarquía y de
los grupos burgueses que gobiernan el país es una
invitación a la docilidad, a la resignación, una apelación a un
futuro lleno de vagas promesas y de
mentiras. Apretando la soga
sobre el cuello de millones de ciu-
dadanos, sin el menor
remordimiento, y haciendo más profun-
da la herida, la reforma
constitucional aprobada por el biparti-
dismo para la nueva redacción
del artículo 135 llevó al despro-
pósito de asegurar el pago de
la deuda... antes que las necesi-
dades de ciudadanos,
trabajadores, jubilados y parados. No tie-
nen límite. * * *
De manera que, mientras los
ciudadanos asisten boquiabier-
tos al saqueo de los recursos
del país, al robo descarado de pre-
supuestos y recursos, a la
privatización creciente de las propie-
españas
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