La clase dominante, los magnates financieros y los dueños del gran 
capital en Estados Unidos controlan ahora como nunca antes el proceso 
electoral. Y además lo controlan sin ningún recato y con menos 
subterfugios.
Como se ha informado, en las últimas dos semanas después de las 
elecciones primarias demócratas en una veintena de estados del país, la 
maquinaria y recursos de que dispone el Partido Demócrata han logrado lo
 que, al parecer, es un giro definitivo en la campaña
 que sitúa al frente al ex vicepresidente Joe Biden, candidato de su 
preferencia. Este cuenta ahora con una considerable ventaja y se 
proyecta como casi seguro nominado por el partido para las elecciones de
 noviembre.
Ello se logró, como referiremos más adelante, gracias a un concertado 
esfuerzo de la elite del poder y de la maquinaria del Partido Demócrata 
para detener el impulso triunfador que llevaba el candidato Bernie 
Sanders.
Joseph Biden fue senador por Delaware durante más de 30 años (1973-2009)
 y ejerció como vicepresidente en los dos mandatos del gobierno de 
Barack Obama (2009-2017). Ha estado muy ligado a intereses bancarios, 
compañías de seguros y otros sectores oligárquicos.
 En los pasados años hizo dos intentos fallidos para obtener la 
nominación para la Presidencia (en 1988 y 2008).
Todo indica que después de la aplastante victoria del senador por 
Vermont, Bernie Sanders, en la votación partidista en Nevada a fines de 
febrero, la casi totalidad de los grupos dirigentes y las estructuras 
regionales del Partido Demócrata se alinearon detrás
 del ex vicepresidente, presionaron de manera grosera en su favor, y 
lograron que sorpresivamente varios de los otros candidatos que le 
hacían sombra a Biden abandonaran su campaña en el momento oportuno y 
que de inmediato le dieran su respaldo.
No importó que este hubiera tenido un deslucido desempeño en la campaña,
 ni que contara con una pobre estructura para su despliegue político en 
varios estados del país. En respaldo al ex vicepresidente se han volcado
 ahora todos los recursos y el aparato de
 la maquinaria electoral del Partido Demócrata.
Después de las votaciones en la última quincena, la situación de la 
campaña demócrata es muy diferente. Biden ha ganado de manera 
contundente más de 13 de los últimos 20 cotejos. Los números y los 
medios de prensa claramente lo sitúan al frente de la contienda,
 mientras que para Sanders el camino hacia la nominación se ha 
estrechado mucho.
Aunque hay conteos pendientes que pueden variar ligeramente los 
resultados, en este momento después de efectuadas las votaciones en 
aproximadamente la mitad de los estados del país, el ex vicepresidente 
contaría ya con 806 delegados en su favor, frente a unos
 662 que ha obtenido Sanders.
Faltan todavía importantes votaciones en estados como la Florida, Nueva 
York, Illinois, Pensilvania, Wisconsin, Arizona, Nuevo México, y otra 
docena de estados, en la mayoría de los cuales el ex vicepresidente sale
 ahora como favorito.
Se requiere una mayoría de 1,991 delegados (la mitad más uno de total de
 3,979 de asistentes) para ser electo en primera vuelta como candidato 
del Partido en la Convención Demócrata a efectuarse el próximo mes de 
julio. Los cálculos actuales indican que Biden
 podría llegar a ese evento cómodamente por encima de la mayoría 
necesaria.
No obstante las aparentes definiciones acaecidas en los últimos días, no
 se descarta que ese evento devenga un foro conflictivo y de potenciales
 rivalidades. En el caso de que el ex vicepresidente resulte nominado en
 la Convención, está por verse cuál sería
 su desempeño en la recta final y en los debates frente a Donald Trump, 
seguro candidato del Partido Republicano.
Antes del avance logrado en las últimas semanas Biden era reconocido 
como un político deslucido, orador vacilante y con muchas otras 
vulnerabilidades en su trayectoria, que levantan dudas sobre su 
viabilidad para imponerse en la recta final electoral. Por ello
 no estaba recibiendo suficiente respaldo financiero y se calculaba que 
estaba a punto de tener que abandonar la campaña.
Ahora resulta claro que Biden debe su resurgencia en primer lugar al 
cierre de filas detrás de él de amplias secciones de la clase dominante 
del país, incluyendo del ex presidente Obama, figura del liderazgo 
demócrata con genuina popularidad en varios sectores
 del país.
El esfuerzo del liderazgo demócrata para detener a Bernie Sanders
Según los estándares europeos, este Senador sería un político aceptable 
de centroizquierda y no sería considerado como un peligro para el orden 
social existente. Pero sus mensajes resuenan en una amplia variedad de 
personas y capas sociales. El mismo expresó
 a fines de enero: “Estamos enfrentando todo el establishment político, tanto el republicano como el demócrata”.
La elite neoliberal no podía, desde su punto de vista, permitir que un 
candidato a la Presidencia ajeno a sus preferencias e intereses pudiera 
proyectarse con serias posibilidades de obtener la nominación, como era 
el caso de Sanders, quien enarbola un programa
 de reformas de carácter popular y se auto identifica como socialista 
democrático.
Para ello, algunos importantes círculos de poder confiaron enfrentarlo y
 proyectar al frente a alguno de los políticos de su predilección  de 
entre unas dos decenas que se presentaron con aspiraciones  a la 
nominación como candidatos del partido y que representaban
 diferentes sectores de la clase dirigente.
Frente al poder casi determinante de los grandes donantes adinerados en 
el financiamiento de las costosas campañas, Bernie, como lo llaman sus 
seguidores, montó una formidable red para la recaudación de fondos 
basada en pequeñas y repetidas donaciones por parte
 de varios millones de personas al tiempo que rechazó recibir las 
provenientes de los círculos plutocráticos y corporativos.
Tampoco les resultó suficiente la brutal campaña de infundios que se 
llevó a cabo contra Sanders durante varios meses. La líder del partido, 
Nancy Pelosi, y otras notables figuras han empleado buena parte de su 
tiempo, recursos y energía para contrarrestar
 lo que cobraba forma como contrario a sus designios. La estrategia 
demócrata de “cualquiera en lugar de Trump” pareció reemplazada por 
“cualquiera en lugar de Bernie”.
Por su parte, el combativo Senador cuenta con buena acogida por un 
amplio segmento de la sociedad civil estadounidense y seguía adelante 
basándose también en un impresionante
el 
engranaje de campaña en la base que ha desarrollado con amplia 
participación de miles de jóvenes y voluntarios realmente motivados, que
 incluso se mueven de un estado a otro para tocar puertas y hacer 
proselitismo.
Sanders se situó al frente de las encuestas y se impuso en las primeras 
tres primarias efectuadas en febrero. Al proyectarse como puntero en 
esas votaciones iniciales, sus rivales para la nominación fueron 
elevando el nivel de sus ataques contra el, y desplegando
 un barraje de críticas e intentos para descalificarlo. Esos han 
incluido epítetos peyorativos, acusaciones de ser un factor de división 
en las filas demócratas, asi como criterios de que si fuera nominado 
favorecería la reelección de Trump.
Por sus posiciones de corte socialdemócrata ha sido calificado de 
comunista y trataron de aplicarle el gastado relato de que estaría 
siendo aupado por el mismísimo Vladimir Putin. Al mismo tiempo un amplio
 círculo de comentaristas ha enarbolado engaños, desinformación
 y tabúes acerca del supuesto daño o inviabilidad de sus propuestas. La 
mayoría de los ataques y argumentos han sido hechos con mala fe.
Algunos antecedentes acerca del Senador Sanders.
Dado que aún está en la pelea, así como que su campaña este año ha hecho
 historia y no tiene precedentes en ese país, incluimos algunos 
elementos sobre este peculiar político y sobre sus propuestas de 
campaña.
Sanders, de ascendencia judía, se inicia desde sus años mozos en las 
luchas de la década de 1960, contra la guerra en Vietnam y otras, 
principalmente en Nueva York, su ciudad natal.
En 1980 entró al escenario político como candidato independiente a 
alcalde de Burlington, en el poco poblado estado de Vermont, 
describiéndose a sí mismo como un socialdemócrata. Derrotó por 10 votos 
al candidato oficialista que se presentaba a una quinta reelección,
 y luego fue reelegido 3 veces. Durante su período como alcalde, Bernie 
fue ampliamente reconocido como un izquierdista sin pelos en la lengua, 
pero también como un administrador eficiente.
En 1990 se presentó como candidato para la Cámara de Representantes de 
Estados Unidos y se convirtió en su primer miembro independiente en 
cuarenta años. Rápidamente fundó el Grupo Progresista del Congreso. 
Desde 2006 ha sido senador por el estado de Vermont.
Desde esos años emergió como una voz calificada y consecuente a nivel 
nacional en temas que van desde la desigualdad en los ingresos a la 
cobertura médica universal, la reforma de la campaña financiera hasta 
los derechos LGBT. También fue un prominente crítico
 temprano de la guerra de Irak y los programas de vigilancia interna 
como la Ley Patriota.
En 2015-2016, sin muchos recursos, desarrolló una formidable campaña 
para la nominación presidencial demócrata que puso en jaque a Hillary 
Clinton, pese al favoritismo y la manipulación que desplego la 
burocracia y la dirigencia del Partido Demócrata para forzar
 el proceso a favor de la Clinton.
Ya entonces Sanders fue catalogado como una de las figuras políticas más populares del país.
Una plataforma con arraigo
Entre las propuestas que enarbola Sanders están el Nuevo Pacto Verde de 
protección ambiental, un sistema de salud universal (Medicare for all), 
educación universitaria pública y gratuita, y la abolición del Servicio 
de Inmigración y Control de Aduanas (ICE),
 que actualmente gestiona los centros de detención para migrantes. 
Asimismo se pronuncia por el aumento del salario mínimo, la expansión de
 los programas de construcción de viviendas de bajo costo y rentas 
asequibles, más estrictas regulaciones sobre el sector
 financiero y otras medidas para reducir las desigualdades extremas.
Esas posiciones tienen arraigo en parte del electorado dado el 
descredito que progresivamente el partido se ha ganado en sus bases, 
sobre todo en los últimos 25 años cuando el gobierno de Bill Clinton 
hizo clara causa común con los intereses corporativos. Desde
 antes la maquinaria demócrata en la práctica se venía alejando de los 
sindicatos y las causas liberales al respaldar el acuerdo de libre 
comercio, erosionar los programas de bienestar social, reducir millones 
de dólares en los programas de salud, etc.
En la actual campaña los temas de política internacional han estado muy 
relegados, salvo críticas con medias tintas a algunos aspectos de la 
gestión exterior del actual gobierno por parte de la mayoría de los 
candidatos o de la directiva demócrata, casi todos
 ello sin apenas distanciarse de Trump por ejemplo respecto a Venezuela o
 China.
Por su parte, el Senador por Vermont tampoco ha priorizado una agenda 
sobre asuntos de política exterior, aunque sí ha marcado  claras 
diferencias con el gobierno en este campo, incluyendo su oposición a la 
continuidad de acciones injerencistas en América Latina.
La campaña de Bernie Sanders no es ajena al despertar de cierta 
conciencia anticapitalista y representa una especie de insurgencia 
contra el propio Partido Demócrata. Esa campaña ha catalizado emociones y
 entusiasmo de muchos, que se suman al aumento de las
 expectativas de millones de personas que en Estados Unidos quieren 
obtener reformas sustantivas y que exigen soluciones radicales a las 
graves injusticias en el país. Sus partidarios organizados han pensado y
 se proponen que ese movimiento no se desarticule
 después de pasado el actual proceso electoral.
De momento se abren interrogantes acerca de si, con Biden, los 
demócratas podrán atraer a las urnas a la masa de votantes jóvenes y 
otros de los que se volcaron a movilizarse con Sanders, así como cuánto 
podría salir a primer plano en los próximos meses respecto
 al pasado del ex vicepresidente cuando estará sometido a un mayor 
escrutinio.
 
 
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