Los únicos dos partidos que se opusieron en 1997 a la ley, IU y BNG, siguen demandando su derogación, al igual que CAS y las mareas blancas. Sostienen que es esencial defender lo público excluyendo a lo privado, y consideran que la situación actual es propicia para ello.
madrid
 
Si aplaudes cada día, firma para exigir sanidad pública
            Actualizado: 
Apenas
 nadie hace referencia a la génesis de la privatización continua del 
sistema sanitario en España. Un 10 de abril de 1997 el Congreso de los 
Diputados aprobaba la ley que abría la puerta a que entidades privadas 
se beneficiaran de la sanidad pública. Gobernando Aznar en minoría, el 
texto salió adelante con los únicos votos en contra de Izquierda Unida y
 el Bloque Nacionalista Galego, que supieron prever lo que años después 
sucedería: "La óptica liberal que impusieron defiende que un empresario 
se arriesga para poder ganar rentabilidad en el futuro, pero en este 
caso ni siquiera fue así. Las empresas privadas no arriesgaban nada 
porque contaban con financiación pública y una clientela asegurada,
 además de que podían elegir libremente el tipo de contrato que hacían a
 los sanitarios, algo que no ocurre en la pública", recuerda Ángeles 
Maestro, diputada por aquel entonces de IU.
El parte 
meteorológico para Madrid de aquel día hablaba de unas temperaturas 
mínimas de 10 grados que podrían ascender hasta los 18. Esta máxima se 
debió palpar en el Hemiciclo cuando tomó la palabra Maestro, única voz 
discordante en la aprobación de la ley 15/97:
 "Hubiéramos querido que grupos parlamentarios que se autocalifican de 
izquierdas nos hubieran acompañado en la denuncia de lo que es un 
mecanismo de privatización de la sanidad, que tiene la dudosa virtud de 
no haber demostrado en ninguna parte del mundo que mejore la eficacia y 
la eficiencia en la gestión", fueron las palabras exactas de la diputada
 según se recoge en el libro de sesiones de aquella jornada.
La ley que marcó un
 antes y un después respecto a la calidad de la sanidad en España fue 
aprobada por el PP, el PSOE, CiU, PNV y CC, con un resultado de 290 
votos a favor, 19 en contra y una abstención. Los nacionalistas 
gallegos, además de IU, también se opusieron. Tal y como explica 
Guillerme Vázquez, diputado del BNG en aquellos momentos, "aprobaron esa
 ley con esas características, un subterfugio, porque la sanidad no se podía privatizar igual que se hacía con las eléctricas".
De hecho, este político licenciado en Medicina no se olvida de mencionar la reforma constitucional del artículo 135,
 en el que se supedita la financiación de los servicios públicos al pago
 de la deuda externa: "Pasa desapercibida esta reforma, pero es clave. 
Parece que estamos siempre en una batalla entre el PP, que quiere 
privatizarlo todo, y el PSOE, que defiende lo público, cuando la 
realidad ha demostrado que están de acuerdo a la hora de recortar en gastos sociales", en sus propios términos.
El mencionado texto
 de un único artículo reza en su tercer apartado que "la prestación y 
gestión de los servicios sanitarios y sociosanitarios podrá llevarse a 
cabo, además de con medios propios, mediante acuerdos, convenios o 
contratos con personas o entidades públicas o privadas, en los 
términos previstos en la Ley General de Sanidad". Una redacción a la que
 Maestro también alude: "Ojo con eso de «sociosanitarios», porque ya 
estamos viendo lo que pasa en las residencias, donde los mayores únicamente son productos con los que ganar dinero".
El Informe Abril, la precuela de la ley
Para realizar un 
análisis real de la situación, Antonio Liébana, profesional sanitario de
 Madrid y portavoz de la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad 
(CAS), se retrotrae al Gobierno socialista de Felipe González: "Abril 
Martorell llegó a presentar en el Congreso un informe en 1991 en el que se empezaba a hablar de copagos y comparativas con otros países europeos, en los que se proponía la posibilidad de dejar entrar entidades privadas en el sistema sanitario público", declara el activista.
Precisamente, las 
conclusiones de ese informe fueron filtradas a Maestro, que en una rueda
 de prensa alertó de las consecuencias que podía conllevar legislar en 
base al mismo. "Junto a Julio Anguita, recientemente fallecido, hicimos 
una declaración pública en la que advertimos que se planteaba el copago 
de los medicamentos para los pensionistas y otras cuestiones que ya 
llegaron a ser realidad. Tuvo tanta repercusión que incluso CCOO y UGT amenazaron con una huelga general", relata la antigua diputada, por lo que el informe se guardó en un cajón.
Así que la calle estaba caldeada. Llegó 1999 y se abrió el primer hospital con unas características público-privadas. En Alzira,
 Valencia, una empresa privada construyó un hospital para su posterior 
explotación y al que la Conselleria de Sanidad de la región le 
traspasaría los usuarios del área sanitaria determinada, un lugar en el 
que "todos los profesionales los pone la empresa privada y lo único 
público que hay es el dinero y los pacientes", recalca Liébana.
Esta dinámica, que se desarrolló hasta en cuatro enclaves valencianos más, encontró eco en la Comunidad de Madrid. Bajo el mandato de Esperanza Aguirre, los hospitales de Valdemoro, Torrejón, Móstoles y Collado-Villalba también responden a una explotación privada con recursos públicos.
 Así explica el negocio el portavoz de CAS: "Se les cede terreno 
gratuito, los construyen, lo explotan con aparcamientos, tiendas de 
flores, de prensa, servicios de cafetería, y el personal sanitario 
también les pertenece. Por su construcción la Administración pública les
 paga un canon que recuperan a los pocos años, más una cuantía anual por
 cada usuario de su zona sanitaria".
La calle se moviliza en contra de la 15/97
Cuatro años 
después de que se efectuara la transferencia de las competencias en 
sanidad a todas las comunidades autónomas en el último consejo de 
ministros de 2001, surgió CAS. La Coordinadora consiguió, tras cientos 
de charlas por los pueblos y barrios de Madrid, crear un poso social 
 que se vio reflejado en 2007 al juntar a 40.000 personas en la calle 
reclamando la derogación de la ley 15/97. "A partir de ahí empezamos a recoger firmas para
 que la gente viera que la privatización de Aguirre respondía a un 
acuerdo entre PP y PSOE. Cuando llegamos a las 400.000, las entregamos 
al Congreso y una persona del PSOE se entrevistó con nosotros. Lo único 
que nos dijo es que nos olvidáramos de esa ley porque se trataba de un 
asunto de Estado y nunca se iba a derogar", relata Liébana.
La solución no se 
centra en financiar con más y más dinero la sanidad pública, sino en 
protegerla de la intromisión de entidades privadas que quieren lucrarse 
con ella, parafraseando a Maestro 
 "Si ahora el PSOE habla de blindar la sanidad pública aumentando el 
gasto sanitario, se está volviendo a confundir, porque mientras la 
privada siga dentro como un parásito, nada surtirá efecto", en los 
propios términos de la exdiputada de IU y médica de formación, 
especialista en salud pública y medicina preventiva.
Llega la Marea Blanca
La lucha constante que venían realizando desde CAS años atrás tuvo un reflejo en las mareas blancas 
 que inundaron España en contra de la privatización de la sanidad. 
Carmen Esbrí, portavoz de la Coordinadora Estatal de Mareas Blancas, 
explica la dinámica que se llevó a cabo: "Quitaron camas, redujeron personal 
 y provocaron listas de espera. Después, utilizaban este argumento para 
decir que lo público es lo malo porque no funciona, y lo privado lo 
bueno, así que terminamos financiando con dinero público a unos 
empresarios que ven aumentada su riqueza y que encima, muchos de ellos, 
son fondos buitre, por lo que sus ingresos no se quedan en España".
De hecho, un año 
después de empezar a constituirse las mareas blancas en 2012, los 
Presupuestos Generales del Estado marcaron la menor cifra destinada a 
sanidad, dejándola en 61.702 millones de euros, cuando se venía de 
69.400 en 2010. Los datos más actualizados responden al ejercicio de 
2018, en los que se invirtieron desde el Estado 71.145 millones de 
euros, de los cuales un 11,1% se destinaron a "los gastos en compras al 
sector privado a través de conciertos", según explicita el informe del Ministerio de Sanidad .
"Es una estafa en 
toda índole, un robo manifiesto, vieron la sanidad como una oportunidad 
de negocio y no les importa nada lo público, porque centran todo en el 
mercado y lo único que han hecho es poner en venta nuestra salud", 
incide la propia Esbrí. De esta forma, las mareas blancas también se 
posicionan contra la ley 15/97 y la reforma constitucional del artículo 
135: "Demandamos un proceso de desprivatización. No tiene que ser tan 
difícil, tan solo es un problema de gestión y de enfoque, pero para este
 cambio debe haber políticos que realmente sean éticos y respondan a las
 directrices que marca la ciudadanía, en teoría la soberana del país", 
reflexiona la activista.
A su vez, Maestro 
realiza un ejercicio colectivo al pensar más allá del personal sanitario
 y reflejar la realidad que sufren todos los trabajadores que conforman 
los servicios del hospital, recalcando que "la privatización a trozos, 
de servicio en servicio, ha hecho que, por ejemplo, se recorte en 
personal de limpieza, cuando es algo esencial". "Antes, los 
profesionales de la limpieza eran funcionarios públicos y gente formada 
al respecto, algo que no sucede en estos momentos por la laxitud del 
control por parte de las Consejerías con las empresas privadas. Es ahora
 cuando vemos que estas decisiones de recortar en plantilla y hacer unos
 contratos precarios redundan en la salud de las personas, porque la 
limpieza de un hospital es clave. Por eso, desde que esto sucede las 
infecciones dentro de los centros se dispararon y hoy son la principal 
causa de muerte hospitalaria", incide la antigua parlamentaria.
El futuro de la sanidad pública
Vázquez, 
cuestionado por su lectura de la situación actual, considera como 
"sorprendente" que en una situación de colapso de la sanidad pública el 
Gobierno no interviniera la privada y se les obligara a participar en la
 solución de la crisis sanitaria. "No sirve de nada que el Gobierno diga
 que defiende y hay que blindar la sanidad pública si después no se 
expulsa a las empresas privadas que se lucran con ella, aunque no sé si 
lo llegaremos a ver, porque esto significaría pelearse con Europa", 
argumenta el gallego.
Desde el punto de 
vista de la antigua parlamentaria de IU, "ahora es buena ocasión para 
derogar la ley, pero hay que movilizarse". Ella, que actualmente milita 
en Red Roja, defiende que este "sueño cumplido de las empresas privadas 
que se benefician del dinero público" debe terminar. En sus propios 
términos: "Nunca como ahora la gente ha sido tan consciente del valor de
 la sanidad pública, y de que no puede estar sometida a criterios del 
mercado o beneficios empresariales".
El empujón de conciencia que
 la sociedad ha podido adquirir con la crisis del coronavirus y el papel
 que la privada ha jugado en ella da esperanzas a Esbrí: "Somos 
apartidistas, no apolíticos, así que la sociedad tiene que implicarse de
 forma política, decidirse por el bien común, y espero que eso suceda 
después de esta prueba de estrés tan tremenda en la que muchas personas 
han visto cómo la han estado engañando durante tanto tiempo".
La experiencia que
 posee Liébana en este terreno le lleva a afirmar que todo dependerá de 
la movilización en la calle. "Estamos ante la única posibilidad de 
derogar la ley que permite mercadear con la salud a costa del erario 
público, no podemos esperar otros veinte años, hay que presionar a todas
 las fuerzas políticas que se consideran progresistas porque si vuelve a
 gobernar la derecha sí que va a ser imposible", concluye el portavoz de
 CAS. En fin, de aquellos barros estos lodos.
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