| Delirios trumpistas anticubanos. Por Ángel Guerra Cabrerapor La pupila insomne | 
Con inaudito cinismo el gobierno de Trump ha
 regresado a Cuba a su lista de países que “no colaboran” en la lucha 
contra el terrorismo. Incluida injustamente durante 33 años en la 
nómina, la isla fue retirada de ella en 2015 por
 el presidente Obama como parte de las disposiciones que tomó para 
iniciar la normalización de relaciones con la isla.  El autor de la 
lista es nada menos que el gobierno practicante del terrorismo de Estado
 sistemático en el mundo,  que arrojó las bombas en
 Hiroshima y Nagasaky, arrasó con Vietnam, Corea, Afganistán, Irak y 
Siria y comete delito de genocidio con sus unilaterales bloqueos - 
mantenidos intactos o recrudecidos durante la pandemia- contra Cuba, 
Venezuela, Irán, Palestina, Corea del Norte y Siria.
 No es casual que sean casi los mismos los países bloqueados y los 
incluidos en esa lista. Es el gobierno que con sus incursiones 
terroristas arrebató la vida a   3 mil 478 cubanos, dejó 2 mil 99 
incapacitados y ocasionó cuantiosos daños económicos en Cuba.
Los argumentos para reinsertar a la isla en 
la lista no son serois y muestran el absoluto desprecio de Washington 
por el derecho internacional. La estancia en Cuba y seguridad personal 
de miembros del ELN participantes en el proceso
 de paz son responsabilidades del gobierno cubano como garante de las 
negociaciones, precisamente  a solicitud de Bogotá. Otra cosa es que 
Trump le haya ordenado al subpresidente Duque dinamitar la paz y 
solicitar a La Habana la extradición de esas personas,
 un acto ilegal.
El regreso a la lista es parte de la 
desaforada campaña de odio, agresión y linchamiento mediático contra 
Cuba iniciada poco después del arribo de Trump a la presidencia, cuando 
el control de la política hacia la isla ha sido tomado
 por la extrema derecha de origen cubano. Muy especialmente, el senador 
Marco Rubio. En esa campaña toman parte activa el secretario de Estado 
Mike Pompeo, el subsecretario de esa dependencia Michael Kozak y la 
propia embajada de Estados Unidos en La Habana.
Solo en el curso de 2019 fueron adoptadas más de 80 medidas contra Cuba;
entre ellas, la activación total de la extraterritorial Ley 
Helms-Burton y las acciones punitivas contra las empresas que 
intervienen en la transportación de vital combustible a Cuba. El 
propósito es el de siempre: hacer que el pueblo, asfixiado por las
 carencias, se alce contra el gobierno. Recientemente el jefe del 
Comando Sur acusó a Cuba de participar con Venezuela en el narcotráfico,
 contrario a lo que dicen los propios informes de la DEA.
En este clima de odio exacerbado, no debe 
extrañar el ataque a la embajada de Cuba en Washington con 32 disparos 
de fusil AK 47. Un emigrado cubano, Alexander Alazo,  estacionó su 
camioneta  en la calle 16 Northwest, cerca de la
 Casa Blanca,  bajó de ella con una bandera cubana a la que intentó 
prender fuego y luego vació el cargador del arma contra la fachada de la
 sede diplomática.  Después se envolvió en una bandera de Estados Unidos
 y se entregó pacíficamente a  la policía. Curiosamente,
 todavía ninguna instancia del gobierno estadounidense ha hecho siquiera
 mención al atentado. Tómese en cuenta que en el momento del ataque 
había diez funcionarios cubanos en el edificio.  Mucho menos se ha 
publicado por Washington una expresión oficial de
 pesar ante una agresión tan grave, calificada de inmediato y con razón 
como un acto terrorista por el canciller de Cuba Bruno Rodríguez 
Parrilla. Tal declaración era un paso obligado del país anfitrión luego 
del atentado. Así se desprende de la práctica de
 la más elemental decencia y cortesía, pero, sobre todo, de la 
obligación del Estado anfitrión de garantizar la seguridad de las sedes 
diplomáticas enclavadas en su territorio, según lo establece la 
Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas(1964). Pero
 la decencia y la cortesía no forman parte del corrupto repertorio 
político del trumpismo.
Nuevos elementos de juicio sobre los 
antecedentes y ambiente socio-político del tirador Alazo, aportados el 
martes 12 por el canciller Rodríguez Parilla(http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/05/13/bruno-rodriguez-este-ataque-contra-la-embajada-de-cuba-de-naturaleza-terrorista)
 resultan muy sospechosos. Alazo, tratado como un caso siquiátrico a 
partir de su declaración después del atentado ante las autoridades 
estadounidenses, nunca manifestó ese trastorno durante su servicio 
militar ni en su actividad pastoral en la isla, ni una
 vez emigrado en su trato con funcionarios consulares. Más sospechosa 
aún es su inserción en una iglesia protestante de Miami, cuyo pastor, 
Frank López, es íntimo amigo de Marco Rubio y de Carlos Vecchio, 
“embajador” de Guaidó. Un miembro de la congregación,
 Leandro Pérez, que después del atentado afirmó ser su “amigo cercano”, 
ha llamado al asesinato de Raúl Castro y del presidente de Cuba, Miguel 
Díaz-Canel. Algo está muy podrido en este caso y el gobierno de Trump 
debe explicaciones, no sólo a Cuba, sino a
 la comunidad diplomática en Washington y, claro, al pueblo 
estadounidense.
Twitter:@aguerraguerra
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario