Casa de las Américas. La fortaleza moral en la batalla de las ideas. Por Fernando Buen Abad Domínguez |por La pupila insomne |
Por
sí sola Casa de las Américas ha logrado construir la experiencia
cultural que muchos gobiernos (u organizaciones internacionales) ni
imaginan (ni lograrán). No somos pocos los endeudados con Cuba por el
regalo, y legado, continentales que implica Casa de las Américas. Hay
que decir a los jóvenes de todo el mundo que se trata de una realidad
floreciente y posible porque un pueblo en revolución ha impulsado Casa
de las Américas y que Cuba -pese al bloqueo, las injusticias y las
calumnias- la ha hecho posible. «Fundada en 1959 por Haydee Santamaría,,
la Casa de las Américas divulga, investiga, auspicia, premia y publica
la labor de escritores, artistas plásticos, músicos, teatristas y
estudiosos de la literatura y las artes; cuya comunicación fomenta el
intercambio con instituciones y personas de todo el mundo.»
Casa
de las Américas es una de esas obras revolucionarias con la que el
pueblo cubano revela su carácter internacionalista y sus mejores ideas
socialistas. Casa de las Américas es una realidad de importancia
primordial y ejemplo para todo proyecto cultural revolucionario. Eso no
quiere decir que sea «perfecta» ni quiere decir que no ejerza (por
lógica propia) sus autocríticas. Casa de las Américas es una realidad
floreciente que destila las esencias de fraternidad inteligente, es
decir, el alma de Martí. Casa de las Américas es un bastión y un «Alma
Mater» contra el individualismo y la vanidad de ciertas «inteligencias»
(reaccionarias por definición) en un mundo agobiado por el imperialismo
que fabrica (a mansalva y rentablemente) miseria e ignorancia. Casa de
las Américas en una fuerza de inteligencias y creatividades que impulsa
(incluso para la revolución) la nada sencilla tarea de consolidar
vínculos, solidarios e internacionalistas, entre los artistas, los
escritores, los intelectuales y los científicos latinoamericanos y
caribeños. Y es una realidad, y un honor, modelo de combate.
Contra
la devastación cultural perpetrada por el capitalismo, Casa de las
Américas ha sido ejemplo de praxis en clave de lucha, a gran escala, por
el defender el patrimonio cultural de los pueblos y para contribuir a
desarrollar, en plena transición hacia el socialismo, una cultura
revolucionaria para la emancipación. No son pocos los intelectuales
«exquisitos» que «valoran» los premios de Casa de las América, «valoran»
sus publicaciones y también sus investigaciones… pero no todos son
intelectuales de combate dispuestos a entender que la lucha de Casa de
las Américas es la lucha de un pueblo antiimperialista y
anticapitalista. No sólo anti-yanquis.
Casa
de las Américas ha sido un combatiente ejemplar contra el aislamiento
impuesto a Cuba. Gracias a sus actividades (publicaciones, concursos,
premios, festivales, exposiciones y encuentros de literatura, teatro,
plástica y música) se ha cumplido la tarea de liberar los caudales
expresivos (libertad de expresión) para vincular a la Revolución Cubana
son los pensadores y creadores más progresistas. Semejante tarea, cálida
y fraterna, es el verdadero sustento de este centro cultural tan
prestigioso que un pueblo en revolución ha impulsado y sostenido
ejemplarmente.
Desde
sus ejes temáticos diversos y puntuales, desde sus tareas en
disciplinas artísticas variadas y necesarias… el trabajo de Casa de las
Américas ha hecho profesión de ejemplo al poner su pasión por la calidad
como valor revolucionario fundamental. Desde ese parámetro uno puede
hacerle balances y entender por qué proyecta sus tareas como las
proyecta. Por qué su espíritu de trabajo es, en lo esencial, un espíritu
de servicio revolucionario. Semejante responsabilidad de ser útil debe
vincular la política socialista y la emancipación como expresión
orgánica que exige verdad y calidad (no sólo artísticas) sintetizadas
firmemente en un compromiso de combate sobre el escenario contemporáneo.
Casa de las Américas ha probado la importancia de luchar para preservar
lo mejor de nuestras tradiciones sin convertirlas en anécdota muerta y,
al contrario, hacerlas visibles como fuerza viva que informa y anima al
presente y al futuro en plena lucha dialéctica. Tal dinámica de los
valores culturales, es conciencia de trabajo de una Casa de las Américas
que ha sabido evitar el vicio burocrático de inducir, sugerir o señalar
pautas al arte, a la creación o a los idearios de la inteligencia
internacional. Eso es un mérito que uno además de reconocer… aplaude y
divulga. La variedad y la búsqueda permanente le son consustanciales.
Casa
de las Américas ha logrado vivir heroica y ejemplarmente en contra,
incluso, de todas las calamidades producto del bloqueo, la ofensiva
mediática inclemente contra Cuba, y las hordas de intelectuales (algunos
de ellos traidores) que se han servido de Casa de las Américas para
lustre individual como francotiradores.
Casa
de las Américas, ante el panorama complejo y dramático de nuestros
países, ha sostenido su rechazo al imperialismo y ha combatido cuantas
maniobras se han urdido contra la vida intelectual emancipadora. Ha
impulsado, por eso, valores jóvenes y los ha sumado a la lista de
«cabezas» llamadas a configurar una fuerza imaginativa y revolucionaria
nueva con respuestas pertinentes (combatientes) en las circunstancias
actuales. Su lucha contra fragmentación de nuestras culturas, financiada
por el imperialismo, representa un centro vital para la irradiación
cultural desde su nacimiento, es un triunfo de la sensibilidad
responsable y símbolo de un poder de la revolución y de la creación
revolucionarios. Sin igual. Todo esto, sin pedir ni dar cuartel, casi
sin recursos y con mucho en contra. Todo esto con la voluntad
revolucionaria del pueblo cubano, con la certeza de que la batalla de
las ideas deberá impulsar, permanentemente, a la imaginación como
herramienta (también) de la revolución permanente. Casa Nuestra
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