domingo, 30 de abril de 2017

La necesidad de la República | Especial Segunda República

La necesidad de la República | Especial Segunda República

Por Rafael Silva | Ilustración de MA-HI-NA
“A la izquierda de los republicanos no hay ni puede haber nada. Ninguna aspiración revolucionaria o progresista pasará de ser una utopía infecunda, si no se apoya en las cuatro columnas fundamentales del estado republicano: el ser humano libre, la nación independiente, la sociedad justa y solidaria y el pueblo soberano”
(Fernando Valera Aparicio, Ex Presidente del Consejo de Ministros de la República Española en el Exilio) (Fragmento de un Discurso de 1978)

Desde que el Golpe de Estado del General Franco en 1936 interrumpiera abruptamente la Segunda República, nuestra historia entró, pudiéramos decir, en un declive democrático. En una primera etapa, surgida de la dictadura franquista, volvieron a visitarnos los fantasmas del fascismo, de la intolerancia, del exterminio, del genocidio, del exilio, del hambre, de los trabajos forzados, de la represión y de la muerte. La dictadura de Franco fue uno de los períodos más negros de nuestra historia. Pero acabada la misma con la muerte física del dictador, también se vieron truncadas las esperanzas de muchos republicanos que confiábamos en la vuelta de un período de recuperación no sólo del aspecto formal de nuestros derechos y libertades, sino también de un saneamiento democrático de nuestra sociedad, y de la recuperación y protagonismo de las clases trabajadoras de aquél tiempo. Desgraciadamente, no fue así, y lo que se nos vendió bajo el período denominado de Transición no fue más que un lavado de cara de la época anterior, despojándolo de su crueldad y de su autoritarismo, pero en ningún caso retornando a los valores sociales de la breve etapa republicana.
Y así, a más de 40 años de la desaparición del dictador, nuestra sociedad continúa bajo el aparente disfraz democrático, pero sufriendo en realidad las limitaciones de una democracia recortada y aplastada por las élites dominantes, esa poderosa trama de poder económico-mediático (con la complicidad de la Monarquía, la Iglesia y las Fuerzas Armadas) que nos gobierna, aunque no se presente a las elecciones. La necesidad de la República se vuelve, pues, imperiosa. Actualmente, el Grupo Parlamentario de Unidos Podemos se ha instalado en la postura de relegar el tema de la República a un segundo plano, pero muchos pensamos que se equivocan estrepitosamente. Bajo la falacia de que hay que solucionar otros problemas mucho más urgentes para la ciudadanía, el asunto de la República queda postergado ad infinitum, cuando en realidad, es la base de todo nuestro saneamiento democrático, sin el cual, nunca podremos recuperar los valores sociales a los que aspiramos. Sin superar realmente el franquismo (pues los actuales gobernantes son los naturales herederos del mismo, y prueba evidente de ello son las continuas trabas y negativas que ponen para condenarlo y respetar la memoria histórica), la Monarquía nos viene impuesta desde la figura del dictador, sin respetar la voluntad popular ni organizar siquiera un referéndum sobre el modelo que se prefiere por parte de la población española.
Necesitamos la República para desmontar la trama de poder, para bajar de sus pedestales a la casta corrupta que nos gobierna, que dirige los designios del país, que nos expolia y que nos destroza la vida
Y sin República, nuestra sociedad continuará bajo los mismos moldes antidemocráticos que la configuran, y bajo la anacrónica arquitectura que la determina. Porque la República es, básicamente, el cimiento de la democracia. Se podrá argumentar que la forma o modelo de Estado es un detalle menor, pero nosotros discrepamos absolutamente de ese planteamiento. La Monarquía es la base de una estructura de poder que consagra y perpetúa la dominación de la trama político-económica sobre las clases populares y trabajadoras, y por tanto, desde esa perspectiva, sin abolirla nunca se podrá construir una sociedad con completa justicia social. Necesitamos imperiosamente la República, pero tampoco cualquier República nos vale (como no nos vale cualquier modelo de Renta Básica, por ejemplo). Necesitamos una República Socialista, Federal, Laica, Democrática y Participativa. Es decir, necesitamos una República pensada para las clases populares y trabajadoras. Una República que vuelva a recuperar los valores que se extirparon salvajemente con el golpe fascista y  la posterior dictadura, precisamente porque atacaban a los intereses de los grupos fácticos de poder. Una República que sea crisol donde se fundan las más legítimas aspiraciones de justicia, igualdad, fraternidad, cooperación, verdad, reparación, equidad y redistribución. Una República del pueblo y para el pueblo.
Salva Artacho lo ha expresado magníficamente en un reciente artículo: “Debemos afrontar y dejar claro que la grave situación económica que padece la sociedad en general, la corrupción y el trapicheo político, los desahucios, la precariedad laboral, el abuso patronal, los problemas de la educación pública, la sanidad que nos roban para privatizarla y convertirla en el gran negocio, el incumplimiento sistemático de sus leyes, la criminalidad machista sin fin, la fuga de cerebros por falta de cauces para la investigación, la bula fiscal e impositiva de la que goza la Iglesia, la parcialidad de la justicia, la nula atención a la memoria histórica republicana, la burla de la clase dirigente al gobernar sólo para los intereses de las minorías pudientes…deben ser abordados desde un planteamiento radical democrático, o lo que es lo mismo, yendo a la raíz de los problemas y esto sólo se puede hacer desde la República, dejando claro que todo lo que nos proponen los ex-socialistas, la derecha y los nuevos partidos son “agiornamientos” o ligeras capas de pintura para disimular la situación de deterioro en la que está el régimen y de la que ellos son cooperadores necesarios en su sostén”. Hay cosas que no se arreglan si antes no se desarreglan del todo, y exactamente eso es lo que necesitamos, que la República sea el instrumento para derribar tanta lacra social de tanto gobierno indecente y de tanta casta corrupta, para levantar sobre ella un nuevo proyecto de país.
Una República, en definitiva, que se base escrupulosamente en la total y absoluta garantía del cumplimiento de los Derechos Humanos, reflejados entre otras fuentes en la solemne Declaración Universal, cuyo artículo 25, sin ir más lejos (para que veamos hasta qué punto estamos lejos de él) dice lo siguiente: “1.- Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asímismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. 2.- La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”. Esto lleva enunciado desde 1948, pero nuestros gobernantes lo siguen ignorando, condenando a la pobreza, a la exclusión social, a la precariedad o a la miseria a millones de personas en nuestro país. Necesitamos una República no sólo para cambiar al Jefe del Estado (que también), sino para que no haya nadie sin ingresos, sin vivienda, sin luz, sin sanidad, sin servicios sociales, sin pensiones o sin alimentación. No se trata de sustituir a un Rey por un Presidente, se trata de construir un nuevo modelo avanzado y solidario de país, basado en la más estricta configuración democrática.
Necesitamos que la República sea el instrumento para derribar tanta lacra social de tanto gobierno indecente y de tanta casta corrupta, para levantar sobre ella un nuevo proyecto de país
Necesitamos la República para desmontar la trama de poder, para bajar de sus pedestales a la casta corrupta que nos gobierna, que dirige los designios del país, que nos expolia y que nos destroza la vida. Necesitamos la República para construir desde los cimientos un país digno y decente, en el que no haya nadie sin derechos. Porque no se trata, como ha explicado Lola Sanisidro en este artículo, únicamente de un debate entre monarquía y república, sino de un debate en profundidad sobre los valores republicanos que determinan la convivencia: la igualdad (ya quebrada desde el instante en que existe una Institución y un monarca por encima de la ley), la libertad (entendida también como la libertad material de poder vivir sin el permiso de otros, es decir, la libertad entendida como la garantía de la satisfacción de las necesidades materiales), la laicidad (como garantía de que ninguna creencia formará parte de las Instituciones del Estado, ni se impondrán liturgias como si fueran actos de Estado), la fraternidad (entendida como todo lo contrario a la competitividad, al egoísmo y al individualismo, es decir, entendida como la solidaridad, la cooperación y la puesta en común de bienes y servicios, redistribuyendo la riqueza), y la defensa de lo público (exactamente lo que significa Res pública) como algo propio y común que garantiza espacios de realización de los derechos sociales, y del resto de derechos y libertades. Por todo ello, y para todo ello, necesitamos la República.

Las razones, el por qué y el cómo de la moción de censura

Las razones, el por qué y el cómo de la moción de censura

El pasado miércoles, Unidos Podemos anunció la presentación de una moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy.
Esta iniciativa está basada en el artículo 113 de la Constitución Española y los artículos 85.2 y del 175 al 179 del Reglamento del Congreso.
Está decisión integra no sólo a partidos políticos, sino también a colectivos ecologistas, sociales, sindicatos y mareas. De esta forma se promueve la implicación de todo el país y no solo de las Instituciones.
La principal razón de la moción de censura es la corrupción en torno al partido que preside el gobierno y todo el saqueo público llevado a cabo. Son muchos los casos de corrupción ligados al Partido Popular (Gürtel, Púnica, Palma Arena, Imelsa, Taula, Emarsa, Brugal, Soria, Rato… y podríamos seguir).
La corrupción afecta a la democracia y a las condiciones de vida de las personas y actúa directamente en contra de los derechos fundamentales. Está ligada a privatizaciones y esto hace que el poder que en manos de empresarios que no se postulan en las elecciones.
Pero no se trata solo de robar. Todo la corrupción del PP afecta a la separación de poderes, pues estos días hemos comprobado la convivencia entre la fiscalía general del Estado y la fiscalía anticorrupción, el entramado empresarial conformado por destacadas empresas del ibex 35, con la red corrupta del PP.
Como afirma Alberto Garzón, el PP ha parasitado las Instituciones. Pero estas razones no han bastado al PSOE ni a Ciudadanos quienes han anunciado que no la apoyarán y tampoco parece que vayan a hacer nada.
El procedimiento al presentar una moción de censura es el siguiente:
• Se puede presentar con un número mínimo de diputados (36). La presentación de ésta impide al mismo grupo presentar otra en el mismo periodo de sesiones.
• Tienen que pasar 5 días (hábiles) entre la presentación y el debate. En los dos primeros días del debate el resto de grupos pueden presentar alternativas (la pelota aquí juega en el tejado del PSOE y Ciudadanos si quieren hacer algo).
• El grupo que presenta la moción comienza con una intervención crítica sobre el gobierno actual. Después el candidato propuesto presenta su programa básico de gobierno.
En resumen, esto es lo que la ley permite llevar a cabo cuando nos encontramos con una situación de saqueo y en la que un gobierno, dicho de forma coloquial, se ha estado riendo de todos sus ciudadanos durante mucho tiempo.
Es hora de actuar, y basta ya de acciones que se llevan a cabo en el Congreso. Pedirles explicaciones y que se sienten a darlas no es suficiente; ha quedado suficientemente demostrado.
Unidos Podemos ha hecho uso de la ley para actuar en contra de un gobierno antidemocrático que utiliza las instituciones a su antojo y para sus intereses propios y los de sus amigos del Ibex 35. Y como es Unidos Podemos las críticas han estado a la orden del día.
Parece que en este país cuando alguien hace algo legal se le critica. La moción de censura ha sido presentada por el resto de partidos políticos como una demonización de la política. Hacer política basándose en la carta magna es un “acto de mala fé”, según el portavoz del PSOE Antonio Hernando.
¿Por qué no apoyarla y presentar candidatos alternativos si no se está de acuerdo con el que presente Pablo Iglesias? Esa opción está, pero es más cómodo criticar, o parece que hay políticos que no conocen a fondo la ley y no se informan antes de hablar. Con estas actuaciones se ponen del lado de la corrupción y no en contra de ella.

`El Che hoy estaría al lado de Raúl, buscando soluciones propias para la economía de Cuba, sin copiar modelos´



Cubainformación.- Carlos Tablada Pérez, investigador cubano del Centre Tricontinental y autor de ´El pensamiento económico del Che´, es entrevistado por Luisa Cuevas Raposo para Cubainformación TV en la librería Muga de Madrid, tras la presentación del citado libro. Tablada asegura que hoy en Cuba, a pesar de haberse introducido factores de mercado, éste está regulado y en función de la personas y no al revés. Porque solo con mercado "no puede haber ni democracia, ni desarrollo social ni coexistencia pacífica". Cámaras: José Luis García de Mingo y Javier García Proenza.
"El mercado capitalista -nos dice al recordar la apuesta del Che- pone a las personas en funcion de él" y solo con mercado, sin la ética en la economía, "se esclaviza a las personas y se cometen los genocidios contra los pueblos".
¿Qué pensaría el Che de los cambios económicos en Cuba?, le preguntamos. "Estaría -responde- como lo está nuestro pueblo, buscando soluciones y pensando con cabeza propia", porque ya no hay "modelos que copiar" en el mundo y, además, "copiar siempre es malo".

Finalmente, Carlos Tablada se dirige a la gente de la solidaridad con Cuba: "sean críticos con lo que hacemos en Cuba, necesitamos un diálogo sincero, sin hipocresías".

Carlos Tablada Pérez es Licenciado en Filosofía, Sociología y Doctor en Ciencias Económicas. Investigador Titular del Centro Tricontinental (CETRI) y redactor de la revista en francés “Alternatives Sud, Louvain-la-Neuve”, Bélgica. Miembro del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), desde 1991. Fundador de “El Otro Davos” y del Foro Mundial de Alternativas (FMA), y responsable de publicaciones del mismo.

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sábado, 29 de abril de 2017

Hoy más que nunca: Conciencia de Clase Jorge Arreaza Montserrat Debate Socialista

Hoy más que nunca: Conciencia de Clase
Jorge Arreaza Montserrat  Debate Socialista

Nadie duda sobre la existencia de las clases sociales. Marx lo dejó claro, son dos: la burguesía, dueña de los medios de producción y acumuladora del capital a partir de la apropiación de la fuerza de trabajo de los asalariados. Y el proletariado, los asalariados, los que carecen de propiedad privada sobre los medios de producción. Una clase que domina a la otra, que explota a la otra, que se aprovecha y se enriquece a partir de esa explotación sobre la mayoría. Pero es la clase trabajadora, la que hace el esfuerzo, la que produce y genera la riqueza legítima, que luego le es arrebatada y distribuida entre quienes concentran el poder y los medios de producción.
Marx también disertó sobre las características de la superestructura político jurídica, a partir de esas relaciones de producción, de ese modo de producción fundamentado en la explotación. Es decir, los que dominan en la economía, dominarán en la política y en la construcción de aquello que dasentido común a la sociedad en que se desarrolla. La economía capitalista amerita de un ordenamiento jurídico que proteja y naturalice esa relación arbitraria y desigual de una minoría que domina a la gran mayoría. A partir de este hecho, la estructura del Estado Burgués servirá para mantener y profundizar la desigualdad como elemento fundamental del capitalismo. Es la dictadura de la burguesía, que puede, o no, tener fachada de democracia liberal, puede predicar, o no, los derechos del hombre, pero que a fin de cuentas, no es más que el sistema de justificación y protección jurídica- institucional-moral de la explotación económica y la opresión sobre la clase trabajadora.
En Venezuela la burguesía nacional gobernó y dominó a sus anchas, hasta 1989. Una extendida pobreza caracterizó a la inmensa mayoría de los venezolanos. Mientras que un puñado de familias, acumulaban riqueza a partir de la pobreza y el trabajo de esa mayoría. Una burguesía además improductiva, parasitaria, aferrada a la renta petrolera que el Estado, su Estado, le facilitaba para importar y especular, más que producir. Los gobiernos y gobernantes que se correspondieron con esa etapa de la historia y la economía venezolana, eran fieles representantes de aquel sistema de dominación y acumulación del capital. Un enjambre legal que avalaba la desigualdad, la explotación y la entrega de nuestros recursos energéticos y minerales a las grandes corporaciones internacionales, jefes y jefas imperialistas de esa burguesía criolla. Unas Fuerzas Armadas que actuaban como ejército de ocupación, para proteger los privilegios de los pocos y reprimir a las grandes mayorías, que reclamaban su parte de esa riqueza, riqueza que ellos producían, y que también reclamaban los derechos sociales que les eran negados permanentemente.
Pero con 1989, vino 1992, con ese pueblo en la calle, vino Hugo Chávez, y así, los que no tenían parte, se hicieron con el poder político, utilizando con inteligencia estratégica las herramientas de la propia democracia burguesa. En 1999, no se produce un cambio de administración, ni de gobierno en Venezuela, comienza un cambio de época: la transformación y reversión estructural del sistema de exclusión de las mayorías y dominación de la minoría. Y efectivamente, cuando la minoría burguesa entendió que la Revolución Bolivariana sí iba en serio, que pretendía distribuir equitativamente la riqueza nacional y revertir el sistema de dominación y entrega de los Recursos Naturales, se desató una reacción voraz de quienes sentían cómo iban perdiendo aceleradamente el poder político y económico que ilegítimamente detentaron durante más de siglo y medio.
La burguesía, como clase social, se quedó sin el poder político nacional. Y aunque aún conservan amplia hegemonía sobre la propiedad de los medios de producción, han visto disminuidas sus capacidades de dominación y explotación a través de importantes nacionalizaciones, así como de la promulgación de leyes populares que restringen sus privilegios y márgenes de maniobra para explotar a la clase trabajadora. Y esa clase mayoritaria de invisibles y asalariados neo esclavizados, como diría el pensador francés Jacques Ranciere, esa parte de los que no tenían parte, se hizo del poder político, no sólo institucional, sino social y territorial, a partir de la construcción del Poder Popular.
De manera dialéctica, la clase social trabajadora comenzó a hegemonizar la superestructura jurídico política de la sociedad venezolana del siglo XXI, a pesar de que las relaciones económicas de producción no se transformaron al mismo ritmo. La burguesía, por su parte, emprendió una fase violenta y permanente de intento ilegal de restauración en el poder político, a partir de la fuerza de su amplia propiedad privada sobre los medios de producción, los medios de especulación importadora y sus medios de comunicación. Mientras el Comandante, Hugo Chávez, afianzaba a las mayorías en el poder político, fue generando las condiciones para que esa clase trabajadora se fuera apropiando también de medios de producción y fuesen generando nuevos medios, a partir de su organización para el trabajo. La burguesía, sin embargo, tuvo la audacia de permear las instituciones del Estado, en muchos casos vinculadas al poder económico hegemónico, y siguió apropiándose de parte de la renta petrolera, ya no en origen (PDVSA), sino en destino (las divisas para la importación y producción). También usaron ese poder para tratar de derrocar al Gobierno Bolivariano.
El Presidente Nicolás Maduro cortó de cuajo el acceso de la burguesía a las divisas del pueblo. Nuevas instituciones y métodos surgieron. A pesar de la disminución del ingreso petrolero, la inversión social se ha ampliado, las Misiones Socialistas avanzan, los derechos sociales se han profundizado en estos últimos 4 años. A pesar de las dificultades, y precisamente gracias a su capacidad para superar las dificultades con el Pueblo, la Revolución Bolivariana se acerca cada día más a su punto de no retorno. Ante esta realidad, y aprovechando las dificultades económicas, la burguesía arremete con todas sus fuerzas, nacionales e internacionales, con todo su poder económico y mediático, con toda su capacidad de generar violencia política, para evitar que la Revolución alcance ese punto definitivo de irreversibilidad.
En esta nueva etapa de acciones violentas e inconstitucionales, la burguesía sigue demostrando su monolítica conciencia de clase. Es decir, quienes componen esa clase social explotadora, defienden su restauración, luchan por recuperar sus privilegios y, en consecuencia, por negarle los derechos sociales a la mayoría. Planifican desde sus centros de poder económico su estrategia, sus tácticas y atajos inconstitucionales para retomar el poder.
Buena parte de sus nuevas tácticas de guerra se desarrollan hoy en la plataforma 2.0. Las balas no se disparan, sino que se inoculan, desde la idea liberal, bajo el ropaje de la “lucha pacífica y no violenta de la sociedad civil”. Todo se reduce a una imagen, a una consigna vacía, propio de la idea postmoderna del fin de la historia que profetizó erradamente Fukuyama en los años noventa. A través de la voracidad de las redes sociales nos quieren hacer ver que un país de un millón de kilómetros cuadrados y más de treinta millones de personas se reduce a los dos kilómetros cuadrados de caos que incendian en el este de Caracas un grupo de dirigentes irresponsables con alma de Nerón, acompañadados de un contingente de mercenarios y ciudadanos emborrachados por el odio y el fanatismo. Es un esfuerzo más para llevar al pueblo a su propia estructura de pensamiento liberal burgués. Pero el pueblo hace rato que dejó de abrazar ciegamente el evangelio capitalista.
No hay manera de hacer compatibles los intereses de la burguesía con los de la clase trabajadora. La primera, como explicamos al inicio, siempre se alimenta y sustenta del sufrimiento de la segunda, de la entrega de las mayorías. Los sempiternos dueños de los medios de producción y sus allegados tienen claridad meridiana de su necesidad de liquidar la Revolución. Ahora bien. ¿Tiene la clase trabajadora conciencia plena de clase? ¿Hasta qué punto la confusión mediática y la guerra económica genera la percepción de desclasamiento de algunas familias trabajadoras? ¿Cuál ha sido el impacto de esa guerra psicológica para distorsionar la realidad y procurar que los oprimidos defiendan los intereses de quienes les oprimen? ¿A qué otra clase, que no sea la trabajadora, puede pertenecer una maestra, un campesino, un médico, una indígena, un artista, un obrero, una enfermera, un transportista, un minero, un soldado, una funcionaria pública, un profesional asalariado?¿A los intereses de cuál de las dos clases opuestas pertenecen los sectores medios de la sociedad? ¿Con qué clase de identifican? ¿Con la trabajadora o con la se enriquece a partir de robarles su conocimiento, su vida (tiempo) y fuerza de trabajo?
Ésta es la hora de la clase trabajadora. Es el momento de desarrollar plena conciencia de nuestra condición de clase, de nuestra identidad social. Momento de cerrar filas con nuestra Revolución y demostrarle a la clase burguesa, no solamente que ni ellos, ni sus privilegios volverán en la Venezuela del siglo XXI, sino que además perderán de manera definitiva su hegemonía sobre los medios de producción, que dejarán de determinar el modo y las relaciones de producción. Tanto el Comandante Chávez, como el Presidente Maduro, han respetado y han convocado a aquellos dueños de medios de producción privados que estén dispuestos a liquidar el sistema rentista petrolero, que estén dispuestos a desatar sus fuerzas productivas y que estén dispuestos a acompañar a la clase trabajadora al traspasar la barrera del no retorno. Dueños de medios que han de producir con los trabajadores, que los respetan, no que los explotan. No hay nada más violento y letal que la explotación capitalista.
Hoy más que nunca, debemos analizar la realidad, los hechos históricos, los intereses contrapuestos y excluyentes de los grupos sociales en conflicto: debemos fortalecer nuestra conciencia de clase. Somos mayoría, somos alegría, creemos en una sociedad de justicia para que haya una sociedad en paz. No queremos que vuelvan los que nos roban nuestra esperanza, nuestro trabajo, para enriquecerse. Los desafíos por venir serán determinantes. Tomemos conciencia de dónde venimos, de dónde estamos, de quiénes somos y qué queremos. De nosotros depende hoy la existencia misma de la Patria, la construcción de nuevas relaciones de producción, de nuevas relaciones humanas, de una sociedad edificada sobre los valores de la igualdad, el trabajo y solidaridad. La nuestra es una Revolución Socialista, de la clase trabajadora, dirigida por un trabajador, que responde únicamente al mandato y los intereses de su clase, del Pueblo, del interés nacional y el bien social.
* Jorge Arreaza Montserrat es Ministro del Poder Popular para el Desarrollo Minero Ecológico
Fuente: http://blog.jaarreaza.org.ve/2017/04/hoy-mas-que-nunca-conciencia-de-clase/

ÁNGEL GUERRA “Venezuela: la derecha busca un baño de sangre”

ÁNGEL GUERRA “Venezuela: la derecha busca un baño de sangre”

Más de 26 muertos, cientos de heridos y daños materiales estimados en 100 mil millones de bolívares es el saldo provisional de la violencia generada por el demencial clima de odio y violencia desatado por las protestas opositoras en abril.
 ¿Sus antecedentes inmediatos? Hace poco más de un año la contrarrevolución obtuvo mayoría en la Asamblea Nacional (AN) y se sentía más fuerte que nunca. Por primera vez desde 1998 había superado al chavismo en unos comicios. No hizo más que instalarse el órgano legislativo e inició un camino irracional hacia el golpe de Estado, que es lo suyo.  El nuevo presidente del Legislativo manifestó que en seis meses sacaría del cargo a Nicolás Maduro. Al continuar este en su puesto pasado el plazo, los legisladores oposicionistas le hicieron un juicio político en 24 horas y acordaron convocar elecciones en 30 días, decisiones para las que la AN no está facultada por la Constitución. Para no hablar de la ridícula “ausencia” del mandatario que declararon.
 La AN se extralimitaba cada vez más en sus competencias y atropellaba las de otros poderes del Estado, cuando decidió juramentar a tres diputados cuya elección había sido anulada por el Consejo Nacional Electoral, que la consideró fraudulenta. Ante el reiterado atropello de la Constitución, es que el Tribunal Supremo, garante de su observancia, decide declararla en desacato y en el ínterin asumir algunas de sus funciones ante asuntos que requieren resolución urgente por interés social. Bastaría que revocara la juramentación de los tres diputados para que cesara la situación de desacato.
 Pero no, prefiere acusar a Maduro de haber dado un “autogolpe”, cuando en realidad es la mayoría opositora la que mantiene una conducta golpista desde la misma instalación de la AN, que se retrotrae al golpe del 11 de a abril de 2002, del cual son cómplices todos sus cabecillas más connotados.
 El autogolpe ha sido el pretexto para la nueva ola de protestas violentas, siempre apegadas, al igual las de febrero de 2014, al manual del asesor de la CIA Gene Sharp y a las directivas de la Operación Venezuela Freedom 2 del Comando Sur yanqui. En concordancia con la violencia opositora, sus exigencias son inaceptables por su carácter golpista: destituir a los jueces del Tribunal Supremo, convocar elecciones de inmediato, liberar a los presuntos presos políticos y abrir un canal “humanitario” para asistir a la población. Puro cinismo.
 Es también el caso de la marcha convocada para el miércoles 26, cuyo supuesto objetivo era entregar una carta en la oficina del Defensor del Pueblo para solicitarle que –bajo descaradas amenazas- declare en falta grave a los jueces del Tribunal Supremo, requisito legal para que la AN los destituya. El objetivo real era buscar derramamiento de sangre y una vez más lo consiguieron. Tarek Williamn Saab, Defensor del Pueblo, ha declarado que la misiva ha sido entregada ya 15 veces por personeros opositores y desestimada por improcedente. Esta marcha, como siete anteriores que la oposición ha intentado conducir al centro de Caracas no ha sido autorizada, como ocurre en otros países, donde se impide marchar en determinadas áreas. Aquí una explicación de por qué la prohibición (http://www.albatv.org/Por-que-el-gobierno-venezolano-no.html).
 Con el extremismo de derecha en el poder en Washington, la contrarrevolución tiene cuatro objetivos: asaltar el poder no importa el costo en vidas humanas y a la economía; impedir la recuperación económica y política de la Revolución Bolivariana en pleno curso y ocultar su hundimiento político en un momento en que el chavismo ha ganado considerable fuerza, como lo demuestran sus movilizaciones de calle en comparación con las de los adversarios.
 La hostilidad de la OEA, de varios gobiernos de derecha o atemorizados y la campaña mediática sin precedente contra Venezuela han contribuido mucho a estimular la demencia opositora. Un individuo mediocre, rencoroso y de baja estofa como Almagro, ha terminado de descalificar a la OEA para tratar cualquier tema relacionado con la patria de Bolívar.
 Al fin y al cabo, el organismo siempre ha sido instrumento de la política injerencista y agresiva de Washington contra los gobiernos soberanos de nuestra América.
 El fin único de la oposición es derrocar el orden constitucional para volver al infierno neoliberal y a la represión masiva contra el pueblo. Mucho peor y más sangrienta que la ejercida después del caracazo.
 Twitter: @aguerraguerra

Denuncian a Rajoy ante el Tribunal Supremo

Denuncian a Rajoy ante el Tribunal Supremo

La denuncia es de una lógica aplastante, si un diputado es condenado por desobediencia al no cumplir lo dictado por el TC, porqué no ocurre lo mismo cuando de Rajoy se trata.
El exportavoz de PDeCAT en el Congreso Francesc Homs ha vuelto a denunciar al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en este ocasión ante el Tribunal Supremo (TS), alegando que podría haber cometido el mismo delito de desobediencia por el que él fue condenado en el juicio de la consulta del 9N.
La denuncia, que ha avanzado ElNacional.cat y a la que ha tenido acceso Efe, ha sido presentada ante el TS contra el presidente del Gobierno y “otros cargos gubernamentales y judiciales” que se hayan “negado de manera manifiesta a acatar pronunciamientos del Tribunal Constitucional”.
El pasado enero, Homs ya presentó una denuncia ante la Fiscalía para pedirle que se querellara contra Rajoy por su presunta desobediencia respecto a sentencias del TC por la concesión de subvenciones a cargo del IRPF, también conocido como el caso del 0,7 %, pero finalmente el ministerio público lo archivó.
En la nueva denuncia, el exconseller lamenta la “sorprendente pasividad” de la Fiscalía, pero subraya que la sentencia que le condenó a él por el 9N supone “un importante cambio en la jurisprudencia tradicional” del delito de desobediencia.
En este sentido, razona que si, en su caso, “la negativa a acatar una sola providencia ha bastado” para condenarle por desobediencia, “¿cómo no habrá de apreciarse tal delito (o subsidiariamente una prevaricación) en el caso de autoridades que se han negado repetidamente y durante años a acatar determinados pronunciamientos de la jurisdicción constitucional?”.
Homs señala como presuntas desobediencias del Gobierno de Rajoy casos en los que el Constitucional falló a favor de la Generalitat, como es el conflicto por la concesión de subvenciones a cargo del IRPF (el caso del 0,7%) o las becas universitarias.
El exconseller considera que si la justicia “es igual para todos” y si él fue condenado “por desacatar una mera providencia sin haber sido requerido ni apercibido previamente para su cumplimiento”, el TS debería incoar procedimiento penal contra los que “de manera reiterada se hayan negado a acatar mandatos claros e inequívocos derivados de numerosas sentencias del propio Tribunal Constitucional”.

25 años de AVE… de rapiña Mattin Hiriberri Rebelión

25 años de AVE… de rapiña

Nos situamos en Abril del 92. Con el comienzo de la EXPO’92 –otro gran fiasco- se inaugura también el primer tramo de AVE en el estado español, que uniría Madrid con Sevilla con el único objetivo de deslumbrar al mundo.Recientemente el actual presidente del gobierno español, Mariano Rajoy conmemoraba el 25 aniversario del arranque del AVE con estas palabras: Estos 25 años de AVE son “la historia de un éxito colectivo”. Habría que especificar que ese colectivo al que se refiere el presidente no es la sufrida población de este estado sino sus élites empresariales, políticas y financieras que son las únicas que se han beneficiado de esta infraestructura.
En estos 25 años se han desarrollado 3.240 km de AVE y están en construcción otros 1500 km. más, lo que coloca al estado español en el segundo lugar del mundo después de China en cuanto a número de kilómetros de TAV y el primero en km. de TAV por persona y km. cuadrados, a pesar de su escaso número de pasajeros. Eso sí, la factura ha sido cara: 51.775 millones de € y la hemorragia continua.
¿Quien ha promovido semejante hipertrofia? La tupida red de sobornos del AVE en Castilla-León, Galicia, CAV, Asturias, Cataluña y Murcia por la que hay imputadas 14 personas al igual que los famosos papeles de Bárcenas nos lo explican todo. Dos serían los causantes: en primer lugar, hay que destacar que el papel del poderoso lobby de la construcción del estado español es determinante. Entre las empresas constructoras más potentes del mundo figuran varias españolas. Esto hace que el estado español sea líder en km. de autopistas y autovías de Europa (muchas de ellas sin apenas tráfico y rescatadas con dinero público) y el que más cemento exporta. Este lobby es el que marca la política de infraestructuras de transportes en el estado español y en concreto el alocado desarrollo de más y más km. de TAV.
En segundo lugar, está la corrupta clase política en el poder habituada a las “mordidas” en las adjudicaciones de obras a sus empresas amigas. Además, estos políticos sin realizar el más mínimo estudio coste-beneficio, han continuado con el TAV basándose en fetiches como el “progreso” y la”modernidad”, sabedores de que esa política les da importantes réditos electorales. En esta alocada carrera hacia el abismo, ninguna capital de provincia se quería quedar sin su flamante estación de TAV para eliminar su complejo provinciano, creando al mismo tiempo una perversa competencia entre diferentes regiones. Además, en las capitales la llegada del TAV ha ido acompañada de importantes pelotazos urbanísticos que en algunos casos ha rayado en lo estrambótico como la estación de Guadalajara, situada a 10 km de la capital, al lado de la cual se construyó en terrenos propiedad del marido de Esperanza Agirre una urbanización de lujo para 34.000 personas en las que actualmente viven sólo 2000, siendo utilizada la estación por unos 70 viajeros al día.
La chapucería y la improvisación ha sido la norma en el desarrollo del AVE, con casos realmente espeluznantes, como el servicio Toledo-Cuenca-Albacete que costaba 18.000 €/día para una media de 9 pasajeros/día y que tuvo que ser eliminado en 2011; o el túnel de Pajares en la línea Leon-Asturias que tras 12 años de trabajos y haber triplicado su presupuesto inicial de 1000 millones de € ha pinchado importantes acuíferos provocando un trasvase oculto desde León hacia Asturias de hasta 2.000 l/s, desconociéndose todavía si va a poder entrar en funcionamiento.
Llegado a este punto, es interesante recordar que ningún economista de prestigio defiende hoy en día la construcción del AVE, ya que ninguna de las líneas cuenta con la más mínima rentabilidad, ni económica ni social, incluyendo el trayecto de mayor tráfico entre Madrid y Barcelona. Esto quiere decir que en ninguna línea se recuperará la inversión realizada. Este agujero económico supone una importante hipoteca económica a las generaciones venideras. Se da el caso de que la linea que viene a la CAV, incluida la Y vasca, no sólo no recuperará nunca la inversión realizada sino que incluso su explotación comercial va a ser deficitaria, o lo que es lo mismo, va a ser mantenido vía impuestos. Todo ello se refleja en la actualidad en la deuda de más de 18.000 millones de € que acumulan entre ADIF y RENFE. El mismísimo Tribunal de Cuentas español nos advierte de “la importante incertidumbre sobre la viabilidad económica del TAV a largo plazo dado su elevado endeudamiento”.
El ingente gasto en TAV está suponiendo un aumento de los recortes sociales. En los últimos años se observa un claro paralelismo entre gastos de TAV y la cuantía de dichos recortes. Todo ello hace que, desmintiendo la propaganda oficial de que el TAV crea riqueza y puestos de trabajo, el estado español es uno de los países de Europa con mayor tasa de paro, con mayor nivel de precariedad laboral, con menor gasto social y a nivel mundial uno de los estados que más deuda pública acumula tanto en términos absolutos como por habitante.
Las obras del TAV se están llevando a cabo básicamente por subcontratas que se valen de mano de obra migrante, extremadamente precarizada, con contratos de trabajo en base a los convenios laborales de los países de origen, tras agotadoras jornadas de trabajo que están dejando un importante reguero de muertes (más de 50 en el estado y 6 en la CAV).
Por otra parte, el AVE se está constituyendo como el mayor enemigo del tren convencional. A pesar de que sólo un 6% de los usuarios del tren viajan en TAV, casi el 70% del presupuesto para el ferrocarril va al AVE. Ha quedado demostrado que cada vez que se inaugura un TAV disminuye drásticamente o se cierra definitivamente el resto de servicios de la línea. En estos últimos 25 años se han perdido unos 3.000 km. de tren convencional. A esto habría que añadir que el gasto de mantenimiento del TAV es un 70% superior al del tren convencional. Hablamos de 100.000 €/ km/año. De esta manera el TAV se convierte en un importante factor de desvertebración del territorio, que empuja a muchos usuarios a la carretera y que encima no transporta mercancías. Además, ante el proceso de liberalización del sector que se anuncia para el 2020 mucho nos tememos que los operadores privados se queden con el beneficio de las líneas rentables mientras el estado se queda con la deuda que ha supuesto la construcción de la infraestructura. Para más inri, nos encontramos con que posiblemente tengamos que pagar en forma de rescate las aventuras delirantes de ciertos proyectos dirigidos por empresas españolas, como la casi segura frustrada construcción del TAV entre La Meca y Medina.
En definitiva podemos calificar el AVE como un instrumento de poder clasista. Se construye por pobres, con el dinero de los pobres para beneficiar a las élites empresariales y políticas; y encima sólo lo utilizan los ricos ya que el precio del billete es prohibitivo para las clases populares, que además van a ser gravadas vía impuestos para financiar su mantenimiento, mientras el tren convencional utilizado por los pobres es condenado al mayor de los abandonos.
Por último, el TAV como ha quedado fehacientemente demostrado en el reciente estudio de EKOPOL, en absoluto se puede justificar como garantía de ahorro energético y reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sino todo lo contrario. Ello unido a la devastación del medio, no solo por donde pasa, configura al TAV como una de las mayores agresiones del territorio que junto a otros muchos factores nos conduce en viaje de no retorno y a gran velocidad hacia el colapso civilizatorio del que cada vez más voces nos advierten.
Mattin Hiriberri. Iruñerriko AHT gelditu! Elkarlana
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¿A dónde va Francia? Antonio Antón Rebelión

¿A dónde va Francia?

En Francia algo está cambiando, pero no poseemos marcos interpretativos adecuados. Empiezo por algunos problemas de enfoque para explicar luego la estrategia y el discurso de Macron y los dilemas y perspectivas de los cambios en Francia.Una interpretación realista
Ya hace cuatro décadas, E. Laclau hablaba de un populismo de clases dominantes y otro populismo de clases dominadas. Ch. Mouffe avanza y distingue entre un populismo de derechas (o reaccionario) y otro de izquierdas (o democrático-progresista). En todo caso, el significante ‘populismo’ (al igual que ‘izquierda’) es polisémico y equívoco, especialmente en Europa con un potente populismo derechista, xenófobo y reaccionario. Es difícil ‘resignificar’ ese significante; además, se manipula mediáticamente para adjudicar a fuerzas alternativas características antidemocráticas, ultranacionalistas o extremistas que sirvan para aislarlas de la mayoría de la sociedad. Confunde más que aclara la interpretación y la posición normativa de las distintas tendencias políticas. No es muy conveniente su uso para identificar dinámicas de progreso. Hay que explicar e interrelacionar los hechos, su interpretación y su nominación, que debe precisar su significado. No vale el determinismo economicista ni el idealismo discursivo. Veamos la experiencia francesa.
El más claro ejemplo de populismo como antagonismo nosotros/ellos es el del ultraderechista Frente Nacional, no solo a desechar desde una óptica democrática e igualitaria, junto con otros fenómenos similares en otros países del norte europeo, sino a combatir abiertamente.
Por otro lado, Mèlenchon, de tradición republicana-socialista y de izquierdas, ha ampliado su discurso ecologista y un elemento ‘nacional-popular’, más bien gramsciano y algo bolivariano. Pero es difícil catalogarlo como populista de izquierda; en todo caso, de izquierda (insumisa) con componentes populistas.
Sobre todo, no tiene sentido nombrar a ambas corrientes políticas, una de derecha extrema y autoritaria y otra democrática y de progreso (como Podemos, Syriza o Bloco portugués), es decir antagónicas en lo sustantivo, con la misma palabra de populismo.
Lo secundario para el análisis es si hay un ‘momento’ populista, sumando hechos de dos sentidos contrarios, aunque tengan (al igual que con otras formaciones) alguna característica parcial común. Lo fundamental a dilucidar es si en la actual crisis política, aparte de su profundidad e intensificación, la tendencia dominante es hacia una tendencia reaccionaria-regresiva-autoritaria (a contrarrestar) u otra dinámica igualitaria-progresiva-democrática (a promover). La diferenciación y la pugna entre ambas son decisivas y hay que nombrarlas de forma distinta. La descripción y las palabras compuestas son inevitables hasta conseguir un consenso social sobre su significado.
Macron, que no es un simple tecnócrata financiero sino que también ha sido discípulo aventajado del filósofo (interpretativo y discursivo) P. Ricoeur, ha renovado su lenguaje con grandes palabras vacías (pueblo, reformas, modernización…) que ocultan más que desvelan su proyecto político real. Su discurso está incrustado con las estructuras reales de poder fáctico y cumple una función de enmascaramiento. Así, se ha definido como ni de izquierdas ni de derechas o recogiendo lo ‘mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda’. Ha utilizado una transversalidad político-ideológica de ‘extremo centro’, continuadora de la Tercera vía o el Nuevo centro del laborismo y la socialdemocracia de los años noventa. Pero también hay que precisar el significado de transversal según que contexto para ser útil a un cambio de progreso. Tampoco es un ejemplo a imitar su populismo centrista.
Estrategia y discurso de Macron
Pero, ¿cuál es la estrategia política o el modelo social y económico de Macron? Si en el tema de la inmigración es algo ambiguo, su proyecto socioeconómico está claro, el continuismo neoliberal regresivo, ya ejercido como Ministro de Economía: disminuir el gasto social por habitante, menores derechos sociales y laborales, privatizaciones, privilegios fiscales para las grandes empresas… Su plan modernizador, a consensuar con los conservadores y el ala derecha socialista y embellecido como europeísta, se basa en la estrategia liberal-conservadora dominante. Su intento es fortalecer las ventajas comparativas de su alto grupo financiero y productivo, estabilizar el poder político hegemónico y renegociar con Merkel un estatus más equilibrado, haciendo valer (todavía más tras el Brexit) su potencia militar y nuclear. Su objetivo es recomponer una nueva élite institucional (compartida y negociada con las dos fuerzas afines a derecha e izquierda), que frene el desgaste de legitimidad que ha sufrido el poder establecido (económico y político) en este periodo. Las oposiciones a ese ambicioso proyecto son dobles y las aspiran a representar las dos dinámicas contrapuestas, por un lado la derecha extrema autoritaria-reaccionaria-etnicista y, por otro lado, la izquierda insumisa, democrática y popular-solidaria.
Por tanto, el anti-elitismo o el anti-establishment de su discurso son leves, así como es retórico su llamamiento al pueblo. Su posición se reduce, prácticamente, a modificar la situación preponderante, ya desgastada, de algunos altos representantes de las dos élites políticas tradicionales. Es una operación de ‘recambio’ representativo para consensuar y fortalecer la hegemonía de fondo del mismo poder establecido y reforzar similar estrategia de austeridad y dominación a las clases subalternas. Su discurso renovador (transversal en lo político-ideológico pero dependiente del poder establecido y parcialmente populista) está al servicio de la consolidación del grupo de poder oligárquico, asegurando la subordinación popular. Ha sido eficaz para desplazar y absorber al aparato institucional socialista con su desgastado discurso y su torpe gestión. Pero no ofrece un cambio sustancial de políticas, quizá a peor, y tampoco de gestores y representantes intermedios que necesita recuperar.
Significa que, a pesar de la fuerte deslegitimación cívica de las dos fuerzas tradicionales y el amplio malestar social frente a la austeridad, todavía la mayoría de la población no ha llegado a un cuestionamiento profundo del bloque de poder liberal-conservador ni de la permanencia en el euro (la apoyan el 68%) o la UE. No hay crisis, en su sentido fuerte, del Régimen, del Estado o del capitalismo; no hay una perspectiva ‘revolucionaria’ inmediata. Falta todavía más erosión de la legitimidad social y la credibilidad ciudadana de la clase dominante y, sobre todo, mayor articulación cívica y apoyo popular a una opción de progreso. Otra dinámica se produciría en el caso de ganar Le Pen, cosa improbable (aunque no totalmente descartable).
Con los datos actuales, prolongados para las legislativas de junio y al margen de los efectos del sistema mayoritario a dos vueltas (que puede variar mucho el acceso a la Asamblea Nacional), se configuran tres grandes tendencias: La más homogénea, la reaccionaria y xenófoba de la ultraderecha, con entre el 25% y el 30% del electorado; la más fragmentada y pendiente de recomponer sus pesos relativos y el grado de acuerdo, la continuista liberal-centrista (¡En Marcha! con participación y dura negociación con la derecha y parte del Partido Socialista para construir el ‘extremo centro’), entre el 45% y el 50%; y la izquierda crítica (pendiente de la división socialista y la convergencia de Hamon y Mèlenchon), entre el 25% y el 30%.
Eso significa que dadas las peculiaridades del sistema electoral francés, si funciona el renovado pacto liberal-republicano, en forma de gran coalición tripartita y asimétrica, Macron contaría con una mayoría parlamentaria y una gran estabilidad gubernamental para emprender, de momento, su ambicioso proyecto reformador… regresivo. Se frenaría, de momento, la inestabilidad política y se avanzaría hacia la salida liberal-conservadora de la crisis, deseada por el poder establecido: hegemonía de los poderosos, subordinación popular con marginación de lo social, neutralización de las izquierdas, fuerzas alternativas y movimientos populares, democracia débil y mínima cohesión social, nacional y europea. Ése es el objetivo de la Troika, de Berlín, Bruselas y los ‘mercados’. Claro, que no es descartable la lucha cainita de las tres fracciones, con Los Republicanos parcialmente recompuestos y un Partido Socialista luchando por su supervivencia; llevaría a cierta ingobernabilidad y un escenario impredecible.
El cambio más relevante de esta recomposición de la élite política dominante es la práctica irrelevancia del Partido Socialista, cuyo aparato institucional, mayoritariamente, quizá se encuentre cómodo bajo el manto y el poder del centrismo neoliberal de Macron. Una parte de su electorado les puede seguir, como ha ocurrido ahora. Y otra parte de su base social y sus representantes inmediatos tiene la posibilidad de reenganche en la Francia insumisa de Mèlenchon, que debería ser abierto, flexible y acordado. En todo caso, se encaminan hacia una desarticulación de su proyecto autónomo socioliberal, ya en decadencia y abandono.
No obstante, la gravedad de los problemas de fondo, los efectos limitados de la renovación discursiva y el pequeño y cosmético recambio dirigente, así como la ausencia de cambios socioeconómicos y políticos sustantivos que respondan a las demandas populares de progreso, prolongará la deslegitimación de la nueva élite política (atravesada por lo viejo). Además, según la evolución del conflicto social, se puede ampliar el descontento cívico frente al entramado económico-institucional liberal-conservador y europeo. Aun así, la pugna seguirá con la bifurcación entre las presiones (oligárquicas) autoritarias, segregadoras y ultranacionalistas y las dinámicas (populares) democráticas, igualitarias y solidarias. Esta última es la tarea para las fuerzas alternativas. Persiste la oportunidad para ensanchar sus apoyos sociales y defender los intereses y demandas de la mayoría popular.
Dilemas y perspectivas
Existe un dilema de fondo entre cambio democrático y de progreso y continuismo neoliberal autoritario: quién y cómo reconstruye un nuevo contrato social, favorable para las mayorías sociales, democrático-igualitario desde una cultura nacional popular integradora y una actitud solidaria en el marco europeo; o bien, cómo el poder dominante francés (sus principales fracciones) articula su hegemonía interna y su inserción en la conformación de la clase dominante europea (y mundial), al decir de la colega de sociología, Marina Subirats; y si es capaz de evitar una posición real y simbólica (más o menos) subordinada al bloque de poder liberal-conservador centroeuropeo representado por Merkel.
Es decir, cómo queda Francia (sus élites dominantes y/o sus capas populares) en una UE entre dos campos fragmentados que se prefiguran: la hegemonía alemana con sus aliados centroeuropeos de Holanda y Austria -acreedores y con superávit comercial-, y la subordinación del Sur europeo –deudores y con déficit diversos-. O sea, existe una relación entre hegemonía del bloque de poder liberal-conservador (con la subordinación de las capas populares europeas, especialmente del Sur y el Este) y jerarquización u ordenación ‘nacional-estatal’ de la clase dominante (francesa y europea) que controla los recursos financieros, productivos e institucionales, así como los valores simbólicos. Y las recetas son distintas entre las tres opciones fundamentales.
Para la segunda vuelta las encuestas dan ganador a Macron, por el 60%, y perdedora a Le Pen, con el 40%, es decir, con veinte puntos de diferencia. Al primero se le sumaría gran parte del voto conservador, el voto socialista y la mayoría del ‘insumiso’. En el caso del electorado que ha apoyado a Mèlenchon, y según un sondeo, la gran mayoría del 62% votaría a Macron, el 29% se abstendría y el 9% votaría a Le Pen (es un porcentaje pequeño, pero indica la desorientación de algunos sectores populares); todo ello antes de los resultados de la consulta popular que están realizando y que va a definir la posición oficial de esa formación que pasa por evitar la victoria de Le Pen sin conciliar con el proyecto de Macron. Al Frente Nacional se le añadiría el voto recibido por el ultraderechista Dupont de Francia Levántate (4,7% y 1,7 millones), y a ese 26% se sumaría una parte (hasta la mitad) del voto conservador a Fillon; es decir, según esos sondeos, sin el cerco republicano total de 2002 a Le Pen (padre), podría arrancar todavía, adicionalmente, más de diez puntos.
Por tanto, aparte del apoyo electoral de la élite gobernante anterior (Fillon y Valls-Hollande) a Macron en la segunda vuelta, la cuestión es en qué medida debe negociar con esas dos fuerzas su proyecto ‘europeísta’. Es decir, como implementa su continuismo estratégico con la orientación liberal-conservadora dominante en Bruselas y Berlín (incluido el SPD), que ya han mostrado su alta satisfacción. Lo que se ventila en las elecciones legislativas es la estabilidad, cohabitación o el equilibrio relativo de la presidencia y el grupo parlamentario de ¡En Marcha!, necesitado de la colaboración de los otros dos viejos grupos gobernantes de la derecha y (parte de) los socialistas.
Ahí, es cuando se conforman (como en España) dos dinámicas paralelas: la consolidación del giro centrista y neoliberal del núcleo Hollande-Valls, con el apoyo (incluso participación) al Gobierno Macron, bajo amenaza de escisión del PSF; así como la neutralización de la posibilidad de acercamiento de Hamon a la Francia Insumisa de Mèlenchon, con el refuerzo de opciones alternativas y de izquierda. Esa apuesta del núcleo dominante en el aparato institucional del PSF no solo impide una deseable unidad popular sino que, dada la particularidad del sistema electoral mayoritario y a dos vueltas, prefigura la tensión entre las dos opciones socialistas y la minoración de la representación de ambas izquierdas.
Por otro lado, Le Pen representa una opción de fracciones oligárquicas (al igual que Trump aunque él si contó con el conjunto de la derecha, el Partido Republicano) que, instrumentalizando el malestar popular para aumentar su legitimidad, pretende asegurar por la vía del nacionalismo excluyente su objetivo de incrementar su dominio interno mediante el autoritarismo, el ultra-conservadurismo y la división popular con la segregación o exclusión de personas de origen inmigrante. Ante su proceso de declive económico relativo, su diversidad social y cultural y su subordinación al núcleo de poder centroeuropeo esperan recuperar la grandeur representada por una élite dominante reaccionaria, xenófoba y competidora con otros pueblos que margina a las capas populares más vulnerables.
En Francia siempre ha habido dos almas, dos identidades nacionales con amplias bases populares. Por un lado, la reaccionaria: conservadora, nacional-católica o etnicista (colaboracionista con los nazis), imperialista o militarista agresiva (1ª Guerra Mundial), colonialista (Argelia). Por otro lado, la progresista: democrático-republicana, ilustrada, laica, resistente, social e integradora de la diversidad étnica y cultural. Siempre ha tenido un bloque de poder fuerte, económico-empresarial e institucional, una clase dominante representada por la derecha con tendencias autoritarias, fuerte control social y subordinación de las clases subalternas; y también ha habido una importante oposición sociocultural y resistencia popular con fuerte identidad democrática y de izquierdas, desde la gran Revolución, con muchas fases defensivas y fragmentadas, pero con una cultura solidaria.
En ese marco impacta la crisis socioeconómica y las políticas de austeridad, sus graves consecuencias y las nuevas dicotomías que agudizan la división social. Las tendencias de fondo son contradictorias y es difícil interpretar la profundidad y, sobre todo, el sentido del cambio o, más bien, la ambivalencia de los distintos cambios. A la dificultad por la existencia de hechos contrapuestos, con fracasos y éxitos relativos, se añade el sesgo interpretativo condicionado por los intereses y la perspectiva de cada actor político y su reflejo en España. Habrá que esperar a su evolución. Pero la interpretación adecuada de la compleja realidad actual todavía es más necesaria para facilitar una posición transformadora.
Hace falta profundizar en un proyecto de país democrático y socialmente avanzado que resuelva su modernización económica y productiva y su inserción en una Unión Europea más justa y solidaria; que sea capaz de regular los embates más negativos de la financiarización globalizada y expresar un horizonte de salida de los distintos bloqueos económicos, institucionales y nacionales. Pero no existe un consenso social amplio. Existe una fuerte pugna en el propio diagnóstico de las prioridades y el desarrollo de las propuestas o estrategias de solución. Y, sobre todo, ante la legitimación de los discursos y la recomposición de las nuevas élites dirigentes o bien el reforzamiento de la participación y articulación popular. La alternativa, convenientemente renovada, sigue siendo, como en los dos últimos siglos, desde la gran Revolución francesa, entre las opciones liberal-conservadoras, más o menos autoritarias, regresivas y segregadoras (lo cual no es indiferente), y las dinámicas de progreso, democráticas, igualitarias y solidarias.
En definitiva, el carácter y el ritmo de los reajustes económicos, la continuidad de la eurozona, la reforma institucional de la UE y la misma convivencia ciudadana e intercultural, dependen de la evolución de la pugna por una dinámica u otra. O hacia una Europa más justa o hacia mayor disgregación social y nacional. El camino que escoja Francia va acondicionar fuertemente al conjunto europeo, particularmente al Sur.
Antonio Antón. Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid.
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