Piñazos de la prensa cubana (revolucionaria). Por Javier Gómez Sánchezpor La pupila insomne |
La página semanal de Ciro Bianchi en Juventud Rebelde está dedicada a sucesos y personajes de la Cuba del pasado, pero con frecuencia su contenido está estrechamente conectado con la actualidad. El deleite literario, con que los lectores la disfrutan cada domingo, se multiplica.
La crónica titulada ¨Kuchilán¨, publicada este domingo 23 de abril, y dedicada a la vida del célebre periodista cubano Mario Kuchilán Sol, es una de esas. Describe momentos de su carrera en los 40, 50 y 60, pero hay que leerla en el 2017.
En el texto pueden aprender aquellos que hoy pretenden en Cuba llevar adelante la estrategia trazada, diseñada y financiada, de fabricar la idea de un ¨acoso perseguidor¨ a los periodistas ¨independientes¨, a los periodistas ¨críticos¨, a los periodistas ¨disidentes¨.
A los que intentan ¨envolver¨ y utilizar a los periodistas cubanos inmersos en el debate sobre la prensa, que existe como debate por haber sido impulsado por los periodistas revolucionarios. Y como no pueden presentar de Cuba la violencia gubernamental hacia el periodismo que sí existe en México, en Colombia, en Guatemala, y en tantos otros países de Nuestra América, tratan entonces de inventarse ¨acosos¨. Para presentarlos ante organismos internacionales como que en Cuba se persigue supuestamente con una violenta agresividad a los periodistas que con su pluma y su teclado anden por ahí ¨disidiendo¨ de los periodistas revolucionarios. (Porque el ¨disenso¨ en el periodismo no es contra el Gobierno y la Revolución de 1959, sino contra los periodistas revolucionarios. Las revoluciones verdaderas, nacen y crecen en las personas, entonces el choque con la contrarrevolución es, y tienen que ser, definitoriamente personal)
Mario Kuchilan lo sabía por haberlo vivido, y así lo refleja Ciro Bianchi.
Los periodistas cubanos pueden fijarse en lo que les ocurre a sus colegas de México, de Colombia, de Guatemala, pero los periodistas cubanos también pueden mirar al pasado de su propio país. No solo al del Quinquenio Gris que es a dónde exclusivamente quieren que miremos, para cegarnos por los lados como a caballos, sino al Pasado Mayor respecto al cual el Quinquenio, por muy gris que haya sido es benignamente pálido ante la negrura periodística republicana, como ante la negrísima realidad del periodismo latinoamericano.
El tipo de periodismo del que hemos evolucionado (como de la políticas culturales del Quinquenio) por existir en una sociedad que ha evolucionado en sus prácticas sociales, éticas, legales y democráticas, respecto a la sociedad y a la República que fue.
Esa República que ahora nos quieren untar con la miel idealizada de una ¨Cuba republicana¨, como un trino superior al canto de una ¨Cuba socialista¨, la que por artimañas del lenguaje se rebajaría en las mentes a ser una ¨Cuba no republicana¨, por lo tanto una ¨Cuba no democrática¨. No por gusto se enseña, que para ser filósofo, para ser historiador, y hasta para ser político, se debe ser lingüista.
Ahora que se habla de Guáimaro, de Martí y del Partido Revolucionario Cubano, separándolos de la Revolución de 1959; y hasta se habla locuazmente de la Constitución del 40. Cuando en realidad, en clara continuidad, en el Guáimaro en Armas se le dio la esencia, en el Exilio Martiano se le dio la conciencia, pero fue en la Revolución Socialista donde se le puso a la República de Cuba su gorro frigio.
Aquella ¨Cuba republicana¨, aquella República sin gorro frigio, fue la que vivió Mario Kuchilán y donde casi lo matan a golpes.
Entre las denuncias que recoge la época, sobre golpizas como la propinada a Kuchilán por sicarios enviados por el Gobierno, se puede leer una especialmente significativa publicada en Bohemia en 1956, pero que habría que leer para que sea luz de hoy mismo:
¨Una joven estudiante es secuestrada, golpeada, torturada, abandonada en una carretera; un joven camagüeyano es secuestrado, quemado por los pies e igualmente abandonado en la ciudad de Florida. Pues bien: los voceros del régimen no vacilan en sugerir que es obra de los inconformes con la mediación. Como si las dictaduras no tuvieran antecedentes suficientes con la agresión a la Universidad del Aire, los golpes al periodista Mario Kuchilán, las quemaduras a otro periodista: Armando Hernández, la bomba que estalló en el vientre del obrero Mario Arostégui, el palmacristi que les hizo ingerir Chaviano a los locutores de CMKC, las torturas impublicables que le hicieron padecer al agente del periódico La Calle en Guantánamo, la desaparición de Narciso Fernández Báez, cuyos restos aún no se sabe donde yacen, sin que a ningún mediador infortunado de última hora se le haya ocurrido reclamar su cadáver¨
La firmaba un tal Fidel Castro.
Que fácil hubiese sido para esa mano, verde olivo muchos años después, dejando de ser consecuente con su pensamiento de entonces, levantar un dedo y desaparecer a uno que desde la posición de corresponsal periodístico, se regodeaba y se mofaba hasta en el título, de las dificultades iniciales de la Revolución Energética, gracias a la cual nos liberamos de los apagones y Cuba tiene una seguridad energética que no tienen el resto de los países de la región; fruto de la visión, el empeño y el desvelo de muchos cubanos; pero sobre todo de aquel que con sincera humildad desde el poder, se limitó a denunciarlo distinguiéndolo entre los corresponsales extranjeros peor intencionados: ¨Es el más mentiroso¨
Había que ver lo que era la vida de un periodista en esa ¨República¨, verla con lucidez desde esta Cuba del 2017, en la que se pide, se exige, amparar con el manto de la ¨tolerancia¨ la actividad contrarrevolucionaria en las universidades y en las facultades de periodismo. Donde la Sra. Elaine Díaz anda recopilando ¨casos¨ de periodistas reprimidos para armar un dossier. Donde el Sr. Fernando Ravsberg desde su cómoda existencia, se presenta ¨temeroso¨ por su integridad física. Donde hay otros periodistas que salen a decir ¨tengo miedo¨, buscando el mismo pero esta vez premeditado tono, de aquel ya lejano ¨tengo mucho miedo¨ de la Biblioteca Nacional en 1961. Tal vez quienes tanto temen desconozcan o prefieran públicamente desconocer lo que fue la Cuba del Grausato, del Priísmo y del Batistato es el que puede volver a Cuba de la mano de la contrarrevolución vestida de socialdemocracia.
La evolución del pensamiento político de Mario Kuchilán fue una evolución revolucionaria en la Historia de Cuba y de lúcido valor para hoy: Fue simpatizante y seguidor de los Gobiernos Auténticos de Grau y de Prío. Luego, ante el golpe de Batista, lo fue de Aureliano Sánchez Arango y de la Triple A. Hasta que se identificó con el 26 de Julio y con el movimiento revolucionario que barrió con la seudo revolución y los moderados seudo democráticos.
Fue defensor firme de una prensa partidista, o sea de una prensa que toma partido, cuando al asumir la dirección del periódico Prensa Libre, cambió el equidistante y ambivalente lema del diario: ¨Ni con unos, ni con otros, con la República¨ por otro que significaba (a lo Gramsci) tomar partido: ¨Con la Revolución Cubana¨
Los que promueven la idea -como solución milagrosa a las insuficiencias de nuestra prensa- de la separación de los órganos de prensa y del Partido, de la desaparición en Cuba por ley, de una prensa partidista; lo que pretenden es hacer involucionar la prensa cubana a esa época ¨republicana¨, donde las páginas de un periódico su dueño las ¨vendía¨ por conveniencia a los políticos en el gobierno de turno o de la oposición, al que mejor pagara, o a los dos. Esa es la posición ambivalente y ¨apolítica¨, que en realidad es tremendamente política, por ser tremendamente elitista y tremendamente oligárquica, de muchos periódicos de la prensa de Latinoamérica y del mundo.
Casualmente hace unos días, sobre la edición de JR del domingo pasado, escribí sobre ¨esos periódicos con partidos pero sin ideología", como me dijo la subdirectora de uno de ellos, hija rubia de la oligarquía en un país de mulatos: ¨No somos ni de izquierda ni de derecha, somos como la República Dominicana¨
Eso lo escuché ahí en el 2012 y continúa ahora en el 2017, pero no en Cuba. Porque en Cuba, la prensa convenientemente y políticamente ¨despolitizada¨ fue la que superó hace décadas el periodismo revolucionario como el de Mario Kuchilán.
Los periódicos que salgan de una prensa cubana supuestamente ¨despolitizada¨ y ¨no partidista¨, estarán al servicio de cualquier interés, pero por naturaleza nunca ¨con-partirán¨ los intereses del pueblo, para eso hay que ¨tomar partido¨ y sobre todo, tener ¨Partido¨.
Los periodistas cubanos -los revolucionarios- lo saben muy bien, porque diariamente se enfrentan sin dudarlo a discusiones para cumplir con eso. Ellos saben bien, al rebatir a la censura y autocensura cada día, que la mayor fuerza que tienen, la mayor moral y lógica como representantes de un periodismo popular, es la de llevar ese cintillo que lleva el Granma, como colofón de su nombre y a mucha honra: ¨Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba¨
Hay ideas que se afianzan, no por la ¨intransigencia¨ de nunca haberlas siquiera valorado, sino por precisamente haberlas analizado como posible solución en la búsqueda intelectual, personal, grupal, gremial y política de una prensa mejor. En la que nada se ha descartado, sino que se ha superado. Entonces, luego de un trayecto en estos años de tantos replanteamientos, pudiera hacer una afirmación propia:
Todas, absolutamente todas las deficiencias o insuficiencias, honestidades o complicidades, capacidades o censuras, calidad o mediocridad que tiene nuestra prensa en Cuba, se deben a ser o no ser la prensa de un partido, y no de cualquiera sino de un Partido Comunista.
Esa es la eterna cuestión revolucionaria. Cuando ¨ser¨ no es suficiente, la solución no es ¨dejar de ser¨, hay entonces que ¨ser más¨.
No hay neo contrarrevolución, como no hay ni tecnocracia empresarial ni corrupción, que resista a una prensa partidista y comunista, completamente empoderada como tal. Los que quieren una prensa sin Partido lo saben. Lo que en realidad buscan es un Partido sin prensa.
Un periodista tiene que ser bueno en su profesión, y un periodista revolucionario tiene que ser mejor, pero un periodista revolucionario y comunista tiene que tratar de ser muchísimo mejor, porque con esas tres palabras juntas no se puede andar haciéndose periodismo de ¨medio pelo¨.
De la excelente crónica de Bianchi sobre Kuchilán, no dejo de llamar la atención sobre el episodio final elegido, en apariencia por cronológico, pero con mucha más relevancia por su sentido:
El embajador norteamericano de turno, contrarrevolucionario de tipo batistiano por simpatía e identificación, fue dejado fuera por Washington al enviarse un emisario directo a Batista para decirle que dejara la Presidencia; y de paso que ni se le ocurriera pisar Estados Unidos. Así paga la Roma norteamericana a los que le son fieles y a los que creen que esta les será fiel a ellos. (Como me dijo en una fiesta, entre copas de vino, la esposa de un ex Ministro dominicano con la voz de quien habla desde el conocimiento y sabiendo que se lo decía a un cubano: ¨Los americanos te usan, y cuando tú ya no les sirves, te dan una patada como a una servilleta sucia¨)
La anécdota elegida por Ciro para cerrar su crónica, demuestra que históricamente como hoy, la política del gobierno norteamericano puede tener algunas esencias comunes, pero siempre ha estado tremendamente dividida -bien lo supieron Kennedy y Nixon-. Por muy sistemático y ¨no partidista¨ que sea el trabajo de la CIA, de la NSA, del Pentágono, se terminan imponiendo las pugnas Republicanas y Demócratas, y a su vez las pugnas internas dentro de esos partidos. Las competencias por los cargos con influencia, por los nombramientos diplomáticos, las sillas detrás de los burós, los salarios y las prebendas, el acceso a las agendas de contacto, los cargos con nexos empresariales y con posibilidades de jugosos ¨retiros¨ corporativos, eso es la carrera política estadounidense.
Si Latinoamérica ha conocido repúblicas bananeras, Estados Unidos es un gigantesco Banana Split. El ¨quítate tú, pa´ ponerme yo¨ ahí es olímpico. ¿Qué le espera bajo el gobierno de Trump a la neo contrarrevolución socialdemócrata, de diseño cubanoamericano por encargo para los Demócratas; y dentro del Partido Demócrata, para los obamianos?
Mientras tanto nosotros seguimos aquí, viviendo nuestra Revolución que no es nada fácil, fajados en nuestro socialismo imperfecto y mejorable, abriendo Juventud Rebelde en la tranquilidad de los domingos, y Granma en el stress acumulado de los viernes, o todos los días junto a otras páginas.
Disfrutando la actualidad de una crónica sobre Mario Kuchilán.
Esa es nuestra prensa, y a esos piñazos que ¨rompen¨ dientes políticos son a los que de verdad le temen. La prensa impresa y masiva revolucionaria cumpliendo con su papel: Ser la punta del iceberg con el que se estrelle la contrarrevolución.
A continuación, más que un link, por su valor se reproduce la crónica del periodista Ciro Bianchi Ross sobre su colega Mario Kuchilán Sol:
Kuchilán. Por Ciro Bianchi Ross
Es uno de los imprescindibles de la prensa cubana. Comenzó en el periodismo como caricaturista y dibujante y en 1941 debutó como redactor y comentarista en el periódico Prensa Libre. Colaboró en La Semana, Alma Máter, El Mundo, Labor, El País, Karikato y Zig-Zag, entre otras publicaciones, y tuvo, antes y después del triunfo de la Revolución, un espacio en el Canal 2, Kuchilán en TV. Muy leídas fueron las columnas a las que dio vida en sus más de cinco décadas de quehacer periodístico. Para Prensa Libre escribió Babel; en Bohemia publicó Babelgrama y, ya en sus últimos años, también en Bohemia, En Zafarrancho, en tanto que en Juventud Rebelde dio a conocer Fabulario, en la que atrapó la etapa que se abrió para la Isla con la caída de la dictadura de Machado y el golpe de Estado del 4 de septiembre de 1933.
Mucho de lo que Mario Kuchilán Sol refirió en sus «fábulas» para este periódico lo vivió personalmente como periodista. Como tal, decía el historiador Pedro Pablo Rodríguez, fue fiel al apotegma de que la vida se vive y luego se piensa. De ahí la frase de Terencio, el dramaturgo romano, con la que encabezaba cada entrega de Babel: «Nada humano me es ajeno». Se opuso a Machado y a Batista. Militó en el Directorio Estudiantil Universitario y en el ABC; y ya en los años 50, luego de su simpatía por los Gobiernos auténticos de Grau y Prío, en la Triple A, de Aureliano Sánchez Arango, y en el Movimiento 26 de Julio, lo que le valió persecuciones y golpizas, y lo obligó, en definitiva, a marchar al exilio.
Fidel Castro lo recuerda en La historia me absolverá. Dice: «El secuestro del periodista Mario Kuchilán, arrancado en plena noche de su hogar y torturado salvajemente hasta dejarlo casi desconocido». Desde el mismo día del golpe de Estado, al que se opuso con fuerza, Kuchilán fustigaba en la prensa a su protagonista. Batista, por otra parte, lo tenía en la mira desde que lo dibujó vestido de rumbera, y puso al pie de la imagen esta frase: «Amalia Batista, Amalia Mayombe, qué tiene esa negra que mata a los hombres».
Noticia de un secuestro
Una noche de agosto de 1952, sobre las 10, tocaron a la puerta de la casa de Mario Kuchilán. Un hombre vestido de civil, pero que mostró la placa y el carné que lo identificaba como agente policial, le pidió que lo acompañara. El capitán de la 14 Estación de la Policía Nacional, afirmó, quería hacerle unas preguntas. Los modales y sonrisa del visitante abrían un margen de confianza. El periodista no creía en las garantías ciudadanas que decía ofrecer el Gobierno, pero pensó que al menos un mínimo de estas debía imperar y lo animó la esperanza de que lo trataran como el periodista que era. Lo hicieron subir a un Oldsmobile 88 de color gris, y dos hombres, también vestidos de paisano, lo flaquearon en el asiento trasero, mientras que delante, junto al chofer, tomaba asiento el sujeto ya aludido. Demasiada compañía para un interrogatorio simple y extraoficial. El pequeño «Kuchi», como le llamaban sus amigos, miraba de reojo a sus compañeros, pero cualquier preocupación no demoraría en pasar. La 14 estaba cerca y el grupo no tardaría en llegar a su destino. El auto, sin embargo, pasó frente al edificio de la unidad policial sin detenerse y siguió rumbo hacia La Palma para torcer a la izquierda por la carretera de Managua. Kuchilán protestó, sabiéndose ya víctima de un secuestro. Lo esposaron, le vendaron los ojos y le taparon la boca con un pañuelo y una badana para limpiar pistolas. Con violencia lo hicieron bajar del automóvil y a empujones lo sacaron de la carretera.
—Te vamos a hacer una pregunta y di la verdad, porque te conviene. ¿Dónde está Aureliano?
Aunque sabía que el exministro de Prío había entrado a Cuba por Oriente y conocía dónde se escondía, se negó a decirlo y volvió a negarse cada vez que se lo preguntaban. El puño de uno de sus verdugos se incrustó en el ojo izquierdo del periodista y a partir de ahí llovieron los golpes.
—Vamos a esposarle las manos detrás, para que todo sea más fácil —propuso uno de los esbirros. Dicho y hecho. Le golpeaban una y otra vez en el vientre y lo golpeaban también en la cara luego de levantarle la cabeza para ponerlo en posición. Sin descanso lo pateaban por detrás.
—¿Dónde está Aureliano?
De pronto cesaron los puñetazos y la víctima sintió como latigazos de fuego que le mordían las espaldas y los riñones. Se desvaneció. Cuando volvió en sí estaba tirado en la tierra. Se le había caído la venda de los ojos. No vio a nadie ni escuchó voces. Aun así, recelando de una nueva golpiza, permaneció tendido. No pudo incorporarse cuando decidió hacerlo: le habían amarrado las piernas con su propio cinturón y las manos con los cordones de sus zapatos. Trabajosamente y sufriendo dolores sin cuento, logró zafarse y llegar hasta la carretera. Lo recogió un ómnibus que iba en dirección a Mantilla y un chofer de alquiler lo llevó hasta su casa. Su médico de cabecera dispuso la hospitalización del paciente. El estado físico del periodista Mario Kuchilán Sol era lastimoso. Lucía contusiones con hematomas en la región supraorbitaria izquierda, equimosis traumáticas lineales diseminadas por toda la cara posterior del tórax, región dorsolumbar y ambas regiones glúteas, sin que se pudieran apreciar lesiones óseas o internas, así como equimosis traumáticas en ambas muñecas, codos y regiones rotulianas…
¿Dónde está la Constitución?
El tratamiento propinado a Kuchilán motivó una reacción en cadena. Protestaron Suárez Lomba, decano del Colegio Nacional de Periodistas, y Jorge Quintana, del Colegio Provincial. Protestó Sergio Carbó, director de Prensa Libre, y publicaciones como El Mundo y Diario de la Marina no demoraron en exteriorizar su indignación, al igual que los comentaristas radiales Guido García Inclán y Emilio Núñez Blanco. Preguntaba este en un vibrante comentario de Radio Reporte: «¿Dónde está la Constitución? ¿Dónde están las leyes? ¿Dónde están las garantías? ¿Dónde está ese Ejército que se dice guardián de los derechos ciudadanos? ¿Dónde está esa Policía depurada, según ellos, el 10 de marzo? ¿Dónde están los ministros que se llenan la boca para decir que Cuba se halla en plena recuperación revolucionaria? ¿Dónde está la democracia? ¿No decían los personeros del régimen que ya los gánsteres se habían acabado? ¿No decían que el 10 de marzo había barrido con la intranquilidad del ciudadano y que en lo adelante su integridad física estaría protegida por los cuerpos de seguridad?». Protestaba asimismo Ramón Vasconcelos, la llamada «Pluma de oro del periodismo cubano», a la sazón ministro del gabinete de Batista.
No se hicieron esperar las declaraciones de jefes policiales y funcionarios del régimen. Negaban la participación de efectivos policiales en el suceso y aseguraban una rápida investigación. Desde su yate Martha II, el general Batista, en un radiograma, lamentó la agresión, y el brigadier general Rafael Salas Cañizares aseguraba: «Somos los primeros en lamentar la brutal agresión… y trabajamos a toda capacidad para capturar a los autores y presentarlos a los tribunales. Las instrucciones que hemos recibido del Presidente de la República son concluyentes, ya que no hay que olvidar que él es el colegiado número 1 del Colegio Nacional de Periodistas, para cuya clase reserva sus mejores afectos».
Era en verdad el colegiado 362.
Nada se averiguó. Nadie fue llevado a los tribunales. La agresión quedó impune.
Kuchilán o el estilo
Mario Kuchilán Sol nació en la capital cubana en 1910. Estudió bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, y luego matriculó las carreras de Ingeniería civil, Arquitectura y Ciencias físico-matemáticas, sin llegar a graduarse en ninguna y de manera muy irregular tomó clases de pintura y dibujo en la Academia San Alejandro. Comenzó en el periodismo en 1926. En 1930 se desempeñó como director artístico de la revista Alma Máter.
Su columna En Zafarrancho estaba encabezada siempre por una frase: «Cada meta es otro punto de partida». Cuando tras la salida del país de Sergio Carbó, en mayo de 1960, asume la dirección de Prensa Libre, cambió el que hasta entonces fuera el lema del periódico, aquel «Ni con unos ni con otros, con la República», por un «Con la Revolución Cubana», que acompañó al diario hasta el final, en 1961.
Tenía un álter ego. Un personaje imaginario o simbólico al que hacía llamar Sofenio e identificaba como un «guajiro de Vueltas», que complementaba sus argumentaciones.
Publicó dos libros: Fabulario: retrato de una época (1972), con las crónicas que dio a conocer en Juventud Rebelde, y En Zafarrancho (1981), donde compiló notas publicadas en Bohemia bajo ese rubro.
Al final de cada página de Babelgrama ponía estas palabras: «Esta columna es copiada». Y añadía que si segundas partes nunca fueron buenas, las terceras serían peores.
Y es que Mario Kuchilán manejaba con mano maestra la sátira y la ironía. Hombre de amplias lecturas, tenía estilo propio, un barroquismo particular donde se mezclaban lo popular y lo culto. Veamos un breve fragmento de su crónica titulada La CIA quiso frustrar la victoria, publicada en Bohemia.
Alude Kuchilán al encuentro casual en el Country Club de La Habana, a fines de 1958, en que el abogado cubano Mario Lazo dice a Earl Smith, embajador de Estados Unidos, algo que el diplomático desconocía: la decisión del Departamento de Estado de enviar un emisario a Cuba para sugerir a Batista su salida del país y proponerle la formación de una Junta Militar. Dice Kuchilán:
«Para poner en onda a los jóvenes comunistas que no tienen por qué saber quién eran Lazo y refrescarle la memoria a algún cincuentitantero olvidadizo, hemos de recordar que Mario Lazo era, junto con Jorge Cubas y Mármol, la mitad del bufete Lazo y Cubas, firma de abogados de la United Fruit y otros monopolios.
«El embajador Smith, batistiano y defensor del tirano ante el State, anticastrista por añadidura, se sintió ciscado por su ignorancia, pero no dejó traslucir que estaba boloña. Mario Lazo estaba en la viva. Filtraba un mazo…».
Mario Kuchilán murió en La Habana el 2 de noviembre de 1983.
(Respuesta a la solicitud del doctor Esteban Ramírez, de Holguín).
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