“Se
ha dicho, en numerosas ocasiones, cómo la lucha entre la revolución y
el Imperialismo, la lucha entre la revolución y la contrarrevolución,
constituye una ley del desarrollo social……existe esa ley, que se elevó a
ley precisamente porque la práctica de todas las revoluciones sociales
demostró que la lucha entre revolución y contrarrevolución es una lucha
que se desata hasta sus últimas consecuencias, que vence la revolución o
vence la contrarrevolución, pero que las dos no pueden coexistir,
no pueden existir en el mismo sitio, sino en medio de una lucha
tremenda, en que necesariamente una de ellas tiene que perecer”.
Así
definía César Escalante este vital concepto durante la charla que ha
servido de comentario y análisis de mis últimos artículos. Este tema, el
conflicto entre revolución y contrarrevolución y su comprensión, es hoy
quizás más importante que ayer, en tanto las formas y métodos del
enemigo han cambiado radicalmente y el escenario político interno y
externo es diametralmente diferente.
En
nuestro caso, la contrarrevolución estuvo y está liderada por Estados
Unidos y sus aliados, ella no surgió como resultado del enfrentamiento
de un sector de la población contra otro. No se trató de un
enfrentamiento entre clases sociales locales: los dueños, los verdaderos
dueños del país eran los norteamericanos.
Sus empresas poseían el control económico cubano, importaban y
exportaban sus productos y los nuestros, eran dueños de las tierras más
fértiles, de las minas de níquel, cobalto y cobre, centrales azucareros,
emporios ganaderos, servicios tales como la electricidad y la
telefonía, el transporte público, la refinación de petróleo, los bancos,
el turismo, en fin controlaban totalmente la estructura económica del
país. Además, habían diseminado el virus de la corrupción generalizada
por medio del juego, la prostitución, el tráfico de drogas y el blanqueo
de capitales. Ellos fueron los principales afectados.
Esa
fue la razón por la cual se creó y formó la contrarrevolución, primero
en Miami, que hablaba y pensaba en inglés. Esa la causa por la cual 62
años después del triunfo revolucionario de enero de 1959, Estados Unidos
aún mantiene su política agresiva e incluso la incrementa hasta niveles
jamás conocidos. No perdonan a la Revolución su ejemplo, dignidad,
independencia, solidaridad y constituir un faro que alumbra a los
pueblos del continente.
Por
tanto, la contradicción entre revolución y contrarrevolución en Cuba ha
devenido en confrontación antagónica con el país más poderoso del
planeta, que no está dispuesto -como así lo ha declarado- a realizar
modificaciones en sus políticas agresivas, si antes los cubanos no se
rinden y abjuran del Socialismo.
La ultima administración norteamericana (Trump) dictó 242 medidas anticubanas;
entre ellas activó el título III de la Ley Helms Burton e incluyó
nuevamente a Cuba en el listado de países promotores del terrorismo,
para lograr su aislamiento y frustrar las relaciones económicas y
financieras con empresas y países del Mundo, que temen represalias por
parte del todopoderoso Imperio.
Despejado
conceptualmente el asunto, deseo profundizar en las formas que el
enemigo emplea en su actuar. Como ya mencioné la contrarrevolución suele
presentarse o manifestarse de diferentes maneras, unas abiertas o
directas, otras encubiertas o indirectamente. Las primeras, fáciles de
descubrir y enfrentar;
las segundas, más complicadas, pues a veces, sus representantes tratan
presentarse bajo diferentes ropajes, desde defensores de los derechos
humanos, ideas religiosas, ejecutores de manifestaciones culturales de
dudoso origen, hasta aparentar ser aliados o combatientes de la misma
trinchera con criterios y puntos de vista divergentes. El fin y los
objetivos los une. Son zorros de la misma camada.
Además,
para la realización de su agresión multilateral han incorporado las
campañas de guerra sicológica que sistemáticamente realizan con el
objetivo de manipular los sentimientos, conductas y conceptos del pueblo
cubano y conducirlo en la dirección por ellos diseñada. Para tales
fines, cuentan no solo con el aparato de propaganda estatal, el
monopolio del cine, la televisión y la radio, sino con decenas o quizás
cientos de organizaciones no gubernamentales las cuales financian y que
constantemente pretenden entrometerse en los asuntos internos del país
con “programas” de colaboración, intercambios de estudiantes, artistas,
científicos etc., y “ayudas” desinteresadas.
Las
redes sociales y el internet han resultado los vehículos por excelencia
para esta labor, por medio de la cual intentan confundir, intoxicar y
manipular la conciencia de sectores sociales antes seleccionados y
estudiados; además le facilita la orientación de tareas, campañas
subversivas y mediáticas a un público ya atraído a su esfera de
influencia. Para tales actividades, el enemigo, llámese la CIA, la USAID
o la NED u otro engendro, utiliza cuantiosos recursos facilitados
oficialmente por el gobierno de Estados Unidos.
Para
participar en este operativo subversivo, los contrarrevolucionarios del
patio, además de los “méritos” que deberán adquirir, mediantes
“huelgas” de hambre, manifestaciones plásticas indecentes, conatos de
protestas en organismos oficiales etc., deberán presentar a sus
“sponsor”, un proyecto subversivo, -que requerirá una generosa
asignación monetaria- que puede transitar desde el lanzamiento de
cocteles Molotov contra tiendas de MLC, estaciones de policía u otros
objetivos. Otra alternativa sería la realización de protestas públicas o
el muy difundido “periodismo independiente”, que no solo debe dar fe de
las acciones contrarrevolucionarias realizadas, sino elaborar noticias
falsas, difundir calumnias y fomentar la imagen externa de una
disidencia organizada dentro del país.
Ese
es el escenario actual. Conocerlo y estudiarlo, es tarea de todos. Pero
además, debemos buscar las fórmulas para su enfrentamiento exitoso.
Como se ha demostrado, el enemigo nos ataca en el terreno de las ideas,
de la política, la cultura y de la ideología en general porque su
objetivo es como ya se ha dejado establecido, romper la unidad nacional,
debilitar la conciencia revolucionaria del pueblo cubano, desmontar el
socialismo y retrotraer al país a la categoría de neocolonia, que ya
antes tuvo, solo que en este caso, tendría adicionalmente la condición
por ellos establecida1,
de una gobernación norteamericana transitoria que fiscalice el
desmontaje de las estructuras socialistas y la devolución a sus antiguos
propietarios, -es decir sus empresas-, de todas las riquezas del país.
Una
nueva administración, la de Joe Biden, accedió al poder en Estados
Unidos. Antes, durante su campaña política, dejó entrever que una de sus
primeras medidas sería reencaminar las relaciones con Cuba al sendero
emprendido en el 2014 por el presidente Barack Obama, lo que no ha
sucedido, todo lo contrario. Personajes y voceros de su gobierno han
puntualizado que las relaciones con Cuba no constituyen prioridad de la
administración.
Más
recientemente, el senador de origen cubano Bob Menéndez, presidente del
Comité de Relaciones Exteriores del Senado, obtuvo del pleno de ese
organismo el apoyo al denominado “movimiento San Isidro”, exigiendo la
liberación de uno de los delincuentes que lo integra, condenado por
delitos cometidos.
A
ello se suman declaraciones realizadas por voceros de la “mafia
anticubana de Miami”, artículos de opinión de los medios de difusión
locales, encuestas realizadas para “demostrar” que la comunidad cubana
está en contra de la normalización de las relaciones, etc. En otras
palabras, la contrarrevolución ha preparado un escenario político que
frustre o justifique la negativa de cualquier iniciativa para que las
autoridades norteamericanas regresen al camino del diálogo emprendido
por Obama.
En
política nada se puede considerar definitivo y pudieran variar las
proyecciones del actual gobierno norteamericano, no en la dirección de
liquidar el bloqueo, pero al menos, de restablecer las remesas y los
viajes de los emigrados y sus familias. Ojalá así sea, pero debemos
también tener en cuenta la agresividad que el gobierno de Biden ha
asumido en el campo internacional -con Venezuela, Nicaragua, y
particularmente con Rusia y China a las cuales considera enemigos
jurados y declarados-, repartiendo sanciones a diestra y siniestra o
enrareciendo el ambiente, al enviar sus fuerzas militares al mar de
China meridional, o a las fronteras ruso-ucranianas
Por
tales razones debemos y tenemos que prepararnos para continuar la
lucha, ahora en un nuevo escenario nacional, en el cual la dirección
histórica de la Revolución ha sido relevada por una nueva generación de
dirigentes nacidos después del triunfo del Primero de enero de 1959.
Sobre
el trabajo político ideológico, el General de Ejército Raúl Castro en
su informe al VIII Congreso del Partido, esclareció que “no
es suficiente hacer más de lo mismo, se requiere creatividad,
ajustarnos con efectividad al escenario que vivimos, potenciar el
estudio de la historia del país…. En resumen, se precisa de una profunda
TRANSFORMACIÓN dirigida a potenciar las esencias y valores que emanan
de la obra revolucionaria...” .
Precisamente
por ello esta actividad constituye el centro del trabajo partidista: no
existe otra tarea más importante. Ella es la labor que cada militante
debe realizar, a partir de la estrategia elaborada por el Partido, de
manera cotidiana. No puede reducirse a comentarios del círculo de
estudios realizado una vez al mes. El trabajo de la organización de
base, debe orientarse a la realidad que enfrenta, previo análisis de
esta, determinando cuáles son los ejes del ataque enemigo, nuestras
debilidades y las posibilidades existentes de influir en el entorno en
el cual cada uno se desenvuelve.
Cada
militante debe y tiene que realizar tareas políticas, que transitan
desde el análisis en su organización de base de los conflictos
socio-políticos que se desarrollan en el país, el entorno político
social internacional y particularmente latinoamericano, los vitales
temas de la construcción económica, la actividad subversiva que se
realiza a través de las redes sociales y su respuesta oportuna, el papel
y actuar del organismo del cual forman parte, la posibilidades de
influir en el barrio, la comunidad o incluso la sociedad, mediante
artículos, charlas conferencias sobre temas actuales, buscando todas las
trincheras.
Se
trata de discutir, debatir, persuadir; incluso disentir con argumentos,
desterrar el formalismo, criticar y ser autocrítico, no esperar la
orientación superior o el documento que “baja” o el discurso, -a veces
esporádico u orientado tardíamente-en dos palabras HACER TRABAJO
POLITICO, con la premisa de que no siempre hay que llegar a la
unanimidad y que las opiniones diversas son útiles y nos hacen pensar,
meditar y reflexionar.
En
la base de la sociedad, es decir en los barrios, poblados y comunidades
existen organizaciones del partido integradas en su inmensa mayoría por
jubilados o adultos mayores, testigos y participantes directos, de los
más importantes sucesos revolucionarios de los últimos años. Es
precisamente en ese entorno social donde se hace necesario explicar la
política del Partido y del gobierno y hacerla comprender. Es allí donde
se mueve la marginalidad, el mercado negro, los revendedores y a donde
la orientación política llega con escasa nitidez.
.
Sobre
eso hay que reflexionar. Habrá que estudiar, por los órganos
competentes, la responsabilidad del núcleo zonal, integrado por
veteranos combatientes, muchos enfermos o con edades avanzadas, para
analizar cómo se podrían realizar estas importantes actividades en el
territorio, -apoyarlos, reforzarlos- precisamente en el lugar donde se
concentra la población y en el cual el trabajo ideológico deberá tener
mayor preponderancia, pues es en la calle donde se decide la lucha
política y la defensa de la revolución, como lo previó hace más de 60
años Fidel.
Raúl abundando sobre este importante asunto, destacó: “en
cuanto a las organizaciones de masas hemos llegado a la conclusión de
que se requiere revitalizar su accionar en todas las esferas de la
sociedad y ACTUALIZAR su funcionamiento en correspondencia con los
tiempos en que vivimos muy diferente a aquellos de los primeros años de
la revolución, cuando nacieron.”
La
orientación es clara y meridiana, esas organizaciones nacieron en un
momento histórico concreto, superado por la labor misma de la
Revolución, tareas como la vigilancia revolucionaria son de permanente
vigencia para todos, incluidas las organizaciones del Partido, pero es
necesario activarlas con nuevas misiones, que a juicio de este
comentarista, no pueden ser solamente locales o fraternales. La misión
fundamental de ellas es la defensa de la Revolución desde trincheras
específicas y es necesario reflexionar cómo ello se puede instrumentar,
sin dejar tareas útiles que en la comunidad se realizan y son
necesarias. Por ejemplo, la pandemia del COVID es una tarea de primer
orden para todas aquellas organizaciones sociales y de masas, su
activación en torno a este importante frente es decisivo, no se puede
dejar solo a las fuerzas de la salud pública y su denodado esfuerzo.
A
la ofensiva contrarrevolucionaria en marcha, liderada por el imperio
norteamericano, sus aliados y cipayos del patio, debemos enfrentarlos
con las poderosas armas que poseemos que son las ideas, los conceptos
que Fidel nos legó. A la conceptualización de la Revolución, sus
intervenciones y análisis sistemáticos sobre los más variados asuntos y
conflictos a lo largo de más de medio siglo, se suman, como orientó
Raúl, la utilización de la obra revolucionaria como arma y escudo de
combate. Utilicémoslos. Tenemos, además, - ¡cómo si fuera poco! -el
ideario de José Martí, vigente siempre, presto al combate, a explicarnos
hoy, un siglo después, los más actuales conflictos por los cuales
transita la humanidad.
Defender
la Revolución es la palabra de orden. Cada cual tiene sus ideas,
formadas por la revolución cultural que ha significado y significa este
proceso político y socialista.
Dispongámonos al combate. ¡PATRIA O MUERTE, VENCEREMOS!