Mientras el terrorismo se extendía por Siria y finalmente alcanzaba Damasco, en la noche del sábado 7 de diciembre de 2024, se planteaban interrogantes sobre el destino del presidente y dónde se hallaba. Eso fue en medio de un torrente de desinformación y de narrativas muy alejadas de la verdad, tendientes a presentar el terrorismo internacional bajo la apariencia de una revolución liberadora en Siria.

En un momento tan crítico de la historia de la nación, donde la verdad debe prevalecer, es fundamental aclarar esas distorsiones. Desgraciadamente, las circunstancias de aquel momento, principalmente la interrupción total de las comunicaciones por razones de seguridad, retrasaron la publicación de esta declaración. Este texto no debe sustituir una descripción detallada de los acontecimientos, descripción que será presentada cuando las circunstancias lo permitan.

En primer lugar, mi salida de Siria no estaba planificada y no tuvo lugar en las primeras horas de los combates, como algunos lo han afirmado. Al contrario, me quedé en Damasco, ejerciendo mis funciones hasta las primeras horas del domingo 8 de diciembre de 2024. Mientras las fuerzas terroristas se infiltraban en Damasco, me fui a Latakia, en coordinación con nuestros aliados rusos, para supervisar las operaciones combativas. Aquella mañana, a mi llegada a la base aérea de Hmeimim pudo verse claramente que nuestras fuerzas se habían retirado por completo de todas las líneas de batalla y que las últimas posiciones del ejército habían caído. Mientras la situación en el terreno seguía deteriorándose, la propia base militar rusa era objeto de intensos ataques con drones. Al no existir ninguna posibilidad de salir de la base, Moscú pidió al mando de la base que organizara una evacuación inmediata hacia Rusia en la tarde del domingo 8 de diciembre. Eso sucedió un día después de la caída de Damasco, después de la caída de nuestras últimas posiciones militares y de la parálisis de todas las demás instituciones estatales.

En ningún momento durante el transcurso de esos acontecimientos me planteé dimitir o buscar refugio, y ninguna persona ni ningún partido hizo tal proposición. La única línea de conducta a seguir era continuar luchando contra el asalto terrorista.

Reafirmo que aquel que, desde el primer día de la guerra, se negó a cambiar la salvación de su nación por ventajas personales, o a poner en peligro a su pueblo a cambio de numerosas ofertas e incitaciones, sigue siendo el mismo que estuvo junto a los oficiales y soldados del ejército en las líneas del frente, a sólo metros de los terroristas, en los campos de batalla más peligrosos e intensos. Es el mismo que, en los años más oscuros de la guerra, no se fue sino que se quedó con su familia junto a su pueblo, enfrentando el terrorismo bajo los bombardeos y las amenazas recurrentes de incursiones terroristas en la capital, durante 14 años de guerra. Además, el que nunca abandonó a la resistencia en Palestina y en Líbano, ni traicionó a los aliados que lo apoyaron, no puede ser el mismo que abandonaría a su propio pueblo o traicionaría al ejército y a la nación a la que él mismo pertenece.

Nunca traté de obtener puestos para conseguir ventajas personales, pero siempre me consideré como el guardián de un proyecto nacional, respaldado por la fe del pueblo sirio, que creyó en esa visión. Siempre he estado convencido de la voluntad de ellos y de su capacidad para proteger el Estado, para defender sus instituciones y defender sus decisiones hasta el último momento.

Cuando el Estado cae en manos del terrorismo y se pierde la capacidad de aportar una contribución significativa, de nada valen los cargos y eso hace que ocuparlos carezca de sentido. Eso no disminuye en nada mi profundo sentimiento de pertenencia a Siria y a su pueblo, vínculo que no puede verse afectado ninguna posición o circunstancia. Es una pertenencia llena de esperanzas en que Siria será nuevamente libre e independiente.