Las ilegales e inmorales sanciones 
comerciales contra México que muy probablemente entren en vigor el 10 de
 junio, liquidarían también toda posibilidad de aprobación, por ahora, 
del Tratado de Libre Comercio. Estados Unidos, siempre
 agresivo y arrogante, con el arribo a la Casa Blanca de Trump y su 
pandilla de maleantes ha llevado esa característica al paroxismo al 
reducir su política exterior, en violación del derecho internacional, a 
casi únicamente la amenaza del uso de la fuerza y
 a las sanciones.  Desesperado ante el evidente ascenso de China, Rusia,
 India y el número creciente de países que no están dispuestos a acatar 
sus órdenes, unido a su relativo retraso tecnológico y productividad 
declinante, el círculo supremacista en torno
 a Trump actúa cada vez de forma más enloquecida. El obsesivo afán 
reeleccionista del presidente, casi única motivación de su conducta, 
además de los negocios, coincide con los objetivos de los supremacistas,
 más que todo porque abona a las expectativas de
 los ultras y fanáticos votantes de Trump. Ergo, todo lo que apoye a 
Netanyahu y acose a Irán.
Pero no hay otra región del mundo dónde el 
cinismo y el ánimo dañino de las sanciones tenga una expresión más clara
 que en América Latina y el Caribe. Estados Unidos sigue una política 
abiertamente genocida contra los pueblos de
 Cuba y Venezuela. En el caso de la isla, lo prueba en mi entrega 
anterior  (https://lapupilainsomne.wordpress.com/2019/05/29/no-es-tan-facil-mr-trump-por-angel-guerra-cabrera/)
 la cita del subsecretario de Estado  Mallory, que ha constituido por 
más de medio siglo la filosofía criminal de la guerra económica contra 
Cuba, arreciada crudamente por esta administración con el 
desmantelamiento de los tímidos pasos distensivos de  Obama,
 la reciente aplicación del título III de la ley Helms-Burton, más otra 
tanda de sanciones. Todo ello justificado con gigantescas mentiras y 
calumnias como el supuesto ataque sónico a sus diplomáticos en La 
Habana, objeto de cuestionamiento y burla por decenas
 de científicos estadounidenses y europeos; o que Cuba amenaza la 
estabilidad regional.
No obstante, me concentraré ahora en las 
ideas y planes imperialistas que han sustentado la guerra económica 
contra Venezuela. Creo imprescindible subrayar el cinismo conque después
 de golpear y cercar financiera, económica y comercialmente
 al país bolivariano los medios hegemónicos acusan  a su gobierno y, 
particularmente, al presidente Nicolás Maduro de ser culpables del 
desabastecimiento de alimentos y medicinas por corruptos, incapaces y 
por sus objetivos y métodos socialistas, supuestamente
 fracasados.
Volviendo al carácter genocida de la guerra 
económica, como asevera el informe sobre Venezuela de Alfred de Zayas, 
experto independiente de la ONU “la guerra económica, los embargos, los 
bloqueos financieros y los regímenes de sanciones
 equivalen a crímenes geopolíticos y de lesa humanidad en virtud del 
artículo 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional por cometerse 
como parte de un ataque generalizado y sistemático contra una población 
civil y con conocimiento de dicho ataque”.
Pero veamos esta perla de William 
Brownfield, ex embajador de Estados Unidos en Venezuela: “Si vamos a 
sancionar a PDVSA, ello tendrá un impacto en el pueblo entero, en el 
ciudadano común y corriente. El contra argumento es que el
 pueblo sufre tanto por la falta de alimentación, seguridad, medicinas, 
salud pública, que en este momento quizás la mayor resolución sería 
acelerar el colapso aunque ello produzca un periodo de sufrimiento de 
meses o quizás años”. ¿Genocidio o no? ¿Delito
 de lesa humanidad o no? ¿Consecuencia de la “incapacidad” y la 
“corrupción” de Maduro o de la guerra económica, financiera y comercial?
Como explica la
 prestigiosa economista venezolana Pasqualina Curcio la 
guerra económica forma parte de un plan más general y abarcador de 
Washington para derrocar al presidente Nicolás Maduro y acabar con el 
chavismo. Este plan ha trascendido entre otros documentos
 en el “Venezuela Freedom 2 Operation” y el “Golpe Maestro para acabar 
con la dictadura de Venezuela, de febrero de 2016 y 2018”, firmados por 
el almirante Kurt Tidd, jefe entonces del Comando Sur de Estados Unidos,
 cuyo contenido nadie ha desmentido. De allí
 sacamos estos elocuentes propósitos imperialistas: …Alentar la 
insatisfacción popular aumentando el proceso de desestabilización y el 
desabastecimiento…contribuir a hacer más crítica la situación de la 
población…
…Incrementar la inestabilidad interna a 
niveles críticos, intensificando la descapitalización del país, la fuga 
de capital extranjero y el deterioro de la moneda nacional, mediante la 
aplicación de nuevas medidas inflacionarias
 que incrementen ese deterioro…Obstruir todas las importaciones y al 
mismo tiempo desmotivar a los posibles inversores foráneos.” Justo lo 
que ha venido ocurriendo.
En la próxima entrega demostraremos, 
apoyados en investigaciones y análisis de Curcio el impacto en el pueblo
 venezolano de la guerra económica estadounidense.
Twitter:@aguerraguerra
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario