Los fondos de pensiones en peligro
Como viene denunciando el movimiento pensionista, los fondos privados de pensiones son un suculento negocio para la banca y una ruina económica para sus clientes. Son inseguros, amorales, vulnerables a los vaivenes producto de la especulación financiera, opacos y en muchos casos gestionados por auténticos ladrones de guante blanco. Sin embargo, a pesar de estas evidencias, el gobierno español apuesta por privatizar las pensiones. El gobierno de izquierdas está dejando el camino expedito para que otras fuerzas políticas, llegado el caso, caminen por la senda trazada y profundicen aún más la privatización. Es un camino que tiene como horizonte el convertir las pensiones públicas en algo parecido a la mera beneficencia. Este será uno de los legados del “gobierno más progresista de la historia”.
Lo quieren ocultar. Pretenden que pase desapercibido. Pero no se puede ni mentir ni trapacear siempre. La realidad, finalmente, golpea y se abre paso. La guerra ha traido, como estamos viendo, una nueva crisis bancaria. El detonante, aunque no la causa, ha sido la quiebra del Silicon Valley Bank. Se dijo que otras entidades financieras, así como el propio gobierno federal, acudirían en socorro del banco; el problema es que ahora son muchos más bancos los que están en el ojo del huracán. Según el Wall Street Journal son 186 entidades las que están en situación crítica (además del Silvergate, Signature Bank, PacWest Bancorp, Zions Bancorporation, First Republic Bank y Regions Financial que ya habían dejado de cotizar hasta nuevo aviso).
Las repercusiones producidas por el hundimiento de los bancos norteamericanos hace aflorar a la superficie una realidad cruel e incómoda para muchos gobiernos: la opacidad del sistema financiero. La opinión pública parece no darse cuenta pero los fondos de pensiones corren un enorme riesgo y por tanto las jubilaciones. En el mes de octubre pasado, el fanatismo neoliberal de la ex primera ministra británica, Liz Strauss, y sus propuestas económicas ocasionaron que los fondos de pensiones ingleses tuvieran que ser salvados tres veces en tres semanas; el costo de esta “ayuda” se transformará en un recorte en las prestaciones para los jubilados. Eso fue un aldabonazo en la puerta; el otro es la crisis en que viven los fondos norteamericanos, que se arrastra también desde hace años; no consiguen la suficiente liquidez para pagar el cheque mensual a sus aportantes (la financiación media de los 100 mejores fondos no supera el 78,6% de sus necesidades) lo que les impulsa a invertir de forma muy agresiva para obtener liquidez, corriendo enormes riesgos. El fondo de los bomberos de Houston es un triste ejemplo; su inversión en criptomonedas fue un fiasco y acabó perdiendo enormes cantidades, como afirmó en su momento Reuters. La falta de transparencia ha impedido que trascienda esta información al público no especializado. Estos fondos, al ser regionales, tienen un nivel de control mucho más laxo y pueden escamotear los números en sus balances.
La crisis financiera y los altos tipos de interés perdurarán. El Banco Central Europeo, incapaz de pergeñar otras soluciones, ahora cambia de política pero sin tocar el fondo de la cuestión. Los resultados serán incluso peores que en la ocasión anterior. En la época de Mario Draghi se redujeron a 0 las tasas de interés y se optó por fabricar papel moneda; fue la denominada expansión cuantitativa. La consecuencia, ahondar todavía más la crisis desatada. El descontrol inflacionario vino a continuación. Ahora, para controlarlo y supuestamente para retirar dinero en circulación, se suben las tasas de interés y se provoca la atonía productiva.
La posibilidad de expansión de la crisis es alta. El primer gran banco que ha caído fuera de la zona euro es el Credit Suisse, un banco sistémico (de aquellos tan grandes que no pueden quebrar) y el segundo por activos de Suiza (el primero en el ranking es el UBS). Nuevamente son los bancos centrales, en este caso el Banco Central suizo, quienes avalarán las operaciones para reflotar a esas entidades financieras: la línea de liquidez que se ha abierto supera los 100.000 millones de €. En una decisión que ha infringido las leyes del mercado (no se ha consultado a los accionistas como es preceptivo). El UBS ha comprado Credit Suisse por 3.250 millones de € (una rebaja del 60% respecto a su último valor en bolsa). Tampoco UBS está libre de pecado: en 2008 tuvo que ser rescatado a razón de 3.500 millones de € y el estado tuvo que asumir los 44.780 millones de € en activos tóxicos que tenía la institución. Son los contribuyentes los que habrán de rascarse nuevamente el bolsillo para defender a grupos financieros caracterizados por su nefasta gestión.
Hay, como en 2008, una enorme cortina de humo envuelve a las entidades financieras; de hecho, nadie sabe cuál es la exposición de los bancos europeos respecto al banco suizo y a otras entidades en apuros. Tal es el desconocimiento que el Banco Central Europeo pidió la semana pasada a los diferentes bancos que le informaran de su exposición al banco quebrado. Nadie puede adivinar qué es lo que puede pasar.
Todo esto proyecta una enorme sombra sobre los fondos de pensiones en muchos países. EEUU, ya lo hemos visto, es un ejemplo sangrante puesto que de los 4,4 billones de dólares que gestionan sus fondos más de dos tercios se colocan en el mercado, incluyendo inversiones de alto riesgo. Los fondos están atados a las variaciones o quiebras de la bolsa. Las aportaciones de los jubilados europeos y norteamericanos se ven nuevamente en peligro.
La crisis económica provocada por la guerra sumada a la subida de tipos de interés impulsada por la FED y los bancos centrales trastoca todos los escenarios. Los fondos de pensiones, gestionados de forma privada, se caracterizan en primer lugar por la falta de transparencia en los contratos entre los Fondos y sus gestores (normalmente los bancos). La segunda es aún más grave: el desinterés de los gobiernos en fiscalizarlos. Las aportaciones que realizan estos fondos de inversión en las campañas electorales de los dirigentes políticos seguro que tienen mucho que ver con ese laissez faire.
La incertidumbre se está apoderando del mundo financiero. Las pruebas aportadas por la CNN, Reuters o The Guardian ponen de manifiesto cómo las entidades gestoras de los fondos de pensiones inflan las valoraciones para asegurar la captación de nuevos clientes. El Estado de California, epicentro de la actual crisis, informó semanas antes de la quiebra del Silicon Valley que el valor de los activos de los fondos de pensiones de los trabajadores públicos había caído un 10,5% respecto al mismo trimestre del año anterior (35.000 millones de dólares). Moodys. por otro lado ponía su punto de mira en el estado de Illinois. Según esos informes, el pasivo de los fondos ha pasado de 230.000 millones de dólares en 2022 a 261.000 ahora. Los cuatro principales fondos de pensiones de Chicago se enfrentan también a una enorme crisis de solvencia. La propia alcaldesa, Lori Lightfoot, reconoció que la infrafinanciación de los fondos de pensiones de los funcionarios públicos obliga a la ciudad a aumentar los impuestos para recaudar 96 millones de dólares extras. Algunos de estos fondos, para hacer frente a sus obligaciones mensuales, están vendiendo activos para poder retribuir a los pensionistas que están esperando su cheque. En contraposición, algunas de las gestoras siguen aumentando sus comisiones mientras sus directivos se suben los sueldos como si no hubiera un mañana.
Esta realidad, tan lejana del mundo idílico de las finanzas «perfectamente reguladas», está provocando altísimos niveles de incertidumbre en todo el mundo financiero. Los datos que se acumulan no ayudan a tranquilizar la situación sino al contrario. Los números proporcionados por los reguladores vuelven a ser falseados. En el caso del Silicon Valley Bank, de 16 fondos de inversión 15 calificaban muy positivamente al banco, sólo uno opinaba lo contrario. Algo parecido sucedió con la famosa revista Forbes que hace poquísimas semanas lo situaba entre los 20 bancos más seguros del país.
La crisis, los rescates financieros entre corporaciones y el dinero público que se pierde pesan ya sobre los fondos de pensiones. El más grande de Suecia (Alecta) pierde, según han reconocido sus propios directivos, al menos 1.100 millones de euros debido a su exposición a los bancos quebrados al otro lado del Atlántico. Ha costado varios días pero finalmente han reconocido que la situación “afectará en pequeña medida” a las pensiones de sus clientes. Este fondo invertía en operaciones arriesgadas, incluso en criptomonedas. Tenía fuertes inversiones en el SVB, en el también quebrado Signature Bank (cerrado por las autoridades estadounidenses debido a riesgos sistémicos) y en el hundido First Republic (un banco de criptomonedas) y los datos parecen no ajustar, puesto que era el cuarto mayor propietario del banco quebrado.
Hemos sabido en estos días que el mayor fondo de pensiones del mundo, el Fondo de Pensiones del Gobierno-Global (GPFG) dependiente a su vez del Norges Bank Investment Management (Banco Central Sueco), tenia participaciones en algunos de los bancos quebrados. Lo realmente preocupante ha sido el informe anual del 2022. Las pérdidas de este fondo ascienden a 164.400 millones de dólares como consecuencia de la guerra, la alta inflación y el aumento de los tipos de interés. El Fondo de Pensiones ha perdido en casi todos los sectores donde ha invertido. El rendimiento global en conjunto fue del -14,1%.
Hay profundas enseñanzas que podemos obtener del actual panorama económico: las pensiones privadas son una ruina y un peligro. Queda en evidencia lo que hemos expuesto en múltiples ocasiones. El sistema público de pensiones, el sistema de reparto, es infinitamente más seguro que los fondos de pensiones de capitalización o de gestión privada, que dependen de las apuestas que se realizan en el mercado financiero. Los fondos públicos de pensiones tienen el respaldo del Estado, no así los otros. En los fondos de reparto, la pensión nunca va a depender de las apuestas que los bancos hagan en el mercado financiero; sin embargo vemos cómo históricamente los fondos privados de capitalización e incluso los fondos públicos con gestión privada, han quebrado en numerosas ocasiones. Por eso resulta tan inexplicable el interés del actual gobierno de “izquierdas” en introducir un modelo de capitalización que sustituirá progresivamente al modelo de reparto que teníamos hasta ahora.
Los datos, al margen de la propaganda, conllevan un baño de realidad. En nuestro país los fondos privados de pensiones son una ruina económica para el cliente, aunque para el banco es un negocio redondo. En uno de los estudios independientes sobre el tema se señala que de 408 fondos de pensiones privados españoles con más de 15 años de historia, la rentabilidad media era muy inferior (menos de la mitad) a la obtenida si se invirtiera el dinero en deuda pública (la más segura que hay). Por otro lado el mencionado informe señala que hay una veintena de fondos que en lugar de ganar, pierden dinero; los costos por comisiones se llevan las escasas ganancias cuando las hay. Sería más rentable dejar el dinero debajo del colchón.
Pero existen más paradojas. Según el informe de Light House Reports, el análisis de las cuentas de 70 fondos de pensiones importantes en España, Italia, Alemania, Países Bajos, Finlandia y Dinamarca demostró que algunos de estos fondos están apostando su dinero en los mercados de futuros (materias primas), especialmente en alimentos. Aunque nominalmente tienen prohibida la especulación con los productos alimenticios, algunos (se han identificado 15) se saltan la regulación. Eso contribuye lógicamente a aumentar la inflación. El fondo de pensiones holandés Rabobank (ABP) decía en sus informes “2021 fue un año excelente para la categoría de materias primas”. La rentabilidad que obtuvo el fondo fue espectacular, sobrepasando el 43%, seis veces más que la rentabilidad media de los otros fondos de pensiones holandeses. Otro fondo holandés que agrupa a los funcionarios públicos obtuvo una rentabilidad del 31% invirtiendo en alimentos. En el Reino Unido, con una crisis de precios en la alimentación nunca vista, su mayor fondo de pensiones (10 millones de ahorradores) invirtió 500 millones de libras en los mercados de futuros, 150 millones de los cuales eran para especular con los productos alimenticios. En España, como es previsible topamos con un muro de desinformación. Aún así se sabe que el fondo CaixaBank Destino 2026 que tiene más de 31.000 partícipes invierte una parte de su patrimonio de 857 millones de € en energía, metales y productos agrícolas. En una paradoja más, parte del dinero que dará a sus clientes cuando se jubilen se conseguirá gracias al incremento del precio de los artículos alimenticios y la energía que habrán de pagar esos mismos clientes.
Lo preocupante de la actual reforma de pensiones, lo hemos señalado en la introducción, es que no revierte la filosofía de fondo del gobierno Zapatero o Rajoy que era, como todos recordamos, la privatización y el recorte en sus diversas modalidades (Zapatero llegó a plantear a Bruselas el modelo de la mochila austriaca) y abrió a través de la modificación constitucional el camino a los recortes que transitó con tranquilidad Rajoy. La actual reforma de Escrivá privatiza y recorta, aunque lo modula un poco más en el tiempo y abre nuevas vías para profundizar en la senda de la desregularización bajo el epígrafe de que: “son de los nuestros”. Este será uno de los legados del “gobierno más progresista de la historia”.
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