1- Lo primero es lo primero, dice la sabiduría popular.El triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las últimas elecciones presidenciales no abrió el camino a la democracia en México. Fueron las movilizaciones constantes por razones sociales y por la libertad de votos y el miedo de los capitalistas a que “se desatase el tigre”, así como la división de los sectores dominantes y en las fuerzas armadas, las que hicieron que ese triunfo fuese aceptado como mal menor.2- En efecto, cuando el pueblo mexicano se despertó después de los festejos, el dinosaurio tricolor ya no seguía allí. Pero seguían todavía los gorilas, los chupacabras, los vampiros de todo tipo. México sigue militarizado. Ahí está el narcotráfico, que constituye una parte muy importante del capital y que sería imposible si hubiera un real control bancario. El poder de facto sigue en manos de las transnacionales y de los explotadores de siempre. La gran minería roba el agua y explota los recursos. La política depredadora y de despojo continúa y siguen vigentes todas las leyes y decretos que anularon una a una las conquistas sociales de la Revolución mexicana y del cardenismo. El sometimiento a Estados Unidos se agravó aún más con el empeoramiento para los campesinos mexicanos del ya funesto TLCNA que permite ahora a Washington venderle a México sus excedentes agrícolas transgénicos y subsidiados que las cargas impositivas hacen imposible vender en China y con la decisión de correr la frontera mexicano-gringa hasta Centroamérica mediante una reedición del Plan Puebla Panamá y de los viejos planes para el Itsmo, contrarios a los intereses de las comunidades indígenas. La democracia y la independencia no existen y aún deben ser conquistadas.
3- Todos los gobiernos son bonapartistas en mayor o menor medida ya que todos los Estados nacionales han sido debilitados por la mundialización y están sometidos a decisiones supranacionales. Crecen además las divisiones entre los diferentes sectores de las burguesías (capital extranjero dominante, grupos exportadores, grupos que dependen del mercado interno) y también aumenta el desapego de las masas frente a las instituciones y mediaciones, como los Parlamentos. Eso fortalece el decisionismo del poder Ejecutivo, sobre todo en los países con sistema presidencialista. El gobierno de AMLO es también bonapartista en ese sentido pues debe tener en cuenta la necesidad de mantener su apoyo popular (que podría ser transitorio) y su necesidad de responder a las diversas presiones de los poderes de facto. Si a eso agregamos su ideología conservadora y ecléctica y su verticalismo decisionista, su margen de manobra individual es relativamente importante pero sus oscilaciones serán bruscas y serán determinadas por los cambios en las relaciones de fuerza entre las clases.
4- En la actual fase del capitalismo como sistema mundial y ante la terrible crisis ecológica y las tensiones bélicas no hay margen ya para gobiernos neo-progresistas y mucho menos aún para resucitar el llamado “nacionalismo revolucionario” de tiempos de Echevarría y López Portillo, anteriores a la mundialización y también a las luchas de los trabajadores, los indígenas y los oprimidos de México que desde entonces fueron in crescendo y se radicalizaron tomando cada vez más conciencia del carácter capitalista y opresor del Estado.
5- AMLO toma como modelos a Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas. Independientemente de los méritos respectivos, el primero lanzó al mercado capitalista las tierras de la Iglesia y también las de las comunidades indígenas y tuvo el apoyo de un Estados Unidos que aún no era una potencia imperialista y estaba debilitado por una guerra civil. El segundo era un gran capitalista que contó inicialmente con el apoyo de Washington para derrotar a Porfirio Díaz, muy ligado al capital francés y confió tanto en el aparato estatal heredado que mandó a Huerta contra Orozco y Zapata, quiso que el hambre de tierra, agua y libertad de los indígenas se subordinase a sus planes de gobierno y al Estado capitalista y terminó asesinado por la gente en la que confiaba. Cárdenas, por su parte, dio las bases para el Estado capitalista actual, creó el antecesor del PRI (el PRN), subordinó al Estado capitalista los sindicatos obreros burocratizados (la CTM) que separó de los sindicatos campesinos (la CNC) y los integró al partido de gobierno y para lanzarse valientemente a la estatización del petróleo y a la distribución de tierras pudo aprovechar que los diversos imperialistas estaban divididos y se preparaban para una guerra mundial y no podrían intervenir en México. AMLO no cuenta hoy en escala internacional con la división interimperialista y en Estados Unidos gobierna Donald Trump.
6- Los 30 millones de votantes son una importante fuerza reformista, no anticapitalista. La inmensa mayoría de los mexicanos comparte la ideología y los valores y aspiraciones burgueses y espera una solución desde el gobierno, impuesta por el Salvador o Tlatoani de turno. Los mexicanos no cuentan aún con sindicatos unidos y la mayoría de los mismos son aparatos dirigidos por charros millonarios. En México no existe una experiencia democrática ni un núcleo anticapitalista con cierta importancia numérica. Pero hay un sector sindicalista clasista minoritario combativo y existen grupos socialistas. Sobre todo, pese a ladelincuencia, la descomposición social, el atraso y la miseria subsisten restos de comunitarismo, de solidaridad, de fraternidad entre los oprimidos. Estos valores pasarán a primer plano si la política conservadora y timorata de AMLO una vez en el gobierno lleva a quienes lo votaron a salir a protestar y a exigir un cambio real.
7- Por ahora, con AMLO sólo como presidente electo, hay un compás de espera pero existe preocupación por las declaraciones de quien ni respeta ni entiende a los que cree su “base”, y no ve que esos votantes no le dieron un cheque en blanco sino un crédito con plazo fijo. AMLO presidente deberá tener mucha cautela para no “desatar al tigre”.
8- Los ejidatarios y campesinos de Texcoco (los únicos que pueden juzgar al respecto) ya hicieron dos veces el referéndum sobre el aeropuerto. La ley de Educación ya fue derogada por la lucha los maestros. Esa voluntad debe ser respetada, no ignorada. La mayoría delos mexicanos votó por la ruptura suave, electoral, no por la continuidad. Si AMLO optase por quienes le rodean hoy y le dieron luz verde en los sectores dominantes para llegar al gobierno, podría desencadenar una ola de luchas crecientes. Si las reprimiese, como Madero, quedaría a la merced de su respaldo derechista actual, que no lo necesitaría más y recurriría a una dictadura con el apoyo de Estados Unidos. Una dictadura cívico-militar proimperialista provocaría una sublevación internacional. Tanto la torpeza eventual o la ceguera del gobierno de AMLO como los planes bélicos de Trump (que incluyen la utilización de los recursos de México) podrían desatar esa medida.
9- En tal caso, crecería mucho la conciencia anticapitalista hoy casi ausente, la mayoría de los que votaron MORENA se radicalizaría, los pocos revolucionarios antisistema hoy existentes tendrían un papel muy importante. Una revolución social en México movilizaría toda América Latina y tendría enorme impacto en Estados Unidos y Canadá.
10- No hay que esperar nada ni a nadie: a dios rogando y con el mazo dando. Hay que exigir el cumplimiento de los ofrecido, pero al mismo tiempo autoorganizarse, practicar la autonomía y la autogestión, hacer un censo de necesidades locales y de recursos y planificar y llevar a cabo programas de obra para dar trabajo, proteger el ambiente, resolver el problema de la vivienda, salvaguardar el agua, imponer soluciones a la educación y la sanidad junto con los sindicatos combativos y con grupos de profesionistas y de estudiantes anticapitalistas. Los gérmenes de poder popular hoy existentes (zonas zapatistas, policías comunitarias, autodefensas) deben federarse e intercambiar experiencias, el neozapatismo chiapaneco debe salir de su aislamiento y combatir por Consejos de Gobierno, indígenas o no, en todas las localidades del país, para aplicar un plan popular de transformaciones anticapitalistas. Esta lucha ganará también a muchos que hoy, para vivir, participan incluso en el narcotráfico o se enrolan como policías o soldados. México no tiene una solución en el capitalismo “progresista” con un gobierno que depende del veto del gran capital, de las Fuerzas Armadas y de Estados Unidos.
3- Todos los gobiernos son bonapartistas en mayor o menor medida ya que todos los Estados nacionales han sido debilitados por la mundialización y están sometidos a decisiones supranacionales. Crecen además las divisiones entre los diferentes sectores de las burguesías (capital extranjero dominante, grupos exportadores, grupos que dependen del mercado interno) y también aumenta el desapego de las masas frente a las instituciones y mediaciones, como los Parlamentos. Eso fortalece el decisionismo del poder Ejecutivo, sobre todo en los países con sistema presidencialista. El gobierno de AMLO es también bonapartista en ese sentido pues debe tener en cuenta la necesidad de mantener su apoyo popular (que podría ser transitorio) y su necesidad de responder a las diversas presiones de los poderes de facto. Si a eso agregamos su ideología conservadora y ecléctica y su verticalismo decisionista, su margen de manobra individual es relativamente importante pero sus oscilaciones serán bruscas y serán determinadas por los cambios en las relaciones de fuerza entre las clases.
4- En la actual fase del capitalismo como sistema mundial y ante la terrible crisis ecológica y las tensiones bélicas no hay margen ya para gobiernos neo-progresistas y mucho menos aún para resucitar el llamado “nacionalismo revolucionario” de tiempos de Echevarría y López Portillo, anteriores a la mundialización y también a las luchas de los trabajadores, los indígenas y los oprimidos de México que desde entonces fueron in crescendo y se radicalizaron tomando cada vez más conciencia del carácter capitalista y opresor del Estado.
5- AMLO toma como modelos a Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas. Independientemente de los méritos respectivos, el primero lanzó al mercado capitalista las tierras de la Iglesia y también las de las comunidades indígenas y tuvo el apoyo de un Estados Unidos que aún no era una potencia imperialista y estaba debilitado por una guerra civil. El segundo era un gran capitalista que contó inicialmente con el apoyo de Washington para derrotar a Porfirio Díaz, muy ligado al capital francés y confió tanto en el aparato estatal heredado que mandó a Huerta contra Orozco y Zapata, quiso que el hambre de tierra, agua y libertad de los indígenas se subordinase a sus planes de gobierno y al Estado capitalista y terminó asesinado por la gente en la que confiaba. Cárdenas, por su parte, dio las bases para el Estado capitalista actual, creó el antecesor del PRI (el PRN), subordinó al Estado capitalista los sindicatos obreros burocratizados (la CTM) que separó de los sindicatos campesinos (la CNC) y los integró al partido de gobierno y para lanzarse valientemente a la estatización del petróleo y a la distribución de tierras pudo aprovechar que los diversos imperialistas estaban divididos y se preparaban para una guerra mundial y no podrían intervenir en México. AMLO no cuenta hoy en escala internacional con la división interimperialista y en Estados Unidos gobierna Donald Trump.
6- Los 30 millones de votantes son una importante fuerza reformista, no anticapitalista. La inmensa mayoría de los mexicanos comparte la ideología y los valores y aspiraciones burgueses y espera una solución desde el gobierno, impuesta por el Salvador o Tlatoani de turno. Los mexicanos no cuentan aún con sindicatos unidos y la mayoría de los mismos son aparatos dirigidos por charros millonarios. En México no existe una experiencia democrática ni un núcleo anticapitalista con cierta importancia numérica. Pero hay un sector sindicalista clasista minoritario combativo y existen grupos socialistas. Sobre todo, pese a ladelincuencia, la descomposición social, el atraso y la miseria subsisten restos de comunitarismo, de solidaridad, de fraternidad entre los oprimidos. Estos valores pasarán a primer plano si la política conservadora y timorata de AMLO una vez en el gobierno lleva a quienes lo votaron a salir a protestar y a exigir un cambio real.
7- Por ahora, con AMLO sólo como presidente electo, hay un compás de espera pero existe preocupación por las declaraciones de quien ni respeta ni entiende a los que cree su “base”, y no ve que esos votantes no le dieron un cheque en blanco sino un crédito con plazo fijo. AMLO presidente deberá tener mucha cautela para no “desatar al tigre”.
8- Los ejidatarios y campesinos de Texcoco (los únicos que pueden juzgar al respecto) ya hicieron dos veces el referéndum sobre el aeropuerto. La ley de Educación ya fue derogada por la lucha los maestros. Esa voluntad debe ser respetada, no ignorada. La mayoría delos mexicanos votó por la ruptura suave, electoral, no por la continuidad. Si AMLO optase por quienes le rodean hoy y le dieron luz verde en los sectores dominantes para llegar al gobierno, podría desencadenar una ola de luchas crecientes. Si las reprimiese, como Madero, quedaría a la merced de su respaldo derechista actual, que no lo necesitaría más y recurriría a una dictadura con el apoyo de Estados Unidos. Una dictadura cívico-militar proimperialista provocaría una sublevación internacional. Tanto la torpeza eventual o la ceguera del gobierno de AMLO como los planes bélicos de Trump (que incluyen la utilización de los recursos de México) podrían desatar esa medida.
9- En tal caso, crecería mucho la conciencia anticapitalista hoy casi ausente, la mayoría de los que votaron MORENA se radicalizaría, los pocos revolucionarios antisistema hoy existentes tendrían un papel muy importante. Una revolución social en México movilizaría toda América Latina y tendría enorme impacto en Estados Unidos y Canadá.
10- No hay que esperar nada ni a nadie: a dios rogando y con el mazo dando. Hay que exigir el cumplimiento de los ofrecido, pero al mismo tiempo autoorganizarse, practicar la autonomía y la autogestión, hacer un censo de necesidades locales y de recursos y planificar y llevar a cabo programas de obra para dar trabajo, proteger el ambiente, resolver el problema de la vivienda, salvaguardar el agua, imponer soluciones a la educación y la sanidad junto con los sindicatos combativos y con grupos de profesionistas y de estudiantes anticapitalistas. Los gérmenes de poder popular hoy existentes (zonas zapatistas, policías comunitarias, autodefensas) deben federarse e intercambiar experiencias, el neozapatismo chiapaneco debe salir de su aislamiento y combatir por Consejos de Gobierno, indígenas o no, en todas las localidades del país, para aplicar un plan popular de transformaciones anticapitalistas. Esta lucha ganará también a muchos que hoy, para vivir, participan incluso en el narcotráfico o se enrolan como policías o soldados. México no tiene una solución en el capitalismo “progresista” con un gobierno que depende del veto del gran capital, de las Fuerzas Armadas y de Estados Unidos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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