La planificación
en los inicios de la Revolución cubana. Contexto, errores, desafíos. Por
Comandante Ernesto “Che” Guevara.
Primer seminario
sobre planificación en Argelia. 16 de julio de 1963
Queridos hermanos de
la República Democrática Popular de Argelia:
Debo confesarles que
he pensado bastante antes de aceptar el comparecer ante ustedes en ocasión de
acontecimiento como el que se está desarrollando aquí. Lo he pensado porque,
dado la calidad y cantidad de los técnicos del mundo socialista a presentes y
también de otros países del mundo, mi voz nada puede agregar al terreno teórico
de las experiencias que se hayan explicado ya y, en el terreno práctico nuestra
joven planificación tampoco tiene muchas cosas que contar. Acepté la invitación
solo para hacerles una pequeña historia de nuestro desarrollo económico, de
nuestros errores y de nuestros éxitos que quizás pudiera servirles en un futuro
más o menos inmediato y fundamental, por el placer de departir con los
representantes de la joven Revolución Argelina y sentir su presencia siempre
vivificante para un revolucionario de otras latitudes. Ante todo, quería decir
qué entendemos por planificación. Ustedes lo han escuchado aquí por la boca de muchos
técnicos clasificados.
Simplemente para
tomar el hilo del tema debo decir dos palabras sobre él. La planificación,
entendida en el sentido marxista-leninista de la palabra tiene un contenido
económico y político. Es el modo de desarrollarse de la sociedad socialista.
Esto nos indica algo muy importante. Para que exista planificación y capacidad
de ir progresando en ese camino, tiene que existir voluntad de socialismo y
capacidad de desarrollarse en ese sentido. Para que exista planificación, pues,
las fuerzas populares deben avanzar sobre los medios de producción, tomarlos y
ponerlos a disposición del pueblo.
Ahora bien, la
voluntad de hacer es un don del hombre. Es previa al hecho mismo.
Existe
en la conciencia antes de realizarse. Es decir, el concepto de la revolución
socialista
es previo al concepto del Estado socialista. Quería recalcarles estas palabras
porque
en torno a ellas se puede explicar uno de nuestros errores cuando hacíamos las
primeras
armas en la planificación. Nos olvidamos de que la revolución socialista y
elEstado socialista no es lo mismo, y al hacerlo, también nos olvidamos de que
planificación
y socialismo deben ir ligados por una cierta relación. Planificar sin
socialismo,
se ha dicho aquí, y se ha dicho correctamente, es imposible. Se puede
planificar
durante la construcción del socialismo, pero teniendo siempre en cuenta que
la
planificación deberá atemperarse a las condiciones objetivas que imperen en el
momento
de realizarse. Nosotros copiamos mecánicamente experiencias de países
hermanos
y eso constituyó un error; no es de los más graves, pero un error que frenó
el
desarrollo de nuestras fuerzas y contribuyó peligrosamente a uno de los
fenómenos
que más
debe combatirse durante la revolución socialista: el burocratismo. Vale decir,
nosotros
aprendimos en la práctica, con nuestros errores, con las narices golpeando
contra
el muro, que planificación y socialismo marchan juntos y que no se puede forzar
la
planificación mientras que las condiciones económicas objetivas no lo permitan.
Permítanme que les
haga ahora un esbozo muy general de lo que era Cuba en el año 1959, pues no he
traído aquí documentos con que ilustrar esta exposición con cifras
suficientemente exactas como para poder ser dadas oficialmente. Era una
Revlución que llegaba al poder; en un movimiento de pueblo que había destruido
el poder político y militar de los títeres del imperialismo yanqui, pero sus
dirigentes, era solo un grupo de combatientes de altos ideales y poca
preparación. La superestructura del estado capitalista neocolonial estaba
intacta. Había que trabajar para destruirla y construir sobre nuevos
cimientos. Los órganos financieros del Gobierno estaban en manos de futuros
traidores que ya desarrollaban su política frenadora del proceso revolucionario:
aplicando
sus conocimientos de la técnica burguesa de las finanzas, iban poniendo
trabas
constantes a nuestro desarrollo. Los viejos ministerios eran cuevas de
burócratas
y de parásitos, sin vida interna, sin armonía interna dentro del Gobierno,
sin
identidad entre sus dirigentes principales y la línea fundamental de la
Revolución.
Estos órganos del
poder de la burguesía vegetaban dentro del nuevo estado y eran como arrecifes
dentro del mar, independientes de él, aislados de la marea humana que avanzaba.
Había que cambiar las estructuras e iniciamos los cambios, sin un plan, sin
proponérnoslo casi. El grupo de revolucionarios, con Fidel Castro, a la cabeza,
planteó
como
cosa primordial la Ley de Reforma Agraria. Y esa Ley indispensable, de la que
habla hoy hasta Mr. Kennedy en su extraña lengua de la «Alianza para el
Progreso», desató un terrible juego: El de la lucha de clases, y profundizó la
Revolución cubana al máximo. Los grandes propietarios, muchos de ellos
norteamericanos, sabotearon inmediatamente la Ley de Reforma Agraria; estábamos
frente al dilema que ustedes tendrán muchas veces en el curso de su vida
revolucionaria: Una situación en la que avanzar es peligroso; detenerse, más
peligroso aún; y retroceder, la muerte de la Revolución. ¿Qué hacer frente a
esta disyuntiva? De todos los caminos, el más justo y el menos peligroso era
avanzar. Pero ya que avanzábamos lo hicimos con profundidad, violentamente; y
lo que pudo haberse imaginado como una Reforma Agraria de contenido burgués,
que diera la propiedad de la tierra a los campesinos pobres y medios, se
convirtió en el escenario de una violenta lucha donde fueron expropiados, sin
compensación alguna, todos los grandes latifundistas de Cuba. Ellos se aliaron
al enemigo extranjero y tomaron contramedidas, golpearon nuestros flancos. A
veces sentimos el golpe. No quedaba sino contestar con nuevos golpes. Como en
el match de boxeo, en un cuerpo a cuerpo, muchos golpes se cruzaron; al final,
cuando el panorama se aclaró, los principales medios de producción estaban en
poder del pueblo.
El cuarenta por
ciento directamente en poder del pueblo; los pequeños campesinos, en
algunas
regiones, unidas en cooperativas primarias. Más del noventa por ciento de la
industria
nacionalizada; todo el comercio exterior monopolizado por el Estado;
nacionalizados los grandes distribuidores internos; se había hecho, además, la
Reforma Urbana, dando la propiedad de sus casas a los que vivían en ella, y
prohibiéndose la especulación con la vivienda; se realizaban avances muy considerables
en salud y educación pública.
Pero la lucha
seguía, el bloqueo imperialista estaba en su apogeo, nos veíamos obligados a
luchar día tras día para dar de comer a nuestro pueblo, mantener nuestra
industria trabajando, desarrollar nuestros cultivos, desarrollar nuestro
comercio, defendernos del sabotaje de los grupos de bandidos, de la agresión
extranjera directa, de sus arteros ataques aéreos, de sus violaciones
cotidianas de nuestra soberanía y, además, pulverizar la reacción interna;
desenmascarar a los traidores y expulsarlos del Gobierno, de donde salían al
exilio a veces, a veces a la cárcel, a veces a la muerte.¿Cómo era la
estructura económica de Cuba, en estos primeros años? Un país de monoproducto:
el azúcar; de monocultivo: la caña de azúcar; de monomercado: los Estados
Unidos de América, que controlaban el 75 por ciento de nuestras importaciones y
exportaciones. Controlado todo el país por el capital extranjero, sobre todo
norteamericano, que en el caso de instalar industrias, las hacían de tal tipo
que, forzosamente debían utilizar solo la tecnología norteamericana, con
materias primas norteamericanas y piezas de repuesto de ese país. Se
aprovechaba del nuestro, la fuerza de trabajo barata y después exportaban sus
ganancias de acuerdo con las leyes vigentes, hacia los territorios norteños. El
nuestro era un país donde la mayoría de los cuadros técnicos estaban educados
en los Estados Unidos con su técnica, domesticados, en una buena mayoría, por
ello; lógico era que hacia allá fueran. Un
país
sin industrias; sin desarrollo agrícola; con un desempleo agobiante sobre sus
espaldas; con sus reservas de monedas convertibles otrora gigantescas para la
potencia del país, exhaustas; con falta total de información sobre su verdadero
pasado económico, es decir, sin estadísticas o con estas falseadas; careciendo
además de un plan bien editado de acción. ¿Y qué íbamos a meditar si estábamos
en el medio del cuerpo a cuerpo de que les he hablado, cambiando golpes
desesperadamente con el enemigo, preocupados por no ceder un palmo en el
terreno de nuestras atribuciones soberanas y debiendo defendernos a cada
segundo de una nueva amenaza del adversario? Los años fueron pasando. El 15 de
abril de 1961, aviones militaresnorteamericanos, con las insignias cubanas
pintadas en las alas, bombardearon alevosamente nuestros aeropuertos con
intención de liquidar nuestra pequeña fuerza aérea de combate y simulando
cínicamente ante todo el mundo que eran emigrados cubanos los autores de la
alevosía. AI día siguiente en ocasión del entierro de las victimas, nuestro
Primer Ministro y Secretario General del Partido Unido de la Revolución cubana,
proclamó ante el mundo el carácter socialista de la Revolución cubana. Después
llegó Playa Girón y la victoria, los bloqueos cada vez más estrictos, la
profundización de las contradicciones con el imperialismo; la crisis de octubre
del
pasado
año, nuestra lección de dignidad a todo los pueblos del mundo. Y mientras todo
esto
ocurría, había que desarrollar una economía en un país donde cada pedazo de
hierro
venia del extranjero, donde la tecnología provenía de un país extranjero que
estaba
en guerra con nosotros, donde se había desarrollado incluso maravillas de la
técnica
moderna para el aprovechamiento de los recursos de Cuba, pero no el
aprovechamiento en beneficio de nuestro pueblo, sino de los capitales
norteamericanos
y
debíamos mantener funcionando esas fábricas y también la agricultura y los
transportes. Sin abonos, sin insecticidas, sin materias primas, sin piezas de
repuesto, sin técnicos, sin organización; con sabotajes, con bandidos operando
en nuestro territorio apoyados en los Estados Unidos, con agresiones, con la
amenaza constante de la invasión, con movilizaciones generales dos o tres veces
al año que paralizaban la vida del país; así fuimos avanzando. Todo esto lo
explico para que al puntualizar nuestros errores fundamentales, también se
tenga en cuenta la situación que pasamos.Estos errores fueron de varios tipos.
Fundamentalmente en el orden de la planificación hicimos dos cosas
contrapuestas imposibles de armonizar. Por un lado copiamos detalladamente las
técnica de planificación de un país hermano cuyos especialistas vinieron a
ayudarnos, y por otro lado mantuvimos la espontaneidad y la falta de análisis
de muchas decisiones, sobre todo de tipo político pero con implicaciones
económicas, que hay que tomar cada día en el proceso de gobierno.
No nos basamos en la
estadística ni en la experiencia histórica, tratamos subjetivamente a la
naturaleza como si hablando con ella se le pudiera convencer y desdeñamos
experiencias de otros países del mundo. Cuando se decía «no hay país del mundo
que pueda desarrollar un 20 por ciento anual de agricultura», contestábamos que
nosotros lo haríamos. Pero no lo hicimos. Cuando se planteó el problema de la
cifra de crecimiento anual de nuestro país, no nos pusimos primero a averiguar
que teníamos, que debíamos gastar y que podría quedarnos libre para el
desarrollo. Dijimos, calculemos un 15 anual de crecimiento, para ver que
tenemos que hacer, y formular cálculos globales de crecimiento es fácil.
Incluso parece fácil la tarea cuando se plantea lo que hay que producir para
crear un quince por ciento. Pero en un país de monocultivo, con todos los
problemas que les he relatado, plantearse el crecer un 15 por ciento era
sencillamente ridículo. No tenemos la planificación como el resultado de las
relaciones económicas y políticas en el campo de la producción. Quisimos hacer
escuelas, y las hicimos, hospitales, y los hicimos. Hicimos caminos y centros
turísticos, locales para obreros, los salarios aumentaron, y al mismo tiempo
hablábamos de desarrollo de los medios de producción. Naturalmente, no
cumplimos nuestros planes, era imposible matemáticamente. Voy a ponerles breves
ejemplos prácticos para que entiendan lo que pasó en Cuba. Nosotros teníamos,
por ejemplo, necesitamos 22 millones de pares de zapatos. ¿Qué se necesita para
eso? más de un millón de cueros, tantos obreros, tanta capacidad instalada en
nuestras costumbres, tanta importación de materia prima. Todo se puede
conseguir. Tenemos plan: 22 millones de pares de zapatos. Nosotros sabíamos que
no podíamos cumplirlo. Nunca la industria cubana había hecho más de 10 millones
de pares. Es verdad que había capacidad instalada.
Quizás hubiera ganado
vacuno para ello, pero precisaba toda una organización previa, que no se había
logrado. Solamente nos planteamos el número final y las tareas principales
superficialmente. No hubo ganado vacuno. No hubo capacidad de aprovechamiento
de los cueros. En definitiva, el primer plan fue una manifestación de
subjetivismo absoluto, que se basaba esencialmente en la suma aritmética de
posibilidades reales, consideradas una a una, pero imposibles de lograr en su
conjunto. Esto era en el campo de las decisiones tomadas desde arriba. ¿Qué
pasaba con las decisiones de abajo?, ejemplo, un cálculo de madera, ¿cuán
madera hay?, el jefe de los departamentos de bosques decía: tanta, un número
«x», no lo recuerdo ahora; sabíamos que eso era imposible, pero ellos lo decían,
lo afirmaban categóricamente.Así fue como Cuba, tradicional importadora de
madera figuraba en primer plano como exportadora de ese producto, pero había
que acatar opiniones de técnicos de la base.
Resultado; seguimos
importando madera, pero la importamos tarde, mal buscando desesperadamente
dónde hacerlo. Nuestro comercio exterior había cambiado totalmente de ubicación
geográfica. De un 75 por ciento con los Estados Unidos, pasaba a ser un 75 o un
80 con los países socialistas. El cambio era beneficioso para nosotros en los
aspectos políticos y sociales, pero en el sentido económico, necesitaba de una
organización grande. Anteriormente, centenares de importadores especializados
pedían por teléfono sus productos a los Estados Unidos, y al día siguiente venían
en un Ferry que unía directamente Miami con La Habana, no había almacenes ni
previsión de ninguna clase.
Todo ese aparato,
sin los técnicos, enemigos del gobierno, debió fundirse en lo primero que fue
el Banco para el Comercio Exterior. La tarea de centralizar con gentes
inexpertas todas esas compras, en hacerlas ahora, no en un día por teléfono,
sino en países de los que nos separaban hasta dos 5 meses de viaje, sujetos a
planificación de sus economías, dentro del marco de planes a largo plazo, con tecnología,
equipos y materias primas diferentes. Más aun, si ustedes van hoy a algunas de
las fábricas de este país, hechas por el capital extranjero, y quieren saber
qué tipo de acero se usa en un repuesto cualquiera, se encontrarán con que ese
repuesto tiene un numero de catálogo, que para pedirlo solamente se cita ese
número que, en el catálogo de compra comercial, corresponde a un determinado
elemento. ¿Cómo pedir eso a los países socialistas? había que hacer análisis
del acero. A veces, maquinar especialmente una o dos piezas, cosa casi
imposible, pero que esos países hermanos lo hicieron muchas veces en
demostración de solidaridad. Había que importar máquinas herramientas para
hacer nuestros propios repuestos, careciendo de técnicas de alta calificación y
sin conocer los materiales como he explicado. Esos eran los problemas diarios,
y los son todavía en Cuba. Al planificar hemos cometido errores en el concepto
del desarrollo de la industria y la agricultura, y en el balance de nuestra
economía. En la industria hicimos un plan de desarrollo basado fundamentalmente
en la idea de ser autosuficientes en una serie de artículos de consumo duradero
o artículos industriales intermedios que, sin embargo, podía obtenerse con
relativa facilidad en los países amigos. En ello comprometimos nuestra
capacidad de inversión sin desarrollar a fondo nuestros propios recursos de
materias primas, incluso de algunos productos intermedios que ahora fabricamos.
Esta política ha sido revisada ya por el Gobierno revolucionario, y nuestra
dedicación fundamental es el desarrollo de fuentes de recursos propios, no solo
con vistas a nuestro mercado sino a los mercados mundiales, con una tecnología
que permita presentar productos de calidad y precios adecuados al actual
desarrollo de la humanidad. En la agricultura cometimos el error fundamental de
desdeñar la importancia de la caña de azúcar, nuestro producto fundamental,
tratando de hacer una diversificación acelerada, lo que trajo como consecuencia
el descuido de las cepas, sumándole a esto una sequía extraordinariamente
intensa que nos azotó durante dos años, provocando una caída grave en nuestra
producción cañera. En la distribución del ingreso, dimos demasiado énfasis en
los primeros momentos a la satisfacción de las necesidades sociales, al pago de
salarios más equitativos y al aumento del empleo, sin considerar
suficientemente el estado de nuestra economía. La falta de una base de normas
de trabajo en la industria y en la agricultura hizo cambiar violentamente
tendencias generales de los trabajadores, y se da el fenómeno de que, en un
país donde todavía hay desocupados, en la agricultura falten manos y tengamos
que hacer levas de trabajadores voluntarios para que nos ayuden a recoger las
cosechas de caña y en el momento actual, a cultivarlas adecuadamente para
aumentar su rendimiento. Dado este panorama general, sin que fuera posible una
adecuada política de reservas y en medio de cambios tan violentos, nuestra
planificación, perfeccionista en los detalles, dogmática en las exigencias, fue
un freno. Si hoy volviéramos a plantearnos el problema ¿cómo lo haríamos?
Ante todo:
trataríamos de saber lo más posible sobre la situación actual, y sin dejar de
trabajar por la carencia de datos, daríamos al conocimiento estadístico y
contable, carácter de una verdadera necesidad nacional, imponiendo un modo de
trabajo y de pensamiento que se basara fundamentalmente en los hechos y su
análisis. Haríamos un examen lo más realista posible de nuestra economía y de
nuestras mayores necesidades, armonizándolos con las posibilidades en el campo
económico, donde consideraríamos los créditos a largo plazo obtenidos en el
campo socialista, tomaríamos en concordancia con el análisis, la decisión sobre
el volumen de los medios puestos a disposición de desarrollo y de los
destinados a la satisfacción de lasnecesidades sociales de nuestro pueblo, y
haríamos un plan perspectivo, general y flexible, considerando abundante
reservas para imprevistos. A partir de allí y dentro de ese marco, haríamos
planes anuales. Las inversiones serían lo más centralizadas que fuera posible,
sin caer en las minucias burocráticas, y la socialización de los medios de
producción se haría fundamentalmente, de acuerdo con las posibilidades de los
cuadros y de la organización general del aparato estatal pero avanzando sin
desmayos en este camino. Todo esto debe realizarse en el cuadro de una violenta
lucha de clases en que intervienen los explotadores internos y sus dirigentes
imperialistas, y la lucha de clases tiene una lógica que no siempre encuadra en
los ámbitos de la construcción pacífica de nuestro país. En el momento en que
el imperialismo o sus aliados internos actúan para cambiar la situación
existente se deben tomar medidas de tal tipo que llevan a contradicciones
cada vez más violentas y desencadenan hechos cuya previsión no está en el marco
de las tareas revolucionarias. Vale decir, no todos los hechos falsos cometidos
alrededor de la planificación se deben a nuestras elecciones, también se deben
a la acción del imperialismo que obligó a acelerar el proceso más allá de la
posibilidad óptima de nuestros cuadros. A pesar de nuestros errores, podemos
apuntar éxitos de consideración y modificaciones acertadas de las faltas
cometidas. Los dos puntos donde el Gobierno Revolucionario se ha visto coronado
más rápida y efectivamente por el éxito, han sido la educación y la salud
pública. En la educación hemos liquidado el analfabetismo, establecido
enseñanza obligatoria y gratuita incluido libros y materiales de estudio hasta
el tercer año de la Escuela Secundaria Básica; en estos momentos tenemos cerca
de cien mil becados por el Gobierno Revolucionario, incluido todos los
estudiantes de Medicina que deberán trabajar para el Estado en lo sucesivo, y
muchos estudiantes de otras carreras técnicas. En el campo de la salud pública
hemos construido una gran cantidad de hospitales rurales, realizando campañas
nacionales de vacunación como contra la poliomielitis, estableciendo la
obligación para los estudiantes de Medicina de ir, una vez recibidos, al campo
y también desarrollo de escuelas auxiliares de Medicina, enfermeros,
instrumentistas, radiólogos, etc., para dotar nuestros hospitales. A pesar de
que el número de profesionales de la Medicina ha disminuido en Cuba después de
la Revolución, una mejor distribución de ellos y el uso de todo el aparato
público puesto al servicio de la población, ha permitido dar una atención
enormemente superior a las épocas prerrevolucionarias y que alcanza a la
totalidad de la misma. En el campo de la seguridad social, se han establecido
nuevas leyes que garantizan la seguridad de todo obrero, cualquiera que sea la
circunstancia del accidente o enfermedad que lo aflija. Hemos corregido nuestra
política cañera dándole el énfasis que se merece, hemos creado una base de
normas de trabajo y salarios en el sector industrial y nos aprestamos a hacerlo
en la agricultura. Hemos iniciado con la ayuda de la URSS la lucha contra la
sequía, estableciendo un ambicioso plan de regadíos y reservorios de agua, y
sobre todo hemos logrado inculcar en la conciencia del trabajador que es el
trabajo productivo el impulsor de la sociedad y debe ser colocado en primer
lugar entre todas las actividades de cualquier tipo que se desarrollen en ella,
salvo el de la defensa en momentos de peligro. AI mismo tiempo, en nuestra
economía se están realizando experiencias diferentes regidas por la idea de
buscar la mejor solución a los problemas dentro de los principios del
marxismo-leninismo.
En varios pueblos
del interior se están realizando planes pilotos de administración por parte de
las autoridades locales, comprometiendo en general todos los servicios a la
población y en algunos casos, ciertas industrias de carácter local. Se están
realizando por el Comité de Planificación Física, dependiente del Ministerio de
la Construcción, en coordinación con la Junta Central de Planificación, el
estudio para reestructurar toda la distribución político-administrativa del
país, adecuándola a las necesidades de la economía, de manera de formar un todo
armónico, y se están iniciando estudios paradarle a la planificación el
carácter de disciplina exacta, empleando los métodos matemáticos de vanguardia
en el campo económico, como la programación lineal, matrices de consumo de
productos, etc.(Sería insumo producto) En el aspecto de la forma de
administración hay dos sistemas cuyos defensores discuten constantemente entre
ellos y ambos están implantados en diferentes ramas de la economía, y son: el
que llamamos la autogestión financiera similar al que se llama en la URSS
cálculo económico, en el cual la empresa gubernamental tiene la gestión de sus
propios medios financieros y está controlada financieramente por el Banco
Central, y aquel otro que llamamos cálculo presupuestario, en el cual la
empresa no tiene capital alguno y solamente es una especialista en la gestión
que le ha sido encomendada, debiendo entregar el producto de todas sus
realizaciones al Ministerio de Hacienda, que a su vez le entrega, a través del
Banco Nacional las cantidades de dinero necesarias para su gestión económica.
La comparación constante de estas dos
tendencias,
enriquece la capacidad de nuestros cuadros para poder distinguir el mejor
camino y contribuye a una continua confrontación de ideas que favorece el
desarrollo de un sistema de planificación menos rígido: más técnico y concebido
en continua transformación. El panorama actual de la economía cubana es el
siguiente: más de las tres cuartas partes de nuestro comercio exterior se
realiza con el campo socialista, aproximadamente las tres cuartas partes de las
divisas logradas en el exterior lo son por sus productos: la caña de azúcar. Es
decir, la estructura del monoproducto de nuestra economía todavía no ha sido
superada después de cuatro años de Revolución, pero ya están dadas las premisas
de lo que podría constituir con el tiempo una economía sólidamente asentada
sobre bases de materias primas cubanas, con una diversificación de producción y
un grado técnico que le permita competir en los mercados del mundo. Nuestra
agricultura después de un cambio en su orientación ha tornado el buen rumbo y
se está realizando una diversificación apropiada, sin tocar, y al mismo tiempo
desarrollando nuevamente los campos de caña. La tendencia de nacionalizar todos
los medios de producción continúa, pero se hace en estos momentos en que se ha
triunfado totalmente sobre las fuerzas reaccionarias en el interior del país,
Con el ritmo que la Revolución considere más justo; a todos los pequeños
propietarios de empresas nacionalizadas se les paga una indemnización por esta
recuperación estatal de los bienes del pueblo. A veces, en el proceso de
algunos momentos transitorios de la lucha de clases deben tomarse medidas
extremas, como ha sido la nacionalización de todos los comercios en
determinadas regiones del país donde ha habido brotes de bandidismo, o la
nacionalización de todos los comercios en una determinada rama, como la
ferretería y anexos, que fue recuperada íntegra, debido a la especulación que
se estaba realizando con esos productos.
Podríamos
plantearnos, para terminar, cuáles son las tareas perspectivas de la
planificación en Cuba. Nosotros consideramos que la tarea fundamental es la de
asegurar una base estadística lo suficientemente perfecta para que nos permita
localizar inmediatamente las debilidades del aparato económico y acostumbrar a
todos nuestros cuadros para que se actúe en consonancia; estamos en ese camino,
aunque todavía falta bastante. Luego, ya conocidos los errores, analizarlos
detenidamente y extraer experiencias que nos sirvan para el futuro, modificando
nuestro aparato para que cumpla su verdadera función de dirección de la
economía y de su impulso al mismo tiempo. Realizar un plan perspectivo acorde
con nuestras posibilidades, realista, modesto, que balancee correctamente las
necesidades cotidianas del pueblo con sus futuras, es decir, que resuelva, en
parte al menos, uno de los más graves problemas que se plantea a una
revolución: cuánto se gastará hoy y cuánto debe dejar de gastarse para asegurar
el mañana, de manera que el gasto de hoy sea el máximo permisible, para no
comprometer el futuro. Al mismo tiempo, encontrar la solución más económica,
que permita aprovechar al máximo los recursos propios, extraer el máximo de
cada peso invertido, extraer al máximo las reservas ocultas en el seno del
pueblo y ponerlas al servicio de la sociedad, tarea que solo puede hacerse en
el socialismo. Tenemos la ambición de hacer de la planificación un instrumento
de dirección de la economía casi automático, lo más cercano al rigor matemático
que sea posible y liberar la mayor cantidad de cuadros para los trabajos de
investigación que son la base del futuro. La planificación debe convertirse con
el tiempo en el centro político de toda acción. El futuro está en las grandes
innovaciones técnicas que constantemente van cambiando el aspecto del mundo. El
futuro está en el desarrollo de la química y el desarrollo de la electrónica,
de manera de asegurar las grandes producciones en masa que alcancen a todo el
pueblo, y la planificación será una disciplina encargada de distribuir los
bienes producidos y distribuir adecuadamente entre las dos secciones de la
producción, para garantizar un desarrollo continuo y una distribución máxima de
productos de todo tipo para el pueblo. Este ya estará liberado de muchas de las
pesadas tareas que hoy nos agobian y podrá dedicar su tiempo al estudio, a la
superación cultural, a todo lo que hace la vida digna de vivirse y, quizás,
también a las nuevas aventuras en el espacio. A esa juventud que hoy nace,
quizás para nuestros hijos que vivirán en el comunismo, buscamos
insistentemente el mejor camino, nos equivocamos y lo perdernos, lo
reencontramos, nos volvemos a equivocar, y así, en medio de luchas continuas y
de errores que la experiencia hace cada vez menos repetidos y menos graves,
vamos construyendo el socialismo en nuestra tierra y poniendo nuestro pequeño
grano de arena al servicio de la gran aspiración de la humanidad: la
eliminación de la explotación del hombre por el hombre, cuyo exponente más
acendrado es el imperialismo; el advenimiento definitivo del comunismo; la
sociedad sin clases; la sociedad perfecta.
Esta es una síntesis
apretada y desordenada de nuestras experiencias; si de algo sirven, para algo
ha servido la atención de ustedes; si no aclara nada, si no agregan nada nuevo
y quedan incógnitas que pueda aclarar en algunos minutos, estoy a la
disposición de ustedes, pero antes permítanme acabar esta declaración con el
grito que asalta las gargantas de los revolucionarios del mundo: ¡Viva la
República Popular Democrática de Argelia! ¡Viva el Ejército Nacional Popular y
su Gobierno Revolucionario! iVenceremos!
Fuente. Centro de
Estudios Che Guevara.
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