León Tolstói vivió una de las vidas más
interesantes e intelectualmente plenas. Más allá de sus novelas,
se le reconoce como una de las principales inspiraciones del
activismo pacífico, que tuvo influencia en Gandhi y en Martin Luther King.
Igualmente, Tolstói es padre de una suerte de espiritualidad no religiosa, que
mira hacia la sencillez de los hombres del campo y hacia la naturaleza.
En la década de 1870 Tolstói vivió una crisis
espiritual que le hizo pensar en el suicidio, o al menos esto es lo que relata
en su clásico libro Confesión. En
este texto, Tolstói narra cómo sus cavilaciones intelectuales lo condujeron a
una especie de callejón de sinsentido. Siguiendo la filosofía de Schopenhauer,
el Buda, Salomón y Sócrates, el conde ruso llegó parcialmente a
la conclusión de que el mundo está lleno de mal y sufrimiento, por lo que
era difícil encontrar una razón para seguir viviendo, y tanto así, que durante
un tiempo consideró que el suicido era la acción más digna. En los primeros
capítulos de este libro se formuló la pregunta decisiva: "¿Existe
algún significado en la vida que no sería destruido por la muerte que
inevitablemente me espera?".
Habiendo leído a Kant y a todo el edificio
de la filosofía racional de Occidente, Tolstói medita que es imposible
demostrar la existencia de Dios o de algo infinito, pues todo lo finito sólo
puede lidiar con lo finito. Habiendo estudiado también ciencia, Tolstói
nota que ésta no puede proveer ningún sentido a la vida, se limita a describir
el origen de la materia y en todo caso, si se sigue con rigor su pensamiento,
desemboca en un nihilismo. Esto coloca al ser humano en un lugar angustiante,
pues si nada de lo que hace va a sobrevivir a su corto tiempo en el mundo, y no
es el fruto de una causa trascendente, de un amor que perdura, muy bien se
podría decir, con el rey Salomón, que todo es vano bajo el Sol.
En esa profunda crisis, Tolstói le da otra
oportunidad a la llamada "prueba cosmológica" de la existencia de
Dios, aquella que señala que debe de haber una causa primera, una causa no
causada (lo que Aristóteles llamó un "Motor Inmóvil"). Esta le parece
a Tolstói la teoría más digna de considerarse, sin embargo es insuficiente,
pues por sí sola, por su propia comprensión lógica, no genera ninguna transformación
en el individuo, no le ayuda a vivir con entusiasmo.
Así entonces, Tolstói, en una movida que
recuerda a Kierkegaard, sólo puede encontrar sentido a través de la fe. Primero
intenta seguir el cristianismo ortodoxo y encuentra gran belleza y sabiduría en
los dichos de Jesús, pero nota que sus correligionarios no suelen tener una
experiencia viva de la religión. Los teólogos sólo intelectualizan a Dios.
Lo que salva a Tolstói de este abismo
de incertidumbre es la fe de los campesinos rusos, que en su simpleza no conocen
de las inconsistencias de la religión cuando es cotejada con otras religiones o
sistemas filosóficos, simplemente viven la vida trabajando y viven su religión.
Pese al infortunio y la miseria que a veces los rodea, ponen una buena cara y
aceptan todo como bueno. Tolstói escribe en sus confesiones:
El conocimiento racional
presentado por los sabios y eruditos, niega el significado de la vida, pero la
enorme masa de los hombres, la humanidad entera recibe significado del
conocimiento irracional. El conocimiento irracional es la fe, la cosa
misma que no podía rechazar. Es Dios.
Tolstói descubre que la única forma de vivir con
propósito y sentido es sometiendo la propia voluntad a la voluntad de Dios,
creyendo que la vida de cada individuo tiene un propósito y es movida en última
instancia por la divinidad. Esta es la humildad que tanto admira en los
campesinos y que le lleva a renunciar finalmente a su nobleza y elogiar el
ascetismo.
Algunos creen que la respuesta a esta pregunta
esencial fue dada por Tolstói en su pequeña novela La muerte de Iván Ilich:
Buscó su viejo miedo
habitual a la muerte y no lo encontró. ¿Dónde está la muerte? ¿Qué muerte? No
había miedo, porque no había muerte. En lugar de la muerte había luz.
"¡Así que eso es!", exclamó súbitamente. "¡Pura dicha!".
Tolstói moriría en una pequeña estación de
tren a los 82 años, en 1910. Su muerte fue antecedida por una larga meditación
sobre la muere y fue uno de los primeros acontecimientos mediáticos de Rusia,
seguida por numerosos reporteros, espías y por sus queridos campesinos que
se arracimaron en torno al gran gigante de las letras.
La pregunta que se hizo Tolstói es exactamente
la misma que se hizo Jung y la cual exploramos en este artículo: ¿Tienes una relación con algo
infinito o no? La pregunta decisiva según Carl Jung.
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