Jeffrey Epstein: La muerte necesaria. Por Pedro Pablo Gómez
Desde
hace aproximadamente dos años las agencias de noticias occidentales
llamaron la atención sobre la apertura de un escándalo más en la alta
sociedad de los Estados Unidos de América, se trataba de la apertura de
una causa contra el multimillonario Jeffrey Epstein por la práctica de
múltiples actos de pedofilia con menores de edad de entre 13 y 16 años,
las cuales eran convocadas para practicarle ‘’masajes’’ al conocido
personaje de las altas esferas de la sociedad norteamericana.
Durante
la primera etapa del desarrollo de las acusaciones se desempeñaba como
fiscal en la Florida, el ciudadano de origen cubano Alex Acosta, que
disolvió y desapareció la acusación contra Epstein. Posteriormente,
cuando Donald Trump lo nombró como Secretario de Trabajo en su gabinete
presidencial, Acosta tuvo que renunciar al remover la prensa la causa
contra el magnate, donde quedaba claramente expuesto ante el mundo
político estadounidense.
El problema existente es que no solo
Epstein practicaba la pedofilia sino que invitaba a sus fiestas
especiales a conocidos de su ambiente social, así entre sus acompañantes
altas figuras de la economía y la política de los EEUU lo acompañaron,
como Donald Trump, Bill Clinton, Henry Kissinger, George Soros y hasta
la más alta sociedad como la realeza británica y el bien conocido
Rockefeller.
Actualmente, al desempolvarse la causa,
las preocupaciones de lo que Epstein podría hacer público, sobre las
fiestas organizadas para invitados especiales en la isla que había
adquirido para desarrollar sus actividades en Little St James Islands en
Saint Thomas, cerca de Puerto Rico, trajo como consecuencias la alta
preocupación de hasta dónde podría derivarse el curso de la
investigación. De ahí surgen las primeras versiones de la “vocación
’suicida’’ del acusado, al que se le prohíbe la posibilidad de pagar la
fianza por su posible abandono del país y es recluido en una de las
prisiones de Manhattan. Se dice que n una ocasión lo encontraron con
marcas de soga en el cuello y lo pasaron a un cuarto para posibles
suicidas, después lo retornaron a otra celda donde apareció ahorcado,
poniendo punto final a su vida y sus versiones de las actividades que
realizaba.
No se sabrá la realidad de lo que
realmente pasó, pero nadie debe dudar de los intereses que había para
mantener a Epstein en el silencio. Nada, señores, un ejemplo mas del
‘’American Way of Life’’.
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