Sr. Presidente de Brasil, Fernando Collor de Mello;
Sr. Secretario General de Naciones Unidas, Butros Ghali;
Excelencias:
Una importante especie biológica está en
riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus
condiciones naturales de vida: el hombre.
Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.
Es necesario señalar que las sociedades de
consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del
medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y
de políticas imperiales que, a su vez, engendraron
el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la
humanidad. Con solo el 20 por ciento de la población mundial, ellas
consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas
partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado
los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado
la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las
condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a
padecer.
Los bosques desaparecen, los desiertos se
extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar
cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional
y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados
para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de
esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y
saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.
La solución no puede ser impedir el
desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que
contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación
flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres,
mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de
esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio
desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y
propician la destrucción del medio ambiente.
Si se quiere salvar a la humanidad de esa
autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías
disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos
países para que haya menos pobreza y menos hambre
en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de
estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente.
Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico
internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria
para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda
ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.
Cuando las supuestas amenazas del comunismo
han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras
armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de
inmediato esos recursos a promover el desarrollo
del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del
planeta?
Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos,
cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será
demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.
Gracias.
(Ovación)
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