En primer término, hay que tener presente
que en la escuela es el maestro, es el profesor quien concreta los
lineamientos trazados por el Partido en la medida que sepa dar
cumplimiento a los planes de estudio, programas, indicaciones
metodológicas y documentos normativos.
El educador debe ser, además, un activista
de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra
ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas. Debe
ser, por tanto, un ejemplo de revolucionario,
comenzando por el requisito de ser un buen profesor, un trabajador
disciplinado, un profesional con espíritu de superación, un luchador
incansable contra todo lo mal hecho y un abanderado de la exigencia.
El educador no debe sentirse nunca
satisfecho con sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que
perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación, de
investigación. Tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador
de la cultura.
La autopreparación es la base de la cultura
del profesor. Es esencial la disposición que cada compañero tenga para
dedicar muchas horas al estudio individual, su inquietud por saber, por
mantenerse actualizado, por mejorar su trabajo
como educador.
Para llegar a ser un educador respetado por
sus conocimientos, hay que dedicar mucho tiempo a la lectura, al estudio
e incluso sacrificar horas de descanso, si fuere necesario.
La autopreparación tendrá calidad si existe
el espíritu de superación, si se es exigente consigo mismo, si se está
inconforme con los conocimientos que poseen. La inquietud intelectual de
un profesor es cualidad inherente de su profesión.
Cuando se tiene clara conciencia del papel que se desempeña, el estudio
se convierte en un placer, además de una gran necesidad.
En la medida en que un educador esté mejor
preparado, en la medida que demuestre su saber, su dominio de la
materia, la solidez de sus conocimientos, así será respetado por sus
alumnos y despertará en ellos el interés por el estudio,
por la profundización en los conocimientos. Un maestro que imparta
clases buenas, siempre promoverá el interés por el estudio en sus
alumnos.
Solo se puede despertar el interés de los
alumnos por un aspecto del conocimiento, demostrándoles su importancia,
motivándolos legítimamente a investigar. Hay que educar en todos los
lugares en que nos encontremos. Y esa vía de educación
permanente tiene que ser el ejemplo. En la escuela, en el lugar de
residencia, en las actividades sociales, el maestro tiene que ser un
ciudadano ejemplar que todos respeten y admiren.
Ser maestro por eso significa ante todo,
serIo en todos los órdenes de la vida. En el ejercicio de la profesión
está implícita su ejemplaridad, divisa del educador comunista y
condición indispensable para cumplir los altos objetivos
de la escuela socialista. La ejemplaridad se demuestra en la
puntualidad, disciplina, calidad de la clase, cumplimiento de las
normas, asistencia al trabajo productivo, en las relaciones con los
alumnos y con los compañeros maestros, en su higiene personal
y en la exigencia para consigo mismo y para con los demás.
Las verdaderas convicciones del hombre se
manifiestan cuando sus puntos de vista concuerdan con su modo de vida.
En ello estamos en el deber de ser muy cuidadosos. La vinculación de la
palabra con la acción, de las convicciones con
la conducta son la base del prestigio moral del educador.
El maestro está obligado, ante todo, a
plantearse ante sí altos requerimientos morales, ya que no se puede
exigir a los demás lo que él mismo no practica. Solo puede educar el que
es ejemplo. Por ello, la importancia social que el
Partido y el Estado le confieren al trabajo del educador.
La elevada formación ideológica, científica y
pedagógica, la asistencia y puntualidad, el cumplimiento de la misión
docente-educativa, la participación activa en las tareas revolucionarias
y las relaciones que se establecen con los
alumnos sobre la base del respeto mutuo, son factores que posibilitan
el prestigio y la autoridad que deben caracterizar la labor diaria del
maestro.
El colectivo de profesores de una escuela
tiene que servir de modelo moral para el colectivo de alumnos. La
autosuficiencia, la pedantería y la vanidad son manifestaciones de la
ideología pequeñoburguesa, que nuestra juventud rechaza.
Nuestros educadores tienen que ser ejemplos de la moral del socialismo y
combatir resueltamente toda desviación que no esté acorde con los
nuevos valores creados por la Revolución.
El maestro debe ser un permanente estudioso
del marxismo-leninismo, debe estar actualizado sobre el acontecer
nacional e internacional. El educador tiene que ocupar los primeros
lugares en la trinchera de la lucha ideológica contemporánea.
Hay que continuar superándose también
científicamente. Hay que aspirar a que nuestros maestros y profesores
estén preparados para realizar investigaciones pedagógicas, preparados
para experimentar, para plantearse la solución de
los problemas de la escuela por la vía de la ciencia pedagógica.
En las condiciones de la revolución
científico-técnica contemporánea no concebimos al maestro con métodos
artesanales de trabajo, lo concebimos como un activo investigador, como
una personalidad capaz de orientarse independientemente,
como un intelectual revolucionario que toma partido ante los problemas y
plantea soluciones desde el punto de vista de la ciencia y de nuestros
intereses de clase. Todo ello requiere de mucho estudio, de un alto
nivel ideológico, de un alto nivel de los conocimientos
y del desarrollo de las habilidades profesionales.
Ustedes forman parte de la nueva generación
de educadores cubanos, son los depositarios de las mejores tradiciones
del magisterio cubano. Conocer esas tradiciones es un deber histórico, y
trabajar por estar a la altura de ellas,
un compromiso moral.
Hay que saber aprender de los profesores que
llevan años laborando; hay que tomar de ellos lo mejor, el resumen de
las mejores experiencias. Pero hay que pensar con carácter creador, hay
que tener desarrollado el espíritu autocrítico
sobre su propio trabajo.
La labor del educador exige mucha
dedicación, incluso sacrificio. Debe dedicar buena parte de sus energías
al estudio, a profundizar en sus conocimientos para poder preparar e
impartir cada vez mejores clases. Por consiguiente debe
desarrollar el hábito de organizar adecuadamente el trabajo, de ser
riguroso, de aprovechar el tiempo y la oportunidad que le ha ofrecido la
Revolución de adquirir una de las más importantes y nobles profesiones
de nuestra sociedad.
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