Buenas
tardes amigos y amigas de la Feria Del Libro: La literatura, igual que
el amor y la amistad, es una especie de hechizo. Un amor que se nos va
nació
en el mundo secreto de la lejanía. Pues hay imágenes vivientes que
condicionan, en secreto, la vida del ausente. Si la distancia que separa
a un cubano de su patria se interioriza con amor y no con odio, se
convierte en un factor meramente externo que incita
a la solidaridad y la cercanía. No se trata de simple nostalgia; es una
elección firme de consecuencias literarias, sentimentales y políticas.
Aun viviendo en parajes e idiomas lejanos, yo nunca me fui de la Cuba
profunda. En los caseríos humildes de mi infancia
se repetían las tragedias griegas, sólo que sin tramoyas grandiosas ni
teatros inmensos.
No
es raro que yo haya escrito tanto sobre el amor. Para Miguel de Unamuno
el amor es lo más trágico de la vida, pero solamente cuando es “fruto
del engaño
y padre del desengaño”. Para él –y para mí—el amor de la mujer “es más
amoroso y más puro que el del hombre, y más valiente y más largo”. Es
como si Oracio, el protagonista de la novela, deambulase por el mundo
pensando en Aguadulce, su gran amor, mientras
recita mentalmente los versos de Silvio (y dicho sea, por cierto, en
esta sala: versos de Silvio y de nadie más):
“Ojalá que la luna pueda salir sin ti”.
Cada
lector hallará su propia respuesta, pero yo creo que sin ella, a Oracio
le esperan innumerables noches sin luna. Un periodista me dijo una vez
que
a él le gustaría conocer personalmente a alguna de las mujeres que yo
describo. No, chico, le respondí con una una de esas sonrisas malignas
de la sinceridad. No conocerás a ninguna de ellas porque son mis mujeres
secretas del sueño y la fantasía.
“Fabulosa
resistencia de la familia cubana”, escribió Lezama Lima. Sí, fabulosa
resistencia. De mí se han dicho cosas buenas y malas, pero todas parten
de una misma realidad: yo he vivido dentro de esa resistencia. Mis
personajes se esconden y cuchichean, libran batallas y chismosean,
siempre dentro de esa familia. A favor o en contra de ellos, he
inventado personajes leales, socarrones, emotivos y también
traidores. El protagonista de Un amor que se nos va es como un
adolescente, que creció demasiado rápido entre el mar, sus libros y sus
hermanas, regado “con abundancia de diminutivos y tías”. La frase
también es de Lezama Lima.
Entonces
la cercanía es en mí un factor interno, dentro de una red de relaciones
entre la naturaleza, la gente y la historia de Cuba. Nadie puede
quitarme
eso. La Cuba profunda está en todas partes, también la he visto en
Miami. He dicho en todos los foros, y repito hoy aquí, a tiempo y
sonriente, que el apoyo de una parte de los cubanos emigrados al bloqueo
de EE UU es una forma particularmente ignominiosa
de fratricidio. Un amor que se nos va está poblada de personajes
expuestos a esa agresión, en nuestros caseríos descascarados y en
nuestras guardarrayas de tierra colorá.
En
La isla del cundeamor, que se desarrolla en Miami, hay una señora
nostálgica que dice: ”Dos criadas tenía yo y éramos la crema, la nata y
el helado
de mamey del pueblo y los alrededores”. Alguien me explicó amablemente
en un restaurante de la Calle Ocho que él y su familia esperan que los
americanos les devuelvan la propiedad de sus fincas. Y me situó
detalladamente dónde se extienden sus tierras perdidas.
Perdón, dije yo, pero en esos parajes la revolución construyó un pueblo
nuevo con escuela, guardería, iglesia, policlínico y cementerio. No
importa, chico, contestó él con la arrogancia de quien está en el lado
correcto de la Historia; to` eso es mío.
Queridos
amigos. Para terminar diré que Orapronobis es un joven que habla con
las ceibas y los gatos, incluso cuando están muertos. Él planea asesinar
a su padre y a su siquiatra, y desearía amar a todas las mujeres. Una
de ellas, algo entrada en carnes y enamorada sin que él lo sepa, le
pregunta al fin un día, cuando están totalmente solos:
- Ora, ¿a ti te da asco a la celulitis?
No
puedo contar aquí lo que él responde, porque entonces nadie compra el
libro. Y no sólo de amores vive el hombre. ¿Orapronobis es machista? No
lo sé.
Pero sí creo que el machismo es un simulacro de masculinidad.
Amigos,
permítanme expresar mi inmensa gratitud ante todo a Redys Puebla
Borrero, por su amabilidad y su brillante trabajo de edición de Un amor
que se
nos va. Mi agradecimiento también al gran pintor Roberto Fabelo, por
habernos dado la portentosa imagen de la carátula. Gracias a Rogelio
Riverón por darme asilo en Letras Cubanas, y finalmente gracias a mi
hermano Pablo González Justo por la audacia de representarme
en Cuba. Si me permiten elegir una opinión ajena para terminar,
propongo este breve párrafo de Ramón Chao, el padre de mi amigo Manu,
que escribió esto sobre mí:
“René
Vázquez Díaz pone mucha humanidad en todos sus personajes, incluso en
los más abominables, siempre con una pregunta reiterativa: ¿Cómo se
comporta
la gente mientras la Historia retrocede y avanza, con sus botas de
siete leguas? Pues la gente se sacrifica y se deprava, simula y se
rinde, sueña y construye, claudica o se apresta a morir luchando. Esa es
la esencia de su escritura, con el convencimiento
de que lo principal en una obra de arte es meterlo todo, desde los
sueños hasta los disparates, para lograr que las fuerzas contrarias se
den cita en su espacio imaginario. Tal vez esa sea la única misión del
escritor: añadir algo, por muy poco que sea, a
la memoria de un país y de su gente. Y esta novela de amor a Cuba y al
ser humano lo ha logrado.”
Bueno, amigos, la próxima vez prometo estar presente.
Gracias a todos y a todas por venir a escucharnos.
*Presentación de la novela Un amor que se nos va en kla Feria Internacional del Libro de La Habana, 7 de febrero de 2018
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