Estados Unidos y su historia de crímenes de guerra. (Parte II). Por Fernando García Bielsa
Aunque el orden internacional existente se estableció bajo la hegemonía y, en buena medida, según sus conveniencias, Estados Unidos no dudará en ignorar las reglas estime que algún proceso o circunstancia puedan dañar sus intereses. Esa potencia busca la impunidad y su sistema legal es además inadecuado para fijarle a los criminales las debidas penas que merecen. En el caso de escándalos en el marco militar la regla y el empeño es acudir al encubrimiento de la verdad.
Refirámonos solo a algunos hechos.
En la segundo Guerra Mundial, durante la liberación de Francia y la ocupación de Alemania ocurrieron de manera regular violaciones de mujeres y ejecuciones masivas de combatientes capturados.
Los archivos secretos de tiempos de guerra que se hicieron públicos recién en 2006, aunque a todas luces hacían un recuento parcial, revelan que los soldados estadounidenses cometieron cientos de delitos sexuales en Europa, incluidas 126 violaciones en Inglaterra, entre 1942 y 1945. Un estudio de Robert J. Lilly estima que durante la Primera Guerra Mundial un total de 14.000 mujeres civiles en Inglaterra, Francia y Alemania fueron violadas por soldados estadounidenses.
También múltiples abusos fueron cometidos por las tropas estadounidenses de ocupación en Japón. Mencionemos solo la violación generalizada de mujeres por parte de militares estadounidenses. Académicos estiman que solo en Okinawa hasta 10.000 mujeres pueden haber sido violadas. Aunque muchos de estos crímenes no fueron denunciados o fueron ignorados, se reveló que 1.336 violaciones se perpetraron durante los primeros 10 días de la ocupación de la prefectura de Kanagawa tras la rendición japonesa.
De manera similar, durante la Guerra de Corea fueron cometidos abusos de todo tipo, ejecuciones sumarias de prisioneros y asesinatos de civiles indefensos. Apuntemos solo a la masacre de No GunRi, donde ocurrió la matanza masiva de un número indeterminado de refugiados surcoreanos por parte de soldados estadounidenses del 7º Regimiento de Caballería (y en un ataque aéreo yanqui) entre el 26 y el 29 de julio de 1950 en un puente ferroviario cerca del pueblo de Nogeun-ri, 160 km al sureste de Seúl.
En 2005, respecto a esa masacre, el gobierno de Corea del Sur certificó los nombres de 163 muertos o desaparecidos (en su mayoría mujeres, niños y ancianos) y 55 heridos. Aclararon que no se reportaron los nombres de muchas otras víctimas. La Fundación para la Paz No GunRi, financiada por el gobierno de Corea del Sur, estimó en 2011 que entre 250 y 300 personas murieron. Fueron más altas las estimaciones de los sobrevivientes de aquellos hechos.
John Kerry, veterano de aquella guerra quien llegaría a ser Senador y Secretario de Estado del gobierno de Obama, compareció en abril de 1971 ante un Comité del Senado y dijo “mi testimonio cubre la demolición de aldeas y arrojar de un avión a sospechosos del Vietcong después de atarlos y amordazarlos… Incluyo la quema de aldeas con civiles en ellas, el corte de orejas y cabezas, la tortura de prisioneros… y el uso de artillería contra poblados indefensos, destrucción de propiedades y ganado vietnamita, el uso de agentes químicos…
De entre centenares de hechos criminales acaecidos y de la impunidad resultante, menciono aquí a modo de ejemplo la masacre de MyLai. Fue el asesinato en masa 504 ciudadanos desarmados en Vietnam del Sur, casi en su totalidad civiles, la mayoría de ellos mujeres y niños, realizado por soldados estadounidenses de la Compañía C del 1er Batallón, 11ª Brigada de la 23 División de Infantería (estadounidense), el 16 de marzo de 1968. Algunas de las víctimas fueron violadas, golpeadas, torturadas o mutiladas, y algunos de los cuerpos fueron encontrados mutilados. La masacre tuvo lugar en las aldeas de MỹLai y MyKhe del pueblo de SơnMỹ durante la Guerra de Vietnam.
De los 26 soldados estadounidenses acusados inicialmente de delitos penales o crímenes de guerra por acciones en MyLai, solo William Calley fue condenado. Sancionado inicialmente a cadena perpetua, Calley vio reducida su sentencia a diez años, luego fue liberado después de solo tres años y medio bajo arresto domiciliario.
Otro de los más grandes crímenes, mencionado por Kerry fue el uso masivo e indiscriminado de agentes químicos contra la población y para desfoliar el país, en particular el uso del llamado agente naranja. De ese agresivo compuesto químico se rociaron decenas de millones de litros para defoliar los densos bosques del país en un intento de descubrir los escondites y las rutas de suministro del Vietcong.
Desde 1961 hasta 1973, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos arrojó aproximadamente 81 000 000 de litros de diversos productos químicos en Vietnam, Laos y Camboya. Más del 60% de esto fue el Agente Naranja. Las acciones del ejército de los EE. UU. para envenenar a estos países y a su gente siguen siendo uno de los mayores crímenes de guerra desde la Segunda Guerra Mundial.
El agente naranja sigue pudriendo los suelos de Vietnam y afectando la salud 50 años después. La exposición a corto plazo a la dioxina puede causar deformaciones. Deficiencias inmunológicas, problemas hepáticos y enfermedades graves de la piel y labios leporinos, entre otros. Además, la dioxina está relacionada con la diabetes tipo 2, la disfunción del sistema inmunitario, los trastornos nerviosos, la disfunción muscular, la alteración hormonal y las enfermedades cardíacas.
Posteriormente, la Comisión de Derechos Humanos de NN.UU. instó, especialmente a EE. UU. y el Reino Unido, a que abrieran investigaciones para investigar posibles homicidios ilegítimos cometidos por sus fuerzas en Afganistán. Además de los asesinatos de civiles, también hay muchas denuncias sobre la tortura, el maltrato y el asesinato de prisioneros por parte de las fuerzas estadounidenses en Afganistán.
La Corte Penal Internacional [CPI] dijo que tenía suficiente información para probar que las fuerzas estadounidenses habían «cometido actos de tortura, trato cruel, ultrajes a la dignidad personal, violación y violencia sexual» en Afganistán en 2003 y 2004. Pero hasta ahora, ningún caso se ha abierto en gran parte debido a la obstrucción y negativa a cooperar de los Estados Unidos (que no es miembro de esa corte internacional). Incluso EE.UU. también impuso sanciones a la CPI cuando inició una investigación sobre las atrocidades de guerra de EE.UU. en Afganistán.
El proyecto Costs of War de la Universidad de Brown estima que más de 46.000 civiles afganos perdieron la vida durante la guerra más larga en la historia de Estados Unidos. El ataque con drones errantes del 29 de agosto no fue la primera vez que civiles afganos – en el camino de pastar ganado o recolectar leña – mueren en ataques con tales artefactos bajo la amplia bandera de la guerra contra el terrorismo.
Quedan fuera del recuento la brutalidad de las tropas yanqui durante muchas de sus aventuras en otros confines, los bombardeos a mansalva sobre Belgrado y otras poblaciones serbias de consumo con la OTAN y sin el visto bueno de Naciones Unidas, su apoyo a los continuos crímenes de Israel contra el pueblo palestino, el contubernio con Arabia Saudita cuando se masacra al pueblo yemenita, y mucho más.
Caben pocas dudas para calificar a los Estados Unidos como el mayor perpetrador de crímenes de guerra, tanto por su número como por su envergadura. A lo largo de su existencia, esa potencia ha cometido muchas atrocidades que nunca reciben la misma atención de los medios y de varias instituciones internacionales que las masacres que cometen sus enemigos.
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