Sin permiso para la derrota. Por Rafael Montejo Véliz

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Hay gente, pocas, que ya están derrotadas, y es cierto que la tragedia provocada por el accidente en la base de supertanqueros es grande y las escenas dantescas.

Matanzas duele como dolió y duele el Saratoga, como dolió y duele el Flora con más de mil fallecidos, y los más de 3000 asesinados por ataques y bombardeos piratas y duelen los más de 100 niños fallecidos por la criminal introducción del dengue en Cuba en los inicios de los 80, y los combatientes muertos en Girón y en los bombardeos previos, duelen las vidas segadas en la voladura del avión en Barbados, y los dos mil combatientes en Angola y tantas y tantas vidas entregadas, duelen los amigos, colegas, familiares y miles de cubanos que la Covid nos llevó.

Reitero, duele Matanzas, y entiendo que haya quien desfallezca, pero de ahí a pedir que este sea un punto de inflexión y pidan, como colofón a tanto sacrificio y a tanta heroicidad, un cambio de timón milagroso en la economía, como si no estuviéramos en transformación permanente, como si por un milagro la economía fuera a cambiar y generar espontáneamente la prosperidad deseada que no sea producto del trabajo creador y en cambio insinúan consesiones que enrumben a perder el poder político. El viejo Lenin nos recuerda: «La política es la expresión concentrada de la economía. La política no puede dejar de tener supremacía sobre la economía. Pensar de otro modo es no comprender el abecé del marxismo».

La esperanza y el valor surgen del pueblo, del consenso, la unidad y el socialismo. Se necesita más socialismo para virar esta tierra de una vez, para erigir una economía que desafíe todos los obstáculos internos y externos, que nos levante de nuestras insuficiencias, necesitamos más planificación inteligente, colectiva y participativa.

Matanzas, y Cuba con ella, se alzan más brillantes que la explosión que nos cegó ayer momentáneamente. Y con ella nuestra economía enrumbada al modo más socialista y solidario posible, con aquella fórmula sagrada de «Con todos y para el bien de todos» sin permiso para la derrota y llamados agoreros.

Y como mi reflexión es a titulo personal y más de una vez me he presentado voluntario a cualquiera que sea el sacrificio, mantengo la garganta lista para el canto optimista, la vida en vilo para luchar, la bandera desplegada y el sueño y la inteligencia esperanzados en cambiar lo que deba ser cambiado en Revolución.