El trágico caso de Adnan Latif
La esperanza se muere en Guantánamo
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| Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández | 
El trágico caso de Adnan Farhan 
Abdul Latif entró en un callejón sin salida en el momento en el que Tribunal 
Supremo de EEUU emitió una orden negándose a ver su caso la pasada semana. Latif, un hombre 
yemení, lleva encarcelado en Guant ánamo desde enero de 2002, fecha en la que le 
detuvieron cuando iba viaja ndo en búsqueda de tratamiento médico. 
Latif había sufrido graves heridas en la cabeza como consecuencia de un 
accidente de coche en 1994, y el gobierno yemení le pagó para que en aquel 
momento recibiera tratamiento en Jordania. Pero sus problemas médicos 
persistieron y, en 1999, el Ministerio de Sanid ad Pública del Yemen recomendó a 
Latif que se sometiera a pruebas, terapias y procedimientos quirúrgicos a sus 
expensas. Como no podía permitírselo, Latif explicó que salió del Yemen en 2001 
con la ayuda de un trabajador caritativo para buscar tratamiento médico gratis 
en Pakistán. Cuando le cogieron en Afganistán –camino de Pakistán- y le pusieron 
bajo vigilancia estadounidense en diciembre de 2001, Latif llevaba todo su 
historial médico con él. 
Después de someterle a una farsa de juicio, un Tribunal de Revisión del 
Estatus de Combatiente en Guantánamo declaró que Latif era un “combatiente 
enemigo”. No se le permitió asistir a la vista, ni tampoco ver las pruebas que 
se presentaron contra él. En vez de un abogado, le concedieron un “Representante 
Personal”, un oficial militar que n i representó ni defendió los intereses de 
Latif. 
Hace cuatro años, el Tribunal Supremo rechazó el argumento de la 
administración Bush de que los detenidos en Guantánamo no tenían derecho a 
impugnar la legalidad de su confinamiento ante los tribunales estadounidenses. 
En el caso Boumediene versus Bush , el Tribunal defendió los derechos de habeas corpus de los detenidos, 
diciendo que se les debería dar una “oportunidad significativa” para poder 
cuestionar su detención. 
Latif presentó un recurso de petición de habeas corpus ante un tribunal 
federal de distrito. La administración Obama se opuso a la petición, a par tir 
de la información procedent e de un informe de l interrogatorio. En ese informe 
aparecían censuradas y suprimidas partes extensas, por tanto , es difícil 
averiguar con exactitud qué es lo que dice. Pero al parecer , según el informe, 
Latif admitió haber sido reclutado para la yihad , haber recibido de los 
talibanes entrenamiento en armas y haber servido en la línea del f rente junto a 
otras tropas de los talibanes. Latif dijo que sus interrogadores habían 
tergiversado sus palabras de forma que el sumario no presentaba relación alguna 
con lo que él había dicho realmente. 
En el Tribunal de Distrito de EEUU para el Distrito de Columbia, el juez 
Henry Kennedy concedió la petición de habeas corpus de Latif, concluyendo 
que “no se p uede dar credibilidad a la información [del Informe] p orque hay 
serias dudas de que tal Informe refleje con exactitud las palabras de Latif, que 
los hechos incriminatorios no se han corroborado y Latif ha presentado una 
historia alternativa creíble que explica su viaje”. Al juez Kennedy le 
preocupaba que “ningún otro detenido hubiera visto nunca a Latif en un campo de 
entrenamiento o en una batalla. Ningún otro detenido dijo a los interrogadores 
que él hubiera huido con Latif de Afganistán a Pakistán, desde Tora Bora o 
cualqui e r otro lugar. Ningún tipo de prueba vincula a Latif con Al-Qaida, los 
talibanes, un campo de entrenamiento ni que fuera su huésped”. 
Para el juez Kennedy era especialmente significativo que “los aspectos 
fundamentales de la historia de Latif hayan sido siempre los mismos”. Más de una 
docena de sumarios de interrogatorios y de las afirmaciones contenidas en los 
mismos “de Latif muestran las categóricas negativas de implicación alguna con 
Al-Qaida [sic] o los talibanes; su grave herida en la cabeza como consecuencia 
de un accidente de coche en Yemen; su incapacidad para pagar el necesario 
tratamiento médico y su ilusión y esperanza de que el trabajador caritativo 
pudiera conseguirle atención médica gratuita”. 
El juez Kennedy razonaba también que los errores que el informe presentaba 
apoyan “que pueda inferirse que se produjo una mala traducción, anotaciones 
descuidadas… [suprimidas]… o una combinación de todos esos fa ctores que 
provocaron un sumario incorrecto de las palabras de Latif”. El hecho de que a 
Latif se le encontrara en posesión de su historial médico cuando le atraparon, 
según el juez, “corroboraba” su “plausible” historia . 
El gobierno apeló la decisión del Tribunal de D istrito ante el conservador 
Tribunal de Apelaciones de Distrito del Circuito de Columbia, que revocó la c oncesión del habeas corpus. El Tribunal de 
Apelaciones admitió que el informe del interrogatorio “se había preparado en 
condiciones estresantes y caóticas, que se filtró a través de intérpretes, que 
presentaba errores de transcripción y que aparecía muy mal redactado [con partes 
suprimidas] por motivos de seguridad nacional”. Pero, por vez primera, el 
Tribunal de Distrito del Circuito de Columbia mantuvo que había que conceder a 
los informes del gobierno la “presunción de consistencia”. Esto significa que se 
presumirá siempre que son ciertos a menos que el detenido pueda refutar esa 
presunción. 
La juez Janice Rogers Brown, que escribió la sentencia de los dos jueces en 
mayoría en los paneles de apelación compuestos por tres jueces, distorsionó la 
afirmación del caso Boumediene en el sentido de que podía “innovarse” en los 
procedimientos de habeas corpus para dar a los informes del gobierno una 
“presunción de consistencia”. La juez Brown criticó “las despreocupadas suposiciones de Boumediene”. 
El juez disidente de la apelación, David S. Tatel, señaló que, en la 
práctica, la presunción de consistencia obligará a los tribunales a dar por 
buenas , sin cuestionamiento alguno , las detenciones llevadas a cabo por el 
gobierno porque “sugiere que todo lo que diga el gobierno es cierto ”. Concluyó 
que el informe sobre el caso Latif era inherentemente poco fidedigno porque 
“contiene interpretaciones múltiples basadas en ru mores”. El juez Tatel acusó a 
la mayoría de dos jueces de negarle a Latif una “valiosa oportunidad” de 
impugnar la ilegalidad de su detención que Boumediene garantiza. 
Cuando siete de los detenidos cuyas peticiones había rechazado el Tribunal de 
Distrito de l Circuito de Columbia, incluida la de Latif , llevaron sus casos 
ante el Tribunal Supremo, confiaban en que el alto tribunal hiciera justicia. 
Durante la administración Bush , el Tribunal había derogado una serie de 
ilegales e injustas políticas del ejec utivo, entre las que se incluía la 
negativa de l derecho de habeas corpus a los detenidos de Guantánamo, el rechazo a conceder el proceso debido a los ciudadanos 
estadounidenses detenidos en la “guerra contra el terror” y el mantenimiento de las comisiones militares , en base a que 
violaban el Código Uniforme de la Justicia Militar y las Convenciones de Ginebra . 
Pero la esperanza en la justicia murió la pasada semana cuando el Tribunal se 
negó a considerar siquiera la corrección del rechazo al habeas corpus emitido 
por el Tribunal de Apelación a esos siete detenidos. De ahora en adelante, los 
detenidos que pierdan ante el Tribunal de Apelación de Cir c u ito no pueden 
confiar en que acudir al Tribunal Supremo vaya a alivi ar les de nada. Su última 
parada será ante uno de los T ribunales de C ircuito más derechistas del país, 
que se dedica a anular o retrasar todas las órdenes de liberación emitidas por 
jueces federales en caso de que al gobierno se le ocurr a objetar algo. 
La negativa del Tribunal Supremo a revi sar las decisiones del Tribunal de A 
pelación en esos casos ha convertido ahora en letra muerta la sentencia Boumedi 
e ne. Desde 2008, las dos terceras partes de los detenidos que han presentado peticiones de habeas corpus han ganado en los 
tribunales de nivel de distrito, pero ning uno de ellos ha quedado libre por una 
orden judicial. El juez Tatel escribió que “es duro ver lo que queda de interés en 
Boumediene para la revisión de habeas en la s órdenes del Tribunal Supremo” . 
Como muchos otros hombres en Guantánamo, Latif se puso en huelga de hambre 
para ejercer el único poder de que dispo nía frente a la desesperanza absoluta, 
el poder de negarse a comer. Fue alimentado a la fuerza durante tres meses, de 
los cuales dice : “ Es como tener un puñal penetrando garganta abajo”. 
Como escribe el fiscal M a rc D. Falkoff en su capítulo sobre Latif en The United States and Torture: Interrogation, Incarceration and 
Abuse : “la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos llama 
a eso tortura”. 
De los 800 hombres y muchachos retenidos en Guantánamo desde 2002, 169 
permanecen allí. De esos prisioneros, 87 tenían ya que haber salido libres , una 
liberación aprobada por las juntas militares de revisión que se establecieron 
durante la administración Bush y , después , por el Grupo de Trabajo de Revisión 
de Guantánamo est ablecid o por el Presidente Obama en 2009. Sin embargo, 
allí siguen, pudriéndose en ese campo de detención. 
En su sentencia, la juez Brown escribía: “Afortunadamente, est a es una 
categoría reducida de casos. Las filas de detenidos en Guantánamo no volverán a 
llenarse ”. En efecto, Obama ha enviado a solo un nuevo prisionero a Guantánamo. 
Su estrategia es asesinar a los “militantes sospechosos” o a la gente presente 
en “áreas sospechosas” mediante aviones no tripulados , obviando así la necesidad de 
encarcelarles y someter su detención a los tribunales. Como la juez Brown 
observó inquietantemente: “La lógica de Boumediene es imperiosa: matar a quien 
se ponga por delante. Entendido”. 
Marjorie Cohen es profesora de Derecho en la School of Law Thomas Jefferson y 
ex presidenta del National Lawyers Guild. Es editora del libro “ The United States and Torture: Interrogation, Incarceration and 
Abuse ”, publicado a principios de año en r ústica por NYU Press . 
Fuente: 
http://www.jurist.org/forum/ 
 
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