Comuna Libre: donde el pueblo manda y el gobierno obedece
En las últimas
décadas el factor territorial ha adquirido nuevo protagonismo como
espacio clave de la lucha de clases. No sólo por su estructura de
oportunidades para enfrentar el sistema, sino la potencialidad inscrita
en él de prefigurar uno diferente. En este ámbito se han multiplicado
las organizaciones de base y más importante se han fortalecido
experiencias y prácticas autogestionarias y de construcción de poder
popular. Estas nos regalan el derecho a pensar nuevamente en una
alternativa masiva de transformación radical del país y el mundo, nos
invitan a soñar con la proyección de las autonomías en una oleada de
comunas libres que se reproduzcan revolucionando toda la ciudad.
El cambio territorial para una transformación social
El desmantelamiento de la sociedad industrial a manos del
neoliberalismo, supuso no solo un cambio en el régimen económico de
acumulación sino además en la forma de dominación. En una de sus
dimensiones, se pasó de un poder disciplinario concentrado dentro de los
límites de la fábrica, a una fase de control a cielo abierto sobre los
cuerpos. Con ello la lucha de clases en las ciudades de América latina
sufrió una redirección en la intensidad de su conflicto, del ámbito de
la producción (trabajo) al de la reproducción social (modos de vida),
haciendo del espacio territorial un campo geopolíticamente clave para
las resistencias.
Así como el capitalismo ha invadido esferas
de la vida antes impensadas también ha permitido con ello una pluralidad
de ejes de enfrentamiento entre las comunidades y los defensores del
sistema. Desde los territorios se han desencadenado en los últimos años
importantes procesos de insumisión. Por nombrar algunos ejemplos
emblemáticos en la región está el caso de los caracoles del EZLN en
México, las Juntas Vecinales de El Alto en Bolivia, las comunidades del
Movimento Sem Terra en Brasil y la organización piquetera en Argentina.
En Chile esta tendencia se observa en los últimos (i) levantamientos regionalistas (Magallanes, Aysén, Calama, Arica, Tocopilla), (ii) luchas sectoriales
(Castro por salud, Cabildo, La Ligua y Petorca por el agua, Peñalolén y
La Florida por suelo y vivienda, Dichato por la reconstrucción,
Freirina por la crisis sanitaria, Santiago centro por el comercio
popular), batallas ecológicas (Ralco, Alto Maipo, Aysén, Punta de
Choros, Penco-Lirquén, por proyectos de inversión energética, Huasco
alto contra Pascualama, Huasco bajo, Arica, Coronel y Quintero contra la
contaminación de azufre, plomo, arsénico y el derrame de petróleo), choques contra el gobierno local
(Renca, Ñuñoa, Conchalí, Peñalolén ante la defensa de espacios
comunitarios, Cerro Navia, La Florida y Talcahuano por el cierre de
escuelas, Concepción, Chiloé y Valparaíso contra obras de
infraestructura) y como no, la histórica lucha de la nación-pueblo
Mapuche que sigue a vivo fuego.
Todos los casos más allá de sus
particularidades, tienen en común (de forma) una organización
asamblearia con un fuerte arraigo de base territorial, (en su contenido)
trabajar por la reconstrucción de la vida social mediante la
auto-organización de la clase en sus territorios y la colaboración
solidaria de sus participantes, y sobre todo (en el fondo) ser acciones
dirigidas a la construcción y ejercicio de un poder, un poder propio. Un
poder-hacer de los de abajo en los territorios que nada a contracorriente del poder-sobre que los de arriba tienen sobre nuestras vidas.
La autogestión como forma de lucha y producción social
Este proyecto adquiere cuerpo lentamente con las innumerables prácticas
de trabajo de base autogestionario existentes hoy en Chile. Ellas las
vemos como los embriones de un área de reproducción social donde los
modos de vida propuestos, sus lógicas y formas de organización, no son
estatales, ni mercantiles, sino sociales, las que se da la propia gente.
Son alternativas a las que ha recurrido la población para hacer
efectivo en los hechos, los derechos que el Estado no garantiza y que el
Mercado viola permanentemente. Modalidades de planeación, control y
ejecución del trabajo, educación, vivienda, salud, cultura, otros,
levantadas por las mismas comunidades cuando recuperan la confianza en
sus capacidades y dan respuesta con sus propias manos a las necesidades
más sentidas, desde estructuras solidarias, mutualistas y
autogestionarias.
Algunos ejemplos son:
§ Prácticas de educación autogestionaria
que reproducen por grietas de una ciudad escolarizante y autoritaria
alternativas de educación liberadoras bajo control directo de la gente
(jardines comunitarios, primarias populares, escuelas autogestionadas de
jóvenes y adultos, espacios permanentes de autoformación, etc.).
§ Experiencias de producción social del hábitat que
siembran gérmenes en la misma trama urbana capitalista de un habitar
crítico, un poblar alternativo que nace desde las propias poblaciones
(apoyo técnico colaborativo para proyectos habitacionales y urbanos,
dispositivos de autogestión del hábitat, cooperativas y constructoras
populares, entre otras).
§ Esfuerzos de organización cooperativa y economíalocal
que lentamente recuperan espacio perdido en el ámbito del trabajo
articulando economías otras en el seno del neoliberalismo (cooperativas
de servicios, empresas sociales, emprendimientos mutualistas).
§ Trabajos de comunicación, arte y cultura popularque
hacen frente al silencio de los medios, el individualismo, y los grises
y opacos del sentido común hegemónico (centros culturales, periódicos,
radios, canales de TV, asociaciones de artistas, sellos autogestores,
entre otras).
§ Casos de salud comunitaria que
desafían la medicalización y patologización del bienestar abordando sus
determinantes sociales a través de distintas técnicas y prácticas,
ancestrales y alternativas, de auto-cuidado individual y colectivo
(apoyo mutuo psico-social, medicina indígena, consultorios populares,
grupos de crianza, etc.).
§ Entre otras.
A revolucionar la ciudad desde abajo
La reforma urbana de la Nueva Mayoría, como era de esperarse, no sólo
omite el problema de la tierra, la cuestión de la segregación, el tema
del lucro con la ciudad, la construcción de barrio, la planificación
social del espacio y pensar un habitar de nuevo tipo, sino además
incorpora nuevas exenciones e incentivos a la empresa privada. Así las
cosas, con las cartas del progresismo en la mesa, no basta con
reivindicar al mal gobierno el derecho a la vivienda o el acceso a la
ciudad. No será suficiente exigir una reforma mejor a las de antes, o
una política de desarrollo urbano mejor a la que propone el gobierno. Es
urgente, aquí y ahora, revolucionar la ciudad desde abajo; una
larga travesía, que comienza hoy, por disolver la urbe capitalista en
múltiples comunas libres; comunas donde el pueblo mande y se mande,
gobierne y se autogobierne.
La construcción de estas comunas es una gran batalla, un combate cuyos primeros golpes debiese considerar:
§ Levantar la asamblea territorial
como entidad gestora de proyectos de producción social en todos los
ámbitos que sean de su interés (vivienda, trabajo, salud, educación,
cultura, etc.) y el área social como un espacio no estatal, ni
mercantil, de desarrollo, sino autogestionario.
§ Crear (auto)gobiernos comunitarios
donde se encuentren la mayoría de las organizaciones de base,
organizaciones políticas y movimientos sociales y populares de los
territorios en cuestión.
§ Disputar el acceso al suelo mediante el establecimiento de áreas de manejo comunitario de interés social definidas participativamente, el traspaso de todo el suelo público a un conservador local de suelo social
y la instauración de mecanismos que controlen el alza en el valor del
suelo privado, la recuperación de plusvalías para los habitantes, y
medidas impositivas sobre su transferencia y especulación.
§ Impulsar el acceso a la vivienda adecuada mediante la masificación de la autogestión habitacional y la conformación de cooperativas de construcción de viviendas y empresas sociales sin fines de lucro.
§ Dar vida a los consejos populares de planificación territorial
cuyo objetivo sea velar por la justicia espacial del ordenamiento
territorial, con carácter resolutivo y cuyas decisiones sean
vinculantes.
§ Articular polos productivos de economía local y solidaria
dirigidos a la transformación secundaria de materia prima, convergencia
colaborativa de servicios y, transferencia tecnológica a cooperativas
populares familiar y comunitaria.
§ Implementar una política de ecología barrial dirigida a la arborización, reciclaje y creación de huertas urbanas en cada grieta del espacio comunal.
§ Luchar por la integración inicial en el sistema de salud comunal de los centros de autocuidado comunitarios, como espacio paralelo de trabajo familiar y barrial en torno al buen vivir.
§ Intencionar la creación de una red de educación autogestionaria
paralela a independiente a la educación estatal-municipal compuesta por
centros de infantes, escuelas primarias, secundarias y de adultos, como
de capacitación, especialización y de formación con financiamiento
público y administrados directamente por las comunidades y
organizaciones educativas autogestoras.
§ Apoyar y reproducir los medios de comunicación alternativos, centros culturales, las artes y artistas populares en cada barrio bajo autogobierno comunitario.
Todos estos elementos no son líneas de un novedoso manifiesto del
cambio social, sino en su mayoría son realidades que ya se están
construyendo en los sótanos del modelo. Detrás de ellas hay mujeres y
hombres que decidieron tomar una opción distinta -y en contra- del modo
de vida capitalista, su esclavitud soterrada, la violencia estatal
aceptada, y un pensamiento único naturalizado. Lentamente estas manos se
entrelazan en los territorios, donde nace un nuevo habitante, un
poblador y una pobladora en lucha que construirá territorios libres por
donde vaya transformando el mundo y cambiando su propia vida.
A ese sur, vamos caminando.
Henry Renna, Movimiento de Pobladores y Pobladoras en Lucha
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