La precariedad y el gripado del ascensor social disparan a niveles desconocidos la pobreza del siglo XXI, que está sacudiendo las estructuras sociales con una combinación de inseguridad, empleo inestable y bajos salarios.
El pobre también era Plácido, el mordaz personaje agobiado por pagar la letra de su motocarro que dio nombre a la película con la que Luis García Berlanga satirizó aquella demencial campaña navideña de limpieza de conciencias burguesas que el franquismo lanzó en los años 50 bajo el lema "siente un pobre a su mesa",
al que solo le faltaron dos detalles para alcanzar fama (y ridículo) de
ámbito planetario: que la censura no hubiera vetado el empleo de ese
eslogan como título del filme y que Ingmar Bergman no le hubiera
arrebatado el Óscar de 1961 con El manantial de la doncella.
Hoy una campaña de ese tipo carece de razones en España; por varios motivos, entre los que destaca poderosamente la extensión de la pobreza:
uno de cada cinco españoles, nueve millones de personas, y más de tres
millones y medio de hogares subsisten en ella, según revela el cruce de
los datos la Encuesta de Condiciones de Vida con los del padrón y la estadística de hogares, todas ellas del Instituto Nacional de Estadística (INE).
La tasa de riesgo de pobreza lleva en España, tanto por personas como por hogares, cinco años por encima del 19% si se toma como dato de referencia la que incluye el "alquiler imputado", que es el pago que debería hacer el dueño de la vivienda en caso de ser inquilino,
y que la mayoría de las familias del país eluden por tenerla en
propiedad. Sin él, la tasa se dispara en más de dos puntos que elevan
los registros a más de diez millones de personas y casi cuatro de
hogares.
¿Tantos pobres hay en España? Sin duda. Lo recogen las
estadísticas oficiales y los estudios de los expertos, por mucho que el
español medio siga confundiendo pobreza y marginalidad.
"La pobreza y la exclusión son cosas distintas que
coinciden en ocasiones, pero no siempre ni necesariamente", explica
Gustavo García Hurtado, de la Asociación de Gerentes y Directores de
Servicios Sociales, que anota que "la inmensa mayoría de las personas
pobres en España no son marginales ni están excluidos, sino que son trabajadores que no llegan a fin de mes. La pobreza, básicamente, está en los trabajadores precarios y/o con sueldos bajos que no llegan a fin de mes si no tienen apoyo de sus familias".
"La pobreza es carencia material"
La definición de pobreza está objetivada en la UE: la sufre quien tiene unos ingresos inferiores al 60% de la mediana
de la renta en el territorio del que se trate, mientras que la pobreza
severa la padecen aquellos que ganan o reciben menos del 40% de esa
mediana.
Esa definición sitúa el umbral de la pobreza en España en 10.371 euros anuales para situaciones individuales y en 21.779 para un hogar estándar formado por dos adultos y dos menores.
"Hoy la pobreza es inseguridad, trabajo no estable y salarios bajos, y no se le puede hacer frente con los programas del siglo XX.
La pobreza es carencia material", señala García Herrero, para quien
este fenómeno “en el siglo XXI es algo normalizado y relacionado con el gripado del ascensor social. El límite de la pobreza es la precariedad, que genera inseguridad y miedo”.
Estas iniciativas, entre las que se encuentran las fallidas rentas de inserción autonómicas,
replican en ocasiones sistemas caritativos, resultan a menudo
estigmatizadores para sus usuarios y ofrecen con frecuencia tal grado de
desfase como para dejar fuera a más del 90% de los pobres. "La cohesión
social exige que todos los ciudadanos tengan garantizado un ingreso para vivir", añade.
La deriva del mercado laboral hacia la precarización y la congelación salarial resulta clave para entender la evolución de la tasa de pobreza en España. Y, en este sentido, los datos de la Agencia Tributaria
resultan tan esclarecedores como inquietantes: más de siete de los
diecinueve millones de contribuyentes del IRPF, lo que supone más de la
tercera parte de ellos, declaran ingresos inferiores a los 12.000 euros brutos, en una situación que, con altibajos lleva una década ocurriendo.
"El nuevo pobre, el mayoritario, no pide limosna"
En paralelo a esa extensión de la pobreza,
cronificada en el entorno de la quinta parte de la población española,
se han popularizado términos como "pobreza energética", "pobreza habitacional", "pobreza proteica"
o "insolvencia alimentaria". "Todo es pobreza. Son formas distintas de
manifestarse que pueden servir para hacer análisis teóricos pero no para
actuar sobre ella. Las ayudas deben unificarse", sostiene García Herrero.
Un 34,2% de las familias no puede permitirse una semana de vacaciones
Según la Encuesta de Condiciones de Vida, el 27% de los hogares españoles tiene "cierta dificultad" para llegar a fin de mes mientras otro 26,3% se encuentra en una situación de mayor estrechez, lo que se traduce en estas carencias de tipo material:
el 36% no puede hacer frente a gastos imprevistos y un 7,3% ha tenido
retrasos en pagos relacionados con la vivienda, mientras un 34,2% de las
familias no puede permitirse una semana de vacaciones, a un 3,7% no le llega para comer carne, pollo o pescado día sí y día no y a un 9,6% no le da para mantener la casa a una temperatura adecuada.
"El nuevo pobre, el mayoritario, no pide limosna ni pasa hambre, aunque sí se alimenta mal y de ahí la epidemia de obesidad",
señala el experto, que añade que cuando en un hogar, o una persona, se
dan varias de esas carencias que estudia el INE a la pobreza se le suma
el riesgo de exclusión.
Mejoría, pero no en los niveles más bajos
"Sigue existiendo una pobreza de carácter
estructural, vinculada a la marginación o la exclusión social, que es
minoritaria y cuyo caso más extremo es el de la gente que vive en la
calle", anota García Herrero, que destaca que "para salir de ahí no
basta con una ayuda económica, sino que se necesitan otros apoyos" de inserción.
Hay
varios caminos que llevan de la nueva pobreza a la estructural
vinculada a la exclusión. Uno de ellos es la concentración geográfica en
guetos. Otro, la cronificación, que hace que los afectados vayan poco a
poco perdiendo sus relaciones sociales.
“Por eso -señala el experto- es tan grave el paro de
larga duración”, que sigue afectando a más de un millón de españoles y
que, aunque lleva cinco años menguando, sigue cuadruplicando el nivel de
hace una década.
Los indicadores de pobreza llevan unos años mejorando
en el plano global, aunque eso no significa que la mejora sea
generalizada. "No lo están haciendo en los niveles más bajos, entre los
que se encuentran los parados de larga duración", anota García Herrero.
No son los únicos. Los datos del INE indican cómo, pese a la mejora generalizada, hay tres grupos de edad como los jóvenes menores de 30 años, los jubilados y los trabajadores de más de 45 años, en los que el impacto de la pobreza sigue creciendo.
"Los cambios sociales venían de atrás, y la crisis
los ha agudizado", apunta. "Hoy todo es volátil, la estabilidad no
existe", anota, mientras recuerda que la precariedad y los bajos
salarios siguen llevando a gente de manera constante hacia la pobreza: "Nadie sabe si va a haber un mañana, por eso se vive al día".
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