Perú: Cambiar las reglas del juego. Por Iroel Sánchez
“América para los americanos”, es la frase con que Pedro Castillo cerró su discurso en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles, en abril de 2022, a la que acudió sin su tradicional sombrero de maestro rural. En medio del cisma provocado por la exclusión que hizo Estados Unidos, en la convocatoria a ese evento, de Cuba Venezuela y Nicaragua, Castillo fue de los que optó por asistir y no mencionar ese tema que se convirtió en centro del mismo.
“América para los americanos” es la consigna central de la Doctrina Monroe, en la que desde inicios del Siglo XIX Estados Unidos basa su relación de hegemonía con Latinoamérica, en la práctica “América para los americanos, del Norte”. Que el entonces mandatario peruano pronunciara tal frase se atribuyó a su desconocimiento y al de sus asesores, incluyendo su cancillería, y es muy probable que haya sido así. Sin embargo, que en su intervención tampoco hubiera la menor referencia a las cuestionables políticas de Estados Unidos hacia la región, incluyendo el bloqueo a Cuba que varios mandatarios presentes allí condenaron, y tampoco a las exclusiones impuestas por los organizadores estadounidenses, revela una postura complaciente, o al menos acrítica hacia lo que el progresismo de la región considera “la América que no es nuestra”, como definiera José Martí.
Al ser electo, Castillo designó al intelectual Héctor Béjar como canciller. Béjar, duró menos de un mes en el cargo, fue linchado mediáticamente por unas declaraciones en que acusaba a la Marina de Guerra peruana de iniciar el terrorismo y de haber sido entrenada para ello por la CIA. Le faltó decir terrorismo de estado, como el todos los ejércitos que colaboraron con Washington durante la Guerra Fría en América Latina, pero aún así fue defenestrado. Con Béjar en el cargo, Castillo no hubiera cometido el dislate que cometió en Los Ángeles, pero él prefirió aceptar la renuncia del intelectual izquierdista. Lo insólito es que después de ser destituido y estando ya en prisión, Pedro Castillo descubrió a la CIA y a los Estados Unidos -esos de América para los americanos, del Norte- y los acusó de estar detrás de la represión que la ahora Presidenta Dina Boluarte ejecuta con Ejército y Policía contra quienes en las calles del Perú reclaman elecciones y califican de dictadora a la ex Vicepresidenta de Castillo.
No estaba despistado Castillo esta vez, lástima que sea un poco tarde. La embajadora de Estados Unidos en Perú, Lisa Kenna, quien según su biografía oficial en el State Department trabajó 9 años en la Agencia, se reunió con el ministro de defensa peruano poco antes de que el presidente “de izquierda”, quien había sido elegido democráticamente, fuera derrocado en un golpe de Estado y encarcelado sin juicio. Cuatro días después del golpe la misma embajadora se reunía con la Sra Boluarte y proclamaba el respaldo a ella del gobierno norteamericano.
Boluarte, Vicepresidenta electa de Castillo, como Michel Temer de Dilma Rouseff y Lenin Moreno de Rafael Correa, optó por ser más fiel a la embajada que al programa que escogieron los electores. Programa que, por cierto, no ha tenido la menor oportunidad de ponerse en marcha, porque, entre los ataques mediáticos y sabotajes congresionales, a Castillo no se le permitió gobernar. Y este, en vez de movilizar al pueblo para presionar en las calles por la Asamblea Constituyente y las medidas de justicia social que prometió, se dedicó a un enfrentamiento con el Congreso perdido de antemano, regalándole, con su último esfuerzo, burocrático y unipersonal, el pretexto para declararlo antidemocrático, desacreditarlo y llevarlo a prisión. Nadie le ha preguntado a Boluarte por el programa de cambios para el que fue votada junto a Castillo, incluyendo una Asamblea Constituyente que también reclaman los peruanos en sus protestas de estos días.
Pero ahí está el pueblo, poniendo el pellejo a las balas en la calle por un Presidente que no estuvo a su altura. ¿Emergerá de esa lucha el fin del control oligárquico sobre la política y los recursos del Perú? Ojalá, pero no parece haber una fuerza política organizada capaz de hacerlo y sólo un cambio radical de las reglas del juego podría permitirlo.
Intentar cambiar algo con preocupación por no molestar a quienes controlan los medios de comunicación, y a quienes desde el Norte llevan más de un siglo quitando y poniendo gobiernos en muchos de los países latinoamericanos termina siempre en el mismo lugar: la derrota.
Fernando Martínez Heredia, pensador cubano a quien seguramente Pedro Castillo no conoce pero Héctor Bejar muy probablemente sí, escribió en su último texto, dedicado a Fidel Castro: «El capitalismo enarbola su democracia desprestigiada, corrupta y controlada directamente por oligarquías, y les exige a los gobernantes tímidos y a los opositores respetuosos que se atengan a sus reglas como a artículos de fe, una actitud que sería suicida, porque esas reglas están hechas para conservar el sistema de dominación capitalista.» Martínez Heredia murió sin saber de la existencia de Pedro Castillo pero a este tal vez le hubiera venido bien conocer a Fernando.
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