Una guerra impía que significa un desastre para la democracia. Sami Michael
Haaretz
| Traducido del inglés para Rebelión por J. M. | 
 Baruch Marzel, Yoav Eliasi e Itamar Ben Gvir durante una manifestación de derecha en Jaffa (Foto Tomer Appelbaum)  
 El viernes, mientras escuchaba la radio, se apoderó de mí una 
melancolía que se mezcló con una lágrima. Un soldado árabe israelí 
estaba siendo entrevistado en su camino del campo de batalla a su casa 
en la Galilea por un corto permiso de fin de semana. Cantó una canción 
de alabanza a la bandera israelí, el Estado de Israel y la devoción de 
los soldados árabes por el ejército isrelí. Dijo que su hijo menor es 
también soldado, pero no había conseguido la licencia del Shabat, ya que
 estaba atascado en la lucha en Gaza. Le quitaron el celular a su 
querido hijo y desde entonces su madre y su padre, que estaba siendo 
entrevistado en la radio, no habían sabido nada de él. Una situación 
extraña. 
 Mi querido nieto también consiguió un corto permiso de
 Shabat. Ahora está de vuelta sobre las olas, frente a la costa de Gaza.
 Después de 10 días de combates, los nervios de su madre y de su padre, 
un exparacaidista, así como mis propios nervios, ya estaban desgastados.
 
 Debido a mi edad avanzada, he acompañado a las guerras 
absurdas de la humanidad, desde la Guerra Civil española hasta la 
operación Margen Protector. 
 Me había jurado a mí mismo silencio
 desde el 8 de junio de 2014, porque estaba paralizado de preocupación 
por mi nieto. Estoy violando el silencio no por el soldado árabe que 
está preocupado por su hijo soldado, y no a causa de la preocupación por
 mi nieto, sino por temor por el destino de Israel después de esta 
guerra. 
 Estoy escribiendo después de que una multitud de extrema derecha que responde a Baruch Marzel  ocupó el centro de Haifa .
 Hizo lo mismo cuando azuzó las calles de Afula, y gente como él hizo lo
 mismo cuando atacaron a partidarios de la paz en Tel Aviv. Muchos 
consideran a Marzel un héroe como Sansón, mientras que el soldado 
árabe-israelí de Galilea, así como los árabes y los judíos que se oponen
 a la guerra, son considerados traidores. 
 Mientras que el 
ejército israelí no ha sido capaz de dominar a ninguna comunidad en la 
Franja de Gaza, Baruch Marzel, con la ayuda de la operación Margen 
Protector y la atmósfera beligerante que conducen a ella, ha logrado 
aterrorizar a las ciudades israelíes. 
 Desde mi experiencia, he 
aprendido que la guerra -cualquier guerra- es una enfermedad. Del mismo 
modo que no hay enfermedades santas, no hay guerras santas. El 
tambaleante Gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu y el 
distanciamiento entre él y sus socios que están a su derecha, han creado
 la beligerancia bélica. El rechazo de Netanyahu del proceso de paz ha 
aislado a Israel en la arena internacional. 
 Vi la primera 
siembra de semillas de la guerra en el espantoso rendimiento y el 
horripilante escenario del manejo de gestión en el impactante secuestro y
 asesinato de los tres adolescentes en Cisjordania. Parece que durante 
cuatro días, el Generalísimo Netanyahu no permitió que ningún ministro o
 funcionario en cargo público fuera entrevistado por los medios de 
comunicación. Se oía voz estridente, una voz profética. La voz de los 
tambores y banderas, que preparan los corazones de la gente para el 
fuego y las columnas de humo. 
 El resultado de la guerra, si 
continúa, será desastroso para Israel. Baruch Marzel aún tiene que coser
 los uniformes para sus tropas, pero su oscura amenaza es susceptible de
 materializarse si Netanyahu continúa su trayectoria, que comenzó con la
 incitación que condujo al asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin. 
 Esta guerra ha perdido hace mucho tiempo su camino. Primero nos dijeron
 que tenemos que castigar severamente a los autores del asesinato de los
 tres niños en la Ribera Occidental. Después, nos dijeron que teníamos 
que poner fin a los disparos de misiles desde Gaza. Entonces, a pesar de
 que la lluvia de misiles se convirtió en un aguacero, se convirtió en 
secundaria a los ojos de los que están manejando la guerra. Hoy los 
túneles son el principal objetivo. Una ingenua nación entera está siendo
 llevada engañosamente de un obstáculo al siguiente. 
 Mientras 
tanto, los valores humanitarios y liberales de Israel están siendo 
pisoteados por las milicias de Baruch Marzel y sus secuaces. 
 El
 número de muertos en el otro lado revela una enferma tendencia 
vengativa de sociedad israelí. Más de 1,5 millones de ciudadanos árabes 
se están convirtiendo en extraños e incluso sospechosos dentro de 
Israel. La voz de la sabiduría está siendo ahogada. Toneladas de 
condenas, de maldiciones y violencia se están vertiendo sobre ella. 
 Todo el mundo sabe desde hace mucho tiempo que el ejércitlo israelí no 
tiene el poder para derrotar a Hamas. Pero cada día que la guerra 
continúa, se hace responsable de derrotar a Israel como un país 
democrático, y de dar lugar a la aparición de un gobierno de diversas 
milicias y coroneles. 
 El escritor es autor y presidente de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel. 
 
 
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