Banca y armas, un feliz matrimonio de conveniencia. Jordi Calvo Rufanges.Público.es
En el mundo hay de
manera permanente más de 20 conflictos armados. Cuando uno camina hacia
la resolución y baja la intensidad de la violencia armada, aparece otro
para mantener el nivel de actividad militar. Las guerras suceden por
múltiples factores, y no es objeto de este artículo analizarlos, pero,
hay varias cuestiones que el sentido común hace que nos planteemos
recurrentemente.
¿Acaso no es posible acabar con la violencia
armada cuando sabemos cuáles son los conflictos existentes, aquellos que
pueden llevar a niveles de violencia en que las armas juegan un papel
determinante, si sabemos también las mil y una maneras de prevenirlos,
de atajarlos o de reducir su impacto, y teniendo en cuenta que también
sabemos construir la paz, ya que afortunadamente hay más lugares en el
planeta sin guerra que con ella?. Entonces, ¿dónde está el problema?
¿Acaso nuestros gobernantes ignoran cómo funciona el mundo, no tienen
acceso a la información de decenas e incluso centenares centros de
estudios por la paz que proponen y promueven maneras diferentes de
gestionar los conflictos sin el uso de la violencia, o puede ser que aun
sabiéndolo, no lo hagan porque haya otras consideraciones que les
impiden tomar las decisiones correctas? He aquí donde tiene cabida el
enfoque del ciclo armamentista que sirve para entender la facilidad con
que nos embarcamos en guerras y apostamos frecuentemente por la vía
militar para resolver los conflictos.
El ciclo armamentista
explica el proceso de militarización y armamentismo de las sociedades
desde la identificación de la necesidad de las armas hasta su
utilización final. La necesidad surge de las amenazas a la seguridad,
reales o ficticias. Estas a su vez sirven para justificar el gasto
público militar, la producción de la industria armamentística, el
comercio de armamento y la financiación de todos ellos. En primer lugar,
es importante destacar que el gasto militar es financiado por los
presupuestos estatales, con los que se financia una estructura militar
humana y material capaz de utilizar la fuerza armada cuando se precise.
Es decir, somos los contribuyentes quienes dedicamos un porcentaje de
nuestros ingresos a su mantenimiento. En el caso español dedicamos más
de 16.500 millones de euros solo en 2014, el 4% de los Presupuestos
Generales del Estado, lo que supone 45 millones de euros diarios. Una
parte del presupuesto militar va dedicado a ayudar a las empresas de
armas, con créditos públicos blandos se financia la I+D que sirve para
fabricar las armas que acaba comprando el ejército. Solo en España se
han concedido mas de 23.000 millones de euros en créditos a la I+D
militar, la mayor parte proveniente del Ministerio de Industria. Pero la
industria militar necesita más dinero y este lo consigue del mercado,
como cualquier otra empresa.
¿Qué ofrece el mercado financiero a
las empresas de armas? Todos los productos que ofrecen a cualquier otra
empresa, que eminentemente son: créditos, préstamos, pólizas de crédito,
emisión de bonos y pagarés, ampliaciones de capital emitiendo acciones,
la gestión necesaria para la compraventa de acciones en el mercado
secundario, fondos de inversión que incluyen acciones de empresas de
armas, e incluso asegurar y financiar las exportaciones de armas.
Quienes ofrecen tales servicios son los bancos privados. Cabe decir que
las empresas que fabrican y comercializan armamento no podrían mantener
el mismo nivel de negocio de nos ser por la ayuda de los bancos. Solo
teniendo en cuenta las empresas de armas españolas, tras analizar más de
doscientas industrias militares, el ratio de endeudamiento medio e las
mismas llegaba en 2010 al 73%. Es decir, sin financiación las empresas
de armas a lo sumo alcanzarían una cuarta parte de su producción. Si
este dato fuera extrapolable a nivel mundial, podríamos pensar que
podría haber cuatro veces menos armas en el mundo. La ecuación es
sencilla, cuanto menos armas, menor posibilidad de recurrir a la
violencia armada, menos víctimas y muy probablemente menos conflictos
armados.
En recientes estudios de varias entidades que
monitorizan las inversiones en algunos tipos de armamento controvertido,
como las armas nucleares, las bombas de racimo o las minas
antipersonal. Aparecen datos que muestran una pequeña parte de la
realidad de la vinculación entre los bancos y las empresas de armas. Una
recopilación de las inversiones en armas de las principales entidades
financieras que operan en España es recogida en el informe del Centro
Delàs de Estudios por la Paz “Evolución de la banca armada en España” en
el que se calcula que las firmas exclusivamente españolas han dedicado a
través de créditos, fondos de inversión, emisión de bonos y pagarés y
financiando las exportaciones de armas más de 7.000 millones de euros a
la industria militar, una buena parte en el periodo de crisis, cuando el
crédito a las familias y las pymes estaba prácticamente congelado. Si
además calculamos la financiación identificada de la banca extranjera de
mayor presencia en el Estado, las cifras son mareantes, cerca de
113.000 millones de euros han ido a parar a la industria militar de
bancos como BNP, Deutsche Bank, Citibank, Barclays Bank, ING o Bankinter
o aseguradoras como Allianz, AXA o AIG.
Banca Armada, es la
denominación utilizada para definir a los bancos que colaboran del
complejo militar industrial y que ayudan a que los niveles de
armamentismo sean tan elevados y que, en consecuencia, existan un mayor
número y más destructivos conflictos armados. Las entidades financieras
que son susceptibles de ser llamados banca armada son tantas que fue
necesario establecer un ranking para saber, al menos, qué bancos son los
que tienen mayores vínculos con las empresas de armas. En el ranking de
la Banca Armada española destacan, a gran diferencia del resto, el BBVA
y el Santander, los dos grandes bancos españoles que también son los
dos grandes financieros de las armas. Destaca también el tercer lugar de
Bankia y la aparición de cajas que presumen de obra social, como
Caixabank.
Ranking de la banca armada española (10 primeros bancos armados)
1. BBVA (3.626.568.802 €)
2. Santander (1.723.751.052 €)
3. Bankia (392.516.426 €)
4. Banca March (177.415.618 €)
5. Liberbank (92.764.436 €)
6. Caixabank (37.447.993 €)
7. Catalunya Caixa (ahora BBVA) (31.960.000 €)
8. Banco Sabadell (25.503.453 €)
9. Banco Popular-Pastor (21.883.030 €)
10. Ibercaja-Caja 3 (20.755.411 €)
Fuente: Evolución de la banca armada española. Centre Delàs d’Estudis per la Pau 2013
En conclusión, la banca es un elemento clave en el entramado militar
industrial. Quiero pensar que los banqueros no son especialmente amantes
de la guerra, aunque se pueda dar el caso. Pero los banqueros lo
quieren es hacer negocios, y en los negocios no hay moral. La banca
armada es un buen ejemplo. Con el añadido de que las empresas de armas
son en su inmensa mayoría empresas privadas que se rigen por la lógica
del mercado, maximizar el beneficio económico. Y para hacerlo solo hay
dos vías, reducir los gastos y aumentar la productividad o aumentar los
ingresos. Los intentos de mejora de productividad de las empresas de
armas son más que dudosos, vistas las enormes diferencias entre el
precio inicialmente acordado y el verdadero precio final que se acaba
pagando (solo en España, los Programas Especiales de Armamento acumulan
una desviación en su coste inicial de 13.000 millones de euros, es decir
un 65% de sobrecoste). Esta no por usual menos abusiva práctica, digna
de ser investigada por los tribunales, merece ser situada en un marco en
el que el Ministro de Defensa actual, Pedro Morenés, fue hasta el día
en que fue nombrado ministro, director en España de la segunda empresa
de misiles más importante del mundo, MBDA. Del mismo modo que fue
miembro de los consejos de administración de varias empresas militares
españolas, entre las que merece especial mención Instalaza, que durante
su mandato en 2008, y poco antes de que España firmara el Tratado
Internacional por la Prohibición de las municiones en racimo, vendió
bombas consideradas ilegales tan solo unos meses más tarde al régimen de
Gadafi. Estas municiones, asimilables a las minas antipersonal por su
capacidad lesiva en la población civil, fueron utilizadas, como suele
ocurrir con las bombas, en este caso sobre el pueblo de Misrata en la
guerra civil libia de 2011.
Las armas se fabrican, se venden y se
les pierde la pista. El control sobre ellas se pierde y se olvida en el
momento en que se cobra el último recibo. Las empresas de armas hacen
caja, los bancos cobran intereses por financiarlas y las víctimas las
ponen, como siempre, quienes menos culpa tienen. El complejo
militar-industrial es un monstruo, por tamaño y horripilante, al que es
difícil enfrentarse. Si además sus tentáculos llegan al gobierno, es
cuando llegamos a comprender que puede que haya guerras porque hay
siempre quien se beneficia de ellas.
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