Gramsci, la reconstrucción del PCE y la Hegemonía de la clase obrera
Javier Parra
Cada vez que escuchamos 
hablar de “hegemonía” nos viene a la cabeza Antonio Gramsci, fundador 
del Partido Comunista Italiano, y uno de los más brillantes  dirigentes y
 teóricos comunistas de la historia, que no solo fue perseguido y 
encarcelado prácticamente hasta su muerte por el fascismo italiano, sino
 pisoteado por quienes, desde la presunta izquierda, han manipulado, 
mutilado y amputado su obra para justificar la destrucción de las 
organizaciones de clase. Nunca ha sido más citado Gramsci como cuando se
 ha tratado de justificar la disolución de los Partidos Comunistas, 
empezando por el PCI, allá por 1991.  Un insulto a la memoria del propio
 Gramsci, una mente prodigiosa 
como reconocería incluso el régimen de Mussolini, después de que lo 
detuvieran y lo condenasen a una larga pena de cárcel afirmando que 
“había que impedir que ese cerebro funcionase durante veinte años”. 
Mussolini trató de impedir a aquel cerebro funcionar, otros se han 
ocupado de manipular y pisotear su pensamiento. 
Sin duda la obra de Gramsci es increíblemente poderosa y 
necesaria en estos días, pero no se le puede leer amputado ni 
tergiversado, hay que leer su obra completa, o al menos conocer sus 
principales líneas de pensamiento. Un pensamiento que, entre otras 
cosas, debe alumbrar el camino que las y los comunistas hemos emprendido
 para la reconstrucción de un Partido Comunista de España como 
organización revolucionaria capaz de hacer que la clase trabajadora (y 
no otra) sea hegemónica en la 
sociedad. Porque en toda sociedad – como indicaba Gramsci – siempre hay 
una clase que impone su forma de ver el mundo, su cosmovisión, al resto.
 En el caso de nuestro país son las oligarquías empresarial y 
financiera, que actualmente están muy bien representadas en el el IBEX 
35. Unas oligarquías que a través del llamado “consenso de la 
transición”, han ido imponiendo  sus leyes y sus postulados al resto de 
las clases, y lo han hecho, con la inestimable colaboración de PP y 
PSOE, a través del sistema educativo, religioso y a través de los medios
 de comunicación. 
Pero Gramsci también nos 
enseña que la Hegemonía nunca es absoluta. Siempre hay conflictos y 
rupturas, siempre hay movimientos contrahegemónicos (huelgas, 
movilizaciones, literatura…), que cuando se hacen muy intensos, acaban 
desquebrajando la hegemonía y el consenso existente. Es cuando la clase
 dominante pierde el consentimiento, y deja de ser dirigente, y es 
únicamente dominante por medio de la coerción, de la fuerza.
Estos días la aprobación de la la llamada “Ley de Seguridad
 Ciudadana” ha demostrado que la clase dominante ha perdido su 
consentimiento, y ya solo es capaz de dominar por la fuerza, lo cual no 
quiere decir que no pueda recomponerse y establecer un nuevo consenso en
 la que siga siendo dominante, tal y como está intentando.
Lo cierto es que en este momento las masas ya no creen en 
lo que creían. Ya no creen en lo que habían estado creyendo en España 
durante los últimos 35 años. Este es el momento que definía Gramsci en 
el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, el 
claroscuro en el que aparecen los monstruos, “en el que aparecen los más
 diversos fenómenos morbosos”.
Y esa muerte de lo viejo es la que abre también la 
posibilidad de formar una nueva cultura. Una nueva cultura que doblegue a
 la cultura del capitalismo tardío  (el postmodernismo) y que trabaje al
 servicio de la transformación del país; una nueva cultura popular con 
la que los dominados impongan a los dominadores su forma de ver el 
mundo. Porque nuestro objetivo es imponer un nuevo consenso en el que 
todas las clases de la sociedad acepten que es la visión de la clase 
trabajadora la que deba prevalecer, y  ese objetivo únicamente se 
conseguirá con un Partido Comunista fuerte, organizado con una 
estructura revolucionaria,  y que se ocupe también reconstruir también 
la alianza entre las fuerzas del trabajo y la cultura.
Debemos reivindicar el 
pensamiento de Gramsci, debemos estudiarlo, incorporarlo a nuestros 
debates, a nuestra acción política y organizativa para la conquista de 
la hegemonía por parte de la clase obrera.  No debemos permitir que lo 
usurpen quienes pretenden tergiversarlo, quienes pretenden lanzarlo 
contra el Partido Comunista, quienes hablan de “hegemonía” para quién 
sabe qué clase, quienes quieren, en definitiva llevarlo a una segunda 
muerte. Gramsci nos pertenece.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario