Clases de Marx
Erik Olin Wright
(2018) Comprender las clases sociales. Madrid: Akal.
Traducción de Ramón Cotarelo (299 págs.)
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Esta semana ha
venido bastante tupida, que era como se llamaba antes lo petado. En primer
lugar, se ha publicado el estudio introductorio de Palinuro a la utopía
feminista Matriarcadia (Una utopía feminista) en la editorial Akal.
Asimismo ha salido el nuevo libro sobre la República Catalana (España quedó atrás) en Ara Llibres, que estará en
librerías el 26 de marzo. Y ahora, la traducción que Palinuro ha hecho de
este libro de Erik Olin Wright, también en Akal.
Este año es el bicentenario del nacimiento de Karl Marx. Para celebrarlo, nada mejor que demostrar la vigencia del marxismo y sus posibilidades analíticas. Ha sobrevivido a sus muchos enterradores, los que emplean el fusil como pala y los que se valen de la pluma, la ristra de académicos e ideólogos puestos a probar que la doctrina marxista es falsa, como todo saber demoniaco. También ha sobrevivido a sus no menos abundantes panegiristas que ensalzan su verdad absoluta e incontestable con la misma agilidad mental que sostuvo el dogma el Concilio de Nicea tomándolo, dicen, como método de acción, cual si hicieran algo.
Este año es el bicentenario del nacimiento de Karl Marx. Para celebrarlo, nada mejor que demostrar la vigencia del marxismo y sus posibilidades analíticas. Ha sobrevivido a sus muchos enterradores, los que emplean el fusil como pala y los que se valen de la pluma, la ristra de académicos e ideólogos puestos a probar que la doctrina marxista es falsa, como todo saber demoniaco. También ha sobrevivido a sus no menos abundantes panegiristas que ensalzan su verdad absoluta e incontestable con la misma agilidad mental que sostuvo el dogma el Concilio de Nicea tomándolo, dicen, como método de acción, cual si hicieran algo.
En días pasados se
estrenó la película El Joven Marx, de la que Palinuro dio
cuenta (Cómo Marx se hizo marxista), buen modo de comenzar a celebrar
el aniversario. Buen modo de continuarlo es la publicación de este texto del
marxista Erik. O. Wright, traducido por servidor quien también tradujo en su
día Construyendo utopías reales (2014), del mismo autor.
Marx vivo. Parece
una provocación. Con lo que han trabajado los filósofos del capital, los
ideólogos de la ciencia social, los economistas a sueldo de los bancos por
enterrrarlo bajo una montaña de alambicadas estupideces. Y ahí sigue presente
el autor de El Capital, que tuvo el genio de dibujar el horizonte
cultural de su tiempo y el nuestro, como decía Sartre. Ahí sigue, con su Manifiesto
Comunista bajo el brazo, impertérrito ante los sofismas de los
seudoliberales que lo pintan como enemigo de la libertad que ellos confunden
con el ruido de sus cadenas. Ahí sigue, a pesar de la apelmazada defensa que de
él hacen sus partidarios que, como el inquisidor de Dostoievsky a Cristo, lo
fusilarían si resucitase. Neoliberales de tabardo y librea y comunistas de
adocenado marxismo; forman el ejército de fariseos de gori gori y jaculatoria
que harían decir de nuevo impaciente a Marx que él no es marxista,
Si hay una pareja
clave de conceptos en el marxismo es la de plusvalía y clase social. La
plusvalía es un concepto cuantitativo, fácilmente determinable, núcleo del
fenómeno de la explotación, sobre la que se basa el capitalismo ayer, hoy y
mañana. Como tal, no puede negarse ni refutarse en los términos
"científicos" que los teóricos del capital dicen emplear, razón por
la cual simplemente lo ocultan o hablan del tiempo.
El concepto de
clase social, en cambio, es cuantitativo y cualitativo a la vez. Admite
aproximaciones empíricas de lo más variado y contiene una fuerte carga
subjetiva y hasta emocional. Cualquiera sabe que tan importante es la
clase en sí como la clase para sí o
conciencia de clase, factor indudable de movilización social y motor de la
revolución. Columna vertebral del devenir de la historia en cuanto proceso
humano, hecho por los hombres que, sin embargo, no saben en qué dirección la
empujan pues no determinan las condiciones desde la que lo hacen.
Que Marx esta
vivo, alive and kicking, queda claro en este último libro de
Wright, especie de vademécum del concepto de clase social en el pensamiento
contemporáneo. Se trata de un utilísimo texto no solamente para orientarse en
el panorama actual sobre los estudios de clase sino también para entender cómo
ve el marxismo contemporáneo los intentos actuales de criticarlo, refutarlo,
superarlo, completarlo o actualizarlo. Wright pasa cumplida y atenta revista a
los análisis de clases de Max Weber, Charles Tilly, Aage Sørensen, Michael
Mann, David Grusky y Kim Weeden, Thomas Piketty y Guy Standing, haciendo
justicia a todos ellos con elegancia académica, a pesar de que, en algunos caso
(por ejemplo, Grusky y Weeden) sus discrepancias sean abismales. Cualquiera que
tenga un conocimiento somero de la Sociología contemporánea, en especial del
análisis de clases, estará de acuerdo en que se trata de un trabajo formidable
y de enorme utilidad para orientarse en un panorama confuso.
No me extenderé en
considerar más de cerca los juicios de Wright sobre los análisis ajenos de las
clases sociales, salvo para señalar que el autor demuestra su espíritu crítico,
marxista y abierto en ls simpatías mayores o menores que profesa por los demás:
Standing, Sørensen y Mann son los más cercanos a su corazón; Weber, Tilly
y Piketty son tratados con el respeto que merecen y el filo crítico queda para
Grusky y Weeden, actitud compartida por este crítico, que no suele llevar bien
la arrogancia de los microempiricistas.
La conclusión es
que el marxismo está vivo no gracias a los esfuerzos de quienes tratan de
rescatarlo aprestando botiquines de emergencia de otras aventuras, como los
representantes del marxismo analítico, estilo Cohen o del de decisión racional,
estilo Elster, y como en buena medida también pretende el propio Wright con la
mejor voluntad del mundo. La permanencia del marxismo no depende de su
capacidad para fusionarse con otras doctrinas, sino que nace de su propia
fuerza interior. El marxismo es autopoiético y, mientras haya seres humanos
sobre el planeta y estos se ganen la vida explotándose unos a otros, el
marxismo seguirá vigente.
Otra cosa es la
especificidad de algunos de sus elementos. El concepto de clase es determinante
y una muestra clara del valor de Wright al abordar el tema esencial y más
controvertido del marxismo. Se entiende su preocupación, casi obsesión por
aclarar esta cuestión medular de la doctrina. Obviamente, si la clase social es
el sujeto de la revolución pero no me aclaro respecto a qué sea clase social,
dejaré mucho que desear a la hora de ser reconocida como revolucionaria. Hace
un par de años ya publicamos en Tirant Lo Blanch otro libro de Wright sobre
esta temática, Modelos de análisis de clases, muestra de que no
hablamos a humo de pajas.
Pero, exactamente,
¿por qué esta preocupación? ¿Qué sucede con el concepto de clase, central en la
sociología y absolutamente esencial en el marxismo? Sencillamente, que se da un
hiato, una separación e incluso oposición entre el concepto científico de
clase social y la enmarañada, confusa y contradictoria realidad de la cosa en
sí. La pretensión de acuñar un concepto científico de clase social implica el
deseo de dar con una fórmula cierta, de validez universal, independiente del
tiempo y del espacio. Sin embargo, la realidad clase social es magmática,
confusa y, sobre todo, histórica. En el Manifiesto
del Partido Comunista, Marx distinguía cuatro clases en la antigua
Roma: patricios, équites, plebeyos, esclavos; en la Edad Media,
señores feudales, vasallos, maestros y oficiales y otros matices. En el
capitalismo, sin embargo, las clases quedaban reducidas a dos, burgueses y
proletarios, procediendo el nombre de la segunda también de la antigua Roma
pero sin que el mismo autor la hubiera mencionado en ella. ¿Por qué?
Obviamente, porque
no hay un concepto ahistórico de clase social sino que esta
dependerá de las circunstancias sociales y económicas de cada momento y las
relaciones de poder en él. Del modo de producción y la formación social, por
utilizar los términos de la casa. Lo único seguro que tenemos es que los seres
humanos en todo tiempo y lugar saben que individualmente considerados no son
nada y, para tener algo de eficacia, han de formar grupos, familias, tribus,
philés, hordas, comicios, polis, clases. Igualmente podemos asegurar que,
siempre que puedan, esos mismos seres humanos se incorporarán al grupo que les
reporte mayores beneficios. Las clases cambian con los tiempos, incluso dentro
de un mismo modo de producción y las razones para integrarlas, también.
Hasta la fecha
siempre ha habido clases sociales. Que siga habiéndolas o no es un
imponderable. El marxismo sobrevive por su capacidad para dar cuenta de las
clases en su historicidad, sin estar atrapado en corsé empírico alguno que un
cambio tecnológico como los muy radicales que llevamos viviendo los últimos
veinte años pueda inutilizar.
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