La normalidad
nuestra de cada día
La reprobación del
rey; la abolición de la monarquía por caduca y antidemocrática. Bueno, bueno,
chico, ponlo en la sección de ecos de sociedad, detrás de tribunales.
No van a creerlo,
pero lo juro: ningún periódico de Madrid trae destacada en primera esta
noticia. No la dan o la llevan al fondo de la página y hablando de las
"medidas legales" de Sánchez ante esa "inaceptable"
decisión del Parlament. La noticia es una no noticia. Lo que pasa
no pasa. Todo normal. España, país en el que la vicepresidenta del gobierno y
profesora de derecho constitucional dice que en Escocia no
hubo un referéndum pactado. Es como Rajoy: lo que no le gusta,
no existe. El Parlament no existe. Pero las reacciones ya traicionan los
nervios.
Sánchez afirma que
tomará medidas legales ante la demasía del Parlament. El habitual
galimatías. ¿Qué quiere decir "medidas legales"? ¿Es que puede
tomarlas ilegales? Sin duda, pero no lo diría. Quiere decir medidas
jurídicas y, concretamente, judiciales; pero le fastidia reconocerlo, porque es
hacer lo que hacía la banda del PP, "judicializar". El
Periódico ya avisa de que pretende meter en danza al obediente Tribunal Constitucional. Lo
mismito que el PP.
Los de Podemos, en
una situación chunga. La moción antimonárquica es de los Comuns, o sea los
Podemos (o parte de ellos/as) en Catalunya. Y el gobierno central, con el que
pactan presupuestos, la lleva al Constitucional. Claro, lo mejor es hacer como
los medios, callar. Pero callar sobre la monarquía en Catalunya es callar sobre
la monarquía en España y, por tanto, sobre la República. Demasiado callar. Así,
Garzón sale al paso de las "medidas legales" de Sánchez y lo compara
con el PP , restando importancia a la declaración del parlamento, sosteniendo
que es un acto político e implicando con ello que carece de eficacia y es
simbólico. Razonando como el TC, pero sin reconocerlo.
En efecto, es la
normalidad misma. Todos los días dos o tres parlamentos del mundo deciden
reprobar al jefe del Estado y pedir la abolición de su forma política (la
monarquía) por caduca y antidemocrática. Lo más normal de la vida. Rutina. Por
eso los medios no informan sobre él. No merece la pena.
La derecha, ya se
sabe, pide la aplicación del 155, el cierre del Parlament, la abolición de la
autonomía y, si nos descuidamos, formar una cuerda de presos independentistas
desde la Plaça de Sant Jaume hasta el Valle de los Caídos. El problema de esta
gente es el de Pedro y el lobo. Está dispuesta a sacar los tanques (si
funcionan, con permiso de Gila y Berlanga) a nada que un diputado sea zurdo. Y
ya nadie le hace caso. Cosa imprudente pues es gente peligrosa.
El pasmo general
lo ha provocado la CUP con su abstención. Es la enésima prueba de que el
personal que debiera estar más informado, no tiene ni idea de lo que pasa en
Catalunya. La CUP se abstiene porque el Parlament toma una medida en relación
con un rey extranjero en un país extranjero. Espero que los cupaires no lleven
su sentido del humor a denunciar al Parlament por injerencia en los asuntos
internos de otro país. Era una abstención fácil. ¿La hubieran mantenido si con
ella el Parlament volviera a no reprobar la monarquía? Con todo, la abstención
es un puntazo de seriedad que se hará visible cuando los dos partidos indepes
mayoritarios necesiten sus votos para medidas que los Comuns no aprueben.
Esta es la normalidad.
Si el TC admite el recurso y suspende la decisión del Parlamento, ya tenemos
otro conflicto abierto. Y también lo tendremos si el TC se inhibe y dice que
eso es soberanía parlamentaria porque, a continuación, el movimiento social
indepe se movilizará para exigir la materialización de la abolición de la
monarquía en Catalunya y su substitución por una República que el Estado
español no puede admitir.
Va siendo hora de que se enteren. Así como una inmensa mayoría de la población catalana no queremos al rey, el movimiento independentista no es solo cosa del gobierno o del juego parlamentario. Ni siquiera de los presos y exiliados/as, con todo y ser esenciales. Es cosa de la gente, de la ciudadanía. La ciudadanía manda con una capacidad de autoorganización que el Estado español no puede controlar y mucho menos reprimir, salvo por medios cuya aplicación pondría de inmediato a España fuera del círculo de los Estados civilizados, como ya estuvo a punto de hacerlo la salvaje represión del 1O.
Va siendo hora de que se enteren. Así como una inmensa mayoría de la población catalana no queremos al rey, el movimiento independentista no es solo cosa del gobierno o del juego parlamentario. Ni siquiera de los presos y exiliados/as, con todo y ser esenciales. Es cosa de la gente, de la ciudadanía. La ciudadanía manda con una capacidad de autoorganización que el Estado español no puede controlar y mucho menos reprimir, salvo por medios cuya aplicación pondría de inmediato a España fuera del círculo de los Estados civilizados, como ya estuvo a punto de hacerlo la salvaje represión del 1O.
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