viernes, 16 de noviembre de 2018

Comprar el independentismo


Comprar el independentismo

 

Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Canviar l'independentisme. Versa sobre este lamentabilísimo episodio de la izquierda española chantajeando al independentismo para que le firme sus presupuestos olvidándose de los presos/as políticas y las exiliadas/exiliados. Para medir la categoría intelectual y moral de esta izquierda basta considerar dos datos:

1º) para Sánchez y el PSOE es incomprensible que los indepes rechacen los presupuestos y dos mil doscientos millones de pavos por unos presos políticos que, además, no existen porque son políticos presos que, según la vicepresidenta del gobierno, están en la cárcel por haber cometido delitos;

2º para Iglesias y Podemos es lamentable, es una vergüenza, es ignominioso que haya presos políticos en España (han tardado un año en expresarse en estos términos) pero ello no puede ser óbice para aceptar unos presupuestos sociales que van a beneficiar a los sectores menos favorecidos, para privarlos de dos mil doscientos millones de euros.

¿Es de izquierda poner precio a la dignidad de las personas?
Aquí el texto en castellano:

Objetivo: romper el independentismo

El Tribunal de cuentas, ese órgano aun más desprestigiado que el Tribunal Supremo (que ya es decir), ha impuesto unas penas confiscatorias a Mas, Rigau, Ortega, Homs y otros. Un tribunal compuesto por paniaguados de un régimen corrupto, nombrados por el partido que más ha robado en la historia de este país osa pedir cuentas a unas personas honradas por cumplir un mandato democrático.Una magistrada que fue ministra de Aznar en cuyo gobierno, entre otras joyas, había un vicepresidente que hoy está en la cárcelo por ladrón, fiscaliza el comportamiento de personas que probablemente son mucho más intachables que ella.

Lo que esta inicua persecución política demuestra es que, como siempre, el Estado español está en guerra contra Catalunya. Guerra de exterminio con la que pretende terminar con el independentismo. Guerra del Estado. Para lo cual utiliza todos los recursos, legales e ilegales. Y, por supuesto, la ayuda impagable que le prestan sus gentes en Catalunya, los sucursalistas y los quintacolumnistas; los que ya se han entregado y los que sueñan con entregarse.

Y este recrudemiento de la guerra anticatalana tiene lugar con un gobierno que venía a dialogar, a arrinconar la política meramente represiva del PP, para sustituirla por otra de negociación. Pura propaganda. Su intención es tan persecutoria y autoritaria como la de la derecha. Lo que el gobierno del PSOE llama “normalidad” es una situación en la que la Generalitat no desborda el marco legal autonómico, se olvida de los presos y exiliadas políticos y presta su aprobación a las cuentas del Estado que los dos partidos de la sedicente izquierda española necesitan para poder seguir gobernando.

A fin de conseguir su objetivo de doblar el brazo al independentismo y obligarlo a firmar los PGE, el gobierno no tiene inconveniente en recurrir a su socio de la “verdadera” izquierda, Podemos, por si consigue engañar a los dirigentes de ERC o de JxCat. Lo intentó -y sigue intentándolo- haciendo un llamamiento hipócrita a la sensibilidad de la izquierda respecto a la condición de las clases subalternas y sus mejoras materiales. ¿Acaso estas mejoras materiales (por lo demás muy problemáticas) no merecen el apoyo sin reservas de quien dice ser de izquierdas? ¿No deben prevalecer sobre cuestiones “nacionales” e identitarias? Hasta cuantifican el chantaje: Catalunya perderá 2.200 millones de euros si no aprueba los PGE.

Sin embargo, sea cual sea la intensidad de la ofensiva de la izquierda española, esos presupuestos no se pueden aprobar. Por un asunto de principios y de ddignidad. La lucha por la libertad de los presos políticos no tiene precio y señalar uno debiera ser motivo suficiente para declarar a Iglesias persona tan poco grata en Cataluña como el rey. En el fondo, estos presupuestos tratan de fortalecer la monarquía al dar estabilidad y posibilidades a los del “¡a por ellos!”, que constituyen la guardia real.

Por eso el “no” es nuestra fuerza, porque descansa en una actitud de principios y solidaridad con unos dirigentes injustamente encarcelados hace más de un año. Pero, sobre todo, porque corona la unidad de la acción, que es el recurso más importante del independentismo. De ahí que el nacionalismo español quiera romperla a toda costa, desde el ABC hasta los de Podemos, pasando por Ada Colau.

Pero no lo conseguirá. El mvimiento ya ha pasado el momento en que un chantaje tan penoso como este podía hacerle alguna mella. Todos los intervinientes han superado un punto de no retorno, sin camino de vuelta: las personas embargadas han perdido su patrimonio; las encarceladas unos años de su vida que nadie les devolverá; las exiliadas, convivencia familiar y oportunidades vitales. Es un todos a una de la gente y de la tierra. Eso es lo que los estrategas españoles de los PGE, especialmente los que dicen que son de izquierdas, no entenderán jamás porque ellos no hacen política sino que la política, la mala política, los hace a ellos.

Es nuestra negación la que amenaza sus privilegios. Nuestra fuerza es la amenaza y la amenaza tiene fuerza si se cumple.

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