No se trata de inventar algo mejor que el
Estado de derecho, se trata de conseguir un Estado de derecho que de
verdad acabe siéndolo, ¿no?, que de verdad lo sea. De conseguir una
verdadera república democrática, un orden constitucional,
que yo creo que bajo condiciones capitalistas es imposible y que por
tanto habrá que saber cuánto legislar el dinero para poder generar una
verdadera libertad de ciudadanos. Pero no hay otra, no hay otra opción,
eso ya lo dijo Eduardo Galeano en alguna ocasión,
lo que no puede ser es que para liberar el dinero haya que encarcelar a
las personas. Yo lo plantearía también al revés, o sea, ¿cuánto hay que
encarcelar el dinero para que las personas tengan libertad? y para que
realmente podamos decir que vivimos en un
orden constitucional de derecho ¿no?
En Europa, en España, vivimos en algo así,
parece que sí, pero yo diría que hay que comenzar por decir que es una
apariencia. Hay ciertas zonas del mundo que podríamos decir que son lo
suficientemente privilegiadas, que están lo
suficientemente privilegiadas, tienen, podría decir, un estado de
privilegio, que no coincide enteramente con un Estado de derecho. Lo que
pasa es que, claro, si a toda una población lo suficientemente
privilegiada le das la libertad de reunión, la libertad
de asociación, la libertad de prensa, la libertad de voto, el sufragio
universal y tal y cual, pues, naturalmente, votan por quedarse como
estaban. Eso no es una situación en la que el derecho impere, eso no es
el imperio de la ley, eso es una situación en
la que el derecho es relativamente superfluo, porque los privilegios ya
te han dado lo que el derecho te tendría que dar, y eso es lo que
realmente hemos tenido siempre en Europa. O sea, es muy fácil decir que
Bélgica es un Estado de derecho modélico, pero
claro, hay que repasar la historia de Bélgica y ver que eso se levanta
también sobre un genocidio de diez billones de africanos a principios
del siglo XX. Entonces, el derecho es interesante en las zonas no
privilegiadas.
Fragmento de diálogo de
Atilio Borón
con
Carlos Fernández Liria, tomado
de La Jiribilla.
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