Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez
descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. La
revolución comunicacional de la internet tomó a la Revolución cubana sin
preparación adecuada y sin respuesta eficaz.
La razón del hecho puede no haber sido ni culpa nuestra. Esa revolución
informativa se incubó en los años más duros del período especial. Cuba,
sometida al asedio, tenía apagones las dos terceras partes del día. De
cara a la sobrevivencia más inmediata se
veía impedida de invertir en infraestructura y el atraso se fue
acumulando inevitablemente. Como corolario, el acceso a las nuevas
avenidas de la divulgación de información fue tardío, fragmentado y no
constituía, en medio de urgencias diarias, prioridad en
esos años. Aprovechando el escenario de batalla tan desfavorable para
las fuerzas revolucionarias, se fueron estructurando, con generosa ayuda
financiera de más de un poder imperial, múltiples plataformas virtuales
apuntadas contra el país. Más peligroso
aún, alentada por el desconcierto filosófico e ideológico que trajo el
derrumbe del “socialismo que realmente existió”, denominación del
historiador comunista Hosbawn, la ofensiva reaccionaria no se solo se
instrumentó sobre la tecnología que emergía sino,
en el plano de las ideas, sobre la ausencia temporal de contraparte
ideológica. Desde el posmodernismo reaccionario, el fin de la historia
vino a querer decir el fin de las utopías y el cierre de las epopeyas.
El asalto ideológico ha sido brutal y la ofensiva
a estado de parte del enemigo. Aún hoy la respuesta en la blogosfera de
las fuerzas de la Revolución recuerdan a la armada Brancaleone. Si bien
el origen del desconcierto es objetivo, su persistencia tenaz ya es
culpa de nuestras carencias subjetivas y las
pone en evidencia.
Todo saber, aún en las más remotas áreas de
la cultura es útil al ejercicio del poder, pero en las condiciones
actuales también le es útil al ejercicio contra el poder. La renuncia a
un conocimiento específico, es como renunciar
a un instrumento de poder cultural al que el enemigo no renunciará.
Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez
descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. La
conciencia social tiene historia, no viene de la nada ni va hacia la
nada; se hereda. Si la idea por la que vivieron
nuestros padres encalla, entonces lo que se hereda es cansancio. Todo
lo que encalla se deteriora. El libro que presentamos es el testimonio
de una pelea cubana contra los demonios. Demonios de clases burguesas,
demonios de hegemonías imperiales, demonios
traidores, demonios pusilánimes. Es además, desde lo aparentemente
individual, una metanarración sobre como se puede conformar primero la
resistencia y ya luego esbozar la contraofensiva. Sobre como se puede
renovar la herencia. El blog de la Pupila Insomne
nació en coyuntura poco favorable y fue pionero, desde lo
revolucionario, en la apropiación adecuada del lenguaje de las redes.
Como fortaleza de Brest estuvo un tiempo no pequeño bregando casi solo,
como espacio no institucional, dentro de un oceáno adverso.
Es además demostración de que la Revolución cubana no perecerá, como
otras, por la inacción de sus soldados de fila, aún si las
circunstancias imponen momentáneamente la carencia o la incomunicación
con un puesto de mando. Lo ha hecho además desde la cultura
política y ha evolucionado conforme el cambio de los tiempos, pero
también e importante, como resultado de la evolución de su propio autor.
Ha madurado. Este libro demuestra que el verdadero reto no está en lo
tecnológico, sino en la generación de contenidos
inteligentes y útiles. La tarea no es fácil. Estamos aún en un tiempo
que favorece determinados (retro-)”ismos” de modas. La relectura de la
Revolución, ejercicio por demás necesario y permanente, también es
oportunidad de oportunismos. Hacer esa relectura
de manera dialéctica y superadora sin abandonar trinchera es un
ejercicio intelectual formidable. Iroel lo logra y lo hace frente a una
agresividad enfermiza. Si algo vamos aprendiendo de estos años de
truenos es lo errado que resulta pensar que el fuego revolucionario
propio se aviva cuando se le niega al otro el derecho a su propia
lumbre, porque esta tiene otro color aún cuando las dos intentan dar
calor al mismo horno. Por el contrario, tanto afán de apagafuegos
termina envileciendo no solo porque una llama en solitario
no logra forjas, sino porque empezinado en cegar al otro, termina por
olvidar su propia hoguera y del descuido solo brotan obras deformadas,
enanas. No hay que coincidir con todo lo que Iroel publica para sentirse
en su misma trinchera. Más aún, la divergencia
con Iroel, invita a estar en su misma trinchera. Los que, y me refiero a
los revolucionarios, acusan a otros de dogmáticos, deben desde la
humildad, reconocer que el hombre se hizo siempre de todo material.
Saber reconocer las determinadas verdades en disímiles
discursos de la Revolución, y llegado el tiempo en que los hornos
viertan su fundido, saber (desde ahora) quien te acompañará en la
trinchera cuando la caña se ponga a tres trozos.
Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez
descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. La
Pupila Insomne, cuyo actuar desde la autoría de Iroel recoge este libro,
es también una crítica al periodismo cobarde.
Se pueden poblar de sonidos revolucionarios todos los silencios. En ese
sentido este texto es incómodo. Le quita justificación a los pancistas.
Basta ya de que blogs como este sean fortalezas de Brest. A los que
desde la comodidad se la pasan en el mejor de
los casos anunciando que rebloguean lo que allí se publica, sepan que
lo que se necesita en verdad es generar más contenidos útiles. Los que
reducen, por hábito o por vagancia, el ejercicio periodístico a reseñar
discursos de nuestros dirigentes, o hacer de
la memoria de Fidel un culto pseudoabrahámico, vean en el ejercicio
difícil que este texto que hoy presentamos recoge, una herencia creativa
del pensamiento de Fidel. Hace poco Víctor Fowler nos recordaba, desde
la Jiribilla, aquella frase de Hart de que “los
problemas de la cultura necesitan soluciones culturales”. Bueno, la
tomo prestada y la reformulo: los problemas de la batalla ideológica
necesitan soluciones ideológicas y la ideología se construye desde la
cultura. Tal parece que hemos olvidado la necesidad
esencial de la cultura en todos los ámbitos sociales del país y en
primer lugar en el espacio de la toma de decisiones. Solo desde la
cultura se toman decisiones acertadas. En Cuba estamos rehaciendo los
concensos en una tormenta estacionaria de ideas. Ese
debate de ideas no se hace en una campana, sino en mezcla inevitable
con lo que vale, lo que pretende valer y lo que se opone a lo que vale.
Ese concenso se ha de hacer desde una sola certeza: la Revolución es
sagrada, todo lo demás es duda gestadora. Frente
al “No hay dudas ...”, opongamos la duda de la que Marx se apropió como
virtud esencial de un científico en su indagación de la realidad y la
de un luchador social en el ejercicio de la acción revolucionaria. La
duda que conduce lo mismo a un “¿Qué hacer?”
que al discurso tremendo del 26 julio de 1989. Esa búsqueda de
certezas lleva implícita debates crudos, crudeza necesaria si vemos
debates similares en otros contextos como la Rusia de la segunda década
del siglo pasado, o la Cuba de los sesenta. Debates
en ocasiones duros, muy duros, pues que así sea si de la dureza
logramos que brote generosa una avalancha de revoluciones. Pero se
necesita identificar contínuamente la brújula que apunta hacia la
Revolución, para no perdernos con otros compases que aparentando
guiar hacia el mundo nuevo, en realidad nos llevan a viejos destinos
infames. La sustentabilidad no puede reducirse al espacio económico so
pena de volverlo primero una ilusión y luego una desilusión. La
sustentabilidad, vista como vital, incluye la reproducción
ampliada de la cultura. Debemos lograr un socialismo ideológicamente
sustentable, culturalmente sustentable, socialmente sustentable. Me
consta que el desvelo de Iroel tiene en esa misión, como estos textos
demuestran, una de sus principales ocupaciones.
Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez
descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso.
Demos por sentado que estamos en el bando de los justos, ¿pero acaso
podemos decir que estamos en el bando de los vencedores?
Nadie tiene esa certeza y la duda corrosiva se instaló en la conciencia
colectiva desde la debacle del socialismo que realmente existió. ¿Es
suficiente hoy, en estos días posmodernos, ser del bando de los justos?
¿Es esa razón suficiente para militar en él?
Las resistencias numantinas terminan por sucumbir, y si como símbolo
quedan del lado redentor, como antisímbolo también se reproducen del
lado que oprime. Es cierto que Martí invocó la felicidad necesaria de
estar en el bando de los justos en cualquier circunstancia
y Fidel mostró que ese bando podía ser vencedor, pero las certezas para
que sean trincheras han de asumirse colectivamente y ser persistentes
en el tiempo. Persistencia que para ser efectiva necesita ser releida y
ser reescrita generación tras generación,
mientras se renueva dialécticamente. Iroel le dedica pensamiento a ese
proceso de renovación y eso lo hace peligroso. Cuando Fidel enuncia su
concepto de Revolución en el dos mil, el primer postulado es sobre el
tiempo como variable social: sentido del momento
histórico. Lo hace a ocho años de que Fukuyama decretase el fin de la
historia, que es decir el fin del tiempo histórico: ya no habría tiempo
en el sentido de cambio y por tanto como variable social. El primer
rescate que la Revolución cubana hace, en esos
años “horriblemente hermosos”, es el concepto del tiempo histórico como
variable revolucionaria. El futuro nos sigue perteneciendo a nosotros,
no al enemigo. En ese propio año 2000 Venezuela comienza con una nueva
constitución acelerando los procesos nuevos
de América Latina. Pero ahora el tiempo rescatado ya no es el tiempo
universal impuesto desde las metrópolis colonialistas, este es ahora un
tiempo latinoamericano contrapuesto diametralmente a la idea
sarmientina. Es por tanto el tiempo de nuestra barbarie,
no de su civilización. Iroel le dedica tinta (virtual y ahora real) a
defender ese nuevo tiempo social. Eso lo hace un bárbaro peligroso.
Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez
descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. El
autor ha sido amenazado con represalias físicas. Tales despropósitos, y
ahora me refiero a la contrarevolución, parten
de la intolerancia, pero sospecho, parten del miedo a que las voces no
institucionalizadas de la Revolución se erijan en propuesta desarmadora
de los discursos sibilinos. Es cómodo hacer blanco de lo oficial e
incluso andar posando de condescendiente con lo
institucionalizado, otorgándole el destino inevitable de ser portavoz
de un solo discurso. Otra cosa muy distinta, dirimir duelos con voces
atadas solo a los principios, a las que no se les puede tan fácilmente
adosar “san benitos” de obligatoriedad. No debe
sorprender por tanto el odio. Ese odio que disfraza el miedo a
reconocer una vanguardia bien definida, en una variedad de vanguardias
revolucionarias de diverso color y textura, que logre estructurar, ahora
en el escenario virtual, una contraofensiva al engaño.
Ese odio que esconde el miedo a ver, como estos textos atestiguan, que
el pensamiento dialéctico evoluciona y se erige sobre sus errores y sus
derrotas para seguir pidiendo la palabra y refundarse más formidable.
Ese odio que llega a prometer represalias
posibles en un futuro dibujado en la distopía y se ensaña en el autor
acusándolo de todo tipo de cosas. No conocen al ser humano. Iroel,
trabaja como hormiga incansable, sin otra recompensa que no sea vivir la
vitalidad de la Revolución misma. Puede errar,
pero sus ierros son escalones. Pupilas que no duermen pero que no
pierden la capacidad de asombrarse. Quien haya conversado con Iroel sabe
que lo que más abre son sus oidos para, insaciable, aprender de todo lo
que enseña. Hay mucho más en común que lo que
algunos imaginan, incluyendo personas entrañables y amadas, entre la
Pupila Insomne y otros espacios digitales igual de necesarios y de
vanguardia revolucionaria.
Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez
descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso.
Esos que luchan por asegurar que la Pupila siga siendo Brest y no se
torne Stalingrado vivirán hoy de ilusiones y morirán
mañana de desengaño. Alguien me preguntaba que si se tenía el blog para
que se necesitaba un libro. Es que un libro es un libro, es un libro,
es un libro. La Revolución es un sueño del que despertamos brúscamente a
diario para, en el transcurso de un dictémero,
volver a refundar el sueño. Complace saber que durante el descanso
inevitable de individuo hay una pupila insomne que hermosa contribuye a
que el sueño no perezca.
Muchas gracias
*Palabras en la presentación del libro "Cuba frente al buen vecino. Entre el contrato y la herejía", de Iroel Sánchez
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