Domar a los mercados y al BCE para ganar al corona virus.
Yago Álvarez Barba, periodista económico español
Christine Lagarde y el Banco Central Europeo (BCE) dicen haber sacado
toda su artillería y exigen una rápida actuación a los Estados miembro
para atajar la crisis del coronavirus. La presidenta del BCE acaba de
anunciar que comprará 120.000 millones de euros de deuda de los Estados y
seguirá inyectando dinero en el mercado, aunque dejará los tipos de
interés como estaban. Algo normal, ya que están en mínimos históricos
desde hace tiempo y no tienen el margen que tienen otros bancos
centrales.
Pero es mentira, no han sacado toda su artillería, tienen un arma
realmente potente que no sacan porque hacerlo sería intervenir los
mercados y saltarse el propio Tratado de Maastricht. Prestar, o inyectar
sin esperar nada a cambio, dinero directamente a los gobiernos para que
lo gasten en tomar medidas efectivas para responder a la emergencia
sanitaria del virus y los efectos económicos que pueden llevar a un país
como el nuestro a una nueva recesión económica.
Es hora de romper la norma que imposibilita que el BCE no le preste, o inyecte sin esperar nada a cambio, dinero a los Estados
Sacar la artillería que realmente tiene el BCE es irrumpir en el
placentero sueño en el que lleva metido el sistema financiero europeo
desde que se creó la Unión Europea. La artillería del BCE rompería el
monopolio que tiene la banca sobre la distribución del dinero, sobre el
crédito y, especialmente, sobre el gran negocio que supone poder
especular (o refugiarse) en la deuda pública de los países cuando lo
están pasando mal, como ya hicieron en los años que siguieron al crac de
2008. No lo hacen porque existe un “artículo”, una norma diseñada por
el capital financiero, que prohíbe que el BCE ayude realmente a los
gobiernos de Europa. Es hora de romper esa norma.
Uno de los artículos del Tratado de la Unión Europea convirtió al
continente y sus políticas monetarias en el cortijo del sistema
financiero y al BCE en el principal guardián de su beneficio y
tranquilidad. No gastaré mucho tiempo en explicar cómo nos colaron aquel
artículo, ya que lo expliqué en el texto No son los tanques, son los bancos, pero os dejo aquí el artículo en cuestión:
ARTÍCULO 104 1. DEL TRATADO DE LA UNIÓN EUROPA
“ Queda prohibida la autorización de descubiertos o la concesión de
cualquier otro tipo de créditos por el Banco Central Europeo y por los
bancos centrales de los Estados miembros, denominados en lo sucesivo
“bancos centrales nacionales”, en favor de instituciones u organismos
comunitarios, Gobiernos centrales, autoridades regionales o locales, u
otras autoridades públicas, organismos de Derecho público o empresas
públicas de los Estados miembros, así como la adquisición directa a los
mismos de instrumentos de deuda por el BCE o los bancos centrales
nacionales”.
Lo que quiere decir, en resumen, es que el BCE no puede prestar
dinero directamente a un gobierno, comunidad autónoma, ayuntamiento o
cualquier administración pública: le cede ese enorme negocio a los
bancos. Cuando Lagarde o Draghi hablan de “inyectar dinero en la
economía” lo que quieren decir es que crean dinero, se lo dan a los
bancos y estos son los que deciden si se lo prestan a un país y a qué
tipo de interés. Si deciden no prestarlo, no invertirlo, meterlo en
fondos de inversión meramente especulativos o guardarlos en un paraíso
fiscal es decisión del banco.
Desde que Draghi pronunciara su famoso “haré lo necesario para salvar
el euro”, el BCE ha estado inyectando dinero sin cesar, pero poco llega
a la economía real no especulativa, prácticamente nada llega a los
Estados. Los 60.000 millones que el BCE ha estado inyectando en empresas
privadas, como Repsol o Telefónica, o comprando a bancos la deuda
soberana de países como España que se querían quitar de encima, podría
haber servido para reactivar la economía desde abajo, para crear empleo
público, para fortalecer, en vez de privatizar, nuestro sistema de
sanidad público. De aquellos barros, estos lodos.
La BCE ha servido para mantener con vida un sistema
financiero moribundo, pero nunca ha permitido que los Estados puedan
invertir, por ejemplo, en el sistema sanitario público
La “maquinita del dinero” ha servido para mantener con vida un
sistema financiero moribundo, para limpiar sus balances, para evitar que
pierdan y puedan seguir repartiendo dividendos a sus accionistas, pero a
los de abajo los ha mantenido en un estado de precariedad constante.
Los “tipos de interés bajos” han servido para que las empresas zombie,
aquellas que su beneficio apenas les da para pagar los intereses de sus
préstamos, puedan seguir vagando entre los vivos. Para que el crédito
siga siendo barato. Pero nunca ha permitido que los Estados puedan
invertir y gastar para que aumente el consumo, para revitalizar la
economía desde abajo, para mejorar nuestro estado de bienestar con
inversión en, por ejemplo, nuestro sistema sanitario público. Es el
momento de saltarse la norma. Es el momento de domar a los mercados y
poner al BCE a disposición de la gente.
EL CORONAVIRUS NO ENTIENDE DE CLASES SOCIALES
“El coronavirus puede crear una crisis como la de 2008”, ha alertado
Lagarde. Pero hay una diferencia también sustancial entre aquella crisis
y esta: el coronavirus no entiende de clase social, también mata a
ricos. Es inevitable pensar en estos días sobre cómo las instituciones
europeas machacaron a Grecia. La crisis mató a muchos griegos y griegas
que perdieron el derecho a la sanidad pública cuando la Troika europea
asfixió al país, cuando se eliminaron ayudas a las familias que lo
necesitaban, cuando se precarizó la vida de una país hasta niveles
infinitos.
La exigencia de cumplimiento del déficit, o sea, los recortes que nos
exigía la Troika tras la crisis del 2008, también mataron y matan. El
desmantelamiento y privatización de la sanidad pública en España,
Irlanda, Italia o Portugal mató gente entonces y mata gente ahora al
haber mermado la capacidad de nuestro sistema de sanidad público.
Aquellos recortes fueron los culpables de aquellas muertes, pero moría
gente pobre, de clases bajas, las que no se pueden permitir un seguro en
la sanidad privada.
Hemos visto cómo la Comisión Europea ha relajado el objetivo del
déficit con Italia, lo que nunca hizo con Grecia, lo que costó a España
miles de millones de recortes en gasto social. Imponer el déficit valía
para machacar a Grecia o España, pero no para Italia ahora porque el
coronavirus también mata a gente rica y amenaza con un nuevo derrumbe
económico global.
Imponer el déficit valía para machacar a Grecia o España,
pero no para Italia ahora porque el coronavirus también mata a gente
rica y amenaza con un nuevo derrumbe económico global
Por supuesto, esta crisis también puede matar al sector del turismo,
la hostelería, las compañías aéreas, al sector cultural y a gran parte
del sector servicios. Los países del sur de Europa, esos que en el
reparto europeo de las cadenas de valor nos ha condenado a ser un país
enfocado al turismo, vamos a sufrir graves consecuencias si no atajamos
esta sangría. La intervención del BCE en colaboración con los gobiernos
es la única vía posible para actuar con la urgencia que requiere la
situación.
Lo que pido en este artículo es que se intervenga el chiringuito
financiero que es la Unión Europea, que se intervengan los mercados, que
ignoremos el Tratado de Maastritch, que ignoremos los dogmas
neoliberales como el de “imprimir dinero solo trae inflación”.
Los Chicago boys y aprendices de Lacalle que abundan las redes
sociales, esos a los que les importa más la inflación que la vida de las
personas, se echarán las manos a la cabeza, pero, ¿a quién le importa
la inflación cuando nos asomamos, de nuevo, al abismo de la crisis? ¿A
quién le importa los dividendos de los accionistas de los bancos cuando
nos enfrentamos a una pandemia que puede matar a miles de personas? ¿A
quién le importa el Tratado de la Unión Europea cuando la economía de la
Unión Europea se tambalea?
El BCE debe actuar ya y financiar directamente la lucha contra la
crisis del coronavirus y sus efectos. Y, tal vez, si lo conseguimos,
podamos de paso desenmascarar el BCE y a eso que llaman “los mercados”,
la población europea se de cuenta de la estafa en la que nos metieron al
aceptar esos tratados y de las cenizas de la crisis del coronavirus
pueda renacer una Europa para las personas y no para los bancos
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