Sutil y
artificioso: Un nuevo ataque a las pensiones públicas
El señor Escrivá, antiguo presidente de la Autoridad Independiente
de Responsabilidad Fiscal (AIReF), nombrado en el Gobierno actual del Sr.
Sánchez Ministro
de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, ha dejado ver algunos de los
planes que tiene para las pensiones públicas. No se han plasmado todavía en
leyes concretas pero es hacia donde quiere dirigir la acción de su Ministerio.
Y la verdad es que da bastante miedo pues, continuando en las líneas
de sus planteamientos anteriores, consisten en un ataque muy refinado para
debilitarlas en varios aspectos y orientarlas hacia un modelo donde
las pensiones privadas sean dominantes, en línea con las orientaciones del
Banco Mundial.
Es un
planteamiento muy hábil. Como buen comunicador, da primero las buenas noticias:
Afirma que las pensiones públicas son viables y que se actualizarán
automáticamente con el IPC, medidas por las que los pensionistas de
este país llevan años luchando y que no dejan de ser triunfos de estas
luchas. Señala, también, que hay que descargar a la Seguridad Social
de gastos "impropios” que no le corresponden, como pensiones no
contributivas, políticas activas de empleo (¿las tarifas planas para incentivar
el empleo?), costes administrativos de la S.S. y algunos otros que debieran
pasar a los Presupuestos del Estado; medidas absolutamente lógicas para
cualquiera que se preocupe por las pensiones y ya recomendadas previamente por
bastantes autores. Medidas positivas, sin duda.
Una
vez convencidos los pensionistas de la bondad de la posición del Ministro, pasa
después a plantear medidas mucho menos favorables para ellos, como el
incentivar la elevación voluntaria de la edad efectiva de retiro y
desincentivar las prejubilaciones anticipadas. Es decir, sin incurrir en el
‘problema’ político de presentar leyes de aumento de la edad de la jubilación que lo
exijan y que ya se han demostrado fuertemente impopulares. ¿Qué medios piensa
utilizar para ello? Porque no precisa la repercusión que dichos ‘incentivos’
tendrán en el presupuesto, bien de la S.S. bien en el General del Estado.
Con
este objetivo ignora, primero, que las prejubilaciones anticipadas han sido un
importante elemento de gestión en muchos EREs que han hecho posibles sin
grandes conflictos sociales cierres parciales o totales de empresas,
favoreciendo de paso los intereses empresariales. Segundo, pretende
proporcionar mejoras a los trabajadores que voluntariamente alarguen su vida
laboral, aspecto ya posible en muchos empleos de la administración pública del
que se está haciendo amplio uso, potenciando así una discriminación entre los
pensionistas. Pero se establece una normativa general sin distinguir entre
sectores de tareas más o menos penosas que debieran tenerse en cuenta para los
posibles jubilados, especialmente si van a ser
‘incentivadas’. Además, tampoco se considera que en el
ámbito privado son precisamente las empresas las que incitan de facto la
jubilación de los trabajadores antes de la edad normativa de jubilación (las
jubilaciones de la banca serían el ejemplo más obvio pero en muchas otras
empresas se actúa de forma similar), siendo, además, ampliamente
conocida la dificultad de lograr un empleo para personas mayores de
45 años. Es decir, por un lado, se pretende alargar la edad de jubilación real,
y, por otro lado, se permite que las empresas estimulen la
jubilación de trabajadores antes de la edad legal y no se hace gran cosa para
incitar la contratación de trabajadores en su madurez (sólo alguna ligera
subvención a sus cuotas de SS). Y ello en un país cuya tasa de paro, y
especialmente la de paro juvenil, es todavía muy elevada. ¿Tienen aseguradas
las fuentes de nuevos empleos necesarias si se alarga la edad de
jubilación?
Obsérvese la
sutileza de estas propuestas: incentivemos que sean los propios trabajadores
quienes alarguen su periodo laboral, sobrepasando los actuales 64,4 años de
edad media real de jubilación. Muy próxima a la edad límite de 65
años de antes de la reforma de 2011, y tan alejada de la de Francia
que es todavía de 60 años y donde las reformas actuales, tan contestadas por la
población, quieren elevar a 62 años. Todo ello,
voluntariamente, con incentivos, sin necesidad de emitir legislación alguna que
pueda dar lugar a protestas.
Pero
donde se aprecia en toda su extensión la voluntad de fondo de las reformases en
el doble anuncio de que disminuirán las ventajas fiscales para los
planes privados individuales para incentivar los planes privados de pensiones
para las empresas: “Queremos ir desplazando la fiscalidad favorable de los
planes individuales (privados, hay que añadir), a los planes de empleo (también
privados. Cursivas añadidas). Es decir, vean lo bien que lo estamos haciendo:
‘desplazaremos’ las desgravaciones fiscales de las pensiones privadas
individuales, aspecto que ha sido ampliamente solicitado por todos los defensores
de las pensiones públicas, para trasladarlas a los planes privados
empresariales que prácticamente dirigen parte del ahorro de los trabajadores
directamente a las pensiones privadas establecidas por las empresas (o por
convenio). Es un golpe maestro: como somos muy sociales, y accedemos a su
petición de que no haya desgravaciones fiscales para las pensiones privadas
individuales, se las ofrecemos para los planes de empleo colectivos, en los que
los trabajadores difícilmente pueden optar por no integrarse. ¡Ven
que bien¡ Así privatizamos las pensiones de golpe sin necesidad de que las
personas hagan sus propios planes privados.
Es
una cuchillada por la espalda a las pensiones públicas. Se vista como se vista
esta propuesta va dirigida directamente a aumentar la privatización de las
pensiones. Y, ‘casualidad’, va en la línea de las propuestas del Banco Mundial[1] que pretende que disminuya la parte de gestión
pública de las cotizaciones de las pensiones (pilar contributivo público) ,
para que se amplíe con una parte obligatoria de pensiones en manos de los entes
financieros privados (pilar contributivo obligatorio privado).Si una parte de
los aumentos salariales se dirige directa y obligatoriamente a un fondo de
pensiones privado se está forzando esta privatización e incitando a que las
pensiones privadas se conviertan en un elemento permanente de la estructura
salarial para todos los trabajadores. Y, por supuesto, dificultará el pedir un
aumento de las pensiones públicas al existir otra fuente de mejora de las
mismas, que, hasta se puede argumentar, está más relacionada con el esfuerzo
realizado por los trabajadores en su propia empresa. Interesante intento de que
se acepte la privatización de las pensiones también sin protestas.
Porque
es de temer que los representantes de los trabajadores más conocidos (CC.OO. y
UGT) no se opongan con energía a esta propuesta, dado que ya han firmado antes
acuerdos laborales que las integraban (para funcionarios sobre todo). Es
conocida la tendencia de algunos sindicatos a aprobar con facilidad ciertas
propuestas cuando se les consulta acerca de las mismas y, más todavía, cuando
de ellas pueden desprenderse valiosas recompensas para sus instituciones,
convirtiéndose así en cómplices de iniciativas muy dudosas para el bienestar de
los trabajadores.
Un
intento de lograr sus objetivos sin que produzcan malestar social y sin que se
reaccione contra las mismas.
El Sr. Escrivá, y el Gobierno al que pertenece, si mantienen estas propuestas,
están tratando de meter un gol en la portería laboral, por medio de un hábil
‘dribling’ de combinar algunas mejoras con importantes planteamientos
negativos. Esperemos que, cómo hasta ahora, los pensionistas españoles no se
dejen engañar por las apariencias, y consigan detener un ataque tan duro y tan
sutil.
Miren Etxezarreta. Marzo de 2020
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