Desde
finales de 1979 hasta inicios de 1980, Estados Unidos continuó
implementando su indiscriminada
política de estimular las salidas ilegales de Cuba y recibir como
héroes a los que cometían ese tipo de acciones, al tiempo que negaba
cada vez más las visas a los cubanos que deseaban salir del país
legalmente. Washington había recibido supuestamente con
“beneplácito” los acuerdos rubricados entre el gobierno cubano y
representativos de la comunidad cubana en el exterior, como resultado
del diálogo sostenido entre ambas partes en La Habana en noviembre y
diciembre de 1978.i
Sin embargo, la burocracia del gobierno de los Estados Unidos, a la
hora de autorizar la entrada al país a los presos contrarrevolucionarios
liberados en la Isla, se hacía sentir en toda su expresión. Washington
se había comprometido a sacar legalmente del
país y trasladar mensualmente hacia su territorio, a 400 de estos
reclusos puestos en libertad, pero de enero a julio de 1979, su tope
había sido solamente de 60 al mes. Además, el gobierno estadounidense
había demostrado su reticencia a recibir en Estados
Unidos a los ex reclusos que deseaban emigrar junto a sus familiares y
cuyas listas el gobierno de Cuba había entregado a las autoridades del
país del norte.
En
mayo de 1979, tanto Robert A. Pastor, asistente para América Latina del
Consejo de Seguridad Nacional, como Zbinew Brzezinski, asesor para
Asuntos de Seguridad Nacional
del presidente estadounidense James Carter (1977-1981) habían expresado
su mayúscula preocupación en cuanto a las trabas burocráticas del
Departamento de Justicia y el Departamento de Estado de los Estados
Unidos, ante la decisión tomada por Fidel Castro de
acelerar la excarcelación de los presos según lo acordado por el
gobierno cubano con los representativos de la comunidad cubana, y con la
intención de hacerlo antes de la celebración en La Habana de la Cumbre
de los No Alineados, programada para el mes de
agosto de ese año.
“Hemos pifiado en el asunto de los presos desde el principio. Hemos permitido
que Castro haga que la victoria de Carter parezca un triunfo de Castro y un fracaso de Carter”, expresó Pastor a Brzezinski.ii
A su vez, Brzezinski recomendó a Carter que dirigiera un mensaje al
Departamento de Justicia y al de Estado instándolos a hacer “más
expedito el procesamiento” de los reclusos excarcelados en la Isla y que
se reuniera
con
“un pequeño grupo de ex reclusos, líderes de la comunidad
cubano-americana, y algunos líderes de organizaciones de derechos
humanos”
a fin de esclarecer la intención del gobierno de los Estados Unidos de
aceptar a todos los presos políticos que Fidel tenía intención de poner
en libertad, pues ello le daría la posibilidad de hacer una pequeña
declaración que colocaría a Estados Unidos en
el lado correcto de ese asunto.
iii Sin embargo, la burocracia estadounidense continuó imponiéndose.
Esta
situación fue creando poco a poco una situación cada vez más cercana a
una crisis migratoria
entre Estados Unidos y Cuba. En octubre de 1979, las cosas comenzaron a
irse de lo normal cuando algunos antisociales secuestraron un barco, el
GH-41, y lo forzaron a ir a la Florida. Al llegar a su destino, las
autoridades estadounidenses nada hicieron con
los secuestradores, más allá de darle asentamiento en el país. Ninguno
de ellos fue condenado o arrestado, y ni siquiera se investigó el hecho.iv
Cuba
pasó de inmediato, a través de su Oficina de Intereses en Washington,
una nota de protesta
al gobierno estadounidense insistiendo en que era necesario que el
gobierno de los Estados Unidos reafirmara su intención de hacer cumplir
la ley respecto a los secuestros, pues de otra manera Cuba se vería
precisada a reconsiderar el acuerdo de Piratería
Aérea y Marítima firmado entre ambos países. La nota cubana no fue
respondida por el gobierno estadounidense. Cuatro secuestros más se
produjeron luego del ocurrido en octubre de 1979. Dos de ellos fueron
altamente peligrosos. El 16 de febrero de 1980 16 individuos,
casi todos armados, tomaron Lissette, embarcación comercial de Liberia,
y la obligaron a ir a la Florida. Lo mismo hicieron 4 individuos
armados con cuchillos y pistolas el 25 de febrero del mismo año con el
bote de pesca Lucero. Nuevamente, ningún proceso
investigativo en torno a los hechos se hizo y ninguno de los
secuestradores fue condenado. A todos los secuestradores se les dio
asentamiento en el país. Luego de cada secuestro ocurrido, se produjo
una nota de protesta de Cuba, pero ninguna de ellas fue respondida.v
Ante
esta situación de inminente peligro para la seguridad de Cuba y para la
política migratoria
legal y regulada, el gobierno de la Isla advirtió en varias
oportunidades a Washington que tomara las medidas pertinentes y cambiara
su política de estimular la emigración ilegal y de recibir a los
secuestradores de embarcaciones como héroes, pues de lo contrario,
el gobierno cubano se vería obligado a reeditar la experiencia de
Camarioca.vi
Mas el gobierno de Washington siguió dilatando sus acciones y sin responder las advertencias cubanas.
También
Cuba, con extrema paciencia, venía soportando desde 1979 los hechos
irregulares ocurridos en las sedes diplomáticas de Venezuela y Perú, al
penetrar en ellas por
la fuerza elementos antisociales en busca de un supuesto “asilo
político” y ser recibidos como héroes, al tiempo que, paradójicamente,
se les negaban las visas cuando las solicitaban normal y pacíficamente.
El
8 de marzo de 1980, en la clausura del III Congreso de la Federación de
Mujeres Cubana, efectuado en el teatro “Carlos Marx”, el máximo líder
de la Revolución Cubana
advirtió de los peligros que estaba generando el tratamiento
estadounidense al tema migratorio:
“…,
estimulan las salidas ilegales del país, los secuestros de
embarcaciones, poco menos que recibiendo como héroes al que secuestre
una embarcación. Y
se han dado casos, se han dado casos. Nosotros les hemos protestado y
le hemos advertido; porque ya la otra vez alguna gente se ahogó en el
camino, y nosotros le dijimos: “Nosotros no tenemos la culpa, porque no
somos nosotros los que pusimos las restricciones”.
Les hemos pedido, les hemos exigido que tomen medidas y que desalienten
ese tipo de actividades, porque ya se sabe todas las consecuencias que
esto tiene.
Así
empezaron con los secuestros de aviones, y después no había quien para
el chorro de aviones norteamericanos aterrizando aquí, secuestrados allá
en Estados Unidos;
porque, si en todas partes hay locos, allá hay muchos más locos que
aquí. Había veces que se reunían tres aviones norteamericanos aquí.
Entonces, después, pienso que no tendrán moral ninguna para exigir que
nosotros tomemos medidas –como lo estamos haciendo-
contra los secuestradores aviones, si ellos no toman medidas contra los
secuestradores de barcos.
Esperamos,
igualmente, que adopten medidas para no estimular las salidas ilegales
del país;
porque nosotros entonces podríamos también tomar nuestras medidas. Ya
una vez lo hicimos; porque no vamos a estar tomando nosotros medidas
contra los que pretenden salir ilegalmente del país, y ellos estimulando
la salida ilegal del país. Ya una vez nos vimos
obligados a tomar medidas en ese sentido. También se lo hemos
advertido, porque ya en una ocasión tuvimos que abrir el puerto de
Camarioca. Y nos parece una prueba de la falta de madurez del Gobierno
de Estados Unidos volver a crear situaciones similares;
(…)”.vii
Los sucesos de la embajada del Perú desatan la crisis migratoria.
La
irracional política migratoria estadounidense hacia Cuba y la poca
preocupación del gobierno
estadounidense en torno a los hechos ocurridos, como se palpó en la no
respuesta a las notas de advertencia de la Isla, espolearon a que, el
1ro de abril de 1980, penetrara por la fuerza en la embajada del Perú en
La Habana un grupo de elementos antisociales
que habían secuestrado un ómnibus, ocasionando en la arremetida la
muerte al custodio cubano Pedro Ortiz Cabrera. Ello condujo a una
declaración del gobierno cubano el 4 de abril, en la cual se explicaba
que, la actitud de las embajadas de Venezuela y Perú,
al “acoger en sus sedes a tales violadores de la inmunidad diplomática en lugar de rechazar semejante práctica”,
era riesgosa para la propia seguridad de los funcionarios diplomáticos y
estimulaba los actos de violencia contra otras sedes diplomáticas en
Cuba. A su vez, de forma perentoria la declaración advirtió que ningún
individuo que penetrara por la fuerza en una
embajada extranjera, recibiría salvoconducto para salir del país. La
declaración también hizo énfasis en que en ninguna ocasión los elementos
que habían penetrado por la fuerza en las embajadas habían estado
implicados en problemas políticos, por lo que no
tenían necesidad de asilo diplomático. viii
Como
consecuencia de los hechos, y ante la tolerancia del gobierno peruano,
el gobierno de Cuba decidió retirar la custodia de dicha sede
diplomática. Como era de esperarse,
a las pocas horas el recinto estaba copado en su mayor parte por
lumpens, delincuentes y vagos. La campaña mediática estadounidense
contra Cuba no se hizo esperar. El presidente estadounidense Jimmy
Carter lanzó toda una ráfaga de críticas infundadas contra
la Isla y el 14 de abril firmó una autorización para admitir a 3 500 de
los individuos que se encontraban en la embajada del Perú.
Paralelamente
a esto, Washington fijó para el 8 de mayo la realización de ejercicios
militares en el Caribe, bajo el nombre de maniobra “Solid Shield 80”, en
la que participarían
20 000 efectivos, 42 buques de guerra y 350 aviones de combate. Como
parte de esta maniobra se pensaba desarrollar un desembarco aéreo y
naval en la Base Naval de Guantánamo de magnitudes considerables.
Incluso, aviones B-52 estudiarían el minado de mares
y puertos cubanos. Además, por esos días Estados Unidos realizó la
instalación en Costa Rica y Honduras de varias bases de control
electrónico para ejercer una amplia vigilancia aérea en la zona
centroamericana.
Asimismo,
comenzaron también maniobras turbias en relación con el traslado de los
acampados en la embajada del Perú. Mientras que Cuba deseaba que se
condujeran directamente
a los países que se habían ofrecido para acogerlos, se desarrolló un
plan de congregarlos en campamentos de Costa Rica y de allí
distribuirlos a otros países. Cuba interpretó este método como una
provocación más. En primer lugar, porque no se había contado
con Cuba. En segundo lugar, porque era muy obvio lo que había detrás de
esta maniobra: al crear campamentos de refugiados en Costa Rica, se
prolongaba el “show” y, por lo tanto, se podía seguir explotando la
situación propagandísticamente. En tercer lugar,
porque Cuba sabía que, en realidad, la inmensa mayoría de los
individuos que se encontraban en la embajada del Perú quería trasladarse
a los Estados Unidos, pues allí tenían familiares o relaciones.
El
19 de abril de 1980 el pueblo de Ciudad de la Habana desfiló ante la
embajada del Perú para
mostrar su apoyo a la Revolución y pulverizar la campaña de improperios
difundida por los medios masivos del enemigo a 90 millas y sus aliados,
que trataba de mostrar que Cuba estaba llena de perseguidos políticos,
disidentes e inconformes con el sistema y
el gobierno de la Isla. ix
En
relación con la maniobra de crear campamentos de refugiados en Costa
Rica, surgió una solución espontánea por iniciativa de la comunidad
cubana en los Estados Unidos
y que contó con la anuencia del gobierno cubano: empezaron a llegar
pequeñas, medianas y hasta grandes embarcaciones al puerto del Mariel a
recoger a las personas que deseaban emigrar a los Estados Unidos.
Entonces,
en una editorial del periódico Granma el 21 de abril de 1980, se hizo
pública la decisión
del gobierno cubano de que, las embarcaciones que desde los Estados
Unidos llegaran a la Isla a recoger a los que deseaban emigrar hacia ese
país, no serían detenidas. De este modo, el puerto del Mariel quedó
libre a la emigración. Inmediatamente el Departamento
de Estado de los Estados Unidos realizó virulentas declaraciones contra
esos viajes y amenazó con arrestar, confiscar e imponer multas a
embarcaciones y patrones que participaran en la flotilla.
x
Ante
el enredo fugaz de la madeja, diversos funcionarios de la
administración Carter se reunieron con representantes de la comunidad
cubana en los Estados Unidos para que
suspendieran estos viajes y se respetaran las leyes, al tiempo que
procedían a una revisión de las leyes de inmigración de los Estados
Unidos.
La
apertura del Mariel colocó a Washington en una situación sumamente
difícil, pues era obvio
que la población norteamericana en general no tenía grandes simpatías o
deseos de acoger este nuevo influjo de inmigrantes en un momento
difícil de su economía. También, porque los inmigrantes legales e
ilegales de otros países, particularmente, refugiados
haitianos, comenzaron a protestar por la discriminación en contra de
ellos. En buena lógica, si se aceptaba un número indeterminado de
cubanos que querían ir a vivir a los Estados Unidos, ¿por qué no se
aceptaba igualmente un número indeterminado de haitianos
que también quería ir a vivir a los Estados Unidos? o ¿por qué no
regularizar la situación de los cientos de miles de dominicanos que se
encontraban indocumentados en los Estados Unidos en esos momentos,
viviendo en azarosas circunstancias? Todo esto tampoco
era conveniente a los Estados Unidos cuando existían miles de
ciudadanos norteamericanos de los sectores más oprimidos de la población
(negros, chicanos, puertorriqueños), que estaban padeciendo los azotes
de la situación económica y cuando era visible el
deterioro del nivel de vida de grandes sectores de la población, aún
los de la clase media.xi
El
1ro de mayo de 1980, se produjo la mayor concentración popular en 21
años de Revolución. En ella, Fidel hizo un análisis de los hechos
acontecidos y condenó toda la
campaña propagandística urdida contra Cuba por los medios de difusión
estadounidenses y la prensa derechista del hemisferio. Además, el líder
de la Revolución Cubana dio a conocer que el gobierno norteamericano
había decidido suspender las maniobras militares
proyectadas en Guantánamo, por lo que el gobierno cubano cancelaba las
maniobras especiales que, con el nombre de Girón-XIX, estaban previstas
comenzaran el 7 de mayo en respuesta a la actitud amenazante de Estados
Unidos.
“Pero la marcha del pueblo combatiente va,
-exclamó
Fidel refiriéndose a la marcha del pueblo cubano frente a la Oficina de
Intereses de los Estados Unidos planificada para el 17 de mayo-,…,
porque la marcha no era sólo contra las maniobras, sino también contra
el bloqueo, contra la base Naval de Guantánamo, y contra los vuelos
espías de los SR-71, y hay que evitar que los yanquis pretendan sacar
como ventaja que el pueblo se desmovilice en medio
de la batalla”. xii
En su discurso, Fidel también hizo un análisis detallado del curso que había asumido la política
de la administración Carter hacia Cuba:
“Porque
si en los primeros tiempos de esta administración hubo algunos gestos
que se podían considerar positivos, más adelante y progresivamente los
elementos más reaccionarios, los llamados halcones dentro del gobierno
de Estados Unidos iban imponiendo su línea, y esa línea era cada vez más
agresiva contra Cuba”.xiii
Al
día siguiente, se produjo un incidente que empeoró aún más la situación
de tensión que existía en las relaciones entre Cuba y los Estados
Unidos. Alrededor de 700 individuos,
la mayoría ex presos y delincuentes comunes, se congregaron en las
afueras de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana para
presionar a los norteamericanos a concederles las visas con mayor
rapidez para ir a los Estados Unidos. La mayoría de
los congregados habían sido citados por la cónsul norteamericana
Suzanne Lamanna. Wayne Smith, jefe de la Sección de Intereses de
Washington en La Habana, al dirigir unas palabras a la multitud planteó
que sólo podrían salir en pequeños grupos y dio a entender
que era culpa del gobierno cubano la demora en las salidas. Las
palabras de Smith exaltaron aún más los ánimos de la muchedumbre que
comenzó a proferir todo tipo de improperios y consignas peyorativas
contra la Revolución Cubana y a manifestarse en forma agresiva
frente a los vecinos del lugar. Todo terminó en un enfrentamiento
violento entre estos individuos y los vecinos, estos últimos respaldados
por trabajadores del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP)
que se habían trasladado al lugar y de otras
empresas y organismos. Ante la superioridad que alcanzaron rápidamente
los representantes revolucionarios del pueblo cubano, funcionarios de la
Sección de Intereses abrieron las puertas y penetraron en ella entre
300 y 400 individuos de los iniciadores de
la trifulca. Inmediatamente se montó toda una campaña propagandística
desde los Estados Unidos tergiversando los hechos ocurridos. Entre las
calumnias lanzadas contra Cuba se decía que bandas castristas habían
asaltado a pacíficos ciudadanos que solicitaban
visas y que la policía cubana había atacado a los expresos. Todo eso se
divulgó, cuando en verdad la historia había sido bien distinta. La
intervención de la policía y de otras autoridades cubanas impidió que el
incidente tomara otras connotaciones, pues la
multitud revolucionaria indignada ante lo ocurrido ya se abalanzaba
sobre la sede diplomática de Washington, para tratar de sacar de allí a
los individuos provocadores.
El
3 de mayo, en editorial de Granma, se detallaron los hechos ocurridos
en la Oficina de Intereses
de los Estados Unidos y se responsabilizó de los mismos al gobierno
estadounidense. Se argumentaba que constituía “una irresponsabilidad y
una locura reunir frente a la sede un número elevado de antisociales”
cuando se conocía el estado de ánimo de la población
a raíz de lo sucedido en la embajada del Perú, y que era una verdadera
provocación las falsas y mentirosas afirmaciones de los funcionarios
yanquis que planteaban que el gobierno de Cuba tenía la responsabilidad
de que los ex reclusos contrarrevolucionarios
no hubieran salido del país. “Esa es una mentira cínica
–continuaba diciendo la editorial en Granma-.
Hace más de un año y medio el
Gobierno de Cuba comunicó pública y privadamente al Gobierno de los
Estados Unidos que todos los ex reclusos contrarrevolucionarios y sus
familiares estaban autorizados a salir del país. Han sido los Estados
Unidos los que deliberadamente retrasaron las visas
y los viajes de estos elementos, a pesar de sus públicos y solemnes
compromisos”.
La posición de Cuba se dio también a conocer a la opinión pública:
“El
Gobierno de Cuba está incluso dispuesto a enviar a los ex reclusos
contrarrevolucionarios
y sus familiares vía Mariel hacia los Estados Unidos. Con relación a
los que se alojaron en la sede la solución, sin embargo, tendrá que ser
ahora discutida y acordada previamente con Cuba. (…) Se ha creado un
nuevo problema, porque la Oficina de Intereses
de Estados Unidos no tiene derecho a asilar a nadie en su sede”.xiv
El
6 de mayo, 15 días después de abierto el Mariel el número de
inmigrantes cubanos recibidos en Estados Unidos había sobrepasado los 10
000, lo que obligó a Carter decretar
el estado de emergencia en distintas zonas de la Florida y autorizar un
presupuesto de 10 millones de dólares para la atención de los recién
llegados. Unos días antes, el propio Carter había declarado que Estados
Unidos continuaría proporcionando el corazón
y los brazos abiertos a los que buscan la libertad de la dominación
comunista y librarse de las carencias económicas ocasionadas por el
gobierno de Fidel Castro.
Ya para el 14 de mayo la cifra de inmigrantes cubanos ascendía a 40 000.xv
Ante esta situación descontrolada para las autoridades norteamericanas,
el presidente Carter presentó un programa de cinco puntos que
pretendían solucionar el problema. Estos eran:
Primero:
establecer un puente aéreo o marítimo tan pronto el gobierno cubano lo
aceptara. Todas las personas serían analizadas antes de salir de Cuba.
Tendrían preferencia
los “prisioneros políticos”, los que tuvieran familiares en Estados
Unidos, los que estaban en la embajada peruana y los que habían
penetrado en la Sección de Intereses de los Estados Unidos el 2 de mayo.
Segundo:
apertura en Miami de una oficina oficial encargada de censar los
nombres de los cubanos que sus familiares norteamericanos deseaban que
fueran a los Estados Unidos.
Tercero:
los servicios de guardacostas se encargarían de comunicar a las
embarcaciones que viajaban ilegalmente en dirección a Cuba o desde Cuba
hacia los Estados Unidos,
y los que se encontraban ya en el Mariel, para informarles que debían
regresar sin cubanos a los Estados Unidos. Si esta disposición no se
obedecía, las embarcaciones se confiscarían, los tripulantes recibirían
altas multas y hasta podían ser condenados a
prisión.
Cuarto: se harían gestiones para devolver a todos los “indeseables” que llegaran a Estados Unidos ilegalmente.
Quinto: se continuarían las consultas con países latinoamericanos para tratar de resolver la situación.
Entretanto,
el 17 de mayo se produjo otra gran manifestación popular en toda Cuba
condenando el bloqueo de los Estados Unidos a Cuba, la posesión de la
Base Naval de Guantánamo
y la violación del espacio aéreo cubano por aviones espías
estadounidenses SR-71.
En
respuesta a las medidas delineadas por Carter para solucionar la crisis
migratoria, el gobierno
cubano condenó el 23 de mayo en el periódico Granma la política
selectiva que pretendía aplicar la administración Carter a la hora de
trasladar por un puente naval y aéreo a los individuos que desearan
emigrar de Cuba hacia los Estados Unidos: “…el gobierno
de Estados Unidos quiere “seleccionar”, llevarse personal con alguna
calificación si es posible, limpios de antecedentes, excepto que sean
antecedentes contrarrevolucionarios y dejarnos el resto de los
antisociales aquí”.xvi
La posición cubana también fue fijada:
“La
cuestión fundamental no es la forma o la ruta en que viajen los
antisociales cubanos a los Estados Unidos. La cuestión de fondo es
analizar y suprimir
las causas que generan a estos elementos y esta emigración cubana a
este país. (…).
¿Por
qué quiere Estados Unidos discutir el modo de emigrar desde Cuba hacia
Estados Unidos y no las causas profundas que originan el problema?
Estamos dispuestos a discutir y negociar con Estados Unidos nuestros problemas y relaciones
globales, pero no problemas aislados y parciales que sólo interesan a ellos y a su estrategia contra Cuba”.xvii
El
gobierno de Cuba también hizo énfasis en la nota publicada en Granma en
que, a pesar de que Estados Unidos se encontraba en proceso electoral y
de que Cuba no estaba
en contra de Carter ni a favor de Reagan, eso no iba a influir en la
posición de Cuba en relación a la crisis migratoria, con tal de
eliminarle un problema a Carter.
“¿Ayudamos
ahora a Carter a resolver como le plazca el problema de Mariel que le
ha creado la torpe política anterior de Estados Unidos y los propios
residentes en ese país, y el de la Oficina de Intereses provocado por
los ex reclusos contrarrevolucionarios considerando
solo la situación interna en los Estados Unidos? -decía la Editorial en Granma-
¿Y quien garantiza que Carter gane? ¿Y si Carter gana quién garantiza que se pueda confiar en un cambio de política hacia Cuba?
Por
otro lado, aunque quisiéramos, ¿como podemos cohonestar que Estados
Unidos se arrogue la prerrogativa de conceder el derecho de asilo cuando
históricamente se negó
a firmar la convención correspondiente? ¿Qué pasa si los demás estados
capitalistas occidentales hacen lo mismo?
No
sentimos ningún pánico o temor con relación a Reagan o cualquier otro.
Hemos luchado ya contra seis presidentes yanquis y ninguno nos atemorizó
ni podrá atemorizarnos
jamás. Por simples consideraciones internas de Estados Unidos no vamos a
plegar nuestras banderas, renunciar a nuestras justas demandas: que
cese el bloqueo, cese la base y cesen los vuelos espías, ni hacer
concesiones en espera de mayor sensatez o mejores
tiempos.
Los pueblos que están dispuestos a luchar y a morir no mendigan derechos”.xviii
Las conversaciones de junio de 1980.
La
crisis migratoria del Mariel fue la expresión más elevada de lo
contenciosas que se habían vuelto las relaciones Estados Unidos-Cuba,
fundamentalmente a partir de 1979.
Pero desde 1978, el proceso iniciado por la administración Carter
dirigido a intentar restablecer las relaciones con Cuba estaba condenado
al fracaso, la crisis migratoria del Mariel solo vino a sepultarlo. A
pesar de que las conversaciones entre ambas partes
continuaron en 1980, estas se realizaron en medio de un ambiente hostil
en las relaciones entre ambos países y de retorno de las tensiones
propias de la guerra fría en el orden internacional, que impedían
cualquier posibilidad de avance.
Desde
la tarde del 17 de junio de 1980 hasta la madrugada del 18 se reunieron
en La Habana: Petter
Tarnoff (del Departamento de Estado), Robert Pastor (asistente para
América Latina del Consejo de Seguridad Nacional), y el ya mencionado
Wayne Smith, en representación del gobierno de los Estados Unidos, y
José Luis Padrón (Presidente del Instituto Nacional
de Turismo), Ricardo Alarcón (viceministro de Relaciones Exteriores) y
José Antonio Arbezú Fraga (funcionario del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba), por la parte cubana.xix
Las conversaciones fueron tensas desde el comienzo, pues los enviados
de Washington insistían en comenzar la agenda de discusión por los
puntos que consideraban apremiantes y urgentes: el problema migratorio y
la situación de los individuos que se encontraban
en la SINA. Por su parte, la representación cubana consideraba esta
intención un enfoque unilateral, y abogaba por iniciar el diálogo por
los temas que constituían la esencia de los problemas entre ambos
países, y no por los puntos que proponía la parte estadounidense,
los cuales consideraba secundarios y derivados de otros problemas más
profundos. El bloqueo, la base naval de Guantánamo, los vuelos espías,
los ejercicios militares estadounidenses y el clima de hostilidad
sistemático en el Caribe eran los aspectos globales
por los que Cuba consideraba debía comenzarse a debatir.
Según
ha contado Wayne Smith, la idea inicial de Washington para estas
conversaciones era tratar
todos los temas que interesaban a ambas partes (issue-by-issue), pero
que en el lapso de tiempo de una semana estos objetivos habían sido
modificados por el Consejo de Seguridad Nacional, el cual consideró que
esa forma de negociar con Cuba era demasiado blanda
y por eso Tarnoff y Pastor vinieron a la Isla con la orientación
irracional de discutir y resolver solamente los temas que estaban
afectando a Estados Unidos.xx
En
cuanto al problema migratorio los enviados de Washington comenzaron
planteando que los Estados
Unidos estaban interesados en llegar a un acuerdo lo más rápido posible
que estipulara las salidas ordenadas sobre la base de: 1) un número
acordado de personas que fueran reasentadas durante un período
determinado (mensual o anual); 2) selección y procesamiento
en Cuba de los candidatos de acuerdo a los criterios establecidos; y 3)
medios de transporte seguros y confiables para la salida de Cuba.xxi
En
relación a esa problemática, Padrón hizo una larga exposición sobre los
antecedentes y las causas más profundas del problema migratorio
existente. El presidente del
Instituto Nacional de Turismo cubano señaló como elementos que habían
estimulado los flujos migratorios cubanos a los Estados Unidos desde
1959: las medidas económicas tomadas por las distintas administraciones
norteamericanas con el objetivo de ahogar económicamente
a la Isla, las agresiones de todo tipo contra Cuba, el bloqueo, la
campaña propagandística donde se elogiaba al sistema norteamericano y se
presentaba a los inmigrantes ilegales cubanos como héroes y patriotas,
la historia de actos violentos cometidos por
elementos criminales quienes secuestraban embarcaciones y aeronaves con
el propósito de llegar a los Estados Unidos y no eran arrestados,
acusados o devueltos a Cuba, la atmósfera hostil promovida por los
Estados Unidos -los vuelos de reconocimiento, los ejercicios
militares, la organización de comandos especiales, la invención de
crisis artificiales- y la política contradictoria de establecer cuotas
de visas restringidas y al mismo tiempo alentar a los cubanos mediante
el uso de los medios de difusión a abandonar el
país.
La
posición de Cuba estaba clara, se debían eliminar estas causas más
profundas que habían provocado la crisis migratoria del Mariel -la que
podía reeditarse en cualquier
momento- y no proceder a soluciones que se consideraban bálsamos
parciales y momentáneos.
Pero los representantes de Estados Unidos tenían juicios muy dispares a los de los cubanos.
“En cuanto al tema específico de la emigración
-expresó Peter Tarnoff en las conversaciones-, no
lo consideramos como un problema estadounidense. Los Estados Unidos no
son responsables de la oleada de sentimientos
en Cuba que favorece la salida de decenas de miles de cubanos. Para
nosotros, ello constituye un fenómeno económico y político a nivel
mundial”.xxii
En
cuanto a las personas que se encontraban en la SINA, la parte
estadounidense reclamaba su traslado a los Estados Unidos, mientras que
Cuba consideraba el hecho como
un acto ilegal. Así lo hizo saber en las conversaciones Padrón:
“En
cuanto a la SINA, al mantener ese gran grupo de cubanos allí, los
Estados
Unidos están manteniendo una situación ilegal. Los Estados Unidos no
tienen derecho de conceder asilo a esas personas -los Estados Unidos no
son signatarios de la Convención sobre Asilo- por tanto, exigimos que se
entreguen incondicionalmente esas personas
que están siendo retenidas ilegalmente por los Estados Unidos a las
autoridades cubanas”.
xxiii
Y más adelante señaló:
“Esas
personas han recibido garantías plenas por parte del gobierno cubano de
que se les permitirá regresar a sus hogares sin peligro”. Padrón
también responsabilizó
al gobierno estadounidense por lo ocurrido en la SINA, dado las demoras
y trabas a la hora de conceder las visas a los prisioneros
contrarrevolucionarios, por haber convocado a tantos de ellos al mismo
tiempo a la Oficina de Intereses cuando “las circunstancias
políticas militaban contra ello”
luego de lo ocurrido en la embajada del Perú, y por haber culpado al
gobierno cubano de las demoras, al afirmar que no había respondido
aún a la sugerencia de un puente aéreo. “Además
-señaló Padrón-
contamos con pruebas fehacientes de agresión contra el pueblo
cubano, que los solicitantes de visas entraron a la Sección de
Intereses y salieron con materiales de la construcción que lanzaron al
pueblo cubano reunido allí”.xxiv
Wayne
Smith replicó alegando que la Sección de Intereses no había convocado a
las 800 personas,
que ellos habían ido porque se les había dicho que se esperaba la
autorización para comenzar a procesar a un nuevo grupo dentro de poco,
que tanto la funcionaria consular Suzanne Lamanna como él, le habían
trasmitido a la multitud que se había hablado con
el gobierno cubano acerca de vuelos especiales y que se esperaba
respuesta. Wayne también aseguró que no se le había concedido asilo a
ninguna de las personas que se encontraban en la Sección de Intereses,
sino que simplemente se les había ofrecido “refugio
seguro”, que era un principio establecido por la ley internacional y
que si querían marcharse podían hacerlo luego de coordinarse con las
autoridades cubanas.
xxv
Padrón contrarreplicó inmediatamente:
“Tengo
la impresión de que se pueden apreciar las causas de este incidente en
lo que el propio Wayne dijo. Los funcionarios estadounidenses
anunciaron públicamente que la salida de esas personas dependía de si se
podía establecer o no un puente aéreo y ello indicaba que las
autoridades cubanas eran responsables. Durante todos estos
meses hemos estado emitiendo pasaportes y visas de salida para todos y
ellos habían estado saliendo en vuelos organizados por el Comité de 75 o
a través de vuelos comerciales a terceros países. Todas esas personas
se dirigían a los Estados Unidos y sus planes
nunca se vieron frustrados por problemas de transporte. Al decir que
tenía que existir un puente aéreo para que se expidieran las visas,
ustedes hicieron a Cuba responsable por esta situación y fue ello lo que
causó la actitud agresiva de algunas personas”.xxvi
También
en estas conversaciones quedaron claramente definidos los puntos que
hacían imposible una relación normal entre ambos países. Estados Unidos
se aferraba a la idea
de que hasta que no existiera un avance de acuerdo a sus intereses en
cuanto al activismo cubano en África, América Central y el Caribe, y en
el distanciamiento de las posiciones cubanas de las soviéticas,
Washington no cedería un ápice en cuanto a los aspectos
de las relaciones que interesaban a Cuba, como: el levantamiento del
bloqueo, la devolución de la Base Naval de Guantánamo, el cese de la
hostilidad hacia Cuba, etc. Por su parte, Cuba consideraba este enfoque
unilateral, una negociación desde posiciones desiguales
y de fuerza que no estaba dispuesta a admitir. Padrón insistió -como lo
habían hecho en anteriores conversaciones Carlos Rafael Rodríguez y
Fidel Castro- en esa idea:
“Si
este proceso realmente significa que es necesario analizar las
relaciones
de Cuba con otros países, sus opiniones acerca de los avances políticos
en África, América Central y el Caribe, si Cuba tendrá que revaluar sus
relaciones con la Unión Soviética, entonces necesariamente tendremos
que llegar a la conclusión de que los Estados
Unidos consideran que tienen derecho a ser juez y árbitro de nuestra
política exterior, de la naturaleza de nuestras relaciones económicas y
políticas, y de los vínculos económicos que podemos establecer con otros
países. Este es un enfoque unilateral, improductivo
e inaceptable. Nunca le hemos pedido a los Estados Unidos que revalúen
sus alianzas militares, nunca hemos juzgado sus relaciones con Alemania
Occidental, Japón o Gran Bretaña porque consideramos que esos asuntos
son una prerrogativa de los países soberanos.
Nunca le diríamos a los Estados Unidos que nuestras opiniones y
percepciones constituirían elementos esenciales en una solución de
problemas puramente bilaterales y no creemos que esto sea un enfoque
razonable o constructivo”.xxvii
Lo
cierto es que nada logró negociarse en las conversaciones del 17-18 de
junio de 1980, el ambiente
estaba signado por la confrontación que otrora había caracterizado las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos, así lo había reconocido el
propio Peter Tarnoff a inicios de la conversación: “el
ambiente
en que se desarrollan nuestras relaciones se ha tornado más
contencioso, más parecido al que existía en períodos anteriores”.
Después de largas horas de discusión Tarnoff, al dar sus impresiones de las conversaciones, declaró:
“…me siento muy decepcionado con los resultados de esta ronda de negociaciones”.xxviii
Tarnoff
y Pastor inmediatamente hicieron llegar a Carter un resumen de las
conversaciones y de
los pasos que, recomendaban, debían darse respecto a Cuba a partir de
ese momento. En las primeras líneas de dicho documento expresaron: “Quedó
claro para nosotros que
si bien estas conversaciones confidenciales han resultado útiles al
ayudarnos a comprender los criterios de Cuba sobre una amplia gama de
temas, es evidente que hemos llegado a un callejón sin salida en cuanto a
la solución de los problemas”.xxix
Mas
no podía ser de otra manera, pues si la arrogancia de la potencia del
Norte se había hecho sentir durante el diálogo, también había resaltado
la resistencia y la dignidad
de la pequeña isla de Cuba, contraria a condicionar su soberanía en
política exterior y sus más defendidos y proclamados principios a un
modus vivendi con los Estados Unidos. La esencia de la confrontación
histórica entre Estados Unidos y Cuba: hegemonía versus
soberanía, siguió prevaleciendo y echando por tierra una posible
normalización de las relaciones entre ambos países.
Entretanto,
Carter siguió enfrentando una calamitosa situación con el problema de
los inmigrantes cubanos. En junio la cifra ascendió a 100 000,
distribuyéndose un poco
más de la mitad de ellos, mientras que la otra permanecía en distintos
lugares de internamiento en la Florida, provocando disturbios al exigir
su procesamiento y distribución. Esto condujo a que Carter aprobara el
uso adicional de 10 millones de dólares del
Fondo de Emergencia a Refugiados para financiar la asistencia a los
cubanos y haitianos llegados a los Estados Unidos. En el mes de octubre
la cifra de emigrados cubanos alcanzaría los 125 000.
A
pesar de las fuertes restricciones establecidas por el gobierno de los
Estados Unidos para impedir las salidas de embarcaciones que se dirigían
a Cuba para recoger “refugiados”,
algunas lograban romper el bloqueo de los guardacostas. Ese fue el caso
de un misterioso carguero llamado “Blue Fire”, o sea, Fuego Azul, del
que los guardacostas estadounidenses tenían evidencia se encontraba
anclado en el Mariel, para recibir a unos 3 mil
cubanos que, se calculaba, debían llegar a Cayo Hueso el 4 de julio,
justamente en el momento en que Carter estaría realizando labores de
campaña electoral en la Florida. La presencia de esta embarcación sin
bandera en el Mariel fue percibida por los Estados
Unidos como una “provocación” de Cuba. Sobre todo, porque en esos
momentos le interesaba mucho a la administración Carter frenar
definitivamente el éxodo de cubanos hacia Estados Unidos por el Mariel,
pues la fatídica situación creada con el arribo desmesurado
de inmigrantes cubanos a los Estados Unidos -unida a otras
dificultades- estaba actuando en beneficio del republicano Ronald Reagan
en la campaña por la presidencia de los Estados Unidos.
La
situación llegó a caldearse tanto, que los Estados Unidos movilizaron
sus buques de guerra
muy cerca de las costas cubanas y analizaron la posibilidad de usar la
fuerza para prevenir que el Blue Fire llegara a los Estados Unidos.
Entretanto, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Edmund Muskie
(quien había remplazado a Cyrus Vance luego
que este renunciara por su desacuerdo con la fallida operación de
rescate de los rehenes estadounidenses en la embajada en Teherán), envió
una carta por medio de Wayne Smith, jefe de la Sección de Intereses de
Washington en La Habana, al vicepresidente cubano
Carlos Rafael Rodríguez, instándolo a evitar la operación del Blue
Fire. Carlos Rafael Rodríguez respondió que debía consultar el asunto,
pero que no era intención de Cuba actuar de manera que Estados Unidos lo
interpretara como una provocación, señalándole
a Wayne que regresara a verlo en la noche para ver si tenía alguna
respuesta. Mas ese mismo día la administración Carter había autorizado
un vuelo de reconocimiento de un avión SR-71 estadounidense. Poco
después de que Wayne tuviera el encuentro con Carlos
Rafael Rodríguez el SR-71 violó flagrantemente el espacio aéreo cubano y
al romper la barrera de sonido sobre la Ciudad de la Habana “provocó
fuertes detonaciones que casi hicieron saltar de sus asientos a la gente
de la Oficina de Intereses de los Estados
Unidos” y provocó daños materiales en un área considerable de la
ciudad.xxx
Ese mismo día, en la noche, Wayne volvió a ver a Carlos Rafael
Rodríguez. El vicepresidente cubano le expresó a Wayne su consternación
por el sobrevuelo y que este casi lo había arruinado todo, pero que, a
pesar de ello, el Blue Fire no iba a ser abordado
por ningún individuo.xxxi
Wayne criticó el sobrevuelo en telegrama que envió a Washinton:
“¿no
habría sido aconsejable suspender el sobrevuelo por lo menos hasta que
escucháramos lo que tenía que decir Carlos Rafael Rodríguez sobre el
tema?” A su vez, recomendó
que: “las unidades de la Marina de Estados Unidos, que según tengo
entendido se encuentran estacionadas ahora cerca de la costa cubana,
sean retiradas en dirección a Cayo Hueso. Sin duda, ya han sido
detectadas por el radar cubano. Se ha mostrado nuestra decisión.
La seriedad con que actuamos, si ese fue el objetivo de enviarlas, ha
quedado demostrado. Dejarlas donde están será interpretado por los
cubanos como una amenaza flagrante y es muy probable que reaccionen en
forma que socavarían cualquier posibilidad de alcanzar
nuestros objetivos”.xxxii
Sin
embargo, en el mismo mes de julio, Cuba había adoptado la estrategia de
no hacer nada que se pudiese interpretar como una provocación
deliberada a los Estados Unidos
en los próximos meses y pusiera a la administración Carter en una
situación más difícil, en momentos en que la derecha norteamericana
encabezada por Reagan, avanzaba con paso firme hacia el dominio de la
Casa Blanca. Así, el Mariel seguiría abierto, y los
cubanos se reservaban sus opciones, pero Fidel dio instrucciones de que
las salidas que ocurriesen no debían manejarse de forma tal que
afectaran aún más a la administración Carter. Fue en esos días que dejó
de aparecer en el periódico “Granma” la sección
“Noticias del Mariel”.
Esta
posición de la Isla contribuyó a una relativa distensión en momentos en
que hubo peligro de una confrontación armada entre Cuba y los Estados
Unidos. Una vez más Cuba,
sin renunciar a sus principios y bajo la sabia dirección de Fidel
Castro, supo sortear aquellos momentos tan aciagos y evitar un conflicto
armado de funestas consecuencias. Por otro lado, estaba claro para la
dirigencia cubana que, a pesar de las múltiples
diferencias que entorpecían la normalización de las relaciones entre
Cuba y los Estados Unidos y lo contenciosas que se habían vuelto las
relaciones entre ambos países, al menos había existido esa intención
inicial en la administración demócrata, y una reelección
de Carter era preferible al triunfo de Ronald Reagan, partidario del
bloqueo naval a Cuba y de la política más agresiva con la Isla, así como
del abandono de la distensión a nivel internacional. Ese fue el móvil
de Cuba el 7 de agosto de 1980 cuando viabilizó
la salida de un primer grupo de 80 individuos de los provocadores que
habían penetrado en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La
Habana a los cuales se les aseguró que no se les aplicaría sanción
alguna. Fue gracias a esa confianza que inspiró
el gobierno cubano que empezarían a salir poco a poco de la Oficina de
Intereses los individuos que aún permanecían en ella.
Carter envía a Paul Austin como emisario secreto
Paul
Austin, nacido en Georgia en 1915 y graduado en la escuela de leyes de
la Universidad de Harvard en 1940, conoció a Carter siendo ya el
principal ejecutivo de la multinacional
Coca Cola, después de una maratónica carrera de ascenso caracterizada
por el éxito. Austin había dado su apoyo personal, profesional y
financiero al candidato demócrata durante la campaña presidencial. De
ahí que cuando Carter llegara a la Casa Blanca utilizara
en varios momentos a Paul Austin como emisario secreto en misiones de
la más alta sensibilidad política.
Cuando
Austin viaja a Cuba en septiembre de 1980 como enviado personal de
Carter, era su tercera
vez, pues ya anteriormente lo había hecho en 1977 y 1978, sosteniendo
siempre contactos con el Comandante en Jefe, Fidel Castro.xxxiii
Así Austin, después de recibir directamente las instrucciones de Carter,xxxiv
viajó a la Isla y el 3 de septiembre sostuvo una reunión privada con
Fidel. Acompañaron al líder cubano el vicepresidente Carlos Rafael
Rodríguez –se incorporó luego de comenzada la reunión- y la traductora
Juanita Vera. Junto a Austin, se encontraba su ayudante
Ted Circuit.
En
las conversaciones, Austin transmitió a Fidel la disposición del
presidente Carter de reunirse directamente con el líder cubano en algún
momento próximo antes de la
navidad para discutir todos los problemas que estaban afectando las
relaciones entre ambos países. El mensaje era muy osado, pues hasta
Carter, ningún presidente norteamericano había tenido la valentía
política de hacer un planteamiento como ese, mucho menos
en medio de un clima de tensiones entre los Estados Unidos y Cuba y en
un año electoral. Ninguno de los futuros inquilinos de la Casa Blanca
superaría a Carter en ese sentido.
“Cuando
el señor Carter me llamó por teléfono hace cuatro o cinco días -explicó
Austin a Fidel-, me dijo que quería que yo lo visitara a usted aquí en
La Habana para sostener una breve conversación, basada en la idea que
Carter tiene, al efecto de que las dos naciones, la vuestra y la suya,
deben elaborar una especie de planes a fin de
desarrollarse conjuntamente. Ya se están realizando trabajos con vista a
ese tipo de desarrollo de relaciones, pero Carter considera que se
puede hacer aún más para el beneficio de ambas naciones. Él me ha pedido
que viniera, pues, para esta charla, porque
él considera que este tipo de charla informal no debe ser manejada por
funcionarios, específicamente, del gobierno. Y para ser más específico,
él desea tener contactos con usted en los próximos meses, a su nivel y
al nivel de Carter, a fin de ventilar las
opiniones de ambos hombres con la intención evidente y manifiesta de
continuar progresando juntos en este sentido. Él me dijo que había dos
puntos para discusión que se le han ocurrido a él. Uno es la
distribución más amplia de medicamentos y el problema tan
espinoso del bloqueo. Él comprende que se realizó durante un período de
años y que igualmente tomará años deshacer lo hecho; pero considera que
en algún punto hay que empezar a eliminarlo, y considera él que en el
último período de este año pudiera celebrarse
una reunión que se dedicara específicamente a analizar lo que cada uno
de los países puede hacer con el objeto de ayudarse mutuamente. Es
decir, Estados Unidos tendría el problema relativo a deshacerse de este
bloqueo, a deshacerse del bloqueo, repito. Y él
me dijo que consideraba justo preguntarle a usted, o más bien pedirle
que adoptara una posición neutral hacia Estados Unidos durante un año
electoral. Me dijo que estaba apercibido, de que usted está
perfectamente familiarizado con lo que significa un año
electoral, es decir que no es momento para que la situación se
exacerbe. Evidentemente, él se encuentra en un estado propicio para
tratar de conocerle mejor a usted sobre bases de igualdad, con la
intención diáfana de mejorar las relaciones entre usted y él,
sin dejar que esto caiga en manos de un grupo, de un equipo determinado
de funcionarios; sino más bien usted, como representante de vuestro
país, y Carter como representante de su país, reunirse y analizar si hay
alguna forma de tener unas relaciones más significativas
y de mayores vínculos. Y él me habló de esto realizarlo más bien en un
futuro inmediato, en un futuro cercano, próximo”.xxxv
Mas adelante agregó Austin:
“Pero
hay algo más que casi se me olvidaba. Se trata de mi evaluación de la
reacción
de Carter cuando me dijo: ‘Por favor, dígale al Comandante que yo
quiero dos programas: uno a corto plazo, que podamos nosotros manejar
antes de las Pascuas y otro programa a largo plazo que pueda ser
instrumentado al final del próximo año”.
Fidel
respondió que recibía el mensaje con mucho agrado y receptividad, y que
por parte de Cuba existía la mejor disposición a trabajar en ese
sentido:
“Me
alegra mucho, realmente lo que usted me explica sobre la posición del
gobierno
de los Estados Unidos de mejorar las relaciones con Cuba. A mí me
parece absurdo un período tan largo con falta de comunicación. Me parece
que es mucho más constructivo, no solo por las relaciones con Cuba,
sino con relación a la situación internacional”.xxxvi
El
Comandante en Jefe expresó además al enviado de Carter que estaba muy
consciente de la situación interna en los Estados Unidos, de la
situación internacional y de los
peligros que representaba para el mundo la plataforma electoral del
Partido Republicano. Y que, por tal motivo, estaba dispuesto a evitar el
menor incidente que pudiera crear problemas a Carter.
“Y
esa es nuestra disposición de cualquier paso que haya que dar para
evitar
-dijo Fidel-, a toda costa, cualquier problema, nosotros estamos
dispuestos a darlos. Dígaselo a Carter, que no se preocupe por las
cuestiones de los secuestros de aviones, que hemos tomado medidas duras.
Pero si hay que tomar medidas más duras todavía, las
tomamos. De modo que no se preocupe por eso, que pueda afectar a Carter
en este período. Quiero también decirle lo siguiente: estoy pensando en
alguna fórmula adicional, algunos pasos adicionales, que yo quiero que
le comunique a Carter, que pueden ayudar
en esta solución. Nosotros tenemos alrededor de 30 norteamericanos
presos, algunos de ellos por delitos comunes, tráfico de drogas, otros
por delitos contrarrevolucionarios, y yo estoy pensando en el momento
oportuno, como una acción unilateral, poner en libertad
a los norteamericanos. Yo estoy pensando lo más rápidamente posible. Yo
creo que eso puede tener algún efecto. (…)
Entonces
yo creo que debemos presentarlo como resultado de una gestión de los
representantes norteamericanos en Cuba, para que tenga mejor efecto
político y pueda darse
como resultado del trabajo de los representantes norteamericanos. (…)
Yo quiero decirle que había estado pensando esto, antes de conocer su visita; pero cuando
recibí el mensaje me confirmé más de la conveniencia de realizar este gesto.xxxvii
La
misión de Austin fue cumplida con éxito y contribuyó a facilitar el
camino, para que días después, Peter Tarnoff, secretario ejecutivo del
Departamento de Estado viajara
a Cuba, para concretar varios acuerdos con la máxima dirección de la
Revolución.
Las conversaciones del 12 de septiembre y la solución de la crisis del Mariel.
A
inicios de septiembre de 1980, volvió a Cuba, esta vez solo, Petter
Tarnoff, quien acompañado
de Wayne Smith, se reunió con Fidel en horas tempranas de la mañana del
día 12 de ese mes en el Palacio de la Revolución. ¿Por qué no acompañó
Pastor a Tarnoff en ese viaje? Según el propio Pastor, como Tarnoff
llevaba un corto mensaje conciliador de Carter
a Fidel con la petición de que se cerrara el Mariel, Brzezinski sintió
que no era necesario que él acompañara nuevamente a Tarnoff en su viaje a
Cuba.xxxviii
Sin embargo, para Wayne Smith la causa fue otra:
“El
Consejo de Seguridad Nacional había estado fuera de la decisión. Pastor
había
dejado claro en junio que ellos pensaban que ofrecer una negociación
sobre la base de asunto por asunto (issue-by-issue) antes de dar pie al
cierre del Mariel era demasiado blanda. ¿Pero qué era lo que exactamente
ahora nosotros estábamos ofreciendo? Cuba
cerraría el Mariel y los Estados Unidos estarían listos después para
negociar los diversos desacuerdos entre nosotros, incluyendo los
principales intereses de los cubanos, sobre la base de asunto por asunto
(issue-by-issue)”.xxxix
En
la conversación sostenida Tarnoff entregó al líder de la Revolución
Cubana un mensaje íntimo
de condolencias de Carter por el asesinato del diplomático cubano Félix
García. García había sido baleado en las calles de New York el día
anterior por un individuo al parecer vinculado a la organización
terrorista y anticubana Omega 7.xl
A continuación, Tarnoff abordó ampliamente con Fidel Castro los
problemas que el tema de los “refugiados cubanos” estaba provocando a lo
interno de la sociedad estadounidense y los efectos negativos de esta
situación para las aspiraciones de reelección de
Carter, sobre todo, en un estado tan decisivo como la Florida. También
expresó que en cuanto a la mejora de las relaciones con Cuba la
determinación personal de Carter era hacer todo lo que pudiera para
invertir la marcha de los últimos 21 años y de los últimos
meses.xli
El
enviado de Washington expresó a Fidel que Estados Unidos estaba
dispuesto en principio a tratar cualquier cuestión que Cuba estuviera
dispuesta a plantear en las discusiones
acerca de las relaciones bilaterales y acerca de otros temas de
preocupación para ambos gobiernos, pero destacó que el momento no era
propicio en particular para entrar en las causas más profundas y
arraigadas de los problemas bilaterales, pues exigían mucho
tiempo y ningún lado sacaría ningún beneficio al entrar en tales
negociaciones en los próximos meses. De esta manera, Tarnoff sugirió un
proceso en dos etapas, con ciertas negociaciones y acciones a empezar
inmediatamente y otras que estarían diferidas hasta
principios del año 1981 cuando se conocieran ya los resultados de las
elecciones en los Estados Unidos. Concretamente Tarnoff, en nombre de su
gobierno, propuso que Cuba diera los siguientes pasos:
1-Parara el flujo de emigrantes hacia Estados Unidos vía Mariel.
2-Aceptara
la devolución de Estados Unidos de personas confirmadas, por
funcionarios consulares o de emigración, como deseosas de volver a Cuba.
3-Aceptara
la iniciación de negociaciones entre funcionarios de emigración de Cuba
y de Estados Unidos, y que tales negociaciones comenzaran de manera
reservada, confidencial,
en Nueva York, antes de fines de septiembre, en aras de llegar a un
acuerdo sobre un programa de salidas ordenadas que podría reglamentar la
emigración desde Cuba a Estados Unidos.
4-Como
parte de esta negociación en Nueva York, que Cuba consintiera
considerar, en principio, el retorno a Cuba de personas que habían
llegado a Estados Unidos por el
puente marítimo desde el Mariel pero que habían sido halladas
inelegibles para entrar a Estados Unidos bajo las leyes y reglamentos
existentes en Estados Unidos.
El
enviado de Washington, también expresó a Fidel que si Cuba está
dispuesta a tomar estas acciones, Estados Unidos inmediatamente tomaría
las siguientes decisiones:
1-Comenzaría conversaciones con Cuba sobre la reinstitución del acuerdo sobre piratería aérea.
2-Empezaría
inmediatamente conversaciones con Cuba sobre un acuerdo que permitiría
servicio aéreo regular entre Cuba y Estados Unidos.
3-Inmediatamente empezaría una consideración seria de un listado de medicamentos que podrían ser exentos del embargo.
Además
de lo ya dicho, Estados Unidos estaría de acuerdo en que no más tarde
del primer trimestre del año 1981 se celebraran, entre representantes de
Estados Unidos y Cuba,
conversaciones de suficiente amplitud como para cubrir todos los
aspectos de las relaciones bilaterales y preocupaciones mutuas.
Seguidamente,
al intervenir Fidel en el encuentro hizo un amplio análisis de los
peligros que representaba para Cuba y para el mundo el triunfo de la
plataforma programática
del Partido Republicano en las elecciones de noviembre. Como respuesta a
las propuestas de Carter, Fidel hizo énfasis en que no estaba pensando
en una negociación en ese momento, sino en proponer una serie de medidas
unilaterales relacionadas con los asuntos
que le preocupaban a Carter y aceptar los puntos, sobre todo, el cuarto
(sobre las conversaciones globales entre Estados Unidos y Cuba para el
primer trimestre de de 1981), que sería considerado como una promesa. El
líder de la Revolución Cubana le hizo saber
al enviado de Carter que se reuniría con el Buró Político para
intercambiar impresiones y le informaría antes de su partida a los
Estados Unidos sobre los pasos que daría Cuba.
La
confirmación de las medidas que tomaría Cuba se la dio Fidel a Tarnoff
en la noche de ese
propio día 12 de septiembre cuando volvieron a reunirse. La primera
medida sería la publicación de una declaración en el periódico Granma
donde se advertiría categóricamente que de producirse nuevos secuestros
de aviones en territorio estadounidense con el
objetivo de desviarlos hacia Cuba las autoridades cubanas tomarían
medidas penales drásticas contra sus autores o bien serían devueltos al
territorio de los Estados Unidos para ser juzgados en ese país. Con esa
declaración se pensaba frenar totalmente los
secuestros. Como segundo punto, Cuba liberaría a 33 presos
estadounidenses, condenados en la Isla por delitos como: tráfico de
drogas, secuestros de aviones, actividades contrarrevolucionarias, entre
otras actividades penadas por la ley. Como un tercer paso,
el gobierno cubano pararía desde el 25 de septiembre hasta el 4 de
noviembre la salida del Mariel, reservándose la potestad de valorar su
reapertura o no después de esa fecha. Como cuarto punto, el cuál se
había conversado ya en la mañana de ese día, Cuba
autorizaría la salida del país de un grupo de los individuos que habían
penetrado en la Oficina de Intereses de Washington en La Habana,
algunos que poseían doble nacionalidad y otros que no estaban en esas
categoría pero que habían manifestado su deseo de
salir de la Isla al ritmo que Estados Unidos estimara conveniente.
Finalmente, como quinto punto Fidel destacó que Cuba seguiría
desarrollando gestiones internacionales, como conversaciones con los
soviéticos y con los países del Tercer Mundo con la idea de
ayudar a evitar problemas que pudieran perjudicar la situación interna
en los Estados Unidos, así como algunas gestiones para tratar de influir
sobre los iraníes para que liberaran a los rehenes estadounidenses.
Estas gestiones serían discretas, concretas,
previendo pudieran afectar a la administración de Carter. xlii
Como
parte de los pasos que Cuba había decidido dar: el 16 de septiembre
salió la nota en Granma
advirtiendo que de producirse nuevos secuestros de aviones en Estados
Unidos con el objetivo de regresar a Cuba, las autoridades cubanas
tomarían medidas penales drásticas o bien los responsables serían
devueltos al territorio norteamericano,xliii
las actividades del Mariel fueron suspendidas el 25 de septiembre y el
13 de octubre de 1980, Ramón Sanchez Parodi, jefe de la Oficina de
Intereses de Cuba en Washington, anunció en esa capital que se dejaría
en libertad a todos los presos norteamericanos
encarcelados en la Isla.
Con
todo, la crisis del Mariel no dejó de tener un impacto político nocivo
para Carter, pues fue un problema más que, unido al frustrado intento de
rescate de los rehenes
estadounidenses en su embajada en Irán, los éxitos de los movimientos
revolucionarios y progresistas en Centroamérica y el Caribe, las
fricciones con los aliados de Europa Occidental que provocó la reacción
estadounidense frente a la invasión soviética a Afganistán,
el descontento de sus aliados por la fallida misión de rescate de los
rehenes estadounidenses en Irán, y las dificultades de la economía
doméstica norteamericana, cerró el capítulo de Carter en la historia de
los Estados Unidos y abrió el de la nueva derecha
neoconservadora bajo la presidencia de Ronald Reagan.
Así
lo reconocería Carter después de su derrota en las elecciones del 3 de
noviembre de 1980 frente al ala más reaccionaria del Partido Republicano
que representaba Ronald
Reagan:
“El
problema de los refugiados nos ha perjudicado fuertemente. No fue solo
en
la Florida, sino a través del país. Fue un problema candente. Nos hizo
lucir impotentes cuando recibimos esos refugiados desde Cuba. Pienso
retrospectivamente que manejamos la situación de forma apropiada. Los
tomamos, tratamos de restringir el flujo y hacer
cumplir la ley norteamericana. Finalmente obtuvimos a través del
Congreso alguna recompensa financiera para las comunidades que tenían
que soportar la carga financiera. Pero (…) mirando atrás estos últimos
seis meses, no veo nada que pudiéramos haber hecho
de forma diferente o mejor, pero hubo un costo político a como
manejamos esto”.xliv
Pero
hay otro elemento que contribuyó a la pérdida de Carter en las
elecciones de noviembre de
1980: durante sus dos últimos años de gobierno, Carter dio una imagen
de falta de liderazgo, de vacilaciones, incoherencias y contradicciones
internas que obraron en función de la victoria de Reagan quien logró
aglutinar a toda la derecha. Esta derecha además
logró articular muy bien sus críticas contra el mandatario demócrata.
En lo externo se le criticaba por no concluir con dureza las diferentes
crisis como la del Mariel y los rehenes en Irán, así como por no haber
evitado que se le fuera de las manos Nicaragua,
Granada, Afganistán e Irán, mientras que en lo interno fundamentalmente
por
el llamado
Billy Carter Affair o
Billygate,xlvel
elevado déficit fiscal, el desempleo que alcanzaba al 8 % de la
población y la tasa inflacionaria que ascendía al 7,6%. Sin embargo, hay
que decir que el elemento más importante que dio el toque de gracia
final a la posibilidad de triunfo de Carter en las
elecciones fue su incapacidad para lograr la liberación de los
norteamericanos mantenidos como rehenes en Teherán. Hasta el último
momento la administración Carter estuvo intentando llegar a un acuerdo
con el gobierno de Irán, pero su fracaso en este objetivo
solo contribuyó a aumentar su descrédito ante los electores. Numerosos
analistas y políticos norteamericanos son de la tesis que elementos
republicanos montaron contactos paralelos secretos con representantes
iraníes para impedir que la administración de Carter
pudiese llegar a un acuerdo con Irán para la liberación de los rehenes,
socavando así la actuación del gobierno de Estados Unidos.xlvi
El
destacado investigador brasileño, Luiz Alberto Moniz Bandeira, respalda
esta hipótesis aportando numerosos argumentos y datos. Según sostiene
en uno de
sus brillantes libros, miembros de la CIA como: William J. Casey,
Robert C. McFarlane, Donald Gregg, Robert M. Gates, sostuvieron en
nombre del equipo Reagan-Bush, varias reuniones secretas con los iraníes
en Madrid y Ámsterdam y les ofrecieron mejores ventajas
a las que estaban negociando los hombres de Carter. El propio candidato
a vicepresidente George Bush viajó clandestinamente a París para dar
garantías suficientes a los iraníes de sus propuestas y fijar el
acuerdo.xlvii
Además
de un mayor suministro de armas, Bush se comprometió a liberar los
activos financieros
de Irán congelados en los bancos estadounidenses y a entregarles dos
millones de dólares. De esta manera, “solo a las 12:30 horas del 20 de
enero de 1981, media hora después de la investidura de Reagan en la
presidencia, partieron dos aviones del aeropuerto
de Mehrabad, en Teherán, llevando a los rehenes a los Estados Unidos,
tras 444 días de crisis”.xlviii
Wayne
Smith es del criterio de que si Carter hubiera salido reelecto se
hubiera alcanzado la normalización de las relaciones, así nos hizo saber
en una entrevista:
“Yo
firmemente creo que si Carter hubiera sido reelecto, nosotros
hubiéramos
alcanzado la normalización de las relaciones con Cuba. El Consejo de
Seguridad Nacional había quedado fuera de las decisiones y Carter estaba
de acuerdo en que si Fidel cerraba el Mariel, los Estados Unidos
comenzarían el tipo de negociación asunto por asunto,
que el proceso necesitaba. La atmósfera era conducente a la
normalización y no solo del lado de Estados Unidos. Castro también había
llegado a la comprensión de que era mucho mejor tratar con Carter que
con Reagan y por eso estaba inclinado a moverse en esa
dirección”.xlix
Pese
a la valoración de Smith, consideramos que de haber sido reelecto
Carter en las elecciones de noviembre de 1980 no le iba ser nada fácil
normalizar las relaciones
con Cuba dentro de un entorno internacional tan desfavorable para ello.
La Guerra Fría había retornado vehementemente al escenario
internacional y esta, desdichadamente, enturbiaba las relaciones
cubano-estadounidenses. No fue casual que las intenciones de
llegar a algún tipo de entendimiento con Cuba hubieran salido a relucir
en momentos en que tenía lugar una relativa distensión entre la URSS y
los Estados Unidos. Así fue durante la administración Kennedy en el año
1963, la administración Nixon –especialmente
en el Congreso-, la administración Ford y la administración Carter. Mas
para 1980 la realidad internacional era bien distinta. Eso explica
también que antes de abandonar la Casa Blanca, Carter dejara recomendado
a su sucesor la amenaza militar a Cuba, a quien
a decir verdad no le hacía falta muchas recomendaciones para seguir los
rumbos más agresivos en relación a la cuestión cubana. En directiva
presidencial del 15 de enero de 1981, referente a las Modificaciones de
la Estrategia Nacional de los Estados Unidos,
el aún presidente de los Estados Unidos señaló:
“La
proyección soviética de poder en la región del Caribe con la asistencia
de
Cuba en los dos últimos años ha creado otra área de mayor preocupación
en materia de seguridad. …, es necesario lograr silenciosamente una
presencia militar más fuerte en la región mediante cambios graduales en
nuestras actividades de ejercicios militares
y destacando las fuerzas estadounidenses en la parte sudoriental de los
Estados Unidos y sus territorios en la región, lo que será percibido
por Cuba y la Unión Soviética como prueba de nuestra determinación de
limitar la influencia soviética y cubana en la
región”.l
Se
hace entonces evidente que, si bien Carter estaba valorando un
acercamiento diplomático a Cuba en caso de salir reelecto, este iría
acompañado de la amenaza militar
a la Isla para proteger los intereses fundamentales de Estados Unidos
en la región. Otro elemento para pensar con poco optimismo en la
posibilidad de un entendimiento entre Estados Unidos y Cuba. La manida
política estadounidense del garrote y la zanahoria
no había dado resultado ninguno con Cuba.
No
obstante, la Administración Carter cerró prácticamente sus últimos días
conversando con Cuba
sobre el tema migratorio. En diciembre de 1980 se había desarrollado
una ronda de conversaciones en Nueva York entre representantes de ambos
países sobre la base de una amplia agenda de asuntos migratorios,
incluida la repatriación de un grupo de Marielitos
considerados “indeseables”. La segunda ronda de conversaciones tuvo
lugar entre el 12 y el 16 de enero de 1981 en Washington. Por la parte
norteamericana participaron Frank Loy, funcionario del Departamento de
Estado con rango de subsecretario a cargo de los
asuntos migratorios y de refugiados; Phil Chicola, ayudante de Loy;
Michael Kouzac, asesor jurídico del Departamento de Estado y Myles
Frechette, jefe del Buró de Asuntos Cubanos de ese departamento. La
delegación cubana estuvo integrada por José Luis Padrón,
José A. Arbezú, Alberto García Entenza y Antonio de la Guardia. Las
conversaciones tuvieron lugar en la residencia de Loy. A pesar del
evidente “deseo de la parte norteamericana de llegar a un acuerdo lo
antes posible, presionados por el cambio presidencial,
a fin de presentarlo como una victoria de la Administración Carter”,
las conversaciones naufragaron en el vacío, pues cualquier acuerdo y la
continuación de las negociaciones dependían de la posición que adoptara
la Administración Reagan. No obstante, estas
conversaciones sirvieron de adelanto y antecedente de las que luego
tendrían lugar durante el mandato republicano. “Las conversaciones en
esta segunda ronda
¾señalaba el informe cubano¾,
al igual que en la primera, fueron tensas y laboriosas en tanto transcurrieron en un clima cordial y de respeto mutuo”.li
Notas
i
Las primeras pláticas entre
representativos de la comunidad y el gobierno cubano se celebraron en La
Habana los días 20 y 21 de noviembre de 1978 y en ellas estuvieron
presentes 75 miembros de la comunidad cubana en
los Estados Unidos. Unos días después, el 8 de diciembre, se celebró el
segundo momento del diálogo, y en esta ocasión la cifra de
representantes de la Comunidad llegó a 140. Como resultado de las
conversaciones, ambas partes acordaron la liberación de los
3 000 sancionados a prisión por delitos contra la seguridad del Estado
Cubano y 600 más que habían violado las leyes de emigración, a razón de
400 por mes. Asimismo, la parte cubana expresó que, continuando con su
política de solucionar la situación personal,
social y familiar de numerosas personas que fueron arrastradas a la
contrarrevolución por las distintas administraciones estadounidenses, se
autorizaría la salida del país junto a sus familiares más cercanos de
los sancionados por delitos contra la seguridad
del estado que ya habían cumplido sus sanciones. Por su parte, los
representativos de la comunidad cubana en el exterior se comprometieron a
realizar las gestiones necesarias con las autoridades del gobierno de
los Estados Unidos para conseguir las visas de
entrada a ese país para los ex reclusos y sus familiares, así como para
los actuales reclusos y familiares que desearan hacerlo. Otro acuerdo
rubricado, dirigido a contribuir a la reunificación familiar, planteaba
que Cuba autorizaría la salida permanente
hacia los Estados Unidos u otros países por razones humanitarias
justificadas, de aquellas personas que tenían un vínculo familiar
directo con ciudadanos o personas de origen cubano residentes en dichos
países. Además, el gobierno de Cuba señaló que, a partir
del mes de enero de 1979, permitiría las visitas a la Isla de cubanos
residentes en el exterior, aunque podían quedar excluidos de dichas
prerrogativas determinadas personas por sus antecedentes y conducta.
ii
Memorándum de Robert Pastor a Brzezinski, 4 de mayo de 1979, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981,
(documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).
iii
Memorándum de Brzezinski a Carter, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados,
Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).
iv
Wayne Smith,
The Closest of Enemies, W.W. Norton &Company, New York, 1988, pp. 200-201
v
Ibídem, pp. 202-203
vi
Luego de la derrota de Playa
Girón y los resultados de la Crisis de Octubre se produce la
interrupción del flujo migratorio de cubanos hacia los Estados Unidos,
con la consecuente acumulación de un potencial sin salida
por vía legal. Ya desde esos momentos, la expectativa de emigrar de
forma ilegal, con un máximo de seguridad de ser recibido y obtener un
trato preferencial en los Estados Unidos, fue un elemento utilizado
recurrentemente por Washington para desestabilizar
la sociedad cubana con el complemento de una extensa propaganda. Ante
tal escenario, se producen los acontecimientos de Camarioca en octubre
de 1965, a partir de que el Gobierno de Cuba autorizara que los
emigrados que pudieran viajar a recoger a sus familiares
en la Isla, lo hicieran. Para ese fin, se habilitó el pequeño puerto en
la provincia de Matanzas por donde emigraron cerca de 2 700 personas,
entre esa fecha y noviembre.
vii
Discurso pronunciado por
Fidel Castro Ruz en la clausura del III encuentro de la Federación de
Mujeres Cubanas, efectuado en el Teatro “Carlos Marx”, el 8 de marzo de
1980, en:
http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1980/esp, (Internet), p.20.
viii
Granma, 4 de abril de 1980.
ix
Es necesario aclarar que la
campaña propagandística a nivel internacional, trató primero de mostrar a
los antisociales como “asilados” y después como “refugiados”. Ninguna
de las dos denominaciones se ajustaba a la
realidad y solamente tenían un fin mediático. Según la Convención de
Asilo Diplomático de 1954, el asilo político sólo se aplicaba a
perseguidos políticos en casos de urgencia. Por otra parte, las diversas
resoluciones de Naciones Unidas plantean que los refugiados
son las personas que durante la guerra se ven obligadas a abandonar su
territorio, el cual es ocupado por el enemigo; o las personas que son
expulsadas de su país por sus propias autoridades.
x
Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter” en:
De Eisenhower a Reagan, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 281
xi
Lourdes Casal, “Cuba, abril-mayo de 1980: la historia y la histeria”, en
Areíto, vol. VI, no. 23, 1980, pp.18-22.
xii
Discurso pronunciado por Fidel Castro el 1ro de Mayo de 1980,
Granma, La Habana, 3 de mayo de 1980.
xiii
Ibídem.
xiv
Provocación yanqui en la Oficina de intereses de EE. UU.,”
Granma, La Habana, 3 de mayo de 1980.
xv
Néstor García Iturbe, Estados Unidos de
raíz, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 418 (La cifra final de emigrantes cubanos por el Mariel sería de 125 000).
xvi
Las estadísticas de los
estudios realizados señalan que solo 16 % de los que se fueron por El
Mariel tenía antecedentes penales, es decir, también hubo campesinos,
obreros, profesionales y jóvenes que emigraron. Asimismo,
la mayoría de los que emigraron eran varones jóvenes, 40 % no tenía
familia en los Estados Unidos, 40 % eran negros o mestizos, 74 %
trabajaba antes de emigrar y 9 % eran profesionales. Véase “El Mariel
treinta años después”, en:
Temas no. 68, La Habana, octubre-diciembre de 2011, p. 84-93.
xvii
“Cuando la política de un Estado poderoso carece de principios y sus gobiernos carecen de moral”,
Granma, La Habana, 19 de mayo de 1980.
xviii
Ibídem.
xix
Memorándum de conversación (Tarnoff, Pastor, Smith, Padrón, Alarcón, Arbesú), 17-18 de junio de 1980, La Habana,
The Carter Administration.
Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. Cit.
xx
Wayne Smith,
The Closest of Enemies, ob. cit., p. 216.
xxi
Memorándum de conversación (Tarnoff, Pastor, Smith, Padrón, Alarcón, Arbesú), 17-18 de junio de 1980, La Habana,
The Carter Administration.
Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit
xxii
Ibídem.
xxiii
Ibídem.
xxivIbídem.
xxv
Ibídem.
xxvi
Ibídem.
xxvii
Ibídem.
xxviii
Ibídem.
xxix
Memorándum de Tarnoff y Pastor a Carter, 17 de junio de 1980, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981,
ob. cit.
xxx
Telegrama de Wayne Smith a Edmund Muskie, julio de 1980, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981,
ob. cit.
xxxi
Wayne Smith,
The Closest of Enemies, ob. cit., pp. 232-233.
xxxii
Telegrama de Wayne Smith a Edmund Muskie, julio de 1980, The Carter Administration.
Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
xxxiii
Véase Elier Ramírez Cañedo, Fidel, Carter y las misiones secretas de Paul Austin, Cubadebate,12 de noviembre de 2014:
http://www.cubadebate.cu/especiales/2014/11/12/fidel-carter-y-las-misiones-secretas-de-paul-austin/#.XozGXKPB-sw
xxxiv
En la reunión de Carter con Austin, estuvieron presentes también Muskie y Brzezinski.
xxxv
Conversación del Comandante
en Jefe, Fidel Castro Ruz, con Paul Austin, Presidente de la Coca Cola,
Palacio de la Revolución, 3 de septiembre de 1980. Versiones
taquigráficas del Consejo de Estado.
xxxvi
Ibídem.
xxxvii
Ibídem.
xxxviii
Entrevista realizada a Robert Pastor (vía correo electrónico), 5 de abril de 2009.
xxxix
Entrevista realizada a Wayne Smith (vía correo electrónico), 19 de junio de 2009.
xl
El 13 de septiembre salió publicada en
Granma
la siguiente nota enviada por el secretario de Estado de los Estados
Unidos, Edmund Muskie: “Con profunda pena he recibido la noticia del
reprobable
asesinato perpetrado esta tarde en la persona de Félix García
Rodríguez, miembro de la Misión Cubana en las Naciones Unidas. Hemos
expresado nuestras condolencias al gobierno cubano. Todas las Agencias
Federales pertinentes, así como el Departamento de Policía
de Nueva York, cooperan en la investigación. Esta es una nación de
leyes. Condenamos el terrorismo en todas sus formas y estamos obligados a
su erradicación”.
xli
Conversación del Comandante
en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, con Peter Tarnoff, del Departamento de
Estado de los Estados Unidos, y Wayne Smith, Jefe de la Oficina de
Intereses de Washington en La Habana, Palacio de la Revolución, 12 de
septiembre de 1980, “Año del Segundo Congreso”. Versiones taquigráficas
del Consejo de Estado.
xlii
Ibídem.
xliii
El 18 de septiembre salió otra nota en el periódico
Granma
señalando que dos secuestradores de un avión estadounidense que habían
actuado en la madrugada del 17 de septiembre desviando la nave hacia
territorio
cubano, serían inmediatamente devueltos a los Estados Unidos para ser
juzgados por las autoridades de ese país.
xliv
Citado por Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter (1976-1980)”, ob. cit., p. 284.
xlv
Billy Carter Affair o
Billygate
es el nombre que se le dio al escándalo que se produjo al conocerse que
el hermano del presidente Carter había realizado determinadas misiones
en países árabes y había aceptado dinero de Libia. En torno a esto se
desató una gran campaña contra la figura de Carter, poniendo en duda su
honestidad.
xlvi
Esta información la ofreció
Ramón Sánchez-Parodi, en entrevista realizada el 7 de octubre de 2008.
Sánchez-Parodi coincide con el criterio de estos autores
estadounidenses.
xlvii
Luiz Alberto Moniz Bandeira, La formación del imperio americano. De la guerra contra España a la guerra en Irak,
Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2010, p. 265.
xlviii
Ibídem, p. 266.
xlix
Entrevista realizada a Wayne Smith (vía correo electrónico), el 19 de junio de 2009.
l
Directiva Presidencial/NSC-52, 15 de enero de 1981,
The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
li
Síntesis de los aspectos
esenciales discutidos en conversaciones en Washington entre el 12 y el
16 de enero de 1981. Archivo del Minrex.
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