sábado, 16 de mayo de 2020

De las embajadas al Mariel, 1980 en la confrontación Estados Unidos-Cuba. Por Elier Ramírez Cañedo por La pupila insomne

Desde finales de 1979 hasta inicios de 1980, Estados Unidos continuó implementando su indiscriminada política de estimular las salidas ilegales de Cuba y recibir como héroes a los que cometían ese tipo de acciones, al tiempo que negaba cada vez más las visas a los cubanos que deseaban salir del país legalmente. Washington había recibido supuestamente con “beneplácito” los acuerdos rubricados entre el gobierno cubano y representativos de la comunidad cubana en el exterior, como resultado del diálogo sostenido entre ambas partes en La Habana en noviembre y diciembre de 1978.i Sin embargo, la burocracia del gobierno de los Estados Unidos, a la hora de autorizar la entrada al país a los presos contrarrevolucionarios liberados en la Isla, se hacía sentir en toda su expresión. Washington se había comprometido a sacar legalmente del país y trasladar mensualmente hacia su territorio, a 400 de estos reclusos puestos en libertad, pero de enero a julio de 1979, su tope había sido solamente de 60 al mes. Además, el gobierno estadounidense había demostrado su reticencia a recibir en Estados Unidos a los ex reclusos que deseaban emigrar junto a sus familiares y cuyas listas el gobierno de Cuba había entregado a las autoridades del país del norte.
En mayo de 1979, tanto Robert A. Pastor, asistente para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, como Zbinew Brzezinski, asesor para Asuntos de Seguridad Nacional del presidente estadounidense James Carter (1977-1981) habían expresado su mayúscula preocupación en cuanto a las trabas burocráticas del Departamento de Justicia y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, ante la decisión tomada por Fidel Castro de acelerar la excarcelación de los presos según lo acordado por el gobierno cubano con los representativos de la comunidad cubana, y con la intención de hacerlo antes de la celebración en La Habana de la Cumbre de los No Alineados, programada para el mes de agosto de ese año.
Hemos pifiado en el asunto de los presos desde el principio. Hemos permitido que Castro haga que la victoria de Carter parezca un triunfo de Castro y un fracaso de Carter”, expresó Pastor a Brzezinski.ii A su vez, Brzezinski recomendó a Carter que dirigiera un mensaje al Departamento de Justicia y al de Estado instándolos a hacer “más expedito el procesamiento” de los reclusos excarcelados en la Isla y que se reuniera con “un pequeño grupo de ex reclusos, líderes de la comunidad cubano-americana, y algunos líderes de organizaciones de derechos humanos” a fin de esclarecer la intención del gobierno de los Estados Unidos de aceptar a todos los presos políticos que Fidel tenía intención de poner en libertad, pues ello le daría la posibilidad de hacer una pequeña declaración que colocaría a Estados Unidos en el lado correcto de ese asunto. iii Sin embargo, la burocracia estadounidense continuó imponiéndose.
Esta situación fue creando poco a poco una situación cada vez más cercana a una crisis migratoria entre Estados Unidos y Cuba. En octubre de 1979, las cosas comenzaron a irse de lo normal cuando algunos antisociales secuestraron un barco, el GH-41, y lo forzaron a ir a la Florida. Al llegar a su destino, las autoridades estadounidenses nada hicieron con los secuestradores, más allá de darle asentamiento en el país. Ninguno de ellos fue condenado o arrestado, y ni siquiera se investigó el hecho.iv
Cuba pasó de inmediato, a través de su Oficina de Intereses en Washington, una nota de protesta al gobierno estadounidense insistiendo en que era necesario que el gobierno de los Estados Unidos reafirmara su intención de hacer cumplir la ley respecto a los secuestros, pues de otra manera Cuba se vería precisada a reconsiderar el acuerdo de Piratería Aérea y Marítima firmado entre ambos países. La nota cubana no fue respondida por el gobierno estadounidense. Cuatro secuestros más se produjeron luego del ocurrido en octubre de 1979. Dos de ellos fueron altamente peligrosos. El 16 de febrero de 1980 16 individuos, casi todos armados, tomaron Lissette, embarcación comercial de Liberia, y la obligaron a ir a la Florida. Lo mismo hicieron 4 individuos armados con cuchillos y pistolas el 25 de febrero del mismo año con el bote de pesca Lucero. Nuevamente, ningún proceso investigativo en torno a los hechos se hizo y ninguno de los secuestradores fue condenado. A todos los secuestradores se les dio asentamiento en el país. Luego de cada secuestro ocurrido, se produjo una nota de protesta de Cuba, pero ninguna de ellas fue respondida.v
Ante esta situación de inminente peligro para la seguridad de Cuba y para la política migratoria legal y regulada, el gobierno de la Isla advirtió en varias oportunidades a Washington que tomara las medidas pertinentes y cambiara su política de estimular la emigración ilegal y de recibir a los secuestradores de embarcaciones como héroes, pues de lo contrario, el gobierno cubano se vería obligado a reeditar la experiencia de Camarioca.vi Mas el gobierno de Washington siguió dilatando sus acciones y sin responder las advertencias cubanas.
También Cuba, con extrema paciencia, venía soportando desde 1979 los hechos irregulares ocurridos en las sedes diplomáticas de Venezuela y Perú, al penetrar en ellas por la fuerza elementos antisociales en busca de un supuesto “asilo político” y ser recibidos como héroes, al tiempo que, paradójicamente, se les negaban las visas cuando las solicitaban normal y pacíficamente.
El 8 de marzo de 1980, en la clausura del III Congreso de la Federación de Mujeres Cubana, efectuado en el teatro “Carlos Marx”, el máximo líder de la Revolución Cubana advirtió de los peligros que estaba generando el tratamiento estadounidense al tema migratorio:
“…, estimulan las salidas ilegales del país, los secuestros de embarcaciones, poco menos que recibiendo como héroes al que secuestre una embarcación. Y se han dado casos, se han dado casos. Nosotros les hemos protestado y le hemos advertido; porque ya la otra vez alguna gente se ahogó en el camino, y nosotros le dijimos: “Nosotros no tenemos la culpa, porque no somos nosotros los que pusimos las restricciones”. Les hemos pedido, les hemos exigido que tomen medidas y que desalienten ese tipo de actividades, porque ya se sabe todas las consecuencias que esto tiene.
Así empezaron con los secuestros de aviones, y después no había quien para el chorro de aviones norteamericanos aterrizando aquí, secuestrados allá en Estados Unidos; porque, si en todas partes hay locos, allá hay muchos más locos que aquí. Había veces que se reunían tres aviones norteamericanos aquí. Entonces, después, pienso que no tendrán moral ninguna para exigir que nosotros tomemos medidas –como lo estamos haciendo- contra los secuestradores aviones, si ellos no toman medidas contra los secuestradores de barcos.
Esperamos, igualmente, que adopten medidas para no estimular las salidas ilegales del país; porque nosotros entonces podríamos también tomar nuestras medidas. Ya una vez lo hicimos; porque no vamos a estar tomando nosotros medidas contra los que pretenden salir ilegalmente del país, y ellos estimulando la salida ilegal del país. Ya una vez nos vimos obligados a tomar medidas en ese sentido. También se lo hemos advertido, porque ya en una ocasión tuvimos que abrir el puerto de Camarioca. Y nos parece una prueba de la falta de madurez del Gobierno de Estados Unidos volver a crear situaciones similares; (…)”.vii
Ómnibus secuestrado y utilizado en el asalto a la embajada de Perú en Cuba el 1ro de abril de 1980.
Los sucesos de la embajada del Perú desatan la crisis migratoria.
La irracional política migratoria estadounidense hacia Cuba y la poca preocupación del gobierno estadounidense en torno a los hechos ocurridos, como se palpó en la no respuesta a las notas de advertencia de la Isla, espolearon a que, el 1ro de abril de 1980, penetrara por la fuerza en la embajada del Perú en La Habana un grupo de elementos antisociales que habían secuestrado un ómnibus, ocasionando en la arremetida la muerte al custodio cubano Pedro Ortiz Cabrera. Ello condujo a una declaración del gobierno cubano el 4 de abril, en la cual se explicaba que, la actitud de las embajadas de Venezuela y Perú, al “acoger en sus sedes a tales violadores de la inmunidad diplomática en lugar de rechazar semejante práctica”, era riesgosa para la propia seguridad de los funcionarios diplomáticos y estimulaba los actos de violencia contra otras sedes diplomáticas en Cuba. A su vez, de forma perentoria la declaración advirtió que ningún individuo que penetrara por la fuerza en una embajada extranjera, recibiría salvoconducto para salir del país. La declaración también hizo énfasis en que en ninguna ocasión los elementos que habían penetrado por la fuerza en las embajadas habían estado implicados en problemas políticos, por lo que no tenían necesidad de asilo diplomático. viii
Parte de los ocupantes de la embajada de Perú en Cuba, abril de 1980
Como consecuencia de los hechos, y ante la tolerancia del gobierno peruano, el gobierno de Cuba decidió retirar la custodia de dicha sede diplomática. Como era de esperarse, a las pocas horas el recinto estaba copado en su mayor parte por lumpens, delincuentes y vagos. La campaña mediática estadounidense contra Cuba no se hizo esperar. El presidente estadounidense Jimmy Carter lanzó toda una ráfaga de críticas infundadas contra la Isla y el 14 de abril firmó una autorización para admitir a 3 500 de los individuos que se encontraban en la embajada del Perú.
Paralelamente a esto, Washington fijó para el 8 de mayo la realización de ejercicios militares en el Caribe, bajo el nombre de maniobra “Solid Shield 80”, en la que participarían 20 000 efectivos, 42 buques de guerra y 350 aviones de combate. Como parte de esta maniobra se pensaba desarrollar un desembarco aéreo y naval en la Base Naval de Guantánamo de magnitudes considerables. Incluso, aviones B-52 estudiarían el minado de mares y puertos cubanos. Además, por esos días Estados Unidos realizó la instalación en Costa Rica y Honduras de varias bases de control electrónico para ejercer una amplia vigilancia aérea en la zona centroamericana.
Asimismo, comenzaron también maniobras turbias en relación con el traslado de los acampados en la embajada del Perú. Mientras que Cuba deseaba que se condujeran directamente a los países que se habían ofrecido para acogerlos, se desarrolló un plan de congregarlos en campamentos de Costa Rica y de allí distribuirlos a otros países. Cuba interpretó este método como una provocación más. En primer lugar, porque no se había contado con Cuba. En segundo lugar, porque era muy obvio lo que había detrás de esta maniobra: al crear campamentos de refugiados en Costa Rica, se prolongaba el “show” y, por lo tanto, se podía seguir explotando la situación propagandísticamente. En tercer lugar, porque Cuba sabía que, en realidad, la inmensa mayoría de los individuos que se encontraban en la embajada del Perú quería trasladarse a los Estados Unidos, pues allí tenían familiares o relaciones.
El 19 de abril de 1980 el pueblo de Ciudad de la Habana desfiló ante la embajada del Perú para mostrar su apoyo a la Revolución y pulverizar la campaña de improperios difundida por los medios masivos del enemigo a 90 millas y sus aliados, que trataba de mostrar que Cuba estaba llena de perseguidos políticos, disidentes e inconformes con el sistema y el gobierno de la Isla. ix
Marcha ante la embajada del Perú en La Habana. 19 de abril de1980
En relación con la maniobra de crear campamentos de refugiados en Costa Rica, surgió una solución espontánea por iniciativa de la comunidad cubana en los Estados Unidos y que contó con la anuencia del gobierno cubano: empezaron a llegar pequeñas, medianas y hasta grandes embarcaciones al puerto del Mariel a recoger a las personas que deseaban emigrar a los Estados Unidos.
Entonces, en una editorial del periódico Granma el 21 de abril de 1980, se hizo pública la decisión del gobierno cubano de que, las embarcaciones que desde los Estados Unidos llegaran a la Isla a recoger a los que deseaban emigrar hacia ese país, no serían detenidas. De este modo, el puerto del Mariel quedó libre a la emigración. Inmediatamente el Departamento de Estado de los Estados Unidos realizó virulentas declaraciones contra esos viajes y amenazó con arrestar, confiscar e imponer multas a embarcaciones y patrones que participaran en la flotilla. x
Ante el enredo fugaz de la madeja, diversos funcionarios de la administración Carter se reunieron con representantes de la comunidad cubana en los Estados Unidos para que suspendieran estos viajes y se respetaran las leyes, al tiempo que procedían a una revisión de las leyes de inmigración de los Estados Unidos.
Embarcaciones procedentes de Estados Unidos para transportar emigrados cubanos en el puerto del Mariel
La apertura del Mariel colocó a Washington en una situación sumamente difícil, pues era obvio que la población norteamericana en general no tenía grandes simpatías o deseos de acoger este nuevo influjo de inmigrantes en un momento difícil de su economía. También, porque los inmigrantes legales e ilegales de otros países, particularmente, refugiados haitianos, comenzaron a protestar por la discriminación en contra de ellos. En buena lógica, si se aceptaba un número indeterminado de cubanos que querían ir a vivir a los Estados Unidos, ¿por qué no se aceptaba igualmente un número indeterminado de haitianos que también quería ir a vivir a los Estados Unidos? o ¿por qué no regularizar la situación de los cientos de miles de dominicanos que se encontraban indocumentados en los Estados Unidos en esos momentos, viviendo en azarosas circunstancias? Todo esto tampoco era conveniente a los Estados Unidos cuando existían miles de ciudadanos norteamericanos de los sectores más oprimidos de la población (negros, chicanos, puertorriqueños), que estaban padeciendo los azotes de la situación económica y cuando era visible el deterioro del nivel de vida de grandes sectores de la población, aún los de la clase media.xi
El 1ro de mayo de 1980, se produjo la mayor concentración popular en 21 años de Revolución. En ella, Fidel hizo un análisis de los hechos acontecidos y condenó toda la campaña propagandística urdida contra Cuba por los medios de difusión estadounidenses y la prensa derechista del hemisferio. Además, el líder de la Revolución Cubana dio a conocer que el gobierno norteamericano había decidido suspender las maniobras militares proyectadas en Guantánamo, por lo que el gobierno cubano cancelaba las maniobras especiales que, con el nombre de Girón-XIX, estaban previstas comenzaran el 7 de mayo en respuesta a la actitud amenazante de Estados Unidos.
Concentración en la Plaza de la Revolución. Primero de Mayo de 1980
Pero la marcha del pueblo combatiente va, -exclamó Fidel refiriéndose a la marcha del pueblo cubano frente a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos planificada para el 17 de mayo-,…, porque la marcha no era sólo contra las maniobras, sino también contra el bloqueo, contra la base Naval de Guantánamo, y contra los vuelos espías de los SR-71, y hay que evitar que los yanquis pretendan sacar como ventaja que el pueblo se desmovilice en medio de la batalla”. xii
En su discurso, Fidel también hizo un análisis detallado del curso que había asumido la política de la administración Carter hacia Cuba:
Porque si en los primeros tiempos de esta administración hubo algunos gestos que se podían considerar positivos, más adelante y progresivamente los elementos más reaccionarios, los llamados halcones dentro del gobierno de Estados Unidos iban imponiendo su línea, y esa línea era cada vez más agresiva contra Cuba”.xiii
Al día siguiente, se produjo un incidente que empeoró aún más la situación de tensión que existía en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Alrededor de 700 individuos, la mayoría ex presos y delincuentes comunes, se congregaron en las afueras de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana para presionar a los norteamericanos a concederles las visas con mayor rapidez para ir a los Estados Unidos. La mayoría de los congregados habían sido citados por la cónsul norteamericana Suzanne Lamanna. Wayne Smith, jefe de la Sección de Intereses de Washington en La Habana, al dirigir unas palabras a la multitud planteó que sólo podrían salir en pequeños grupos y dio a entender que era culpa del gobierno cubano la demora en las salidas. Las palabras de Smith exaltaron aún más los ánimos de la muchedumbre que comenzó a proferir todo tipo de improperios y consignas peyorativas contra la Revolución Cubana y a manifestarse en forma agresiva frente a los vecinos del lugar. Todo terminó en un enfrentamiento violento entre estos individuos y los vecinos, estos últimos respaldados por trabajadores del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) que se habían trasladado al lugar y de otras empresas y organismos. Ante la superioridad que alcanzaron rápidamente los representantes revolucionarios del pueblo cubano, funcionarios de la Sección de Intereses abrieron las puertas y penetraron en ella entre 300 y 400 individuos de los iniciadores de la trifulca. Inmediatamente se montó toda una campaña propagandística desde los Estados Unidos tergiversando los hechos ocurridos. Entre las calumnias lanzadas contra Cuba se decía que bandas castristas habían asaltado a pacíficos ciudadanos que solicitaban visas y que la policía cubana había atacado a los expresos. Todo eso se divulgó, cuando en verdad la historia había sido bien distinta. La intervención de la policía y de otras autoridades cubanas impidió que el incidente tomara otras connotaciones, pues la multitud revolucionaria indignada ante lo ocurrido ya se abalanzaba sobre la sede diplomática de Washington, para tratar de sacar de allí a los individuos provocadores.
Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba arenga a personas concentradas frente a esa sede el 2 de mayo de 1980.
El 3 de mayo, en editorial de Granma, se detallaron los hechos ocurridos en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos y se responsabilizó de los mismos al gobierno estadounidense. Se argumentaba que constituía “una irresponsabilidad y una locura reunir frente a la sede un número elevado de antisociales” cuando se conocía el estado de ánimo de la población a raíz de lo sucedido en la embajada del Perú, y que era una verdadera provocación las falsas y mentirosas afirmaciones de los funcionarios yanquis que planteaban que el gobierno de Cuba tenía la responsabilidad de que los ex reclusos contrarrevolucionarios no hubieran salido del país. “Esa es una mentira cínica –continuaba diciendo la editorial en Granma-. Hace más de un año y medio el Gobierno de Cuba comunicó pública y privadamente al Gobierno de los Estados Unidos que todos los ex reclusos contrarrevolucionarios y sus familiares estaban autorizados a salir del país. Han sido los Estados Unidos los que deliberadamente retrasaron las visas y los viajes de estos elementos, a pesar de sus públicos y solemnes compromisos”.
La posición de Cuba se dio también a conocer a la opinión pública:
El Gobierno de Cuba está incluso dispuesto a enviar a los ex reclusos contrarrevolucionarios y sus familiares vía Mariel hacia los Estados Unidos. Con relación a los que se alojaron en la sede la solución, sin embargo, tendrá que ser ahora discutida y acordada previamente con Cuba. (…) Se ha creado un nuevo problema, porque la Oficina de Intereses de Estados Unidos no tiene derecho a asilar a nadie en su sede”.xiv
El 6 de mayo, 15 días después de abierto el Mariel el número de inmigrantes cubanos recibidos en Estados Unidos había sobrepasado los 10 000, lo que obligó a Carter decretar el estado de emergencia en distintas zonas de la Florida y autorizar un presupuesto de 10 millones de dólares para la atención de los recién llegados. Unos días antes, el propio Carter había declarado que Estados Unidos continuaría proporcionando el corazón y los brazos abiertos a los que buscan la libertad de la dominación comunista y librarse de las carencias económicas ocasionadas por el gobierno de Fidel Castro.
Ya para el 14 de mayo la cifra de inmigrantes cubanos ascendía a 40 000.xv Ante esta situación descontrolada para las autoridades norteamericanas, el presidente Carter presentó un programa de cinco puntos que pretendían solucionar el problema. Estos eran:
Primero: establecer un puente aéreo o marítimo tan pronto el gobierno cubano lo aceptara. Todas las personas serían analizadas antes de salir de Cuba. Tendrían preferencia los “prisioneros políticos”, los que tuvieran familiares en Estados Unidos, los que estaban en la embajada peruana y los que habían penetrado en la Sección de Intereses de los Estados Unidos el 2 de mayo.
Segundo: apertura en Miami de una oficina oficial encargada de censar los nombres de los cubanos que sus familiares norteamericanos deseaban que fueran a los Estados Unidos.
Tercero: los servicios de guardacostas se encargarían de comunicar a las embarcaciones que viajaban ilegalmente en dirección a Cuba o desde Cuba hacia los Estados Unidos, y los que se encontraban ya en el Mariel, para informarles que debían regresar sin cubanos a los Estados Unidos. Si esta disposición no se obedecía, las embarcaciones se confiscarían, los tripulantes recibirían altas multas y hasta podían ser condenados a prisión.
Cuarto: se harían gestiones para devolver a todos los “indeseables” que llegaran a Estados Unidos ilegalmente.
Quinto: se continuarían las consultas con países latinoamericanos para tratar de resolver la situación.
Entretanto, el 17 de mayo se produjo otra gran manifestación popular en toda Cuba condenando el bloqueo de los Estados Unidos a Cuba, la posesión de la Base Naval de Guantánamo y la violación del espacio aéreo cubano por aviones espías estadounidenses SR-71.
Marcha frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. 17 de mayo de 1980
En respuesta a las medidas delineadas por Carter para solucionar la crisis migratoria, el gobierno cubano condenó el 23 de mayo en el periódico Granma la política selectiva que pretendía aplicar la administración Carter a la hora de trasladar por un puente naval y aéreo a los individuos que desearan emigrar de Cuba hacia los Estados Unidos: “…el gobierno de Estados Unidos quiere “seleccionar”, llevarse personal con alguna calificación si es posible, limpios de antecedentes, excepto que sean antecedentes contrarrevolucionarios y dejarnos el resto de los antisociales aquí”.xvi
La posición cubana también fue fijada:
La cuestión fundamental no es la forma o la ruta en que viajen los antisociales cubanos a los Estados Unidos. La cuestión de fondo es analizar y suprimir las causas que generan a estos elementos y esta emigración cubana a este país. (…).
¿Por qué quiere Estados Unidos discutir el modo de emigrar desde Cuba hacia Estados Unidos y no las causas profundas que originan el problema?
Estamos dispuestos a discutir y negociar con Estados Unidos nuestros problemas y relaciones globales, pero no problemas aislados y parciales que sólo interesan a ellos y a su estrategia contra Cuba”.xvii
El gobierno de Cuba también hizo énfasis en la nota publicada en Granma en que, a pesar de que Estados Unidos se encontraba en proceso electoral y de que Cuba no estaba en contra de Carter ni a favor de Reagan, eso no iba a influir en la posición de Cuba en relación a la crisis migratoria, con tal de eliminarle un problema a Carter.
¿Ayudamos ahora a Carter a resolver como le plazca el problema de Mariel que le ha creado la torpe política anterior de Estados Unidos y los propios residentes en ese país, y el de la Oficina de Intereses provocado por los ex reclusos contrarrevolucionarios considerando solo la situación interna en los Estados Unidos? -decía la Editorial en Granma- ¿Y quien garantiza que Carter gane? ¿Y si Carter gana quién garantiza que se pueda confiar en un cambio de política hacia Cuba?
Por otro lado, aunque quisiéramos, ¿como podemos cohonestar que Estados Unidos se arrogue la prerrogativa de conceder el derecho de asilo cuando históricamente se negó a firmar la convención correspondiente? ¿Qué pasa si los demás estados capitalistas occidentales hacen lo mismo?
No sentimos ningún pánico o temor con relación a Reagan o cualquier otro. Hemos luchado ya contra seis presidentes yanquis y ninguno nos atemorizó ni podrá atemorizarnos jamás. Por simples consideraciones internas de Estados Unidos no vamos a plegar nuestras banderas, renunciar a nuestras justas demandas: que cese el bloqueo, cese la base y cesen los vuelos espías, ni hacer concesiones en espera de mayor sensatez o mejores tiempos.
Los pueblos que están dispuestos a luchar y a morir no mendigan derechos”.xviii
Las conversaciones de junio de 1980.
La crisis migratoria del Mariel fue la expresión más elevada de lo contenciosas que se habían vuelto las relaciones Estados Unidos-Cuba, fundamentalmente a partir de 1979. Pero desde 1978, el proceso iniciado por la administración Carter dirigido a intentar restablecer las relaciones con Cuba estaba condenado al fracaso, la crisis migratoria del Mariel solo vino a sepultarlo. A pesar de que las conversaciones entre ambas partes continuaron en 1980, estas se realizaron en medio de un ambiente hostil en las relaciones entre ambos países y de retorno de las tensiones propias de la guerra fría en el orden internacional, que impedían cualquier posibilidad de avance.
Desde la tarde del 17 de junio de 1980 hasta la madrugada del 18 se reunieron en La Habana: Petter Tarnoff (del Departamento de Estado), Robert Pastor (asistente para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional), y el ya mencionado Wayne Smith, en representación del gobierno de los Estados Unidos, y José Luis Padrón (Presidente del Instituto Nacional de Turismo), Ricardo Alarcón (viceministro de Relaciones Exteriores) y José Antonio Arbezú Fraga (funcionario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba), por la parte cubana.xix Las conversaciones fueron tensas desde el comienzo, pues los enviados de Washington insistían en comenzar la agenda de discusión por los puntos que consideraban apremiantes y urgentes: el problema migratorio y la situación de los individuos que se encontraban en la SINA. Por su parte, la representación cubana consideraba esta intención un enfoque unilateral, y abogaba por iniciar el diálogo por los temas que constituían la esencia de los problemas entre ambos países, y no por los puntos que proponía la parte estadounidense, los cuales consideraba secundarios y derivados de otros problemas más profundos. El bloqueo, la base naval de Guantánamo, los vuelos espías, los ejercicios militares estadounidenses y el clima de hostilidad sistemático en el Caribe eran los aspectos globales por los que Cuba consideraba debía comenzarse a debatir.
Según ha contado Wayne Smith, la idea inicial de Washington para estas conversaciones era tratar todos los temas que interesaban a ambas partes (issue-by-issue), pero que en el lapso de tiempo de una semana estos objetivos habían sido modificados por el Consejo de Seguridad Nacional, el cual consideró que esa forma de negociar con Cuba era demasiado blanda y por eso Tarnoff y Pastor vinieron a la Isla con la orientación irracional de discutir y resolver solamente los temas que estaban afectando a Estados Unidos.xx
En cuanto al problema migratorio los enviados de Washington comenzaron planteando que los Estados Unidos estaban interesados en llegar a un acuerdo lo más rápido posible que estipulara las salidas ordenadas sobre la base de: 1) un número acordado de personas que fueran reasentadas durante un período determinado (mensual o anual); 2) selección y procesamiento en Cuba de los candidatos de acuerdo a los criterios establecidos; y 3) medios de transporte seguros y confiables para la salida de Cuba.xxi
En relación a esa problemática, Padrón hizo una larga exposición sobre los antecedentes y las causas más profundas del problema migratorio existente. El presidente del Instituto Nacional de Turismo cubano señaló como elementos que habían estimulado los flujos migratorios cubanos a los Estados Unidos desde 1959: las medidas económicas tomadas por las distintas administraciones norteamericanas con el objetivo de ahogar económicamente a la Isla, las agresiones de todo tipo contra Cuba, el bloqueo, la campaña propagandística donde se elogiaba al sistema norteamericano y se presentaba a los inmigrantes ilegales cubanos como héroes y patriotas, la historia de actos violentos cometidos por elementos criminales quienes secuestraban embarcaciones y aeronaves con el propósito de llegar a los Estados Unidos y no eran arrestados, acusados o devueltos a Cuba, la atmósfera hostil promovida por los Estados Unidos -los vuelos de reconocimiento, los ejercicios militares, la organización de comandos especiales, la invención de crisis artificiales- y la política contradictoria de establecer cuotas de visas restringidas y al mismo tiempo alentar a los cubanos mediante el uso de los medios de difusión a abandonar el país.
La posición de Cuba estaba clara, se debían eliminar estas causas más profundas que habían provocado la crisis migratoria del Mariel -la que podía reeditarse en cualquier momento- y no proceder a soluciones que se consideraban bálsamos parciales y momentáneos.
Pero los representantes de Estados Unidos tenían juicios muy dispares a los de los cubanos.
En cuanto al tema específico de la emigración -expresó Peter Tarnoff en las conversaciones-, no lo consideramos como un problema estadounidense. Los Estados Unidos no son responsables de la oleada de sentimientos en Cuba que favorece la salida de decenas de miles de cubanos. Para nosotros, ello constituye un fenómeno económico y político a nivel mundial”.xxii
En cuanto a las personas que se encontraban en la SINA, la parte estadounidense reclamaba su traslado a los Estados Unidos, mientras que Cuba consideraba el hecho como un acto ilegal. Así lo hizo saber en las conversaciones Padrón:
En cuanto a la SINA, al mantener ese gran grupo de cubanos allí, los Estados Unidos están manteniendo una situación ilegal. Los Estados Unidos no tienen derecho de conceder asilo a esas personas -los Estados Unidos no son signatarios de la Convención sobre Asilo- por tanto, exigimos que se entreguen incondicionalmente esas personas que están siendo retenidas ilegalmente por los Estados Unidos a las autoridades cubanas”. xxiii
Y más adelante señaló: “Esas personas han recibido garantías plenas por parte del gobierno cubano de que se les permitirá regresar a sus hogares sin peligro”. Padrón también responsabilizó al gobierno estadounidense por lo ocurrido en la SINA, dado las demoras y trabas a la hora de conceder las visas a los prisioneros contrarrevolucionarios, por haber convocado a tantos de ellos al mismo tiempo a la Oficina de Intereses cuando “las circunstancias políticas militaban contra ello” luego de lo ocurrido en la embajada del Perú, y por haber culpado al gobierno cubano de las demoras, al afirmar que no había respondido aún a la sugerencia de un puente aéreo. “Además -señaló Padrón- contamos con pruebas fehacientes de agresión contra el pueblo cubano, que los solicitantes de visas entraron a la Sección de Intereses y salieron con materiales de la construcción que lanzaron al pueblo cubano reunido allí”.xxiv
Wayne Smith replicó alegando que la Sección de Intereses no había convocado a las 800 personas, que ellos habían ido porque se les había dicho que se esperaba la autorización para comenzar a procesar a un nuevo grupo dentro de poco, que tanto la funcionaria consular Suzanne Lamanna como él, le habían trasmitido a la multitud que se había hablado con el gobierno cubano acerca de vuelos especiales y que se esperaba respuesta. Wayne también aseguró que no se le había concedido asilo a ninguna de las personas que se encontraban en la Sección de Intereses, sino que simplemente se les había ofrecido “refugio seguro”, que era un principio establecido por la ley internacional y que si querían marcharse podían hacerlo luego de coordinarse con las autoridades cubanas. xxv
Padrón contrarreplicó inmediatamente:
Tengo la impresión de que se pueden apreciar las causas de este incidente en lo que el propio Wayne dijo. Los funcionarios estadounidenses anunciaron públicamente que la salida de esas personas dependía de si se podía establecer o no un puente aéreo y ello indicaba que las autoridades cubanas eran responsables. Durante todos estos meses hemos estado emitiendo pasaportes y visas de salida para todos y ellos habían estado saliendo en vuelos organizados por el Comité de 75 o a través de vuelos comerciales a terceros países. Todas esas personas se dirigían a los Estados Unidos y sus planes nunca se vieron frustrados por problemas de transporte. Al decir que tenía que existir un puente aéreo para que se expidieran las visas, ustedes hicieron a Cuba responsable por esta situación y fue ello lo que causó la actitud agresiva de algunas personas”.xxvi
También en estas conversaciones quedaron claramente definidos los puntos que hacían imposible una relación normal entre ambos países. Estados Unidos se aferraba a la idea de que hasta que no existiera un avance de acuerdo a sus intereses en cuanto al activismo cubano en África, América Central y el Caribe, y en el distanciamiento de las posiciones cubanas de las soviéticas, Washington no cedería un ápice en cuanto a los aspectos de las relaciones que interesaban a Cuba, como: el levantamiento del bloqueo, la devolución de la Base Naval de Guantánamo, el cese de la hostilidad hacia Cuba, etc. Por su parte, Cuba consideraba este enfoque unilateral, una negociación desde posiciones desiguales y de fuerza que no estaba dispuesta a admitir. Padrón insistió -como lo habían hecho en anteriores conversaciones Carlos Rafael Rodríguez y Fidel Castro- en esa idea:
Si este proceso realmente significa que es necesario analizar las relaciones de Cuba con otros países, sus opiniones acerca de los avances políticos en África, América Central y el Caribe, si Cuba tendrá que revaluar sus relaciones con la Unión Soviética, entonces necesariamente tendremos que llegar a la conclusión de que los Estados Unidos consideran que tienen derecho a ser juez y árbitro de nuestra política exterior, de la naturaleza de nuestras relaciones económicas y políticas, y de los vínculos económicos que podemos establecer con otros países. Este es un enfoque unilateral, improductivo e inaceptable. Nunca le hemos pedido a los Estados Unidos que revalúen sus alianzas militares, nunca hemos juzgado sus relaciones con Alemania Occidental, Japón o Gran Bretaña porque consideramos que esos asuntos son una prerrogativa de los países soberanos. Nunca le diríamos a los Estados Unidos que nuestras opiniones y percepciones constituirían elementos esenciales en una solución de problemas puramente bilaterales y no creemos que esto sea un enfoque razonable o constructivo”.xxvii
Lo cierto es que nada logró negociarse en las conversaciones del 17-18 de junio de 1980, el ambiente estaba signado por la confrontación que otrora había caracterizado las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, así lo había reconocido el propio Peter Tarnoff a inicios de la conversación: “el ambiente en que se desarrollan nuestras relaciones se ha tornado más contencioso, más parecido al que existía en períodos anteriores”. Después de largas horas de discusión Tarnoff, al dar sus impresiones de las conversaciones, declaró: “…me siento muy decepcionado con los resultados de esta ronda de negociaciones”.xxviii
Tarnoff y Pastor inmediatamente hicieron llegar a Carter un resumen de las conversaciones y de los pasos que, recomendaban, debían darse respecto a Cuba a partir de ese momento. En las primeras líneas de dicho documento expresaron: “Quedó claro para nosotros que si bien estas conversaciones confidenciales han resultado útiles al ayudarnos a comprender los criterios de Cuba sobre una amplia gama de temas, es evidente que hemos llegado a un callejón sin salida en cuanto a la solución de los problemas”.xxix
Mas no podía ser de otra manera, pues si la arrogancia de la potencia del Norte se había hecho sentir durante el diálogo, también había resaltado la resistencia y la dignidad de la pequeña isla de Cuba, contraria a condicionar su soberanía en política exterior y sus más defendidos y proclamados principios a un modus vivendi con los Estados Unidos. La esencia de la confrontación histórica entre Estados Unidos y Cuba: hegemonía versus soberanía, siguió prevaleciendo y echando por tierra una posible normalización de las relaciones entre ambos países.
Entretanto, Carter siguió enfrentando una calamitosa situación con el problema de los inmigrantes cubanos. En junio la cifra ascendió a 100 000, distribuyéndose un poco más de la mitad de ellos, mientras que la otra permanecía en distintos lugares de internamiento en la Florida, provocando disturbios al exigir su procesamiento y distribución. Esto condujo a que Carter aprobara el uso adicional de 10 millones de dólares del Fondo de Emergencia a Refugiados para financiar la asistencia a los cubanos y haitianos llegados a los Estados Unidos. En el mes de octubre la cifra de emigrados cubanos alcanzaría los 125 000.
A pesar de las fuertes restricciones establecidas por el gobierno de los Estados Unidos para impedir las salidas de embarcaciones que se dirigían a Cuba para recoger “refugiados”, algunas lograban romper el bloqueo de los guardacostas. Ese fue el caso de un misterioso carguero llamado “Blue Fire”, o sea, Fuego Azul, del que los guardacostas estadounidenses tenían evidencia se encontraba anclado en el Mariel, para recibir a unos 3 mil cubanos que, se calculaba, debían llegar a Cayo Hueso el 4 de julio, justamente en el momento en que Carter estaría realizando labores de campaña electoral en la Florida. La presencia de esta embarcación sin bandera en el Mariel fue percibida por los Estados Unidos como una “provocación” de Cuba. Sobre todo, porque en esos momentos le interesaba mucho a la administración Carter frenar definitivamente el éxodo de cubanos hacia Estados Unidos por el Mariel, pues la fatídica situación creada con el arribo desmesurado de inmigrantes cubanos a los Estados Unidos -unida a otras dificultades- estaba actuando en beneficio del republicano Ronald Reagan en la campaña por la presidencia de los Estados Unidos.
La situación llegó a caldearse tanto, que los Estados Unidos movilizaron sus buques de guerra muy cerca de las costas cubanas y analizaron la posibilidad de usar la fuerza para prevenir que el Blue Fire llegara a los Estados Unidos. Entretanto, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Edmund Muskie (quien había remplazado a Cyrus Vance luego que este renunciara por su desacuerdo con la fallida operación de rescate de los rehenes estadounidenses en la embajada en Teherán), envió una carta por medio de Wayne Smith, jefe de la Sección de Intereses de Washington en La Habana, al vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez, instándolo a evitar la operación del Blue Fire. Carlos Rafael Rodríguez respondió que debía consultar el asunto, pero que no era intención de Cuba actuar de manera que Estados Unidos lo interpretara como una provocación, señalándole a Wayne que regresara a verlo en la noche para ver si tenía alguna respuesta. Mas ese mismo día la administración Carter había autorizado un vuelo de reconocimiento de un avión SR-71 estadounidense. Poco después de que Wayne tuviera el encuentro con Carlos Rafael Rodríguez el SR-71 violó flagrantemente el espacio aéreo cubano y al romper la barrera de sonido sobre la Ciudad de la Habana “provocó fuertes detonaciones que casi hicieron saltar de sus asientos a la gente de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos” y provocó daños materiales en un área considerable de la ciudad.xxx Ese mismo día, en la noche, Wayne volvió a ver a Carlos Rafael Rodríguez. El vicepresidente cubano le expresó a Wayne su consternación por el sobrevuelo y que este casi lo había arruinado todo, pero que, a pesar de ello, el Blue Fire no iba a ser abordado por ningún individuo.xxxi
Wayne criticó el sobrevuelo en telegrama que envió a Washinton: “¿no habría sido aconsejable suspender el sobrevuelo por lo menos hasta que escucháramos lo que tenía que decir Carlos Rafael Rodríguez sobre el tema?” A su vez, recomendó que: “las unidades de la Marina de Estados Unidos, que según tengo entendido se encuentran estacionadas ahora cerca de la costa cubana, sean retiradas en dirección a Cayo Hueso. Sin duda, ya han sido detectadas por el radar cubano. Se ha mostrado nuestra decisión. La seriedad con que actuamos, si ese fue el objetivo de enviarlas, ha quedado demostrado. Dejarlas donde están será interpretado por los cubanos como una amenaza flagrante y es muy probable que reaccionen en forma que socavarían cualquier posibilidad de alcanzar nuestros objetivos”.xxxii
Sin embargo, en el mismo mes de julio, Cuba había adoptado la estrategia de no hacer nada que se pudiese interpretar como una provocación deliberada a los Estados Unidos en los próximos meses y pusiera a la administración Carter en una situación más difícil, en momentos en que la derecha norteamericana encabezada por Reagan, avanzaba con paso firme hacia el dominio de la Casa Blanca. Así, el Mariel seguiría abierto, y los cubanos se reservaban sus opciones, pero Fidel dio instrucciones de que las salidas que ocurriesen no debían manejarse de forma tal que afectaran aún más a la administración Carter. Fue en esos días que dejó de aparecer en el periódico “Granma” la sección “Noticias del Mariel”.
Esta posición de la Isla contribuyó a una relativa distensión en momentos en que hubo peligro de una confrontación armada entre Cuba y los Estados Unidos. Una vez más Cuba, sin renunciar a sus principios y bajo la sabia dirección de Fidel Castro, supo sortear aquellos momentos tan aciagos y evitar un conflicto armado de funestas consecuencias. Por otro lado, estaba claro para la dirigencia cubana que, a pesar de las múltiples diferencias que entorpecían la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos y lo contenciosas que se habían vuelto las relaciones entre ambos países, al menos había existido esa intención inicial en la administración demócrata, y una reelección de Carter era preferible al triunfo de Ronald Reagan, partidario del bloqueo naval a Cuba y de la política más agresiva con la Isla, así como del abandono de la distensión a nivel internacional. Ese fue el móvil de Cuba el 7 de agosto de 1980 cuando viabilizó la salida de un primer grupo de 80 individuos de los provocadores que habían penetrado en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana a los cuales se les aseguró que no se les aplicaría sanción alguna. Fue gracias a esa confianza que inspiró el gobierno cubano que empezarían a salir poco a poco de la Oficina de Intereses los individuos que aún permanecían en ella.
Carter envía a Paul Austin como emisario secreto
Paul Austin, nacido en Georgia en 1915 y graduado en la escuela de leyes de la Universidad de Harvard en 1940, conoció a Carter siendo ya el principal ejecutivo de la multinacional Coca Cola, después de una maratónica carrera de ascenso caracterizada por el éxito. Austin había dado su apoyo personal, profesional y financiero al candidato demócrata durante la campaña presidencial. De ahí que cuando Carter llegara a la Casa Blanca utilizara en varios momentos a Paul Austin como emisario secreto en misiones de la más alta sensibilidad política.
Cuando Austin viaja a Cuba en septiembre de 1980 como enviado personal de Carter, era su tercera vez, pues ya anteriormente lo había hecho en 1977 y 1978, sosteniendo siempre contactos con el Comandante en Jefe, Fidel Castro.xxxiii
Así Austin, después de recibir directamente las instrucciones de Carter,xxxiv viajó a la Isla y el 3 de septiembre sostuvo una reunión privada con Fidel. Acompañaron al líder cubano el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez –se incorporó luego de comenzada la reunión- y la traductora Juanita Vera. Junto a Austin, se encontraba su ayudante Ted Circuit.
En las conversaciones, Austin transmitió a Fidel la disposición del presidente Carter de reunirse directamente con el líder cubano en algún momento próximo antes de la navidad para discutir todos los problemas que estaban afectando las relaciones entre ambos países. El mensaje era muy osado, pues hasta Carter, ningún presidente norteamericano había tenido la valentía política de hacer un planteamiento como ese, mucho menos en medio de un clima de tensiones entre los Estados Unidos y Cuba y en un año electoral. Ninguno de los futuros inquilinos de la Casa Blanca superaría a Carter en ese sentido.
Cuando el señor Carter me llamó por teléfono hace cuatro o cinco días -explicó Austin a Fidel-, me dijo que quería que yo lo visitara a usted aquí en La Habana para sostener una breve conversación, basada en la idea que Carter tiene, al efecto de que las dos naciones, la vuestra y la suya, deben elaborar una especie de planes a fin de desarrollarse conjuntamente. Ya se están realizando trabajos con vista a ese tipo de desarrollo de relaciones, pero Carter considera que se puede hacer aún más para el beneficio de ambas naciones. Él me ha pedido que viniera, pues, para esta charla, porque él considera que este tipo de charla informal no debe ser manejada por funcionarios, específicamente, del gobierno. Y para ser más específico, él desea tener contactos con usted en los próximos meses, a su nivel y al nivel de Carter, a fin de ventilar las opiniones de ambos hombres con la intención evidente y manifiesta de continuar progresando juntos en este sentido. Él me dijo que había dos puntos para discusión que se le han ocurrido a él. Uno es la distribución más amplia de medicamentos y el problema tan espinoso del bloqueo. Él comprende que se realizó durante un período de años y que igualmente tomará años deshacer lo hecho; pero considera que en algún punto hay que empezar a eliminarlo, y considera él que en el último período de este año pudiera celebrarse una reunión que se dedicara específicamente a analizar lo que cada uno de los países puede hacer con el objeto de ayudarse mutuamente. Es decir, Estados Unidos tendría el problema relativo a deshacerse de este bloqueo, a deshacerse del bloqueo, repito. Y él me dijo que consideraba justo preguntarle a usted, o más bien pedirle que adoptara una posición neutral hacia Estados Unidos durante un año electoral. Me dijo que estaba apercibido, de que usted está perfectamente familiarizado con lo que significa un año electoral, es decir que no es momento para que la situación se exacerbe. Evidentemente, él se encuentra en un estado propicio para tratar de conocerle mejor a usted sobre bases de igualdad, con la intención diáfana de mejorar las relaciones entre usted y él, sin dejar que esto caiga en manos de un grupo, de un equipo determinado de funcionarios; sino más bien usted, como representante de vuestro país, y Carter como representante de su país, reunirse y analizar si hay alguna forma de tener unas relaciones más significativas y de mayores vínculos. Y él me habló de esto realizarlo más bien en un futuro inmediato, en un futuro cercano, próximo”.xxxv
Mas adelante agregó Austin:
Pero hay algo más que casi se me olvidaba. Se trata de mi evaluación de la reacción de Carter cuando me dijo: ‘Por favor, dígale al Comandante que yo quiero dos programas: uno a corto plazo, que podamos nosotros manejar antes de las Pascuas y otro programa a largo plazo que pueda ser instrumentado al final del próximo año”.
Fidel respondió que recibía el mensaje con mucho agrado y receptividad, y que por parte de Cuba existía la mejor disposición a trabajar en ese sentido:
Me alegra mucho, realmente lo que usted me explica sobre la posición del gobierno de los Estados Unidos de mejorar las relaciones con Cuba. A mí me parece absurdo un período tan largo con falta de comunicación. Me parece que es mucho más constructivo, no solo por las relaciones con Cuba, sino con relación a la situación internacional”.xxxvi
El Comandante en Jefe expresó además al enviado de Carter que estaba muy consciente de la situación interna en los Estados Unidos, de la situación internacional y de los peligros que representaba para el mundo la plataforma electoral del Partido Republicano. Y que, por tal motivo, estaba dispuesto a evitar el menor incidente que pudiera crear problemas a Carter.
Y esa es nuestra disposición de cualquier paso que haya que dar para evitar -dijo Fidel-, a toda costa, cualquier problema, nosotros estamos dispuestos a darlos. Dígaselo a Carter, que no se preocupe por las cuestiones de los secuestros de aviones, que hemos tomado medidas duras. Pero si hay que tomar medidas más duras todavía, las tomamos. De modo que no se preocupe por eso, que pueda afectar a Carter en este período. Quiero también decirle lo siguiente: estoy pensando en alguna fórmula adicional, algunos pasos adicionales, que yo quiero que le comunique a Carter, que pueden ayudar en esta solución. Nosotros tenemos alrededor de 30 norteamericanos presos, algunos de ellos por delitos comunes, tráfico de drogas, otros por delitos contrarrevolucionarios, y yo estoy pensando en el momento oportuno, como una acción unilateral, poner en libertad a los norteamericanos. Yo estoy pensando lo más rápidamente posible. Yo creo que eso puede tener algún efecto. (…)
Entonces yo creo que debemos presentarlo como resultado de una gestión de los representantes norteamericanos en Cuba, para que tenga mejor efecto político y pueda darse como resultado del trabajo de los representantes norteamericanos. (…)
Yo quiero decirle que había estado pensando esto, antes de conocer su visita; pero cuando recibí el mensaje me confirmé más de la conveniencia de realizar este gesto.xxxvii
La misión de Austin fue cumplida con éxito y contribuyó a facilitar el camino, para que días después, Peter Tarnoff, secretario ejecutivo del Departamento de Estado viajara a Cuba, para concretar varios acuerdos con la máxima dirección de la Revolución.
Las conversaciones del 12 de septiembre y la solución de la crisis del Mariel.
A inicios de septiembre de 1980, volvió a Cuba, esta vez solo, Petter Tarnoff, quien acompañado de Wayne Smith, se reunió con Fidel en horas tempranas de la mañana del día 12 de ese mes en el Palacio de la Revolución. ¿Por qué no acompañó Pastor a Tarnoff en ese viaje? Según el propio Pastor, como Tarnoff llevaba un corto mensaje conciliador de Carter a Fidel con la petición de que se cerrara el Mariel, Brzezinski sintió que no era necesario que él acompañara nuevamente a Tarnoff en su viaje a Cuba.xxxviii Sin embargo, para Wayne Smith la causa fue otra:
El Consejo de Seguridad Nacional había estado fuera de la decisión. Pastor había dejado claro en junio que ellos pensaban que ofrecer una negociación sobre la base de asunto por asunto (issue-by-issue) antes de dar pie al cierre del Mariel era demasiado blanda. ¿Pero qué era lo que exactamente ahora nosotros estábamos ofreciendo? Cuba cerraría el Mariel y los Estados Unidos estarían listos después para negociar los diversos desacuerdos entre nosotros, incluyendo los principales intereses de los cubanos, sobre la base de asunto por asunto (issue-by-issue)”.xxxix
En la conversación sostenida Tarnoff entregó al líder de la Revolución Cubana un mensaje íntimo de condolencias de Carter por el asesinato del diplomático cubano Félix García. García había sido baleado en las calles de New York el día anterior por un individuo al parecer vinculado a la organización terrorista y anticubana Omega 7.xl A continuación, Tarnoff abordó ampliamente con Fidel Castro los problemas que el tema de los “refugiados cubanos” estaba provocando a lo interno de la sociedad estadounidense y los efectos negativos de esta situación para las aspiraciones de reelección de Carter, sobre todo, en un estado tan decisivo como la Florida. También expresó que en cuanto a la mejora de las relaciones con Cuba la determinación personal de Carter era hacer todo lo que pudiera para invertir la marcha de los últimos 21 años y de los últimos meses.xli
El enviado de Washington expresó a Fidel que Estados Unidos estaba dispuesto en principio a tratar cualquier cuestión que Cuba estuviera dispuesta a plantear en las discusiones acerca de las relaciones bilaterales y acerca de otros temas de preocupación para ambos gobiernos, pero destacó que el momento no era propicio en particular para entrar en las causas más profundas y arraigadas de los problemas bilaterales, pues exigían mucho tiempo y ningún lado sacaría ningún beneficio al entrar en tales negociaciones en los próximos meses. De esta manera, Tarnoff sugirió un proceso en dos etapas, con ciertas negociaciones y acciones a empezar inmediatamente y otras que estarían diferidas hasta principios del año 1981 cuando se conocieran ya los resultados de las elecciones en los Estados Unidos. Concretamente Tarnoff, en nombre de su gobierno, propuso que Cuba diera los siguientes pasos:
1-Parara el flujo de emigrantes hacia Estados Unidos vía Mariel.
2-Aceptara la devolución de Estados Unidos de personas confirmadas, por funcionarios consulares o de emigración, como deseosas de volver a Cuba.
3-Aceptara la iniciación de negociaciones entre funcionarios de emigración de Cuba y de Estados Unidos, y que tales negociaciones comenzaran de manera reservada, confidencial, en Nueva York, antes de fines de septiembre, en aras de llegar a un acuerdo sobre un programa de salidas ordenadas que podría reglamentar la emigración desde Cuba a Estados Unidos.
4-Como parte de esta negociación en Nueva York, que Cuba consintiera considerar, en principio, el retorno a Cuba de personas que habían llegado a Estados Unidos por el puente marítimo desde el Mariel pero que habían sido halladas inelegibles para entrar a Estados Unidos bajo las leyes y reglamentos existentes en Estados Unidos.
El enviado de Washington, también expresó a Fidel que si Cuba está dispuesta a tomar estas acciones, Estados Unidos inmediatamente tomaría las siguientes decisiones:
1-Comenzaría conversaciones con Cuba sobre la reinstitución del acuerdo sobre piratería aérea.
2-Empezaría inmediatamente conversaciones con Cuba sobre un acuerdo que permitiría servicio aéreo regular entre Cuba y Estados Unidos.
3-Inmediatamente empezaría una consideración seria de un listado de medicamentos que podrían ser exentos del embargo.
Además de lo ya dicho, Estados Unidos estaría de acuerdo en que no más tarde del primer trimestre del año 1981 se celebraran, entre representantes de Estados Unidos y Cuba, conversaciones de suficiente amplitud como para cubrir todos los aspectos de las relaciones bilaterales y preocupaciones mutuas.
Seguidamente, al intervenir Fidel en el encuentro hizo un amplio análisis de los peligros que representaba para Cuba y para el mundo el triunfo de la plataforma programática del Partido Republicano en las elecciones de noviembre. Como respuesta a las propuestas de Carter, Fidel hizo énfasis en que no estaba pensando en una negociación en ese momento, sino en proponer una serie de medidas unilaterales relacionadas con los asuntos que le preocupaban a Carter y aceptar los puntos, sobre todo, el cuarto (sobre las conversaciones globales entre Estados Unidos y Cuba para el primer trimestre de de 1981), que sería considerado como una promesa. El líder de la Revolución Cubana le hizo saber al enviado de Carter que se reuniría con el Buró Político para intercambiar impresiones y le informaría antes de su partida a los Estados Unidos sobre los pasos que daría Cuba.
La confirmación de las medidas que tomaría Cuba se la dio Fidel a Tarnoff en la noche de ese propio día 12 de septiembre cuando volvieron a reunirse. La primera medida sería la publicación de una declaración en el periódico Granma donde se advertiría categóricamente que de producirse nuevos secuestros de aviones en territorio estadounidense con el objetivo de desviarlos hacia Cuba las autoridades cubanas tomarían medidas penales drásticas contra sus autores o bien serían devueltos al territorio de los Estados Unidos para ser juzgados en ese país. Con esa declaración se pensaba frenar totalmente los secuestros. Como segundo punto, Cuba liberaría a 33 presos estadounidenses, condenados en la Isla por delitos como: tráfico de drogas, secuestros de aviones, actividades contrarrevolucionarias, entre otras actividades penadas por la ley. Como un tercer paso, el gobierno cubano pararía desde el 25 de septiembre hasta el 4 de noviembre la salida del Mariel, reservándose la potestad de valorar su reapertura o no después de esa fecha. Como cuarto punto, el cuál se había conversado ya en la mañana de ese día, Cuba autorizaría la salida del país de un grupo de los individuos que habían penetrado en la Oficina de Intereses de Washington en La Habana, algunos que poseían doble nacionalidad y otros que no estaban en esas categoría pero que habían manifestado su deseo de salir de la Isla al ritmo que Estados Unidos estimara conveniente. Finalmente, como quinto punto Fidel destacó que Cuba seguiría desarrollando gestiones internacionales, como conversaciones con los soviéticos y con los países del Tercer Mundo con la idea de ayudar a evitar problemas que pudieran perjudicar la situación interna en los Estados Unidos, así como algunas gestiones para tratar de influir sobre los iraníes para que liberaran a los rehenes estadounidenses. Estas gestiones serían discretas, concretas, previendo pudieran afectar a la administración de Carter. xlii
Como parte de los pasos que Cuba había decidido dar: el 16 de septiembre salió la nota en Granma advirtiendo que de producirse nuevos secuestros de aviones en Estados Unidos con el objetivo de regresar a Cuba, las autoridades cubanas tomarían medidas penales drásticas o bien los responsables serían devueltos al territorio norteamericano,xliii las actividades del Mariel fueron suspendidas el 25 de septiembre y el 13 de octubre de 1980, Ramón Sanchez Parodi, jefe de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, anunció en esa capital que se dejaría en libertad a todos los presos norteamericanos encarcelados en la Isla.
Con todo, la crisis del Mariel no dejó de tener un impacto político nocivo para Carter, pues fue un problema más que, unido al frustrado intento de rescate de los rehenes estadounidenses en su embajada en Irán, los éxitos de los movimientos revolucionarios y progresistas en Centroamérica y el Caribe, las fricciones con los aliados de Europa Occidental que provocó la reacción estadounidense frente a la invasión soviética a Afganistán, el descontento de sus aliados por la fallida misión de rescate de los rehenes estadounidenses en Irán, y las dificultades de la economía doméstica norteamericana, cerró el capítulo de Carter en la historia de los Estados Unidos y abrió el de la nueva derecha neoconservadora bajo la presidencia de Ronald Reagan.
Así lo reconocería Carter después de su derrota en las elecciones del 3 de noviembre de 1980 frente al ala más reaccionaria del Partido Republicano que representaba Ronald Reagan:
El problema de los refugiados nos ha perjudicado fuertemente. No fue solo en la Florida, sino a través del país. Fue un problema candente. Nos hizo lucir impotentes cuando recibimos esos refugiados desde Cuba. Pienso retrospectivamente que manejamos la situación de forma apropiada. Los tomamos, tratamos de restringir el flujo y hacer cumplir la ley norteamericana. Finalmente obtuvimos a través del Congreso alguna recompensa financiera para las comunidades que tenían que soportar la carga financiera. Pero (…) mirando atrás estos últimos seis meses, no veo nada que pudiéramos haber hecho de forma diferente o mejor, pero hubo un costo político a como manejamos esto”.xliv
Pero hay otro elemento que contribuyó a la pérdida de Carter en las elecciones de noviembre de 1980: durante sus dos últimos años de gobierno, Carter dio una imagen de falta de liderazgo, de vacilaciones, incoherencias y contradicciones internas que obraron en función de la victoria de Reagan quien logró aglutinar a toda la derecha. Esta derecha además logró articular muy bien sus críticas contra el mandatario demócrata. En lo externo se le criticaba por no concluir con dureza las diferentes crisis como la del Mariel y los rehenes en Irán, así como por no haber evitado que se le fuera de las manos Nicaragua, Granada, Afganistán e Irán, mientras que en lo interno fundamentalmente por el llamado Billy Carter Affair o Billygate,xlvel elevado déficit fiscal, el desempleo que alcanzaba al 8 % de la población y la tasa inflacionaria que ascendía al 7,6%. Sin embargo, hay que decir que el elemento más importante que dio el toque de gracia final a la posibilidad de triunfo de Carter en las elecciones fue su incapacidad para lograr la liberación de los norteamericanos mantenidos como rehenes en Teherán. Hasta el último momento la administración Carter estuvo intentando llegar a un acuerdo con el gobierno de Irán, pero su fracaso en este objetivo solo contribuyó a aumentar su descrédito ante los electores. Numerosos analistas y políticos norteamericanos son de la tesis que elementos republicanos montaron contactos paralelos secretos con representantes iraníes para impedir que la administración de Carter pudiese llegar a un acuerdo con Irán para la liberación de los rehenes, socavando así la actuación del gobierno de Estados Unidos.xlvi
El destacado investigador brasileño, Luiz Alberto Moniz Bandeira, respalda esta hipótesis aportando numerosos argumentos y datos. Según sostiene en uno de sus brillantes libros, miembros de la CIA como: William J. Casey, Robert C. McFarlane, Donald Gregg, Robert M. Gates, sostuvieron en nombre del equipo Reagan-Bush, varias reuniones secretas con los iraníes en Madrid y Ámsterdam y les ofrecieron mejores ventajas a las que estaban negociando los hombres de Carter. El propio candidato a vicepresidente George Bush viajó clandestinamente a París para dar garantías suficientes a los iraníes de sus propuestas y fijar el acuerdo.xlvii
Además de un mayor suministro de armas, Bush se comprometió a liberar los activos financieros de Irán congelados en los bancos estadounidenses y a entregarles dos millones de dólares. De esta manera, “solo a las 12:30 horas del 20 de enero de 1981, media hora después de la investidura de Reagan en la presidencia, partieron dos aviones del aeropuerto de Mehrabad, en Teherán, llevando a los rehenes a los Estados Unidos, tras 444 días de crisis”.xlviii
Wayne Smith es del criterio de que si Carter hubiera salido reelecto se hubiera alcanzado la normalización de las relaciones, así nos hizo saber en una entrevista:
Yo firmemente creo que si Carter hubiera sido reelecto, nosotros hubiéramos alcanzado la normalización de las relaciones con Cuba. El Consejo de Seguridad Nacional había quedado fuera de las decisiones y Carter estaba de acuerdo en que si Fidel cerraba el Mariel, los Estados Unidos comenzarían el tipo de negociación asunto por asunto, que el proceso necesitaba. La atmósfera era conducente a la normalización y no solo del lado de Estados Unidos. Castro también había llegado a la comprensión de que era mucho mejor tratar con Carter que con Reagan y por eso estaba inclinado a moverse en esa dirección”.xlix
Pese a la valoración de Smith, consideramos que de haber sido reelecto Carter en las elecciones de noviembre de 1980 no le iba ser nada fácil normalizar las relaciones con Cuba dentro de un entorno internacional tan desfavorable para ello. La Guerra Fría había retornado vehementemente al escenario internacional y esta, desdichadamente, enturbiaba las relaciones cubano-estadounidenses. No fue casual que las intenciones de llegar a algún tipo de entendimiento con Cuba hubieran salido a relucir en momentos en que tenía lugar una relativa distensión entre la URSS y los Estados Unidos. Así fue durante la administración Kennedy en el año 1963, la administración Nixon –especialmente en el Congreso-, la administración Ford y la administración Carter. Mas para 1980 la realidad internacional era bien distinta. Eso explica también que antes de abandonar la Casa Blanca, Carter dejara recomendado a su sucesor la amenaza militar a Cuba, a quien a decir verdad no le hacía falta muchas recomendaciones para seguir los rumbos más agresivos en relación a la cuestión cubana. En directiva presidencial del 15 de enero de 1981, referente a las Modificaciones de la Estrategia Nacional de los Estados Unidos, el aún presidente de los Estados Unidos señaló:
La proyección soviética de poder en la región del Caribe con la asistencia de Cuba en los dos últimos años ha creado otra área de mayor preocupación en materia de seguridad. …, es necesario lograr silenciosamente una presencia militar más fuerte en la región mediante cambios graduales en nuestras actividades de ejercicios militares y destacando las fuerzas estadounidenses en la parte sudoriental de los Estados Unidos y sus territorios en la región, lo que será percibido por Cuba y la Unión Soviética como prueba de nuestra determinación de limitar la influencia soviética y cubana en la región”.l
Se hace entonces evidente que, si bien Carter estaba valorando un acercamiento diplomático a Cuba en caso de salir reelecto, este iría acompañado de la amenaza militar a la Isla para proteger los intereses fundamentales de Estados Unidos en la región. Otro elemento para pensar con poco optimismo en la posibilidad de un entendimiento entre Estados Unidos y Cuba. La manida política estadounidense del garrote y la zanahoria no había dado resultado ninguno con Cuba.
No obstante, la Administración Carter cerró prácticamente sus últimos días conversando con Cuba sobre el tema migratorio. En diciembre de 1980 se había desarrollado una ronda de conversaciones en Nueva York entre representantes de ambos países sobre la base de una amplia agenda de asuntos migratorios, incluida la repatriación de un grupo de Marielitos considerados “indeseables”. La segunda ronda de conversaciones tuvo lugar entre el 12 y el 16 de enero de 1981 en Washington. Por la parte norteamericana participaron Frank Loy, funcionario del Departamento de Estado con rango de subsecretario a cargo de los asuntos migratorios y de refugiados; Phil Chicola, ayudante de Loy; Michael Kouzac, asesor jurídico del Departamento de Estado y Myles Frechette, jefe del Buró de Asuntos Cubanos de ese departamento. La delegación cubana estuvo integrada por José Luis Padrón, José A. Arbezú, Alberto García Entenza y Antonio de la Guardia. Las conversaciones tuvieron lugar en la residencia de Loy. A pesar del evidente “deseo de la parte norteamericana de llegar a un acuerdo lo antes posible, presionados por el cambio presidencial, a fin de presentarlo como una victoria de la Administración Carter”, las conversaciones naufragaron en el vacío, pues cualquier acuerdo y la continuación de las negociaciones dependían de la posición que adoptara la Administración Reagan. No obstante, estas conversaciones sirvieron de adelanto y antecedente de las que luego tendrían lugar durante el mandato republicano. “Las conversaciones en esta segunda ronda ¾señalaba el informe cubano¾, al igual que en la primera, fueron tensas y laboriosas en tanto transcurrieron en un clima cordial y de respeto mutuo”.li
Notas
i Las primeras pláticas entre representativos de la comunidad y el gobierno cubano se celebraron en La Habana los días 20 y 21 de noviembre de 1978 y en ellas estuvieron presentes 75 miembros de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Unos días después, el 8 de diciembre, se celebró el segundo momento del diálogo, y en esta ocasión la cifra de representantes de la Comunidad llegó a 140. Como resultado de las conversaciones, ambas partes acordaron la liberación de los 3 000 sancionados a prisión por delitos contra la seguridad del Estado Cubano y 600 más que habían violado las leyes de emigración, a razón de 400 por mes. Asimismo, la parte cubana expresó que, continuando con su política de solucionar la situación personal, social y familiar de numerosas personas que fueron arrastradas a la contrarrevolución por las distintas administraciones estadounidenses, se autorizaría la salida del país junto a sus familiares más cercanos de los sancionados por delitos contra la seguridad del estado que ya habían cumplido sus sanciones. Por su parte, los representativos de la comunidad cubana en el exterior se comprometieron a realizar las gestiones necesarias con las autoridades del gobierno de los Estados Unidos para conseguir las visas de entrada a ese país para los ex reclusos y sus familiares, así como para los actuales reclusos y familiares que desearan hacerlo. Otro acuerdo rubricado, dirigido a contribuir a la reunificación familiar, planteaba que Cuba autorizaría la salida permanente hacia los Estados Unidos u otros países por razones humanitarias justificadas, de aquellas personas que tenían un vínculo familiar directo con ciudadanos o personas de origen cubano residentes en dichos países. Además, el gobierno de Cuba señaló que, a partir del mes de enero de 1979, permitiría las visitas a la Isla de cubanos residentes en el exterior, aunque podían quedar excluidos de dichas prerrogativas determinadas personas por sus antecedentes y conducta.
ii Memorándum de Robert Pastor a Brzezinski, 4 de mayo de 1979, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).
iii Memorándum de Brzezinski a Carter, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).
iv Wayne Smith, The Closest of Enemies, W.W. Norton &Company, New York, 1988, pp. 200-201
v Ibídem, pp. 202-203
vi Luego de la derrota de Playa Girón y los resultados de la Crisis de Octubre se produce la interrupción del flujo migratorio de cubanos hacia los Estados Unidos, con la consecuente acumulación de un potencial sin salida por vía legal. Ya desde esos momentos, la expectativa de emigrar de forma ilegal, con un máximo de seguridad de ser recibido y obtener un trato preferencial en los Estados Unidos, fue un elemento utilizado recurrentemente por Washington para desestabilizar la sociedad cubana con el complemento de una extensa propaganda. Ante tal escenario, se producen los acontecimientos de Camarioca en octubre de 1965, a partir de que el Gobierno de Cuba autorizara que los emigrados que pudieran viajar a recoger a sus familiares en la Isla, lo hicieran. Para ese fin, se habilitó el pequeño puerto en la provincia de Matanzas por donde emigraron cerca de 2 700 personas, entre esa fecha y noviembre.
vii Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en la clausura del III encuentro de la Federación de Mujeres Cubanas, efectuado en el Teatro “Carlos Marx”, el 8 de marzo de 1980, en: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1980/esp, (Internet), p.20.
viii Granma, 4 de abril de 1980.
ix Es necesario aclarar que la campaña propagandística a nivel internacional, trató primero de mostrar a los antisociales como “asilados” y después como “refugiados”. Ninguna de las dos denominaciones se ajustaba a la realidad y solamente tenían un fin mediático. Según la Convención de Asilo Diplomático de 1954, el asilo político sólo se aplicaba a perseguidos políticos en casos de urgencia. Por otra parte, las diversas resoluciones de Naciones Unidas plantean que los refugiados son las personas que durante la guerra se ven obligadas a abandonar su territorio, el cual es ocupado por el enemigo; o las personas que son expulsadas de su país por sus propias autoridades.
x Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter” en: De Eisenhower a Reagan, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 281
xi Lourdes Casal, “Cuba, abril-mayo de 1980: la historia y la histeria”, en Areíto, vol. VI, no. 23, 1980, pp.18-22.
xii Discurso pronunciado por Fidel Castro el 1ro de Mayo de 1980, Granma, La Habana, 3 de mayo de 1980.
xiii Ibídem.
xiv Provocación yanqui en la Oficina de intereses de EE. UU.,” Granma, La Habana, 3 de mayo de 1980.
xv Néstor García Iturbe, Estados Unidos de raíz, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 418 (La cifra final de emigrantes cubanos por el Mariel sería de 125 000).
xvi Las estadísticas de los estudios realizados señalan que solo 16 % de los que se fueron por El Mariel tenía antecedentes penales, es decir, también hubo campesinos, obreros, profesionales y jóvenes que emigraron. Asimismo, la mayoría de los que emigraron eran varones jóvenes, 40 % no tenía familia en los Estados Unidos, 40 % eran negros o mestizos, 74 % trabajaba antes de emigrar y 9 % eran profesionales. Véase “El Mariel treinta años después”, en: Temas no. 68, La Habana, octubre-diciembre de 2011, p. 84-93.
xvii “Cuando la política de un Estado poderoso carece de principios y sus gobiernos carecen de moral”, Granma, La Habana, 19 de mayo de 1980.
xviii Ibídem.
xix Memorándum de conversación (Tarnoff, Pastor, Smith, Padrón, Alarcón, Arbesú), 17-18 de junio de 1980, La Habana, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. Cit.
xx Wayne Smith, The Closest of Enemies, ob. cit., p. 216.
xxi Memorándum de conversación (Tarnoff, Pastor, Smith, Padrón, Alarcón, Arbesú), 17-18 de junio de 1980, La Habana, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit
xxii Ibídem.
xxiii Ibídem.
xxivIbídem.
xxv Ibídem.
xxvi Ibídem.
xxvii Ibídem.
xxviii Ibídem.
xxix Memorándum de Tarnoff y Pastor a Carter, 17 de junio de 1980, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
xxx Telegrama de Wayne Smith a Edmund Muskie, julio de 1980, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
xxxi Wayne Smith, The Closest of Enemies, ob. cit., pp. 232-233.
xxxii Telegrama de Wayne Smith a Edmund Muskie, julio de 1980, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
xxxiii Véase Elier Ramírez Cañedo, Fidel, Carter y las misiones secretas de Paul Austin, Cubadebate,12 de noviembre de 2014: http://www.cubadebate.cu/especiales/2014/11/12/fidel-carter-y-las-misiones-secretas-de-paul-austin/#.XozGXKPB-sw
xxxiv En la reunión de Carter con Austin, estuvieron presentes también Muskie y Brzezinski.
xxxv Conversación del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, con Paul Austin, Presidente de la Coca Cola, Palacio de la Revolución, 3 de septiembre de 1980. Versiones taquigráficas del Consejo de Estado.
xxxvi Ibídem.
xxxvii Ibídem.
xxxviii Entrevista realizada a Robert Pastor (vía correo electrónico), 5 de abril de 2009.
xxxix Entrevista realizada a Wayne Smith (vía correo electrónico), 19 de junio de 2009.
xl El 13 de septiembre salió publicada en Granma la siguiente nota enviada por el secretario de Estado de los Estados Unidos, Edmund Muskie: “Con profunda pena he recibido la noticia del reprobable asesinato perpetrado esta tarde en la persona de Félix García Rodríguez, miembro de la Misión Cubana en las Naciones Unidas. Hemos expresado nuestras condolencias al gobierno cubano. Todas las Agencias Federales pertinentes, así como el Departamento de Policía de Nueva York, cooperan en la investigación. Esta es una nación de leyes. Condenamos el terrorismo en todas sus formas y estamos obligados a su erradicación”.
xli Conversación del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, con Peter Tarnoff, del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y Wayne Smith, Jefe de la Oficina de Intereses de Washington en La Habana, Palacio de la Revolución, 12 de septiembre de 1980, “Año del Segundo Congreso”. Versiones taquigráficas del Consejo de Estado.
xlii Ibídem.
xliii El 18 de septiembre salió otra nota en el periódico Granma señalando que dos secuestradores de un avión estadounidense que habían actuado en la madrugada del 17 de septiembre desviando la nave hacia territorio cubano, serían inmediatamente devueltos a los Estados Unidos para ser juzgados por las autoridades de ese país.
xliv Citado por Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter (1976-1980)”, ob. cit., p. 284.
xlv Billy Carter Affair o Billygate es el nombre que se le dio al escándalo que se produjo al conocerse que el hermano del presidente Carter había realizado determinadas misiones en países árabes y había aceptado dinero de Libia. En torno a esto se desató una gran campaña contra la figura de Carter, poniendo en duda su honestidad.
xlvi Esta información la ofreció Ramón Sánchez-Parodi, en entrevista realizada el 7 de octubre de 2008. Sánchez-Parodi coincide con el criterio de estos autores estadounidenses.
xlvii Luiz Alberto Moniz Bandeira, La formación del imperio americano. De la guerra contra España a la guerra en Irak, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2010, p. 265.
xlviii Ibídem, p. 266.
xlix Entrevista realizada a Wayne Smith (vía correo electrónico), el 19 de junio de 2009.
l Directiva Presidencial/NSC-52, 15 de enero de 1981, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
li Síntesis de los aspectos esenciales discutidos en conversaciones en Washington entre el 12 y el 16 de enero de 1981. Archivo del Minrex.

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