Angola,
Enero de 1989: “A Valera lo jodió una mina” me dijo Francisco, el de
Moa, junto a la pista de Menongue, y enseguida llegan las preguntas con
el nudo en la garganta, que “por aquí mismo lo evacuaron a Luanda y no
pudo llegar vivo”.
San
José de las Lajas, Julio de 1998: Abrazo al papá de Valera y siento la
bolsa, testimonio de las quince intervenciones quirúrgicas que le oigo
citar frente a los trabajadores de la UBPC José Angel Valera Pérez, para
decir que sin Revolución no estaría vivo. Cuenta del hijo, de la esposa
que no se recuperó nunca y de su familia que “de cuarenta, cuatro
dejaron su sangre en Africa”. El viejo dice que fueron trescientos mil
cubanos y que “Angelito estuvo en un momento difícil junto a cincuenta
mil más para defender la moral de Cuba y de Fidel”. Pienso que sí, y que
estos cincuenta mil no pertenecían a la década de los sesenta ni a la
de los setenta, estaban allí en plena perestroika gorbachoviana y que nunca pidieron jabitas ni divisas.
Ahora
todo está claro: por qué José Angel con sólo dieciocho años era jefe
del tanque barreminas, por qué sin esperar órdenes respondió a aquel
hostigamiento y por qué siendo sargento y secretario general criticó a
aquel teniente y militante en plena reunión del comité de base. Esto,
como todas las esencias era invisible, incluso para los que desde aquí
le enviaban (plancha mediante) en cada carta un caramelo enmascarado.
Ternura
de guerra, ternura de flaco con acné en plenas medias amarillas con
superpoblación de agujeros, parado sobre el tanque pulcro en medio del
derrumbe de trincheras y refugios que trajo aquel aguacero. Contraste
del amarillo chillón y el verde grasiento, contraste de los huecos y el
blindaje, entre la cagazón de la mochila empapada y el esmero por no
ensuciar su “pata e hierro”.
Lo
cierto es que conocí al viejo y a los hermanos y estuve ante la foto y
las medallas en la pared despintada de la casa humildísima. Al ver la
casa y la escuelita, al hablar con el padre y los vecinos, comprendí que
más allá de las décadas está la familia, que sin ignorar las modas
están las raíces, que necesitamos muchos padres como el viejo Valera,
hombre de mundo aunque viva en Nazareno: él sabe que cuando Mandela
abraza a Fidel el mundo vibra, los yanquis rabian y José Angel sonríe.
*Este
artículo, publicado a mediados de los años noventa del siglo pasado en
el periódico Juventud Rebelde, es el primer texto que escribí para un
medio de comunicación. Hoy, Día de África, lo publico como tributo a los
cientos de miles de cubanos y cubanas que han puesto su aporte
solidario en ese continente.
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