Llega
el calor, el miedo parece colarse por las rendijas de las puertas y
ventanas, la gente trata de barrer los restos de un invierno
especialmente difícil, demasiada muerte y sobre todo incertidumbre.
No
saber, no se sabe, no sabemos, se sabe poco sobre este virus, se lucha a
ciegas y la práctica va dictando al cabo de los meses qué es lo más
adecuado, qué es lo que pudiera o pudiese detener la pandemia.
Hubo
días en que me figuré un planeta en pausa, como si estuviéramos tomando
aire, llenando los pulmones de dudas y observando cómo el saber –o el
no saber- esta condicionado por la ideología y por el sentido común –lo
pre-reflexivo- que resulta de una especie de info-pandemia en el terreno
más agudo de la lucha de clases: el ideológico. Una frontera de clases
permeable y compleja, sin duda, pero que mostró a lo largo de estos dos
meses y medio dos conceptos opuestos de la vida. Y dos formas de
entender la vida, la sociedad humana.
En
un polo aparece la actitud revolucionaria de Cuba, que inmediatamente
se transforma en una guía –moral y científica- y muestra una vez más el
significado del internacionalismo y el sentido humanista de la vida,
enviando a más de veinte brigadas medicas a diversos países. Con la
claridad de que “Patria es Humanidad”, los médicos cubanos llegan de
inmediato a uno de los principales focos de contagio, la Lombardía.
Después a Andorra y a muchos otros países de América y África.
Inmensas
campañas mediáticas intentan desprestigiar esta acción y tan es así que
en Argentina las fuerzas más retrógradas salen a la calle a cacerolear
en contra de las brigadas cubanas que según ellos traen el virus del
comunismo. De más está decir que después del golpe en Bolivia, las
brigadas médicas fueron expulsadas, como sucedió también en el Brasil
del evangélico-fascista Bolsonaro. Los resultados, tan tristes, están a
la vista.
Mientras
tanto China, con un espíritu colectivo que occidente confunde
voluntariamente con el tan propagandizado “autoritarismo-totalitarismo”
-obviando la larga tradición china, desde Confucio a nuestros días-
consigue aislar y superar los contagios y envía gratuitamente ayuda y
especialistas médicos a países de Europa, de Asia y de África.
Rusia envía ayuda también a Italia y a otros países de Europa que se lo permiten, y cómo no, los medios hegemónicos claman en contra de la llegada de los camiones rusos al norte de Italia y a Serbia.
Los
datos exactos están publicados en muchos medios, pero lo que interesa
en este momento es analizar lo que llamo dos actitudes de vida, dos
proyectos políticos antagónicos. El del capitalismo neoliberal e
imperialista y el de los diversos caminos hacia el socialismo en el
mundo. Es importante y esencial ver esta contradicción en movimiento,
para poder al amparo de la historia demostrar que es lo que llamamos
humanidad y qué significa la barbarie capitalista.
Y
es sencillo de ver porque básicamente se trata de qué es lo central en
la vida social, la vida de una especie cuya capacidad y cuyo futuro
depende de eso que Marx llamó con tanta claridad lo colectivo, las
relaciones sociales que fundan la vida humana o la condenan a la
barbarie en la que vivimos en el capitalismo agónico. Si lo central es
la acumulación y la expansión imperialista, necesariamente todo aquello
que no produzca ganancia y acumulación será condenado de antemano. De
allí las campañas mediáticas virulentas contra Cuba, Venezuela,
Nicaragua, China y Rusia.
España,
a diferencia de Italia, no aceptó la ayuda de ninguno de estos países,
salvo en una zona territorial independiente, como es el principado de
Andorra, adonde llegó una brigada medica cubana. Y adonde fue posible
controlar el virus. Ninguna información sobre esto, salvo en las redes y
en periódicos solidarios. Y estoy hablando desde Madrid, un epicentro
de la pandemia que obedeció –como siempre- a la orden de los Estados
Unidos y de las fuerzas más reaccionarias del imperialismo de la Unión
europea. Los pies dentro del plato, como la mafia ordena.
Pero
es interesante ver como se desarrolló en estos meses la ofensiva de las
derechas más virulentas, en nombre de la “libertad”.
La
clase explotadora, preocupada por continuar acumulando beneficios de la
explotación enseguida salió a la calle a gritar libertad, en nombre de
la explotación.
Los
gerentes de la clase explotadora, ese 1,5 % de los dueños de los medios
de producción, se han reunido hoy en España para debatir la “crisis”, y
para decirnos que más allá de la salud y de la vida, lo importante es
mantener la tasa de ganancia, es decir la especulación y la condena a
ser un país de servicios que ha conseguido la infelicidad y la tamaña
estupidez de que los propios trabajadores de los hoteles y los bares (en
riesgo total) aplaudan la llegada de los imbéciles que vienen a tomar
el sol y a gastar en alcohol y putas su dinero. Ese es el tan mentado
“desarrollo” y la aparente única posibilidad de que “ la economía” esa
abstracción que es el crecimiento de la precariedad y la explotación se
profundicen, mientras los campos se secan y la industria desaparece.
Nada que diga con claridad que este modelo productivo
financiero-especulativo-esclavista ha tocado fondo.
La
imagen de hoy –celebrada en todos los informativos- es tremenda, porque
los empelados de los hoteles –precarios y súper explotados- aplauden a
los turistas que bajan de los autobuses en Mallorca y en Ibiza. Los
hoteleros agradecen, las limpiadoras y los camareros siguen cobrando
sueldos de miseria y las blancas carnes ignorantes se asolean y
disfrutan del servicio. Agradecemos la esclavitud, estamos dispuestos a
servir y a ofrecerles lo mejor de esta tierra.
Mientras
los obreros de Nisan y de Alcal, luchan en la calle por sus puestos de
trabajo y mientras en el parlamento se debate si la transexualidad ha de
tener o no mas o menos derechos, que desde ya son derechos inalienables
y grandes distracciones de lo central. Si he de discutir si todos
tenemos derechos a practicar el sexo que nos de la gana, o a cambiar de
sexo, estoy regando el árbol que tapa el bosque y esa es la política que
se nos impone para terminar y ampliar el saqueo a mano armada (o de
guante blanco) de nuestros derechos humanos y sociales básicos. El
derecho al trabajo, que es un derecho inalienable, porque sin nosotros
no hay posibilidad de que un país y una sociedad sobreviva. Y
sorprendentemente me encuentro discutiendo con cierta “progresía”
aquello que le viene tan bien y como anillo al dedo a la derecha
Cayetana y al mismo tiempo al mandato de las grandes corporaciones, a
Soros y al sector decidido a acabar con el estado de derecho, con el
estado moderno, burgués, pero que resulta que pone ciertas trabas al
avance de la gran corporación, al globalismo y al guerrerismo a
ultranza. No es casual que el presupuesto estatal en “defensa” se haya
duplicado. Por qué, para qué? Por qué no se duplica en
industrialización, en salud, en educación y no en una especie de caridad
que terminará por condenar a la mayoría a una vida esclava.
No
es casual que en este momento los medios se dediquen al debate sobre
las leyes de la transexualidad, a enormes y cansinos debates sobre si yo
dije o no dije o hice o no hice, mientras se esta debatiendo de fondo
adonde irán a parar los dineros de la UE, y en que condiciones, si como
mendigos satisfechos o insatisfechos.
Todo
tiene que ver con el tiempo y con la coyuntura. El reacomodamiento del
capitalismo agónico esta siendo de una crueldad que empezamos a ver en
todas sus costuras.
Miles
de desempleados, miles de hambreados, miles de explotados precarios
reclaman una cesta de comida, miles de trabajadores sanitarios reclaman
medios para poder trabajar contra el virus, y entre muchas barbaridades
el parlamento discute distracciones que no tienen nada que ver con la
situación actual. Y esta agenda no es inocente, esta perfectamente
calculada como distracción y como fragmentación de las luchas de clase,
que no por ser ocultadas han de cambiar de nombre.
En
este momento es necesario dotarnos de una agenda independiente y de
soluciones que no son las que vienen de la patronal, que no esta
dispuesta a perder beneficios, y esos beneficios deben ser puestos en
cuestión porque los producimos nosotros. Y nosotros podemos gestionarlos
sin que nadie sufra esta bárbara explotación. Educación, salud,
trabajo, son derechos conquistados y no han de ser puestos en juego como
moneda de cambio. Ni ocultados por los supuestos grupos progres, o de
intelectuales orgánicos liberales en nombre de una falsa igualdad –sexo,
raza, etnia, diversidad, etc. etc. - para dividir nuestra lucha que es
una lucha contra la explotación y el robo sistemático de derechos. O
sea, que -trans, gay, mujer, niño, hombre, negro, oriental, árabe,
migrante, latino..- o empezamos a actuar como clase explotada decidida a
transformar esta sociedad o seguirán usándonos de pantalla para el
saqueo inclemente de nuestros derechos.
Todo por ganar, nada que perder, salvo las cadenas.
Ojalá, Ibn shala!
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