Biden trapado entre América Latina y Miami. Por David Brooks
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el 10 de mayo que no participaría personalmente en la cumbre si se excluía de la lista de invitados a países del hemisferio, en particular referencia a Cuba, Venezuela y Nicaragua –posición después endosada por Bolivia, Honduras y varios de los 15 países de la Comunidad del Caribe (Caricom)–, obligó al gobierno de Joe Biden a hacer explícito lo que buscaba dejar medio borroso: optar entre las Américas o Miami.
Esta primera cumbre realizada en Estados Unidos desde el acto inaugural en Miami, en 1994, seguía ante la incertidumbre a 24 horas de su inicio y son precisamente los fantasmas de Miami los que podrían descarrilar la reunión; los sectores conservadores poderosos de ese epicentro de fuerzas contra-rrevolucionarias latinoamericanas y sus aliados estadunidenses que se oponen a la inclusión de Cuba y Venezuela en estas cumbres.
Por ahora, Biden y sus estrategas están optando por privilegiar la relación con la capital de la derecha latinoamericana inexplicablemente ignorando lo que el presidente Barack Obama –con Biden como vicepresidente– finalmente entendió hace unos pocos años: la política estadunidense hacia Cuba dañaba la relación de Washington con casi todo el hemisferio.
El senador Marco Rubio, una de las principales voces del poder de Miami, rechazó que López Obrador dictara lo que Estados Unidos debería de hacer en su fiesta hemisférica. En una audiencia en el Senado el 26 de mayo, declaró: “no creo que Estados Unidos de América debería de ser buleado o presionado sobre a quién invitar a una cumbre de la cual somos anfitrión. Si no quiere venir, que no venga… Y si gente que desea que dictadores vengan deciden boicotear, entonces sabremos quiénes son los verdaderos amigos en la región…”
Según expertos, diplomáticos y algunos políticos, el problema mayor no está en La Habana, Caracas o Managua, sino en un Washington que aparentemente no ha entendido los cambios en América Latina y que a pesar de la proclamación de Biden de que “America is back”, ya no tiene la misma influencia ni poder que en el siglo pasado.
De hecho, la Casa Blanca afirma que el objetivo de la política estadunidense en esta cumbre es promover la
visión de una región segura, de clase media y democrática como algo que
está fundamentalmente en el interés de seguridad nacional de Estados
Unidos
. Más aún, se afirmó que la agenda económica que promoverá es una que se construye sobre los acuerdos de libre comercio en el hemisferio
y abordar temas de equidad
. O sea, el mismo guion, aunque diluido, que se estrenó en la primera cumbre en Miami en 1994.
Christopher Sabatini, experto en la relación interamericana y por
mucho tiempo promotor de la importancia de estas cumbres, escribió en Foreign Policy que sin un cambio en la postura de Washington, esta cumbre podría ser percibida como la tumba de la influencia estadunidense en la región
.
Dan Restrepo, quien fue asistente del presidente Barack Obama para
asuntos del hemisferio occidental y encargado de su participación en dos
cumbres, escribió en un artículo en Los Angeles Times, que la Cumbre de las Américas ha fracasado en ofrecer resultados desde sus inicios, y aunque fue originalmente pensado como un vehículo para promover los intereses de Estados Unidos en América
ahora es “un foro con un fallo mortal que no sirve a su propósito…”, y aconseja que ésta debería de ser su última sesión.
El historiador Miguel Tinker Salas, profesor en Pomona College, y colaborador de La Jornada, señaló en entrevista con Los Angeles Times
que la posición de López Obrador mostró una fractura en la hegemonía
estadunidense, que Washington gozaba cuando inauguró las cumbres en
1994, pero que ahora es otra América Latina, y no entiende eso. Estados Unidos ya no es el imperio que hace o deshace
las cosas en el hemisferio.
Vale recordar que la Cumbre de las Américas nació del llamado consenso de Washington
que planteaba un hemisferio de democracias de libre mercado
vinculadas por acuerdos de libre comercio que culminaría en un Acuerdo
de Libre Comercio de las Américas (ALCA). México fue el modelo a seguir
con el TLCAN.
Una década después se escuchó ALCA, ALCA, Al carajo
, la
consigna famosa lanzada por el entonces presidente Hugo Chávez en el
foro social alternativo a la cumbre en Mar de la Plata en 2005. Con pala
en mano, declaró que llegó a la cumbre junto a organizaciones sociales
hemisféricas y los gobiernos sudamericanos progresistas para enterrar el ALCA
. Eso marcó el fin de ese sueño neoliberal expresado en el consenso de Washington. (Ver Manuel Pérez Rocha: https://www.jornada.com.mx/notas/2022/05/23/politica/cumbre-de-las-americas-nunca-mas-un-alca/ ).
Desde entonces, los cambios en varios países del hemisferio –incluyendo atentados de golpe de Estado y conquistas derechistas tanto en sur, centro e incluso en Estados Unidos– a nuevas dinámicas políticas progresistas antineoliberales siguen transformando el continente.
Mucho de esto se manifestará en los próximos días en Los Ángeles.
( La Jornada)
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