Petro, con el pueblo; Hernández, con las oligarquías.
Cada día afloran con más claridad las grandes diferencias entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, diferencias que les muestran a los colombianos el camino para que no se equivoque y, por fin, inicie la marcha de los grandes cambios que urge la patria.
Petro está con la Colombia decente y trabajadora, reunido con su pueblo, en las fábricas, como ocurrió en Cúcuta y en Suaita, Santander; en los campos agrícolas, como sucedió en Vélez, también en Santander; en sus hogares y hatos de ganado, como aconteció en Yopal; compartiendo con los humildes y recibiendo el clamoroso respaldo espontáneo de la población, como se vio en la capital del Casanare en la tarde del lunes 13 de junio, cuando el pueblo se volcó a las calles para vitorearlo y saludarlo de cerca, algo nunca visto allí.
Hernández se refugia en las cuevas de las mafias corruptas, huye de los debates y de las entrevistas, se mete en la gusanera de Miami y solo aparece en videos con mujeres jóvenes, ataviado cual vulgar traqueto de quinta.
Petro muestra su hoja de vida en una solicitud de empleo a toda la ciudadanía, porque aspira a ser su mandatario, es decir, el que cumple el mandato del pueblo; publica su declaración de renta; demuestra en el diálogo con la comunidad el enorme conocimiento de las problemáticas de cada región, escucha y plantea soluciones posibles y absolutamente necesarias.
Hernández, por el contrario, escapa de cualquier espacio abierto, se esconde en sus madrigueras protegido por sujetos comprometidos con mercenarios, como ocurrió en Miami, porque no quiere responder a los gravísimos casos de corrupción y desafueros por los que irá a juicio, imputado, pues no es solo uno, como se ha denunciado, sino dos los que le esperan: el primero, por el contrato que él, su hijo Luis Carlos y su esposa querían amarrar a 30 años con la firma Vitalogic, para la disposición de basuras en Bucaramanga, por 670.000 millones de pesos y una jugosa coima o soborno por millón y medio de dólares, y otro proceso por persecución a los trabajadores de la capital de Santander, que viola de manera flagrante derechos laborales de empleados del Estado municipal. Los juicios serán el 21 y el 26 de julio.
Petro es un hombre de hogar, con una esposa luchadora que está también reunida con su pueblo en la campaña, y con una candidata vicepresidencial como Francia Márquez, llenando de esperanza y compromiso social los recintos en los que la gente la escucha con devoción, como ocurrió en Cartago, en el norte del Valle del Cauca, el 13 de junio.
Hernández, entre tanto, sigue en sus lujosos aposentos, evadiendo respuestas sobre tantas y tantas mentiras suyas, como las vertidas en el caso de la desaparición de su hija adoptiva Juliana, de quien ha dicho que fue secuestrada, primero, por las Farc; luego, por el ELN, y, últimamente, por grupos armados indeterminados que, según dijo el imputado, la habrían asesinado, pero que, en realidad, de acuerdo con investigaciones de periodistas de Bucaramanga y de otras ciudades, estaría viva, en pleno ejercicio de su vida ciudadana, con propiedades a su nombre y con lugar de votación asignado, y, además, utilizada por Hernández para generar lástima y votos de incautos que creen sus oscuras historias que desnudan de lo que es capaz de hacer con tal de alcanzar sus objetivos.
Petro les habla claro y con respeto a sus electores, muestra su programa, lo explica con solvencia académica y desborda con su dominio de la economía, la sociedad, la política, la cultura y la historia.
Hernández solo insulta, ataca a las mujeres, a los trabajadores del Estado, a los católicos que veneran a la Virgen María, amenaza con convertirse en un tirano que gobernaría con base en decretos de excepción, pues desconoce el Estado de Derecho, la política internacional y es manejado como un títere por sus asesores que le libretean lo que dice.
Las diferencias son tan abismales que, para enlodar a Petro, el régimen uribista de Duque, con toda la clase dirigente oligárquica unificada, ha desatado la más brutal guerra sucia contra la campaña del Pacto Histórico, para lo cual cuenta con la complicidad de los medios de comunicación de las élites, dedicados a ocultar los protuberantes casos de presunta corrupción de Hernández y a crear escándalos electorales ficticios, como los globos con filtraciones ilegales y criminales que le entregó la policía política del gobierno a la revista Semana, convertida en el boletín oficial del régimen.
Las diferencias son evidentes, y crecen día a día. Como dijimos en reciente análisis, la disyuntiva hoy es entre la decencia, el conocimiento y el pluralismo, representados por Petro y Francia, y la corrupción, la ignorancia y la tiranía, representados por Hernández y sus socios.
Estoy seguro de que el pueblo colombiano no se equivocará el domingo 19 de junio.
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