Las voces del pensar. Por Gulliermo Castro Herrera
Está disponible en Internet un libro de extraordinaria utilidad en nuestra América. Se trata del Diccionario Gramsciano (1926-1937), editado por Guido Liguori, Massimo Modonesi y Pasquale Voza, cuya versión en español ha estado a cargo de Maria Cristina Secci y el propio Modonesi.[1] <!--more--> Este Diccionario recoge y analiza una selección de conceptos y voces que expresan lo producido por Gramsci durante su vida en prisión en sus Cuadernos de la Cárcel y su correspondencia.[2] La selección de esos conceptos y voces fue llevada a cabo “privilegiando la cita textual, para ‘sugerir una atención al texto que no siempre se encuentra en la crítica’ y la secuencia cronológica que permitiera reconocer la ‘estrategia del pensamiento y de la escritura de Gramsci’”, de modo que “la escritura de las voces” aparezca a los ojos del lector “lo más limpia posible”, hilada por una intervención discreta de los autores “y sin la interferencia de las referencias a los debates entre las diversas interpretaciones existentes en la literatura sobre los puntos, aspectos o conceptos expuestos.” La elaboración del Diccionario fue precedida por la selección de 101 palabras fundamentales, que para los editores constituyen “la columna vertebral del pensamiento gramsciano.” Este proceder, dice Modonessi, “recorta y simplifica”, sin pervetir el sentido del diccionario de lo analizado. Por el contrario, dice, “opera en la misma lógica, ofreciendo, sin embargo, un recorrido más breve, más compacto y conciso, atreviéndose a proponer una síntesis, queriendo ser más operativo, menos enciclopédico.” Se trata, añade, de una operación con doble filo porque la obra de Gramsci invita a ser interpretada pero, al mismo tiempo, se resiste a representaciones que puedan ser reduccionistas o pretendan ser definitivas. De por sí la forma diccionario tiende a circunscribir y aislar los conceptos y si a eso le agregamos un recorte y una delimitación más estrecha, lo que ganamos en síntesis lo perdemos por ensanchar el margen de arbitrariedad. Por otra parte, la selección ha contadocon un elemento articulador proveniente del propio pensar de Gramsci, el cual – “por azar e ironía alfabéticos” – se encuentra en la última de las voces analizadas: la de “voluntad colectiva”, que nos remite una preocupación de fondo en “el conjunto de su pensamiento:” la de la constitución de una voluntad colectiva que se proyecta de la subalternidad a la autonomía y la hegemonía, es decir de la formación de un sujeto social y político organizado y creador/portador de una concepción del mundo susceptible de impulsar una revolución socialista que incluya una reforma moral e intelectual. Para Modonessi, esa preocupación muestra “los pliegues distintivos del marxismo gramsciano”, cuya originalidad se inserta y se monta “en el marco de una específica interpretación del marxismo como filosofía de la praxis.” En este sentido, el Diccionario opera “a contrapelo de la tendencia a usar de forma aislada y entrecortada frases célebres de los Cuadernos, desarticulando su pensamiento y desanclándolo del marxismo del cual fue abrevando.” Con ello, contribuye a sostener la idea de una contribución cuya originalidad es interna y renovadora de una tradición y no externa y contestataria de la misma. De allí que nos aparece un Gramsci tanto clásico como actual y contemporáneo, en tanto recorre temáticas y cuestiones de alcance universal que siguen rondando nuestra época, no un simple autor de colección o de culto, sino una punta de lanza especialmente filosa de una corriente que insiste en querer cruzar la interpretación y la transformación del mundo. Así, el Diccionario se constituye en “una herramienta intelectual que combina cualidades divulgativas, acompañadas de precisión textual y rigor filológico pero que ofrece, al mismo tiempo, específicos ángulos de lectura abiertos, obviamente, a la interpretación de los lectores.” Con ello, los editores y colaboradores esperan que el Diccionario “se inserte provechosamente en la porción hispanohablante del mundo, en donde los estudios gramscianos han tenido un desarrollo muy relevante en la última década.” Tal desarrollo, explica Monadessi, ha tenido hasta ahora tres direcciones que definen ya una agenda de investigación colectiva. La primera de ellas se constituye a partir de “estudios sobre la obra de Gramsci de tipo más filológico o más teorizante, según el caso”. La segunda comprende “indagaciones sobre su recepción en autores, países y campos disciplinarios de carácter más panorámico o, en alternativa, de profundización en el terreno de la historia intelectual”, mientras la tercera procura aplicar conceptos o enfoques “al análisis de procesos sociales y políticos del pasado o del presente con un mayor o menor apego o coherencia con la letra, el texto y la perspectiva gramsciana original.” Este Diccionario, concluye Modonesi, desearía contribuir directamente con la primera y la tercera tareas de esa agenda, para facilitar “la aplicación rigurosa de las palabras y los conceptos gramscianos, como imprescindibles claves de lectura y de acción colectiva en el ‘mundo grande y terrible’ en el que vivimos”. En esa tarea, el Diccionario Gramsciano bien podría servir de modelo y apoyo a una cuarta tarea: la de conocer y dar a conocer los fundamentos de la vigencia del pensar de los grandes fundadores de nuestra contemporaneidad, empezando por José Martí y José Carlos Mariátegui, en lo que va de 1880 a 1930. Gramsci nos ofrece, en esta perspectiva, un ejemplo de la riqueza de los vínculos entre comunidades intelectuales que compartieron el hecho de haber formado parte de la periferia y la semiperiferia del sistema mundial en el periodo en que éste transitaba desde su organización colonial de origen a la interestatal / internacional cuya geocultura se desintegra hoy ante nuestros ojos. En nuestra América, hemos ingresado en esa transición tras padecer durante casi medio siglo una dominación neoliberal empeñada en hacer de la lucha de la civilización contra la barbarie la clave única de comprensión de nuestros problemas y nuestras opciones de futuro. Por eso mismo resalta tanto la necesidad de atender – y restablecer – la clara advertencia que nos legara José Martí 131 años atrás: que aquí, entre nosotros, “No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza.”[3] En esa tarea, si de voces fundamentales se trata, cabría proponer en primer término las de virtud, mejoramiento humano, patria, humanidad y nuestra América. En torno a esos conceptos fundamentales del pensar y el hacer martianos, giraría sin duda mucho de lo que va del socialista indoamericano José Carlos Mariátegui hasta el jesuita latinoamericano Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco. Eso contribuirá sin duda a renovar la circunstancia que permitió a Martí señalar que, en nuestra América, “el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico.” [4] |
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